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Alfredo Ballestín Serrano. |
La paradoja astrológica
Hacia una visión interdisciplinar para el estudio de la Astrología
Hace ya más de una década, tuve ocasión de aproximarme, con motivo de la elaboración de mi tesis doctoral
{1},
a la obra del rabino judío Moisés Sefardí, que pasó a llamarse Pedro
Alfonso tras su conversión al cristianismo. Este personaje, junto con
Abraham Ben Ezra y Abraham bar Hiyya, conformó la tríada que coadyuvó
decisivamente a la difusión de la cultura árabe en el Occidente
cristiano. Mi tesis doctoral se basó en una de las principales obras de
Pedro Alfonso, El
Dialogus contra iudaeos, incardinado en el
contexto de la polémica judeocristiana, de la que no existía ninguna
edición crítica. Los tres personajes citados, todos ellos vinculados con
Aragón, ocupan un lugar destacadísimo en la historiografía de la
Astrología y aunque de la obra astrológica de Pedro Alfonso poco ha
llegado hasta nosotros, su influencia se percibe en la obra de algunos
de sus principales discípulos como son Walcher de Malvern y Adelardo de
Bath. Como he señalado en otra ocasión
{2}
Pedro Alfonso fue un personaje comprometido con la Astrología, ciencia
cuyo estudio y uso recomienda desde una perspectiva científica y
racional, mediante la utilización de las matemáticas y la astronomía,
basándose en la recuperación de autoridades como Aristóteles y Ptolomeo.
En su obra contra los judíos, y sobre todo contra la religión
islámica, Pedro Alfonso se apoya en argumentos astrales en defensa de
sus tesis. No obstante es, sobre todo, en su
Carta a los peripatéticos franceses donde mejor queda fijada su posición hacia la Astrología. Esta carta, es el
proemio a una obra astronómica
{3}
que escribió en forma epistolar en 1120 y en ella recomienda el estudio
de la geometría, música, medicina y Astrología, aludiendo a la utilidad
de esta última en tanto que hasta la medicina dependía de ella. Se
distancia asimismo de la Astrología vulgar
{4}, y rechaza las críticas hacia la utilización de la Astrología provenientes del clero cristiano.
Este afán racionalizador y omnicomprensivo de la Astrología por parte
de Pedro Alfonso, no deja de ser un cierto anticipo del carácter
problemático que arrastra siempre la teoría, interpretación y validación
histórica de la Astrología.
Aquel primer acercamiento académico a la historia de la Astrología,
ha supuesto la continuidad en la investigación de la que durante siglos
fue reina de las ciencias, lo cual ha fructificado en este artículo en
el que pretendemos dar un breve repaso a las polémicas que secularmente
han acompañado a la Historia de la Astrología.
Efectivamente, desde mediados del siglo XIX hasta hoy, se viene
produciendo un renovado interés por la Astrología, tanto en el campo
estrictamente histórico como desde el campo de la epistemología crítica,
redescubriendo un antiguo saber que, superado por los avances
científicos, fue desterrado al mundo de las sombras a finales del XVII.
Este hecho, a todas luces paradójico, ya sea por la pertinacia
temporal de la Astrología, –superviviente excepcional de la Antigüedad–,
o bien por el sinsentido que sus propuestas, todavía lastradas con el
asunto de la predicción y predestinación, suponen en el actual horizonte
cultural y sobre todo, para el paradigma científico, tiene unas
manifestaciones específicas que ponen de relieve la relevancia
conceptual de la Astrología y la huella que el viejo saber ha dejado en
la historia de la cultura. Ello conlleva el que en el siglo XXI la
Astrología sea objeto de consideración teórica en sus aspectos
epistemológicos, históricos y sociológicos.
Pero el carácter problemático de este renovado interés, habría de ser
situado en la construcción decimonónica de la historia de los saberes
positivos. Uno de los supuestos de esta historia era la génesis griega
de la razón científica. Sin embargo difícilmente podía soslayar la
realidad omnipresente de un pensamiento astrológico en el seno de la
cultura clásica. Dejando aparte su aspecto en cuanto a forma simbólica
religiosa, el recurso más socorrido fue hacer de esta realidad un
accidente justificable como fenómeno de decadencia, apenas anecdótico y,
sobre todo, resultado de la contaminación oriental. Pero esta solución
es falsa y elude la complejidad del asunto. Por supuesto, y dicho de una
vez por todas, la Astrología tiene efectivamente sus raíces en
Babilonia, que como cultura agrícola y palaciega, y de calendario, ya
venía desarrollando el conocimiento astronómico cuando Grecia no había
superado su etapa arcaica. Pero el desarrollo griego de la Astrología es
algo, valga la redundancia, genuinamente griego; es cierto que se debe
diferenciar un eje temporal antes del cual, la plenitud clásica, la
cultura griega está poco interesada en la teoría astrológica, y después,
ya en el helenismo, el horizonte de la Astrología es indiscutible.
Quizá merezca la pena advertir que en Platón ya se anticipan algunas
ideas de lo que va a ser la Astrología judiciaria propiamente dicha
{5}.
Primero porque su filosofía propicia la necesaria conciencia de alma
individual (ajena al Oriente, donde la Astrología afectaba en todo caso y
exclusivamente al soberano como mediador entre el cielo y la tierra). Y
luego porque el modelo de la procesión de las almas en el
Fedro y
la divinización de los astros que plantea en sus últimas obras, serán
supuestos también necesarios para la elaboración de los postulados
astrológicos. No suele reconocerse este vínculo, pero es muy
significativo que esa gran época de la Astrología que es el Renacimiento
retomará precisamente esta suerte de patronazgo en el viejo Platón
{6}. En todo caso, lo que es necesario reconocer es que la
ciencia
griega, a partir del helenismo –que, por otra parte, es la época más
fecunda para tal ciencia– no contempla la Astrología como algo adjetivo;
en realidad toda la ciencia orbita en torno a ella, y es obligado
apreciar que aquellos que pasan por ser nuestros mejores aliados contra
un saber supersticioso, en realidad son enemigos del propio pensamiento
científico. Desde el ámbito de la teoría del conocimiento, los más
críticos con la Astrología, como puedan ser Carnéades y Sexto Empírico,
lo son en última instancia, con los fundamentos epistemológicos de la
certeza científica. Es decir, flaca ayuda la que nos pueden prestar
estos escépticos. Quizá también podrían haber sido críticos los
filósofos epicúreos, en la medida que podemos suponer que heredaron de
Demócrito la concepción del universo infinito, pero poco dijeron al
respecto. Todas las demás escuelas son, en definitiva, firmes
mantenedores de los supuestos del saber astrológico, y ello no implica
sólo una dirección del comportamiento, sino un sistema de ordenación de
ámbitos geográficos, biológicos y, en última instancia, hasta
semiológicos; es decir, todo un fundamento de interpretación del mundo.
{7}
Tampoco es muy sencillo señalar el exacto lugar del sistema
astrológico en el ámbito de la cristiandad. Porque la ortodoxia
cristiana tiene necesariamente que enfrentarse a la inflexibilidad de la
cosmovisión astrológica, y así ocurrió en la cristiandad antigua, pero a
nada que ésta se afianza como religión dominante, la resurgencia de la
Astrología se ve por doquier. De hecho, su suerte no es muy distinta a
la que corre en la propia cristiandad la noción de Fortuna. Avanzada la
Edad Media, la reintegración de la Astrología en el conjunto de saberes y
hasta de estrategias del conocimiento, es omnipresente. Los nombres
podrían ser inagotables y más si añadiéramos la relevante mediación
árabe, pero podemos quedarnos con un rey curioso, como es Alfonso X el
Sabio, y un sabio que pone los fundamentos de la más alta teología
medieval, como es Alberto Magno.
