martes, 23 de julio de 2024

Alice Guy Blaché.

 


 

 

 

 

Considerada por numerosos estudiosos de la historia del cine como la primera cineasta de la historia, la aportación al mundo del séptimo arte de Alice Guy Blaché fue infravalorada e invisibilizada por el mero hecho de ser mujer. Aunque es prácticamente una desconocida, en realidad Guy Blaché fue una directora revolucionaria que aportó muchas novedades a sus películas, llegando a producir más de mil cintas.
 
 
 
Carta Rectificada.
 
 

 

Colette.

 


 

 

 

 
Sidonie-Gabrielle Colette (Saint-Sauveur-en-Puisaye, 28 de enero de 1873-París, 3 de agosto de 1954), más conocida como Colette, fue una novelista, periodista, guionista, libretista y artista de revistas y cabaré francesa. Adquirió celebridad internacional por su novela Gigi, de 1944, que fue llevada al cine por Vincente Minnelli en 1958.
 
 
 
Carta Rectificada.
 
 

 
 

domingo, 21 de julio de 2024

Rosemary Kennedy

 


 

 

 

 

Rose Marie Kennedy, conocida como Rosemary Kennedy (13 de septiembre de 1918-7 de enero de 2005), fue la segunda descendiente y la primera hija del matrimonio formado por Joseph Patrick Kennedy y Rose Elizabeth Kennedy. A la edad de 23 años fue sometida a una lobotomía que la dejó incapacitada de por vida.
A principios de 1940, la lobotomía se consideraba una técnica revolucionaria para el tratamiento de los trastornos psiquiátricos.
Su padre, preocupado por las consecuencias en la carrera política de John F. Kennedy que podría provocar la actitud de Rosemary, sobre todo por la posibilidad de que Rosemary pudiera quedar embarazada durante una noche de copas, estaba convencido de que la lobotomía aumentaría el cociente intelectual de Rosemary al nivel de sus hermanos, pero la intervención llevada a cabo por el doctor Walter Freeman no produjo los efectos deseados, y se quedó con la edad mental de un niño de dos años,​ "totalmente discapacitada, no podía caminar", presentaba torpeza al hablar y tenía incontinencia.​ Rosemary contaba entonces con 23 años.
 
Carta Rectificada.
 
 

 

sábado, 20 de julio de 2024

El Enigma del Zodiaco. Jacques Sadoul.

 


 

 

No he creído nunca en la astrología.

Los horóscopos de los periódicos no llegaban a indignarme,
pues me contentaba, simplemente, con volver la página sin ver-
los. La indiferencia ante ese extremo —se dice— es la forma
última de la incredulidad. Por el contrario, siempre me he
sentido atraído por la alquimia, y este interés me impulsó a
escribir un estudio donde discutía la realidad de las transmu-
taciones metálicas. Sin embargo, cuanto más penetraba en la
historia de la filosofía hermética, más me percataba de que
muchos alquimistas consideraban su ciencia indisolublemente
ligada a la astrología. Éste era, por ejemplo, el caso de Arnal-
do de Vilanova, de Basilio Valentín, de Paracelso y, en nuestra
época, de Fulcanelli o de Armand Barbault.
A causa de ello concebí cierta curiosidad hacia la ciencia de
los astros, que pronto se vio fomentada por dos hechos nue-
vos. En primer lugar, el azar me hizo encontrar a una anciana
señora que, en el curso de la conversación, empezó a hablar-
me de una experiencia astrológica que había tenido antes de la
guerra y que la había marcado para el resto de su vida. En
1930 ó 1931, se había confiado a una amiga suya respecto al
matrimonio de su hijo con una muchacha que no le placía de-
masiado. Esta amiga le aconsejó acudir a un astrólogo que
ella conocía, un hombre muy serio que ocupaba un cargo
importante en el mundo de las finanzas; añadió que le sería
necesario copiar de su libro de familia la fecha y la hora exacta
del nacimiento de su hijo. Esta dama concertó, pues, una cita con Eudes Picard, uno de los individuos más representativos del movimiento de renacimiento astrológico de principios de siglo. Éste escribió el tema, quedó luego perplejo y, finalmente, dijo: «Tendrá usted que perdonarme, señora, pero me parece casi imposible que este niño vaya a casarse el mes próximo, pues su horóscopo indica que no llegó a vivir más allá del cuarto año.» El hecho era exacto; al copiar la fecha y la hora de nacimiento, la buena señora se había equivocado y había tomado las referencias que concernían a su hijo primogénito, muerto a los cuatro años y medio de edad. La dama me confesó haber quedado tan trastornada que no se atrevió a regresar nuevamente a casa de Eudes Picard con la verdadera fecha de nacimiento de su otro hijo. El segundo hecho que me impulsó a interesarme por la ciencia de los astros fue otra conversación que tuve cierta vez con mi amiga François Hardy, quien, aparte de su profesión de compositora y cantante, se interesa mucho por ciertos problemas relacionados con lo que vulgarmente se llama esoterismo. Me hizo saber que ella había tenido ocasión de consultar, en varias ocasiones, a un astrólogo de fama para pedirle que hiciera el estudio psicológico de su propio carácter o del de algu- nos de sus amigos. Las descripciones que él facilitó de ellos, a partir de fechas de nacimiento anónimas, habían sido tan satisfactorias que habían convencido a François Hardy de la realidad de su arte. De este modo, se me imponía cada vez más la idea de examinar seriamente, y sin ningún apriorismo, la astrología. Sin embargo, no me decidía a emprender la tarea, ya que la posibilidad de que unos astros tan alejados de la Tierra tuvieran influencia sobre cada hombre en particular, me seguía pareciendo un absurdo. Fue entonces cuando pensé en dar un rodeo, intentar un experimento. Sería interesante pedir a una docena de astrólogos que interpretaran un mismo tema de
nacimiento: Si los resultados obtenidos eran exactos y concor-
daban, tendría un motivo válido para emprender mi estudio;
por contra, si todo lo que conseguía era un conjunto de retra-
tos contradictorios, entonces poseería una buena razón para
renunciar al proyecto. Forzosamente habría de reconocer que
las personas convencidas de la autenticidad de la astrología,
incluso las más cultivadas, se habían dejado engañar por las
apariencias.
Y esto es lo que hice...

