Al igual que otros conceptos, el de enfermedad ha sufrido mutaciones a lo largo del
tiempo. Desde un primer planteo, que podría llamarse demoníaco y cuya curación era
el "exorcismo", se pasa a una comprensión naturalista, donde la salud se pierde por
causas externas al individuo, como los virus y los bacilos, por ejemplo.
En la constitución de las ciencias en Occidente, la diferencia cartesiana entre
fenómenos de la naturaleza (que permiten la división de la totalidad en partes, para
ser analizadas por separado) y fenómenos espirituales (aquellos que no autorizan la
fragmentación y es necesario captarlos en su totalidad), origina que la Medicina
quede del lado de las disciplinas de la naturaleza, convirtiendo al cuerpo humano en
objeto de observación, reflexión, comprobación, experimientación de una realidad que
es en sí misma, sin los matices aportados por la subjetividad.
Tanto puede prescindirse del sujeto, que, Michel Foucault, en su libro "El nacimiento
de la clínica", cita a un tal Villate, que a fines del siglo XVIII exhortaba a sus
discípulos a abrir cadáveres, ya que "la muerte revela la vida".
Recordemos que estamos en el período del nacimiento de la ciencia, cuando la
Astronomía pasa a ser un campo del saber diferenciado de la Astrología,
privilegiándose el objeto observado por encima de aquel que observa. Cuando la
tradición astrológica plantea que en la casa VI se manifiestan las enfermedades
agudas y en la XII las crónicas, responde a los preceptos de la Medicina positiva, en
tanto cada dolencia posee una causa (bacilo o tránsito de Saturno, lo mismo da)
externa al individuo y cuya agresión se padece de manera más o menos pasiva.
¿Pero alcanza ese enfoque para el criterio actual de enfermedad?. Entiendo que no.
Valga una aclaración: este artículo no tiene como propósito negar la importancia de
los virus o la del eje VI-XII en los trastornos que el organismo humano puede
padecer; sólo intenta reflexionar y preguntarse si no es una mirada excesivamente
rígida y limitada.
Limitada, porque la definición de los síntomas no es unívoca. Mientras que para la
Medicina alopática, por ejemplo, una erupción cutánea significa una alteración, una
anomalía que necesita ser corregida, para la Homeopatía puede significar una positiva
exoneración de toxinas del organismo.
En una primera aproximación astrológica, podríamos decir que la alopatía se
desenvuelve en el terreno agudo de la casa VI mientras que la homeopatía lo hace en
el de la casa XII (hace años, con una médica unicista, comprobamos que el remedio
de fondo producía un efecto notablemente intenso cuando el paciente lo ingería con la
Luna transitando por su casa XII).
Ahora bien, ¿es suficiente con ésto para entender globalmente el padecimiento de
nuestro consultante?. ¿Aprovechamos los ricos aportes de la Medicina Psicosomática
en nuestra tarea del consultorio? Creo que podemos contestar negativamente a
ambas preguntas sin temor a equivocarnos. Antes de proseguir con el tema
astrológico, comentemos criterios del enfoque psicosomático (palabra de vieja data,
usada en 1818 por Heinrith para describir los insomnios, pero que crece en
importancia durante las últimas décadas).
Una de las grandes diferencias conceptuales con la Medicina clásica radica en la
necesidad de recuperar al ser humano como una totalidad vital, en una instancia
biológica, psicológica y social. La enfermedad es un comportamiento (manifestación
mental, corporal, de acción) y por lo tanto no puede distinguirse la afección orgánica
de la psíquica. Las perturbaciones son del organismo y de la personalidad total.
También se diferencia del pensamiento psicogenético (que sostiene el origen psíquico
de la perturbación orgánica), que modifica la causa original, pero no supera la
tradicional división entre cuerpo y alma propia de la Medicina clásica.
Desde la concepción psicosomática, se habla del balanceo del síntoma. ¿qué significa
esto? Que forma parte de la misma cadena significante, sin primacia de uno sobre
otro, ni subordinaciones de causa-efecto, una eczema, una fobia y la tortura de dudas
obsesivas, que pueden aparecer en forma simultánea o sucesiva.
José Bleger afirmaba, en un trabajo sobre el aporte psicosomático a la comprensión
del cáncer, que toda enfermedad es un diálogo del paciente con su medio ambiente, y
como tal, posee finalidad, significado, estructura e intencionalidad y, por ser un
lenguaje, es necesario decodificar y contextualizar.
Hace su aparición, entonces, el otro eje de la cruz mutable: el conformado por las
casas III (diálogo, medio ambiente) y IX (sentido, significación).