Todo esto resulta bastante conocido, a fin de cuentas el modelo
astronómico de Ptolomeo es todavía el imperante; se supone por tanto que
el nuevo modelo astronómico que trae el Renacimiento marcará un punto
de ruptura. Y sin embargo, como bien advirtió Eugenio Garín
{8},
el asunto tampoco aquí es tan sencillo, con lo que volvemos al
principio; la aún usual convicción de que la crisis del sistema
astrológico es asunto de positividad científica tiene que ser muy
matizada. Es sabido que Kepler no tiene la menor intención de suspender
las certezas de la Astrología, más bien la urgencia de ajustarlas a un
nuevo modelo astronómico de cuya formación él es un protagonista
indiscutible. Sin embargo, es cierto que a partir de esa época la
Astrología empieza a tener sus críticos, como no es menos cierto que el
Renacimiento y el Barroco serán épocas de plenitud para ésta y para
tantas otros saberes alternativos, aparentemente ya en crisis. Un caso
bien llamativo puede ser la total disparidad entre dos pensadores que no
dejaban de ser condiscípulos y hasta amigos, por una parte Ficino, que
es uno de los grandes –si no el mayor– articulador del moderno sistema
astrológico y por otra, Pico della Mirándola, que es en buena medida el
héroe fundador de la liquidación de la Astrología. Mirándola nos sitúa,
en lo que ha sido hasta el siglo XVIII, el auténtico ámbito de
suspensión del saber astrológico, no el de la ciencia sino el de la
construcción del sujeto moderno, es decir, desde instancias morales, y
en esta construcción, contra la Astrología, el protagonismo va desde
Savonarola, el propio Pico della Mirándola, Lutero o Montaigne..., hasta
llegar a Voltaire.
{9}
Lo curioso es que es en esta tradición, en la que el siglo XIX
contempla la liquidación de la Astrología y en esto podría decirse algo
que coincide con Feyerabend
{10}
pero que lo dijo Jonathan Swift –y por una vez no con excesiva ironía–:
«Cuantos han condenado este arte, aunque peritos en otras materias,
bien por no haber aplicado sus estudios a cultivarlo, o bien por
haberlos aplicado sin fortuna, no podrán dar testimonio de mucho peso en
contra, ya que son vulnerables a la objeción frecuente de que condenan
lo que no entienden»
{11}.
La Astrología: de un saber polémico a una hermeneútica interdisciplinar
Pero lo cierto es que, como consecuencia de su carácter especulativo e
híbrido, la polémica ha sido compañera secular de la Astrología. Y ello
es así, prácticamente, desde su elaboración como sistema en época
helenística, cuando la Astrología, como hemos dicho, era considerada la
reina de las ciencias, y hasta nuestros días, en que está ubicada en los
márgenes de la racionalidad, en ese vago y difuso ámbito reservado y
restringido a creencias y supersticiones, en el que paradójicamente no
se sitúa a la Religión.
El carácter especulativo de la Astrología se cifra sobre todo en una
de sus facetas más características y conocidas, la posibilidad que se le
adjudica de conocer o prevenir el futuro, ámbito tradicionalmente
reservado a los dioses, mediante el conocimiento y utilización adecuada
de unas determinadas reglas. Esta pretensión, contestada en principio
desde el ámbito religioso, por chocar con la doctrina del libre
albedrío, y a partir del siglo XVI desde ámbitos filosóficos, no
necesariamente científicos –ya lo hemos visto– en contra de lo que se ha
venido suponiendo, fue sin embargo asumida como parte del Saber hasta
bien entrado el siglo XVII, cuando a causa del desarrollo de los
conocimientos geográficos y astronómicos, que implicaron una nueva
visión del cosmos, y más aún por la constitución del sujeto moderno, la
Astrología fue perdiendo su credibilidad, quedando reducida su práctica y
sobre todo sus aspectos formales, a los ámbitos circunscritos a las
sociedades secretas y a sus saberes esotéricos.
Sin embargo, y a resultas de esta crisis, desde mediados del siglo XIX la Astrología
{12}
ha venido siendo reexaminada en los ámbitos científicos, bien para
situar lo que había sido innegable presencia e influencia en la historia
de la cultura, lo que, en tal sentido, forma parte de los estudios de
simbología, iconología, formas de religiosidad, &c., además de
propiciar el estudio de otras tradiciones astrológicas y su función en
las culturas antiguas (paleo-astronomía, calendarios prehistóricos,
Astrología china, meso-americanas, celtas...), bien para saldar cuentas,
es decir, para desde un saber positivo confirmar su liquidación. Poco
hay que discutir del primer aspecto; el segundo es el que cifra
realmente la polémica que vamos a contemplar y que nos lleva a un
planteamiento de trabajo: el porqué de un ensañamiento «científico» con
la Astrología, que casi forma parte de una cultura popular en la que se
inscribe también la propia Astrología.
Merece la pena advertir que la suspensión puede venir también y
alimentar la polémica, no sólo en los dominios de la Historia de la
Ciencia, sino desde el propio campo de la Astrología, que continúa
existiendo, y que también desde finales del siglo XIX ha experimentado
un resurgimiento, que llega a constituir un fenómeno de la moderna
cultura de masas, lo que conduce también a una aguda controversia en
razón de las diferentes actitudes de sus partidarios, en referencia a su
significado y encaje en la sociedad y en la cultura contemporánea.
Pocas dudas puede haber de que los fundamentos de la Astrología se
corresponden con un modelo de pensamiento de tipo mítico, el cual hace
posible que, sin contradicción alguna –y el caso de la Astrología es
paradigmático–, la utilización paralela de principios tan opuestos como
lo puedan ser los matemáticos y los mitopoiéticos, un precipitado que,
desde la perspectiva del pensamiento racionalista resulta de todo punto
inviable. Ahora bien, incluso en el actual ámbito de la Astrología
tradicional, en el que el modelo astronómico de Ptolomeo continúa
vigente, y ligado a ello la admisión de la forma de pensar mítica
analógica (fundada en la teoría de las influencias), no hay unanimidad
de criterio acerca del concepto de Astrología. Sus supuestos varían,
esencialmente, en función de variables geográficas y temáticas, y sólo
la referencia fundamental a la fecha de nacimiento como dato básico, es
común a todas corrientes astrológicas. En este ámbito la Astrología
aparece caracterizada como «ciencia de las correspondencias celestes y
terrestres», «ciencia de la influencia en los hombres de los cuerpos
celestes», «Hecho cultural ligado a la toma de conciencia del transcurso
del tiempo y los ritmos de la Naturaleza en el hombre», «área de
conocimiento», &c.
{13}
Por el contrario, en el ámbito externo a la Astrología, se dan una
serie de cuestiones de índole epistemológica que contribuyen a la
confusión y a la polémica en torno a su significado y sobre todo, a su
tratamiento y a su inserción en el área de las creencias y las
supersticiones. Así, resulta controvertida la inclusión plena de la
Astrología en el marco del pensamiento fideísta, puesto que, siendo un
hecho su secular vinculación con los entornos de la mitología y de la
religión –que la han impregnado de un aura mítico-religiosa cuyos
vestigios se evidencian en los postulados astrales–
{14},
no podemos insertarla plenamente en un horizonte estrictamente
mitológico, ni tampoco considerarla religión, puesto que, en puridad, ni
es una genuina mitopoiesis, ni se trata de una religión
{15},
caso en el que se trataría de una astrolatría. Ni tan siquiera su
remoto origen y conexiones con el complejo universo de la mántica
oriental implicaría su confusión con una mancia, de las tantas
existentes; ni aún con la astromancia, nombre que recibe el sistema de
adivinación por medio de los astros, y uno de los motivos más frecuentes
de confusión con la Astrología.