 

 https://pdfcoffee.com/qdownload/el-enigma-del-zodiaco-jacques-sadoul-5-pdf-free.html

 

 

 

 

jueves, 18 de julio de 2024

Malleus maleficarum. El martillo de las brujas.

 

 


 

 

 

 

 El más famoso de todas los libros sobre brujería, Malleus Maleficarum (El martillo de los brujos)
fue escrito en 1486 por dos monjes dominicos. En el acto, y a lo largo de los tres siglos siguientes, se
convirtió en el manual indispensable y la autoridad final para la. Inquisición, para todos 'los jueces,
magistrados y sacerdotes, católicos y protestantes, 'en la lucha contra la brujería en Europa.
Abarcaba los poderes y prácticas de los brujos, sus relaciones con el demonio, su descubrimiento.
La Inquisición, la hoguera, la tortura, mental y física, de la cruzada contra 'la brujería: todo esto es
conocido. Y detrás de cada uno de los actos sanguinarios se encontraba este libro, a la vez
justificación y manual de 'instrucción.
Para cualquier comprensión de la historia y naturaleza de la brujería y el satanismo, Malleus
Maleficarum es la fuente importante. La primera fuente.

 

 https://www.academia.edu/45007267/EL_martillo_de_las_brujas_Completo_

 

“Pseudepígrafos de la astrología antigua”. Aurelio Pérez Jiménez





Si en otros géneros literarios los escritos de autoría falsa han sido importan-
tes, en el de la astrología (y la alquimia) están extraordinariamente bien repre-
sentados. A esto han contribuido dos razones especiales: 1) la necesidad de
prestigiar con la autoridad de figuras míticas o ya prestigiosas en la época hele-
nística y romana una doctrina que se sentía ajena en el occidente mediterráneo
y cuyo origen se asociaba a Mesopotamia o Egipto. De ahí que la astrología
cuente en la tradición grecorromana no sólo con iniciadores mitológicos como
Prometeo, Atlas, Heracles, Hiperión, Minos, Orfeo, etc., sino también con auto-
res que sistematizaron sus doctrinas, bien porque las recibieron directamente de
la divinidad, por revelación, como Hermes Trismegisto o Nequepso y Petosiris,
Adán, Seth, Henoch, porque su actividad o su filosofía tenía que ver con la
adivinación y los astros (Abrahám, Daniel, Zoroastro, Ostanes, Pitágoras, Hi-
pócrates, Demócrito, Platón, Aristóteles, Galeno) o porque con su sabiduría
estaban capacitados para el magisterio astrológico entre los griegos (Salomón,
Manetón y el mismo Alejandro). 2) El otro motivo, difícilmente diferenciable
del primero, es la intención de ocultar la práctica astrológica a la que responde
la redacción de estos escritos; práctica que es discutida por los filósofos provi-
dencialistas (como los platónicos), por los escépticos e incluso perseguida por
los decretos de expulsión que se dictaron en Roma desde la época republicana
hasta los primeros siglos de oficialidad del cristianismo (IV y V), cuando to-
man el relevo las proclamaciones de anathema que leemos en los Concilios.

 

 https://www.academia.edu/3160204/_Pseudep%C3%ADgrafos_de_la_astrolog%C3%ADa_antigua_?email_work_card=view-paper&li=0

 

 

TORRES VILLARROEL: EL CANTO DEL CISNE DE LA ASTROLOGÍA CULTA. Luis Miguel Vicente García

 


 

 

 

 

 La crítica en torno a Torres Villarroel no es siempre unánime en valorar la
modernidad de sus aportaciones literarias, pero lo es de un modo casi absoluto,
en calificar su visión del conocimiento y su saber astrológico como anticuado
o perteneciente a un tiempo pre-científico, inferior por tanto a los rivales con
quien polemiza, como el Dr. Martín Martínez y Feijoo.

 El tema que nos ocupa de la polémica con ambos ilustrados es el de la
validez de la Astrología. Lo cierto es que la Astrología culta que Villarroel
conoce y explica con bastante claridad era la misma que conocían nuestros
clásicos hasta Quevedo, Lope o Cervantes, y la que ya no conocen ni Feijoo
ni el médico Martín Martínez por lo que es de justicia darle la razón a Torres
Villarroel cuando afirma sobre sus detractores que atacan lo que no entienden
porque no lo han estudiado, sin duda porque soplan vientos muy contrarios a
hacer el esfuerzo de estudiar la Astrología culta cuando a tantos ha llevado ya
a la hoguera o a la desgracia

 

 https://repositorio.uam.es/bitstream/handle/10486/670674/torres_vicente_edo_2012.pdf?sequence=1

 

 

Historia de la Fisiognomía. Interrogantes éticos y antropológicos de una seudociencia. Belén Altuna

              La tendencia de los humanos a leer los rostros es una inclinación natural, universal, que sin lugar a dudas vendrá de nuestro...