Se estudia en este trabajo el pensamiento de los santos padres mas contrarios a la astrología (san Agus-
tin, san Gregorio y san Isidoro) como fuente primordial de inspiración en el debate medieval cristiano sobre
la validez de la astrología hasta Ia llegada de las traducciones astrológicas del árabe.
En 1586 Sixto V prohibía el ejercicio de la astrología judiciaria y de otras formas de
adivinación. En 1631, Urbano VIII repite la condena de las artes divinatorias en la
bula Inscrutabilis iudiciorum Dei. La renovada necesidad de actuar en contra de las
prácticas adivinatorias y mágicas por esas fechas es ilustrada también por la bula
Omnipotentis Dei, expedida en 1623 por el papa Gregorio XV. En El astrólogo
fingido, redactado entre 1623 y 1625, Calderón se burla abiertamente de la ciencia
del cielo. Hubo numerosas reescrituras de esta temprana comedia de capa y espada
en Francia, Inglaterra e Italia. En mi comunicación, me propongo, por una parte,
analizar una de ellas, Le feint astrologue (1648) de Thomas Corneille haciendo
particular hincapié en el estatus epistemológico de las ciencias adivinatorias.
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La Astrología, presente en el ámbito cultural de los griegos desde
el siglo III a.C., tomó de ellos una serie de elementos que le iban a dar
esa configuración extraria, entre religión y filosofía, entre ciencia y
mitología que sería la clave de su pervivencia a lo largo de tantos
siglos. Identificadas las constelaciones y grupos de estrellas que hay en
ellas con seres mitológicos, de acuerdo con la sistematización literaria
que hicieron en la época alejandrina Eratóstenes y Arato y muchos
otros autores que los imitaron o comentaron , el cielo se convirtió en
un campo fértil donde sembrar la semilla de los mitos, que tanto habían
sufrido con la crítica de los filósofos a partir del siglo VI a.C.
Uno de los principales defectos de algunos historiadores y de la mayoría de
los lectores es el presentismo: analizar con los conocimientos culturales actuales
cuestiones del pasado. Se incrementa, en el caso de la Historia de la Ciencia,
con el positivismo iniciado por Augusto Comte (1798-1857), quien creía posible
alcanzar un grado de desarrollo absoluto en la Ciencia y, por tanto, en su Historia
sólo buscaba antecedentes y prioridades, jamás la comprensión de la misma en su
contexto y diacronía.
Distinto fue el Servet de Calvino (1509-1564) en su Defensio orthodoxae
fidei de sacra Trinitate1, al de Sebastián Castellio (1515-1563)2 o de Casiodoro
de la Reina (c. 1520-1594), de quien se dice lloraba cada vez que pasaba delante
del lugar en donde quemaron a su compatriota y, muy diferente, la repercusión
de su obra y muerte en el mundo protestante o en España.
En nuestro suelo se debió de tener noticia de su terrible suerte ginebrina, pues
en la iglesia de su villa natal su hermano y madre hicieron levantar un retablo3,
muy probablemente para hacerse perdonar la familiaridad con sus heréticas cul-
pas. No se volvió a hablar de él, entre otras circunstancias porque todas sus obras
entraron en el Índice de libros prohibidos desde 1559.
Uno de los principios básicos de la actitud religiosa de los magos es la posibilidad de involucrar a seres superiores (dioses,...