La cuestión se complica más cuando se considera que la propia formación etimológica de 'Astrología' resulta conflictiva
{16} al hacer referencia a unos contenidos asumidos por la astronomía, una ciencia oficial y ortodoxa
{17},
mientras que los de aquella han quedado al margen de la ciencia y
calificados de creencias, pseudo-científicos, o supersticiosos. Un
hábito lingüístico pues, que contribuye a enturbiar el ya de por sí
difuso panorama epistemológico que ofrece la situación de la Astrología
en el ámbito científico académico, siendo además una de las motivaciones
últimas de la controversia. Para sus defensores, la secular vinculación
de la Astrología con diferentes áreas de la ciencia como la astronomía,
«con la que surge y se desarrolla en relación dialéctica, tomando sus
datos básicos»
{18}
o las matemáticas y la geometría, que son utilizadas en los cálculos,
serían motivos suficientes para conferirle un estatus que posibilitara
su investigación como si se tratase de un conocimiento... eficaz,
proyecto rechazado por sus detractores en tanto que el modelo
científico, sustentado en la lógica de la razón experimental, difiere
del modelo astrológico que lo está en el analógico. Una realidad que va
más allá de cualquier planteamiento formal y que incide en lo
estructural, ya que el abismo que media entre la ciencia y la Astrología
queda establecido desde el mismo momento en que la estructura del
conocimiento actual supone el rechazo de toda relación mística entre los
acontecimientos cósmicos y los terrestres.
{19}
La polémica, por tanto va más allá de la mera discusión sobre la
validez de los, por otra parte, anacrónicos planteamientos astrológicos
tradicionales. Tanto desde el punto de vista del moderado Garín, como
del más combativo Feyerabend, podría advertirse que en la historiografía
de la ciencia prima una tendencia de lo que no deja de ser un vano
intento por cambiar la historia: la pretensión de silenciar las
seculares, y no en pocos casos fértiles, relaciones entre las dos ramas
de la ciencia de las estrellas, la astronomía y la Astrología. Se obvia
la Astrología a favor de la astronomía y se denomina como astrónomos a
quienes, fundamentalmente, ejercían el oficio de astrólogo, lo cual
sucede hasta con el mismo Kepler, un bien conocido astrónomo
platónico.
También es habitual que se suscite el comentario fácil en ámbitos
académicos a expensas de quienes soslayando la «prudencia científica»
hacen de la Astrología su objeto de investigación. Incluso cuando el
tema sea abordado desde la mera perspectiva histórica, advierte Lisi
{20},
«el culto al modelo científico dificulta enormemente su tratamiento», y
quien a pesar de todo se atreve a ello, escribe Arana, «en el mejor de
los casos será tachado de oscurantista, y, en el peor, será excluido de
los círculos intelectuales»
{21}, en los que, insiste Guinard, será considerado «ideológicamente como sospechoso»
{22}.
Que tal contingencia pueda ser factible es una de las causas que
explican, entre otras cosas, el que los investigadores hayan soslayado
el abordar importantes parcelas, pertenecientes a distintas áreas de
conocimiento, en las que la Astrología está presente. Una situación,
señala Lemay, que ha provocado la existencia de importantes lagunas en
la historia de la cultura, como sucede por ejemplo, en el caso del papel
desempeñado por la Astrología en la ciencia y la mentalidad medievales
{23}.
A este respecto es habitual que los investigadores actuales, como los
del siglo XIX, realicen una profesión de fe anti-astrológica y
manifiesten su rechazo hacia la Astrología, sea cual sea el aspecto que
de ella traten. A esta tradición coadyuva, sobre todo en las últimas
décadas, el misoneísmo y la confusión casi generalizada que origina un
contexto socio-cultural en el que se ha configurado todo un horizonte de
irracionalismo, en los márgenes de la muerte de Dios y la fe religiosa,
propios de la cultura de masas, en la que proliferan toda una serie de
mancias, creencias y videncias. Todo un
totum revolutum en el que es habitual, por desconocimiento o interés, ubicar a la Astrología.
A la larga, la tensión que produce el debate de dos áreas tan
opuestas como la de la ciencia y la de la creencia, amalgamadas ambas en
el saber astrológico, encuentra fiel reflejo en escenarios diversos:
los más significativos son aquellos en los que coincide su ámbito de
actuación y de alguna forma colisiona ante sus pretensiones de
monopolio: el celeste, en el caso de las ciencias del cosmos, y el de la
conciencia, en los de la religión y la psicología social
{24}.
Por prioridad y perseverancia anti-astrológica hay que señalar en
primer lugar el ámbito religioso y teológico, en el que destacan las
tres religiones monoteístas semíticas en general, y la católica romana
en particular. El científico, con una notable producción bibliográfica
contemporánea, que contribuye a completar el vasto panorama de la
historiografía de la Astrología. A los dos hay que añadir el de la
divulgación científica, un género de corte un tanto dogmático y
cientifista, que ha encontrado en la crítica a la Astrología uno de sus
más recurrentes motivos de exhibición.
En todos ellos, el tratamiento que se le suele dar es, en general, de
rechazo y condena, revistiendo en ocasiones un tono de visceralidad
excepcional que no se da hacia otros saberes marginales como pueden ser
la cartomancia y la alquimia, o hacia las creencias religiosas, algunos
de cuyos planteamientos básicos proceden, como los astrológicos, de
horizontes netamente mitológicos; algo que en principio los hace tan
susceptibles de ser cuestionados como los de la propia Astrología.
Posiciones más neutrales se vienen observando en trabajos recientes,
en lo que de hecho representa la apertura a una nueva forma de abordar
cuestiones relacionadas con la incidencia de la Astrología en la
historia de la cultura y de la ciencia humanas.
La historiografía contemporánea de esta polémica es amplia y de
perspectivas diversas, como corresponde a un saber caracterizado por una
incidencia multidisciplinar que la convierte en objeto de atención para
diversas áreas de conocimiento. La importancia de la Astrología como
objeto de atención multidisciplinar ya fue puesta de relieve a finales
del siglo XIX por el historiador de las religiones antiguas Franz
Cumont, quien alertó del tesoro documental contenido en el
Catalogus Codicum Astrologorum Graecorum,{25} obra de referencia para la historia de la Astrología, a cuya elaboración dedicó varios años de su vida.
Pero los investigadores, además de contar con el inmenso legado
griego, han tenido a lo largo de este siglo oportunidad de conocer otras
fuentes para el estudio de la Astrología, como son los textos
cuneiformes mesopotámicos
{26}
y los de tradición helenístico-egipcia escritos con caracteres
jeroglíficos. Todo ello permitirá que desde finales del siglo XIX, y a
lo largo del siglo XX, con especial incidencia en sus primeras décadas,
la cuestión astrológica sea abordada desde diferentes perspectivas,
siendo pioneras las escuelas francesa, desde la humanística, y la
alemana, desde la científica.
Por lo que a la escuela francesa se refiere, el máximo referente
decimonónico lo encontramos ya en 1824, en el discurso pronunciado por
Antoine Letronne con motivo de su entrada en la
Academie des Inscriptions
de Francia; es de señalar que este autor, que había realizado una
investigación sobre el zodíaco circular egipcio de Denderah, se vio
obligado a pedir excusas ante los miembros de la Academia por hablar de
Astrología, a la que calificó de sueños absurdos vergonzosos para el ser
humano
{27}. Desde una perspectiva histórico-reduccionista, lo hizo Auguste Bouché-Leclercq,
{28}
en su obra dedicada a la Astrología griega todavía imprescindible para
la historiografía de la Astrología; en ella, este historiador, considera
a la Astrología como un híbrido de razonamiento científico y fe
enmascarada.
{29}
Por su parte, el más grande historiador de las religiones clásicas,
Franz Cumont, habla de pseudo-ciencia, que es en realidad un credo
{30}. Más tarde André Festugière,
{31} traduce el
Corpus Hermeticum,
obra en la que dedica un extenso capítulo a la Astrología y su relación
con el hermetismo; en lo que a la Astrología respecta dice que se trata
de la mezcla de una doctrina filosófica seductora, una mitología
absurda y métodos científicos empleados sin sentido.
