La adivinación es una práctica integrada plenamente en la vida pri-
vada y pública de las sociedades tradicionales, de tal manera que en ellas
juega un papel central tanto en las decisiones de los individuos como en las
que afectan a la comunidad en su conjunto. En este sentido se documentan
extensamente en las fuentes de conocimiento prácticas adivinatorias en bue-
na parte de las culturas del Próximo Oriente antiguo, la Antigüedad Clásica,
de amplias regiones de Asia, África y América a lo largo de su historia, así
como también de la Europa medieval y moderna1.
En estas sociedades en las que la adivinación forma parte regular
de las instituciones de gobierno y la vida social, los hombres estiman que
los sistemas adivinatorios reposan sobre principios racionales, pues de he-
cho se ajustan a los mismos fundamentos que los que regulan la práctica
del derecho, la política o la administración. En estas sociedades, además, el
‘adivino’ forma parte del cuerpo de agentes responsables de la vida en co-
mún del grupo, y sus competencias se deinen y delimitan en relación con
las de los otros garantes de la vida social. La ‘racionalidad adivinatoria’ no
formaba, pues, un sector aparte ni una mentalidad aislada, sino que estaba
coherentemente inserta en el pensamiento social (Vernant 1974a). Hasta tal
punto esto se concebía así, que la adivinación cumple en muchas de estas
comunidades la función de instancia de legitimación de las actuaciones oi-
ciales, proporcionando decisiones socialmente objetivas (pues teóricamente
quedan al margen de intereses particulares) y por encima de cualquier posi-
ble contestación.