PRÓLOGO.
Si el prologuista, o el prólogo, de un libro sobre Astrología,
comienza declarando que no cree –o no quiere creer– en la
Astrología, “apaga y vámonos”, que diría el castizo de alguna
comedia de Arniches, o del “Madriz” con zeta.
Y yo soy ése. No quiero creer. Por lo menos puedo afirmar que
no estoy seguro. Y hasta jurar que dudo. Sin embargo, pese a mis
dudas y no creencias, creo en el autor. Estudioso hasta la
exageración, investigador –o sea, historiador concienzudo en cada
tema– de todo lo que huela a celta, gaélico, irlandés o druídico.
Medio druida él (tal vez tres cuartos y mitad, no sé si por
reencarnación, en la que tampoco quiero creer), honrado –sin que
busque honras– y sincero. Cree en lo que estudia, ha vivido y vive.
Que sea filólogo es bueno. El inglés lo aprendió para poder hablar
con los irlandeses, que son los que mejor lo dominan, lo escriben y lo
manejan. Cuando alguien quiere aprender inglés del bueno tiene que
ir a Irlanda. La venganza de los irlandeses, brutal y despóticamente
oprimidos y masacrados por sus vecinos, consistió en apoderarse de
su idioma, y reírse con sus muertos, asesinados, porque el espíritu de
los druidas está por encima de cualquier dominación.
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