{32}
En la misma época y desde la perspectiva de la historia de la
ciencia, George Sarton considera a la Astrología como mezcla perversa de
lo racional y lo irracional
{33}
y Otto Neugebauer, posiblemente uno de los mejores investigadores de
los conocimientos científicos de la Antigüedad, dice que es una de las
doctrinas más absurdas salidas de una superstición pseudo-racional, lo
que, por otra parte, no le impidió referirse a la Astrología antigua
como
scientia sideralis, y que la desvinculara de la magia y el
misticismo, reconociendo que la Astrología había sido la fuerza
motivante de las observaciones científicas astronómicas mesopotámicas.
{34}
En la década de los años sesenta un ambiente de contestación al
sistema y de ruptura con lo tradicional impregna amplias capas de la
sociedad norteamericana. La pasión por las filosofías orientales y las
doctrinas teosóficas decimonónicas producen una reacción de tipo
nihilista, gestando una Astrología de carácter esotérico, asumida y
difundida ampliamente por el movimiento
New Age. Todo ello será objeto de atención y provocará diversas reacciones: Karl Popper,
{35} se refiere a la Astrología como patrón del no-cientifismo desde la óptica de la filosofía social.
{36}
No obstante, habrá que esperar hasta 1975, fecha en la que se produce
la manifestación colegiada anti-astrológica más célebre, protagonizada
por 186 investigadores, al publicar un manifiesto contra la Astrología
en la revista
The Humanist. Los firmantes, entre los que había
representantes de diversas áreas, y varios premios Nobel, mostraban su
preocupación por la aceptación creciente de la Astrología, advirtiendo
que sus postulados chocaban con los científicos que ellos representaban.
El mismo año se produce otra, de tipo individual, por parte del
filósofo Theodor W. Adorno, crítico con la sociedad de consumo
norteamericana y preocupado por la filosofía de la comunicación, se basa
en los horóscopos publicados por el periódico
Los Ángeles Times,
para elaborar un trabajo sociológico en el que examina la Astrología
como superstición de segunda clase, una de cuyas finalidades sería la de
servir al orden establecido, perpetuando los valores sociales
tradicionales
{37}.
En las últimas décadas del siglo XX, se producen de forma puntual,
tanto en Europa como en los Estados Unidos, manifestaciones individuales
contra la Astrología, generalmente a cargo de miembros de las uniones
racionalistas vinculados con la física y las ciencias del cosmos,
algunas de las cuales tienen una clara actitud de misión
{38}.
En el fondo tienen un contenido similar y más específico que las
anteriores, insistiendo en argumentos de carácter básico como el
carácter geocéntrico de la Astrología, la no asunción por los astrólogos
del fenómeno de la precesión de los equinoccios, las contradicciones
internas de la Astrología y su incoherente selección de referentes
estelares en la praxis astrológica. En Francia
l'Academie des Sciences sigue fiel a la tradición de Letronne con científicos como Jean Claude Pecker,
{39}
que critica los argumentos utilizados por la Astrología tradicional,
añadiendo otros nuevos relacionados con recientes investigaciones del
cosmos y polemiza con el astrólogo Gauguelin acerca de la metodología
utilizada en sus cálculos estadísticos. En su trabajo pone de
manifiesto, entre otras cosas, las absolutas divergencias existentes
entre la astronomía y la Astrología y las dificultades que entraña el
lenguaje científico para su comprensión frente a un lenguaje de fácil
compresión como es el astrológico. Muestra también su estupor por la
utilización de técnicas astrológicas por parte de empresarios para la
selección de personal, equiparando tal actitud a reglas de control
racial. En la misma línea se manifiesta Lequevre, negando cualquier
validez a una Astrología, considerada superstición, que no tiene nada
que ver ni con la ciencia babilónica, utilizada incluso por Copérnico y
cuyos fundamentos eran la simbiosis entre la naturaleza y el hombre, ni
con los principios filosóficos, asumidos por el estoicismo, que buscaban
en el universo un principio de unificación. Lequevre, que realiza el
trabajo más completo y exhaustivo
{40} de los existentes en contra de la Astrología, dice que tanto la Astrología
savant como la de carácter
popular, son imposturas, ambas basadas en principios falsos
{41}.
La posición de las tres grandes religiones monoteístas semíticas
{42},
de rechazo absoluto hacia la Astrología, viene dada por la colisión de
los postulados astrológicos con principios comunes a todas ellas como
son los de trascendencia, libre arbitrio y omnipotencia divina. En el
caso de la Iglesia Romana y sin solución de continuidad, se retoman en
época contemporánea los anatemas vero y neo-testamentarios
{43};
se asocia a la Astrología con la adivinación y la magia y la rechaza,
junto con el recurso al diablo, el espiritismo y las mancias, porque
«están en contradicción con el honor y el respeto, mezclados de temor
amorosos, que debemos solamente a Dios»
{44}.
Por mencionar un caso más particular, en España
{45}
las posiciones críticas contra la Astrología se centran también en
ámbitos con algún tipo de relación con las áreas de la física, las
ciencias del cosmos y la psicología. No obstante, la posición más
intransigente es la que mantienen las sociedades racionalistas, cuyos
miembros suelen expresarse a través de medios comunicación estatales,
otros de divulgación científica
{46} o en sus propios boletines. Desde el campo científico, y por su especificidad, destacamos el trabajo de Isaac Amigo,
{47}
que trata acerca de los fundamentos irracionales de la creencia en la
Astrología y a los condicionantes psíquicos que incitan al ser humano a
creer en ella
{48}; y el más atenuado de Juan Antonio Belmonte
{49},
que basándose en la tradicional clasificación planetaria septenaria,
propone una taxonomía para los conocimientos astronómicos en siete
niveles. En el séptimo lugar, junto a la astronomía, astrofísica y
metafísica, coloca a la Astrología, a la que se refiere como «creencia
sin ninguna base científica pero de la que puede ser interesante su
vertiente cultural e histórica»
{50}.
En lo que a las sociedades citadas respecta, destaca la amplitud de su
marco de actuación, en el que integran todo tipo de pseudo-ciencias,
fenomenologías y experiencias paranormales, sectas, alternativas médicas
como la homeopatía y un largo etcétera, en el que, la Astrología suele
ocupar un lugar destacado;
{51}
observándose en los ataques a la misma un cariz de índole más teológica
que científica, de auténtica «cruzada contra la irracionalidad,» como
se califica incluso desde posiciones críticas hacia la Astrología.
{52}
Pero posiciones divergentes respecto de las anteriores las
encontramos en diferentes entornos e incluso en diferentes programas
epistemológicos. En el filosófico es fundamental la de Ernst Cassirer,
quien, en su intento porque la filosofía abarque también una teoría de
la concepción y de la expresión prelógicas, hace hincapié en el
componente simbólico de la Astrología, a la cual relaciona con las
clasificaciones mítico-simbólicas del universo, que hunden sus raíces en
el círculo de la representación totémica. Resalta este autor la
consistencia de la Astrología como forma de pensamiento y sus intentos
por explicar la naturaleza.
{53}
En el de la Historia de la Ciencia, Lynn Thorndike, se hace eco de la
reiteración de los argumentos contra la Astrología por parte de quienes
ni siquiera han leído el
Tetrabiblos de Ptolomeo, la principal
obra de referencia, insistiendo en la imposibilidad de los historiadores
de la ciencia de soslayar la constante presencia de la Astrología en
ese campo.
{54}
Más radical se muestra Paul Feyerabend que, desde la filosofía de la
ciencia critica duramente el método científico identificando el papel de
la ciencia en la Edad Contemporánea con la religión en el medioevo.