Si colocamos el Ascendente sobre el signo de Aries, de manera que la casa II tengas
su cúspide en Tauro y así siguiendo hasta que la XII coincida con Piscis, observamos
iguales regentes para el eje III-IX y para VI-XII -considero a los signos de Escorpio,
Acuario y Piscis como de doble regencia y no exclusivamente bajo el dominio de los
planetas transaturninos-.
Desde la época de estudiante, me llaman la atención las cuadraturas entre sus
respectivos domicilios que efectúan Mercurio y Júpiter (0º Géminis a 0º de Virgo =
90º. 0º de Sagitario a 0º de Piscis = 90º).
Retomando el criterio de Bleger, la enfermedad (eje VI- XII)aparece frente a la
imposibilidad de verbalizar, de simbolizar el malestar, a través del eje III- IX. Pero
también este par de casas son el camino para retornar al bienestar perdido. El
sufrimiento de lo que no puede ser dicho se manifiesta como un desorden en el
organismo, desorden que a su vez es un discurso cuya coherencia es necesario
descubrir, expresando así, con bastante literalidad la dinámica de la cuadratura.
Y aquí creo que la tarea del astrólogo encuentra un amplio campo de posibilidades.
Salvo en ciertas circunstancias, relacionadas con la prevención o con las
contradicciones de diagnósticos, me parece absurdo poner en funcionamiento todas
nuestras herramientas para llegar a conclusiones similares a las que surgirían con
cualquier técnica contemporánea de diagnóstico. Quiero decir que es más sencillo
hacer un análisis de sangre para ver el número de glóbulos rojos que inferir una
anemia por la particular posición de Marte.
Pero donde nuestra disciplina se torna insustituíble, es en la relativa facilidad con que
puede abordar la estructura del síntoma.
Dejemos para otros especialistas el por qué de la enfermedad, para abocarnos al para
qué de la misma, ayudando a través del eje III-IX a que la persona pueda expresar y
comprender la intención que conlleva su malestar.
¿Cómo trasvasar la teoría a la práctica? Veamos un ejemplo: Daniel, nacido el 2 de
febrero de 1951, a las 18 hs. 55 minutos en Capital Federal.
Como dato importante de su vida, diremos que durante años fue sacerdote, con gran
dedicación al servicio social. Luego de un período de crisis, resuelve renunciar a los
hábitos, aunque no a su tarea docente y al trabajo con la infancia abandonada.
Al retornar a la vida laica, se agudizan notablemente algunos trastornos referidos a su
eje Capricornio-Cáncer en VI-XII: resfríos, alergias, problemas cutáneos; sin duda,
sus perturbaciones responden bien a las regencias de Luna y Saturno.
Pero también cabe la pregunta por otras sintomatologías propias de ambos planetas:
reumatismo, dificultades óseas por mala calcificación, cálculos renales o dolores de
ciática (Saturno en Libra cuadratura a la Luna en Sagitario); como así también por
temas digestivos o hepáticos, dada la ubicación de la Luna.
Sin embargo -por suerte para él- ninguno de estos problemas se han manifestado
hasta hoy. ¿Por qué?.
Desde la óptica que proponemos, la respuesta se encuentra en el eje III-IX, ubicado
en los signos de Aries y Libra, ambos ligados al proceso de la identidad, a través del
vínculo yo - no-yo. Sus regentes, Venus y Marte se encuentran en Piscis, conjuntos a
Júpiter en cúspide de la casa VIII, mostrando una situación de crisis por la necesidad
y el miedo de diluirse en el océano de "lo otro" en una actitud indiferenciada,
ilimitada.
Si observamos, Daniel genera enfermedades que se "ven", que sirven para marcar
un contorno, que señalan un adentro y un afuera como son los resfríos y su típica
frase: "no te acerques, no vaya a contagiarte", o las erupciones en la piel.
También se comprende el por qué agudiza el cuadro de salud luego de abandonar la
vida eclesíastica: mientras la relación con los demás se encontraba pautada por una
diferenciación de religioso -laico en la vida, y por las jerarquías dentro del convento,
no le era tan angustiante el temor/deseo de fundirse con el otro universal
representado por el prójimo.
Al retomar la vida laica, donde los acuerdos con el afuera se realizan desde posiciones
de mayor simetría y son fruto de pactos constantes, su cuerpo dice: necesito
discriminar porque si no me confundo, me pierdo a mi mismo.
Para redondear esta temática, el eje Ascendente - Descendente se ubica en los
mismos signos que VI-XII, ayudando a que los problemas vinculares se manifiesten a
través del cuerpo.
Si bien queda mucho más para analizar en esta carta, espero haber cumplido el
objetivo de transmitir cómo pueden elaborarse ciertas temáticas de salud, si
pensamos a la enfermedad como algo digno de escucharse y no tan sólo de
combatirse.