A los 36 años, Gandhi decidió hacer voto de castidad y no practicar más el sexo para alcanzar una plenitud espiritual. Por extensión, aquella decisión afectó también a su mujer, aunque ella no pudo opinar sobre el tema.
Sin embargo, como el propio Gandhi explicaba, solía dormir desnudo con niñas para
poner a prueba su voluntad. Según su filosofía, un hombre capaz de
contener sus impulsos en una situación así sería incapaz de mentir o
herir a nadie.
Sin embargo, en la sociedad actual un comportamiento así sería intolerable y Gandhi sería acusado de pedofilia, un trastorno psiquiátrico en el que los afectados se sienten atraídos sexualmente por menores.
Viajó a Johannesburgo donde abrió un bufete. Allí conoció, en 1904, a Hermann Kallenbach, judío lituano, arquitecto y amante del culturismo.
Congenian de tal manera y de tantas facetas que Gandhi acaba
abandonando a su esposa cuatro años después. La romántica relación entre
ambos dura diez años. En 1914, a causa de la I Guerra Mundial se ven
obligados a huir de Sudáfrica. Gandhi vuelve a La India, pero a
Kallenbach no le permiten la entrada. Entablarán entonces una relación
epistolar, pero no volverán a verse hasta 1937. En sus cartas Mahatma compartirá intimidades con su amigo como “tomaste plenamente posesión de mi cuerpo” y despedían sus cartas con el apelativo “amor”.
Pese
a ello, al volver a La India, retorna a su casa con su mujer –a la que
no vuelve a tocar con fines sexuales– y sus hijos. Según el
historiador alemán Erik H. Erikson, en su libro La verdad de Gandhi, la relación con su esposa rozó los malos tratos y con sus hijos resultó duro, violento y cruel.