Sostiene que una sociedad avanzada debería tener capacidad para liberar
el conocimiento de su influencia institucional; con relación a todo ello
aduce el derecho individual de acceder a todas las opciones que desee
para alcanzar el conocimiento, destacando entre las opciones posibles el
caso de saberes como la Astrología.
{55}
Más proclives hacia la Astrología y novedosas, por su pertenencia a
ámbitos científicos, son las posturas reflejadas por los siguientes
autores:
Suzel Fuzeau-Braesch,
{56}
cuenta entre sus más de 150 publicaciones científicas con tres
dedicadas a la Astrología, respecto a la cual preconiza una
investigación científica rigurosa que se llevaría a cabo,
fundamentalmente, desde las áreas correspondientes a la física y la
biología. La autora alude a los prejuicios y la intolerancia dogmática
que impiden la investigación astrológica y aduce los contenidos
positivos de trabajos de esta índole realizados con metodología
estadística. Los resultados la llevan a interrogarse sobre los lazos que
pueden existir entre los seres humanos y el sistema solar como contexto
de aplicación de la Astrología. Al respecto plantea hipótesis de
trabajo en las áreas citadas, a las que añade la astrofísica.
{57}
Jesús Navarro Artigas,
{58}
cuya investigación discurre en una doble vertiente: como científico,
intenta establecer el estatuto de la Astrología respecto del discurso
científico, tratando de delimitar su carácter y su función en el marco
de la estructura teórica del saber. En su obra teórica
{59},
se refiere a las dificultades de índole epistemológica que existen en
el propio seno del discurso científico para definir lo que está dentro y
lo que está fuera de ese marco, incidiendo en las variaciones de los
referentes de cientificidad que ha habido a lo largo de la historia.
Hace hincapié en el momento en que la Astrología sale del marco del
saber académico, provocado por la ruptura del racionalismo positivista
con el paradigma de la armonía y sintonía universales y cuyas
consecuencias negativas van más allá de la salida de la Astrología del
marco científico. En cuanto a la praxis, ofrece toda una serie de
aportaciones conceptuales e instrumentales para una mejor comprensión de
la tradición astrológica.
{60}
Por su carácter novedoso, revolucionario para lo que es la
perspectiva de la Astrología tradicional, destaca el ya citado Patrice
Guinard, que se distancia de los postulados astrológicos tradicionales y
de las modernas corrientes astrológicas, como la científica, que
pretende fundamentarse mediante procedimientos convencionales como es la
utilización de la estadística. En su intento por ubicar y dar sentido a
la Astrología en el contexto científico y cultural de la actualidad,
crea una nueva terminología astrológica y su consiguiente aplicación
metodológica basada en un modo de razonamiento propio que denomina
«razón matricial», que no sería asimilable ni por la experiencia
científica ni por la especulación filosófica. La razón matricial de
Guinard es la base del nuevo modelo astrológico, por el que explica el
proceso por el cual la psique recibe la impronta astral vehiculada a
través de los ritmos planetarios, con lo cual se produciría una
integración a nivel neuro-psicológico de los ritmos geo-solares que se
traduciría en un estímulo psíquico de naturaleza continuada, la impronta
astral, y en una estructuración del sistema nervioso central a través
de estados mentales preconscientes, que, a su vez, originarían las
representaciones psico-mentales. La necesidad de investigar lo
astrológico «aún sin el permiso de la ciencia»,
{61} la crítica de la «astrofobia» manifestada por algunos astrónomos,
{62}
«que se erigen contra la Astrología no tanto como científicos, sino
como ideólogos de la institución científica,» son algunos de los
argumentos esgrimidos por Guinard frente a los detractores de la
Astrología. Critica, por otra parte, el que la cultura de masas trate
únicamente de los «sucedáneos de Astrología,» potenciados por los
«fabricantes de horóscopos» que refuerzan el descrédito de la Astrología
y dan cobertura al «activismo anti-astrológico,» siendo más
perjudiciales para la Astrología «que el ostracismo al que está sometida
en los medios científicos y universitarios.»
{63}
2. Objeto de atención multidisciplinar
Como hemos señalado, la importancia de la Astrología en tanto que
objeto de atención multidisciplinar, fue puesta de relieve por el
historiador de las religiones antiguas Franz Cumont a finales del siglo
XIX. Su elaboración del
CCAG serviría de base a numerosos
trabajos relacionados con la Astrología. Pero los investigadores, además
de contar con el legado griego cuentan con otras fuentes para su
estudio, como son los textos cuneiformes mesopotámicos y los de
tradición helenístico-egipcia escritos con caracteres jeroglíficos. Con
estos instrumentos y en las últimas décadas ha destacado Bottéro, uno de
los grandes expertos en religiones mesopotámicas de la no menos
prestigiosa escuela de «asiriología» francesa. Bottéro trata de la
Astrología en sus trabajos sobre la religión y la ciencia mesopotámica,
con las que estaba imbricada y cuya sistematización se plasma en el
original modelo de la «ciencia listada» mesopotámica
{64}.
Mientras, en el área alemana se venían produciendo numerosos trabajos como los de Boll
{65},
Bezold y Gundel que, además de traducir los textos astrológicos más
antiguos procedentes de las tablillas cuneiformes mesopotámicas,
escribieron sobre los orígenes de la Astrología, proponiendo diferentes
niveles para su correcta investigación, incidiendo en su origen y
conexiones con la doctrina astral sumero-babilónica. Sientan las
corrientes astrológicas que subyacen en la Astrología helenística así
como las cuestiones existentes entre el discurso filosófico griego
frente a la Astrología. Además Gundel realiza los primeros estudios
sobre los horóscopos caldeos y griegos más antiguos y de los primeros
astrólogos
{66}. En cuanto a Neugebauer, que junto con Boll había colaborado con Cumont en la elaboración del precitado
Catálogo,
ofrece una panorámica general de la ciencia mesopotámica insistiendo en
la inserción y relevancia de la Astrología en el horizonte científico
de la región, que va más allá de sus innegables vinculaciones con la
magia y la mántica.
{67}
Por su repercusión posterior, al abrir nuevas perspectivas para una
Astrología de carácter simbólico y no predictiva, son importantes las
aportaciones de otros tres autores de la escuela alemana como son el
austríaco Knappich, que escribe una
Historia de la Astrología,{68}
profundamente marcada por el pensamiento filosófico de Cassirer, quien
había insistido en la relevancia conceptual de la Astrología y su
consistencia como la forma de pensamiento más acabada del discurso
mítico en el que sitúa sus raíces. En las mismas fechas y en sintonía
con el discurso astrológico de carácter simbólico se manifiesta Carl
Jüng, fundador de la escuela psicoanalítica de Zurich, que ofrece una
novedosa dimensión a la Astrología con su nueva visión acerca de los
símbolos astrológicos, a los que intenta reanimar al considerarlos
verdaderos modelos o arquetipos de comportamiento humano, situados en
los niveles más profundos del inconsciente.
{69}
Con este marco referencial se produce en el ámbito académico toda una
serie de manifestaciones que vienen a dar testimonio de la relevancia
conceptual de la Astrología desde finales del siglo XIX hasta nuestros
días, en que la cuestión astrológica pasa a ser objeto directo de
atención e investigación multidisciplinar. Todo ello encuentra reflejo
en la correspondiente historiografía
{70} que incluye la existencia de revistas especializadas
{71}, numerosas tesis doctorales
{72}, congresos y reuniones científicas
{73}, líneas y proyectos de investigación, y más recientemente, casos de docencia postdoctoral.
{74}
En lo que al ámbito universitario español respecta, destacan sobre
todo, los equipos de investigadores encabezados por el profesor Joan
Vernet, en el Departamento de Historia de la Ciencia de la Universidad
de Barcelona, y Aurelio Pérez Jiménez en el de Filología Clásica de la
de Málaga. Ambos cuentan con numerosos trabajos relacionados con la
Astrología de época árabe, medieval y renacentista, además de nuclear e
impulsar la investigación, y publicación de un buen número trabajos de
esta temática. Nos consta además, la existencia de varias
investigaciones numerosos investigadores en distintas universidades
españolas que investigan diferentes aspectos e incidencias del saber
astrológico en distintas, y a veces novedosas, áreas de conocimiento.
{75}
Para finalizar, parece oportuno mencionar el Proyecto de Investigación
{76}
llevado a cabo recientemente en la Universidad de Zaragoza, en el que
se abordan tres aspectos esenciales, en un intento por delimitar los
supuestos, las orientaciones y los límites de una historia de la
Astrología. El primero de ellos trata acerca de los orígenes históricos
de este saber, con objeto de determinar el carácter de la Astrología
como tipo de conocimiento en el marco de la cultura donde nació. El
segundo trata simultáneamente, del carácter de la Astrología a partir de
su reajuste, dentro de las formas del saber, en las postrimerías del
siglo dieciocho, y del estado de la cuestión en la perspectiva
contemporánea dentro del marco de las propias y diversas lecturas del
discurso astrológico; y el tercero, intenta establecer el estatuto de la
Astrología respecto del discurso científico, tratando de delimitar su
carácter y su función en el marco de la estructura teórica del saber.
Notas
El presente trabajo es un resumen de mi aportación al
Proyecto de Investigación 246-28, financiado por el Vicerrectorado de
Investigación de la Universidad de Zaragoza que lleva por título: Aportaciones para una visión interdisciplinar para el estudio de la Astrología.
{1} Cf.
El 'Dialogus contra iudaeos' de Pedro Alfonso. Traducción y notas críticas. Su inserción en la polémica judeo-cristiana.
Tesis presentada para la obtención del grado de Doctor en la Facultad
de Filosofía y Letras de la Universidad de Zaragoza (noviembre de 1993),
Prensas Universitarias de la Universidad de Zaragoza, 2002
(ISBN:84-95480-83-2).
{2} Cf. «La Astrología judía en Aragón» en
Aragón Sefarad, Zaragoza, Diputación de Zaragoza 2003, vol. I (en prensa).
{3} Esta obra se encuentra en dos manuscritos: el
Arundel
(270, fol 40v-44r, siglo XII), en el British Museum y el nº 1283 del
Corpus Christi Collage de Oxford. Ambos estudiados y publicados por el
profesor Millás Vallicrosa.
{4}
Heredero de una tradición astrológica culta que hunde sus raíces en la
cultura sumeria y a la cual los griegos aportaron las matemáticas y la
geometría y los árabes importantes conocimientos teóricos, matemáticos y
técnicos, basados en la utilización de cuadrantes, relojes y sobre todo
el astrolabio. Pedro Alfonso rechaza las prácticas fraudulentas de la
astromancia realizadas por pseudo-astrólogos.
{5}
Para las perspectivas pre-astrológicas en Platón cf. F. Lisi,
«Astrología, astronomía y filosofía de los principios en Platón», en A.
Pérez Jiménez (ed.),
Astronomía y Astrología: de los orígenes al Renacimiento, Eds. Clásicas, Madrid 1994, págs. 87-109.
{6}
Sobre la vinculación de la Astrología renacentista a una recuperación
de Platón es recomendable la lectura de E. Panofsky, «El movimiento
neoplatónico en Florencia y el norte de Italia» y «El movimiento
neoplatónico y Miguel Ángel»,
Estudios sobre iconología, Alianza, Madrid 1972, págs. 189-237 y 239-319.
{7} Cf. J. R. Arana, «Ecología actual y Astrología antigua», en: S. Echandi (coordinador),
El espejo y el modelo. Perspectivas en Historia de la Filosofía Griega, Mira, Zaragoza 2003, págs. 143-164 y del mismo autor: «Hermeneutica de la Astrología grecorromana»,
Veleia 2002 (en prensa).
{8} E. Garín,
El zodíaco de la vida. La polémica astrológica del Trescientos al Quinientos, Península, Barcelona 1981.
{9} De Pico della Mirándola:
De hominis dignitate;
de Montaigne, ver su broma, bastante benévola, contra los «adivinos»,
en una época en la que imperan los Porta, Cardano, Agripa o Nostradamus,
en «De los caníbales»,
Ensayos Vol. I; de Voltaire, que ya concluye la época de la crítica pre-positivista, la entrada Astrología de su
Diccionario filosófico.
{11} J. Swift, «Predicciones para 1708», en
Obras selectas, Ed. Swan, San Lorenzo del Escorial 1988, pág. 688.
{12}
Nos referimos siempre a la Astrología «culta» y no a otras formas de
Astrología como la popular, que tradicionalmente se conoce y practica en
medios dedicados a las actividades primarias como la agricultura, la
ganadería o la pesca o a las nuevas modalidades de adivinación y
videncias, que proliferan en los medios de comunicación, y que
habitualmente reciben también el nombre genérico de Astrología.
{13}
Para un análisis conceptual más pormenorizado nos remitimos al trabajo
publicado el año 2001 por José Quintano, director de la revista
Beroso, en la revista on line del
Centre Universitarie de la Recherche en Astrologie de París.
{14} Cf. A. Pérez Jiménez, «Mito y Astrología en Grecia: un viaje con retorno» en J. L. Calvo Martínez,
Religión, magia y mitología en la Antigüedad Clásica,
Universidad de Granada 1998, págs. 137-165. Del mismo autor «El
mensajero Hermes y las propiedades astrológicas de su planeta Mercurio»
en A. Pérez Jiménez y Cruz Andreotti (eds.),
Aladas palabras. Correos y comunicaciones en el Mediterráneo, Eds. Clásicas, Madrid 1999.
{15} Tesis de W. Hübner, para quien la Astrología es una manifestación religiosa. Cf. W. Hübner, «L'astrologie dans l'Antiquité»,
Pallas 30 (1983), 1-24.
{16}
La relación nomía/logía, tal como se juega para el prefijo 'astro', es
totalmente singular porque, por una vez, lo que se refiere al logos, es
decir, a la ciencia, ha quedado degradado; ejemplo contrario: en
etnografía/etnología, el 'grafía' es el término débil mientras que el
'logía' es apropiadamente el fuerte.
{17}
Lequevre afirma que en la actualidad la astronomía ha tomado el relevo
de la Astrología, siendo ella la que de alguna forma pretende explicar
los lazos que unen a la Tierra con el cosmos y Juan A. Belmonte,
astrofísico y director del Museo de la Ciencia y el Cosmos de Tenerife
afirma que: «La apropiación de terminología científica por parte de
pseudo-creencias, supercherías y supersticiones, es lo que, con el paso
de los siglos ha hecho que, por ejemplo, los astrónomos reneguemos de la
palabra que resultaba más lógica para definirnos: astrólogos». Cf. F.
Lequevre, Astrologie. Science, Art ou Imposture? Burdeos, l' Horizon Chimerique, 1991. y J. A. Belmonte,
Las leyes del cielo. Astronomía y civilizaciones antiguas, Temas de Hoy, Madrid 1999, pág. 24.
{18} Cf. J. L. Calvo Martínez, «La Astrología como elemento del sincretismo religioso del helenismo tardío», en A. Pérez Jiménez (
o. c., págs. 59-81, supra, n. 1).
{19} Cf. S. Giedion,
El presente eterno: Los orígenes de la arquitectura, Alianza, Madrid 1986, pág. 150.
{20} F. Lisi (o.c., págs. 1-ss., supra, n. 1).
{21} Cf. J. R. Arana (
o. c., supra, n. 3).
{22} Cf. P. Guinard,
El Manifiesto, pág. 31, es un extracto de su tesis doctoral:
La Astrología, fundamentos, lógica y perspectivas,
defendida en la Universidad de la Sorbona el año 1993 y publicado en la
revista del Centro Universitario de Investigación Astrológica de París,
que él mismo dirige desde su creación en 1999.
{23}
Como señala Vicente García, para quien una serie de prejuicios y
circunstancias de todo tipo han obstaculizado la evaluación de lo que se
entendía por Astrología en la Edad Media. Cf. L. M. Vicente García,
«Una nueva filosofía de la Astrología en los siglos XII y XIII: el
impacto de las traducciones del árabe y la postura de Santo Tomás de
Aquino»,
Revista Española de Filosofía Medieval, 9 (2002), 249-264.
{24}
El Universo como fuente inagotable de especulación metafísica,
teológica y psíquica, es una idea que esboza John North, profesor de
Historia de las Ciencias Exactas en la Universidad holandesa de
Groningen. Cf. J. North,
Historia Fontana de la astronomía y la cosmología, FCE, México 2001.
{25} Catalogus Codicum Astrologorum Graecorum
(CCAG), Académie Royale de Belgique, Bruselas, 1898-1963; consta de 12
tomos en 20 volúmenes con un prefacio del autor fechado en 13 de agosto
de 1898. Describe numerosos manuscritos astrológicos griegos con amplios
extractos de los textos, siendo de referencia imprescindible para la
historia de la Astrología.
{26}
Las excavaciones de las ruinas de Nínive, iniciadas en 1847, sacaron a
la luz la biblioteca más antigua del mundo con más de 25.000 tablillas
escritas en caracteres cuneiformes, de las cuales 4.000 contenían
presagios astrológicos.
{27} Cf. «Sur l'origine grecque des zodiaques prétendus égyptiens»,
Mélanges d'érudition et de critique historique, Ducrocq, París 1860, pág. 44. Habla aquí de la Astrología como una ciencia mentirosa.
{28} Miembro del
Institut y profesor de las facultades de Montpelier y París
{29} Cf. A. Bouché Leclercq,
l'Astrologie Grecque, París 1899. (repr. Bruselas 1963).
{30} Cf. F. Cumont,
Astrology and religion among the Greeks and Romans,
Dover, Nueva York 1960 (reprint), pág. XI. Dice también que la
Astrología es la más monstruosa de todas las quimeras engendradas por la
superstición..
{31} Director de l'École Pratique des Hautes Études de Paris,
{32} Cf. A. Festugière,
La Révelation d'Hermes Trismégiste: I: l'Astrologie et les sciences occultes, Les Belles Lettres, París 1986.
{33} Cf. G. Sarton,
A history of science, Harvard University Press, Cambridge 1952.
{34} Cf. O. Neugebauer, «The survival of Babylonian methods in the exact sciences of Antiquity and Middle ages»
Proceedings of the American Philosophical Society, 107.6, 1963.
{35}
Cuya formación básicamente es científica, (matemáticas y física) en su
obra se declara enemigo de toda concepción determinista, dogmática y
totalitaria.
{36} Cf. K. Popper,
Conjectures et réfutations, Londres 1963.
{37} Cf. Th. Adorno,
Bajo el signo de los astros,
Laia, Barcelona 1986. No obstante, habría que preguntarse hasta qué
punto Adorno no está dirigido por una oscura pasión en su mirada hacia
la Astrología, porque ya en 1929 en su ensayo sobre estética musical
«Nocturno», se puede leer esta intrigante referencia: «en la actualidad
la auténtica Astrología interviene en la selección erótica practicada a
través de la magia y el ocultismo por mujeres perversas»; cf. Th.
Adorno,
Reacción y progreso y otros ensayos musicales, Tusquets, Barcelona 1970, pág. 29.
{38} Sobre este tipo de actitudes en la actualidad trata Ignacio Izuzquiza en su obra
Filosofía del presente. Una teoría de nuestro tiempo,
Alianza, Madrid 2003, y a las mismas alude Lisi, señalando que la
atracción que todavía en la actualidad produce la Astrología tiene sus
claves en la misma fe supersticiosa con que otros adoran la ciencia. Cf.
F. Lisi (
o.c., pág. 88, supra, n. 1).
{39} Profesor de Astrofísica Teórica en el Collège de France.
{40} Y plagiado debiéramos añadir, por un conocido autor español.
{41} Cf.
O. c., supra n. 9 y del mismo autor: «L'astrologie et la science»,
La Recherche scientifique, 140 (1984), págs. 118-128.
{42}
Sostiene Patrick Curry que el dios único judeo-cristiano ha sido tomado
como modelo por la ciencia moderna en su intento por monopolizar la
verdad. Cf. P. Curry,
A confusion of prophets, Londres 1962, pág. 15.
{43} Cf.
Dt, 4,19;
Is, 47,13-14 y
Epístolas de Pablo de Tarso a los
Gálatas, 4,10-11; a los
Colosenses, 2,8 y a los
Romanos, 8,38.
{44} Cf.
Catecismo de la Iglesia Católica del año 1992.
{45}
El manifiesto contra la Astrología firmado por los científicos
americanos en 1975 fue asumido y firmado en España el año 1990 por cerca
de trescientas personas relacionadas con diferentes áreas científicas.
{46}
Obra clásica de este tenor es la del periodista científico y actual
director del Museo de la Ciencia de Valencia, Manuel Toharia,
Astrología ¿Ciencia o creencia?,
Mcraw Hill, Madrid 1992, una obra de que a pesar de su falta de
originalidad, es citada como referencia referencia en la historiografía
científica de España.
{47} Profesor de la Facultad de Psicología de la Universidad de Oviedo.
{48} Cf. I. Amigo,
Astrología. El mito de las estrellas, Alba Ed., Barcelona 1998.
{49} Astrofísico que dirige el Museo de la Ciencia y el Cosmos de Tenerife
{50} Cf. J. Belmonte,
Las leyes del cielo. Astronomía y civilizaciones antiguas, Temas de Hoy, Madrid 1999, pág. 263.
{51}
Destacamos el curso programado por la Universidad de La Laguna «Mitos y
realidades en la ciencia y las pseudociencias» a celebrar el año 2003.
{52} Cf. I. Amigo (
o. c., pág. 24, supra, n. 32).
{53}
Con relación a la Astrología dice este autor que «considerada desde el
punto de vista meramente formal, la Astrología es uno de los más
impresionantes intentos de concepción ideológica
sistemático-constructiva que jamás haya emprendido el espíritu humano».
Cf. E. Cassirer,
Wesen und Wirkung des Symbolbegriffs, Darmstadt 1956, pág. 30.
{54} Cf. L. Thorndike,
A history of magic and experimental science,
Columbia University Press, Nueva York 1941, vol. 5, págs. 181 y 116, y
«The True Place of Astrology in the History of Science»,
Isis 46 (1955), 273-278.
{55} Cf. P. Feyerabend,
La ciencia en una sociedad libre, Madrid, Siglo veintiuno, 1982. Previamente escribió
Against metod,
traducido al castellano por la Editorial Ariel en 1974, en el que
manifestaba su pretensión de «liberar a la gente de la tiranía de los
ofuscadores filosóficos y de conceptos abstractos como verdad, realidad u
objetividad, que ensombrecen la visión de la gente y sus modos de
vivir»; cf. pág. 179.
{56} Doctora en biología, y directora honoraria del
Centre Nationale de la Recherche Scientifique de Francia.
{57} S. Fuzeau-Braesch,
Pour l'astrologie. Réflexions d'une scientifique, Albin Michel, París 1996.
{58}
Doctor Ingeniero de Telecomunicación, es catedrático de la Universidad
de Zaragoza, en la que realiza sus actividades académicas.
{59}
Cf. J. Navarro, «Astrología y Ciencia» en Aportaciones para una visión
interdisciplinar de la historia de la Astrología. Vicerrectorado de
Investigación de la Universidad de Zaragoza. Proyecto de Investigación
246-28, curso académico 2000-2001.
{60} Cf. J. Navarro Artigas,
Claves y significaciones astrológicas, edición del autor, Zaragoza 2000, y del mismo editor y año,
Las progresiones anuales, lunares y fraccionales.
{61} Cf.
El Manifiesto, pág. 31.
{62}
Distingue el autor a estos astrónomos de los que «absorbidos por una
verdadera investigación no pierden el tiempo en desacreditar la
Astrología». Cf.
El Manifiesto: «La astrofobia cientifista», págs. 34ss.
{63} Cf. Ginard (
o. c., pág. 53, supra, n. XXX)
{64}
Cf. Bottéro, «l'astrologie est née en Mésopotamie» en: VVAA,
Introducción al Antigtuo Oriente. De Sumer a la Biblia. Págs. 184-196,
Grijalbo Mondadori, Barcelona 1996. Publicado igualmente en
L' Histoire, 141, 1991. Obra más reciente y completa de este autor la encontramos en
La plus veille religión, en
Mésopotamie, Gallimard, París 1998.
{65} Cf. F. Boll, C. Bezold, y W. Gundel, Sternglaube und Sterndeutung.
Die Geschichte und das Wesen der Astrologie, Leipzig-Berlin 1918 (Darmstadt 1977).
{66} Cf. W. Y H.G. Gundel
, Astrologumena, Die Astrologische Literatur inder Antike und ihre Geschichte, Wiesbaden 1966.
{67} Cf. O. Neugebauer,
o. c., n. 25, supra.
{68} Cf. W. Knappich,
Geschichte der Astrologie,
Vittorio Klostermann, Frankfurt, 1967; traducida al francés por Henri
Latou, París, Lebaud-Le Felin, 1986, con prefacio de André Barbault.
Esta obra intenta cubrir toda la historia de la Astrología y de las
diferentes corrientes astrológicas, desde sus orígenes hasta bien
entrado el siglo XX. Imprescindible en la historiografía astrológica a
pesar de sus numerosos errores sobre autores, fechas y ediciones, está
siendo objeto por mi parte de su traducción al castellano.
{69} C. G. Jüng,
Mysterium Coniunctionis, Trotta, Madrid 2002.
{70} Cf. Destacan los repertorios bibliográficos de P. Guinard: «Repertorios bibliográficos sobre Astrología».
Centre Universitaire de la Recherche Astrologique, París 2000. y el más específico de A. Pérez Jiménez: «Cien años de investigación sobre Astrología antigua».
Revista Internacional de Investigación sobre Magia y Astrología Antiguas. Vol. 1 (2001), Málaga 2001, págs. 133-204.
{71}
En España contamos con dos revistas especializadas de reciente
aparición: Beroso, editada por la Associacio d'Astrologia de Catalunya,
dirigida por José Quintano, cuyos objetivos son la traducción de textos
astrológicos al castellano y la revitalización de la investigación
científica general sobre la Astrología y la precitada
Revista Internacional de Investigación sobre Magia y Astrología Antiguas, fundada por el profesor Aurelio Pérez Jiménez, y editada por la Universidad de Málaga.
{72} Cf. P. Guinard, «Cien años de investigación en Astrología
». Centre Universitaire de la Recherche Astrologique, París 2000.
{73} Cf.
Primeras Jornadas Internacionales de Historia de Astrología en la Antigüedad, organizadas por la revista Beroso en Barcelona el 24 y 25 de marzo de 2001. La
International Conference on The History of Greek and Roman Astrologers,
organizada por la Universidad de Málaga, los días 2 al 10 de octubre
del mismo año y el Primer Congreso Nacional sobre Religión y Mitología
Griegas, con varias ponenciaqs sobre Magia y Astrología en el Mundo
Clásico y Helenístico, organizado por la Universidad de Córdoba y
celebrado en esa ciudad los días 4 al 6 de noviembre de 1998.
{74}
Es el caso del Warburg Institute, de la Universidad de Londres, que ha
organizado un ambicioso proyecto de investigación bajo la denominación
de
The Sophia Project, entre cuyos objetivos destaca la
profundización de los estudios de la Astrología y su incidencia a lo
largo de la historia de la cultura y de la ciencia de la humanidad.
Participan en este proyecto otros centros de enseñanza superior como las
universidades de Southampton, la de Kent en Carterbury y el Colegio
Universitario Bath Spa, centro que desde el año 2002 viene impartiendo
un
Master en
Cultura Astronómica y Astrológica. Un
anticipo del proyecto lo encontramos en las teorías Seznec,
posteriormente integrado en el Warburg, concretadas en su obra Cf. J.
Seznec,
Los dioses de la Antigüedad, en la Edad Media y el Renacimiento, Taurus, Madrid 1983.
{75}
En la Universidad Central de Barcelona, el profesor Julio Samsó
investiga la Astrología en España en épocas visigoda y andalusí, a las
que dedica varias publicaciones. En la Universidad Autónoma de
Bellaterra, José Martínez Gázquez trata de la importancia de la
Astrología en Roma, cuya incidencia en diferentes ámbitos realza.
Profesor entonces de la Universidad de Extremadura, Francisco Lisi
analizó diferentes textos platónicos, poniendo de manifiesto la conexión
de los fenómenos astronómicos con la ética y la política que, vistos en
la actualidad, tienen una perspectiva netamente astrológica. En la
Universidad de Granada, José Luis Calvo Martínez incide en el papel
fundamental de la Astrología en el proceso sincrético religioso y
cultural que tiene lugar en la época helenística. Desde la Universidad
Nacional de Educación a Distancia, Eloísa Llavero Ruiz ha traducido y
anotado la obra árabe compuesta por el sabio Said al-Andalusí, a
mediados del siglo XI en la España musulmana, con introducción y notas
de Andrés Martínez Lorca (Trotta, Madrid 2000). El importante papel de
la Astrología en el Islam, su consideración de ciencia fundamental, sus
orígenes y una importante nómina de astrólogos hacen de esta obra, junto
con la de Joan Vernet, imprescindible para el estudio de la Astrología
árabe, en cuyas fuentes destaca el trabajo de la profesora Autora Cano
Ledesma, de la Complutense, que realiza una ingente tarea de indización
de los manuscritos árabes de El Escorial, cuya publicación actualiza la
catalogación de la que es, sin duda, la más importante selección de
manuscritos árabes existente en España y en los que la Astrología ocupa
un destacado lugar, como corresponde a la consideración de ciencia
fundamental que en la época tenía, como lo demuestra también en su
trabajo sobre la «ciencia de las estrellas» la profesora Manuela Marín,
del Departamento de Estudios Árabes del Consejo Superior de
Investigaciones Científicas. En la misma Universidad de Granada la
profesora Judit Targarona, traduce al castellano y anota la epístola que
escribió Maimónides a los judíos de Montpelier relacionada con
cuestiones de Astrología Barcelona, Riopiedras, 1987). En la Autónoma de
Madrid Luis Miguel de Vicente se ocupa de la polémica del cristianismo y
la Astrología en la Edad Media (cf. sus colaboraciones en la
Revista Española de Filosofía Medieval).
Aspectos más tangenciales de la Astrología son tratados por los
profesores Santiago Sebastián López, en la Universidad de Valencia y
Juan Francisco Esteban Lorente, en la de Zaragoza, que centran su
investigación en la incidencia de la Astrología en la historia del arte,
concretando sus investigaciones a época Renacentista. Finalmente, y
como novedosa perspectiva, en la Universidad del País Vasco, el profesor
José Ramón Arana, dentro de las perspectivas en historia de la
filosofía griega, señala los puntos de coincidencia existentes entre la
ecología actual y la Astrología tradicional, en cuya base detecta una
teoría explícita de la naturaleza.
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Cf. Proyecto de Investigación 246-28 de 2001, «Aportaciones para una
visión interdisciplinar de la historia de la Astrología», dirigido por
el Dr. E. Frutos Mejías en el que colaboran el citado profesor J.
Navarro y el autor del presente artículo.