jueves, 23 de enero de 2020

Libro de las constelaciones de las estrellas fijas












«Libro de las constelaciones de las estrellas fijas», de al-Sufi, seguido de máximas y de «Las maravillas de la creación», de al-Qazwini


Este volumen manuscrito contiene dos obras. La primera es una copia del siglo XIV de Kitāb ṣuwar al-kawākib (Libro de las constelaciones de las estrellas fijas), de ʻAbd al-Rahman ibn ʻUmar al-Sufi (903-986). La segunda es una traducción turco-otomana del siglo XVII de la primera parte de Kitāb ‘Ajā’ib al-makhlūqāt wa-gharā’ib al-mawjūdāt (Las maravillas de la creación). Esta obra, de Zakariya ibn Muhammad al-Qazwini (1203-1283), es una cosmografía en dos partes, la primera de las cuales versa sobre las criaturas sobrenaturales. En medio de las dos obras, se presentan cuatro páginas de máximas que se atribuyen a varios autores, como Platón, Jesús, Mahoma y Ali. Al-Sufi, conocido en Occidente como Azophi, nació en Persia (hoy Irán) y trabajó en Isfahán y en Bagdad. Es famoso por haber traducido del griego al árabe la obra Almagesto, del astrónomo de la antigüedad Ptolomeo. El libro que se presenta aquí es su trabajo más importante, escrito alrededor de 964. En él, al-Sufi describe las 48 constelaciones identificadas por Ptolomeo y agrega opiniones y correcciones propias. Proporciona los nombres árabes locales de cada una de las estrellas de las constelaciones, los dibujos que las representan y un cuadro de estrellas, con sus correspondientes ubicación y magnitud. El libro de al-Sufi impulsó el trabajo sobre astronomía en los mundos árabe e islámico y ejerció una enorme influencia en el desarrollo de la ciencia en Europa. La obra fue copiada y traducida con mucha frecuencia. Al-Qazwini nació en la ciudad persa de Qazwin y trabajó como experto legal y juez en Persia e Irak. También es conocido por su diccionario geográfico, Āthār al-bilād wa-akhbār al-‘ibād (Monumento de los lugares y la historia de los siervos de Dios), que, al igual que su cosmografía, refleja sus conocimientos acerca de una amplia gama de disciplinas. Las maravillas de la creación gozó de mucha popularidad en el mundo árabe y se transmitió durante siglos en numerosas copias. No se sabe quién fue el autor de la traducción al turco. Aparentemente, la empresa habría sido dedicada al sultán otomano Mustafá I (1591-1639). 


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Las Constelaciones














El astrónomo 'Abd al-Rahman ibn' Umar al-Sufi, conocido comúnmente como al-Sufi, nació en Persia (actual Irán) en 903 d.C. y murió en 986. Trabajó en Isfahán y en Bagdad, y es conocido por su traducción del griego al árabe de Almagest del antiguo astrónomo Ptolomeo. La obra más famosa de Al-Sufi es Kitab suwar al-kawakib (Libro de las constelaciones de las estrellas fijas), que publicó alrededor del 964. En este trabajo, al-Sufi describe las 48 constelaciones establecidas por Ptolomeo y añade críticas y correcciones propias. Para cada una de las constelaciones, ofrece los nombres indígenas árabes para sus estrellas, los dibujos de las constelaciones y un cuadro de estrellas que muestra su localización y magnitud. El libro de Al-Sufi estimuló aún más trabajo sobre astronomía en el mundo árabe e islámico y ejerció una enorme influencia en el desarrollo de la ciencia en Europa. El trabajo fue copiado y traducido con frecuencia. Esta copia, de las colecciones de la Biblioteca del Congreso, se produjo en algún lugar de Asia central o sur, hacia 1730, y es una copia exacta de un manuscrito, hoy perdido, preparado para Ulug Beg de Samarcanda (actual Uzbekistán) en 1417 [820 AH]. La Biblioteca Nacional de Francia tiene un manuscrito de Kitab suwar al-kawakib que fue preparado para Ulug Beg en 1436. 

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Libros del Saber de Astronomía.










El manuscrito Libros del saber de astronomía está compuesto por 16 tratados sobre la ciencia de los cuerpos celestes y los instrumentos para su estudio. La obra contiene traducciones del arameo y del árabe realizadas por Jehudá ha-Cohen (que también aparece como Jehuda ben Moses Cohen o Judah ben Moses Cohen), por Rabiçag de Toledo (que también aparece como Rabí Ishâq ben Sid e Isaac ben Sid) y por muchos otros traductores de origen judío, cristiano y musulmán, siempre con la intervención directa del rey Alfonso X de Castilla y León (1221-1284, llamado Alfonso el Sabio), para lograr el lenguaje castellano más correcto. Entre los traductores, de la escuela de Toledo, había judíos, cristianos y musulmanes. La obra se divide en tres grandes áreas temáticas: astronomía —en el Tratado I, que describe las esferas celestes y los signos zodiacales, constelación por constelación—, uso y construcción de diversos instrumentos para la observación astronómica —en los Tratados II al X, así como en el Tratado XIV— y aparatos para medir el tiempo —descritos en los Tratados XI al XV—. Las indicaciones del códice sugieren que Toledo, Burgos y Sevilla podrían haber sido los lugares donde se escribió la obra, aunque la mayoría de los eruditos señalan que, en esos años (entre 1276 y 1279), el escritorio alfonsí se encontraba en Sevilla. El códice posee las características propias de los libros ejecutados en el escritorio alfonsí. Consta de 201 folios escritos sobre pergamino recio pero muy bien preparado, como corresponde a un códice de un escritorio real. El texto fue copiado por una misma persona, en una escritura gótica textual muy regular y cuidada, con tinta marrón en el texto y roja en los epígrafes de los capítulos. Para señalar el comienzo de cada párrafo, se usaron calderones en rojo; las mayúsculas están decoradas con toques del mismo color. En todas las páginas, el texto aparece estructurado en dos columnas, haya ilustraciones o no. Las ilustraciones del manuscrito, realizadas con gran refinamiento y pericia, incluyen las iniciales en el comienzo de los libros o capítulos, las orlas que señalan el margen de las columnas en algunas partes del códice, el final de algunos párrafos, varios cuadros ilustrativos y las imágenes que ilustran al propio texto. En particular, se destacan las iniciales y las orlas, de dibujo caligráfico de filigrana en tinta roja y azul, que son representativas de la influencia gótica y mudéjar en la decoración. No obstante, la decoración más representativa es la que ilustra el texto con clara intención didáctica: se trata de 162 figuras, algunas de las cuales ocupan la página entera. El códice, procedente de la biblioteca de la reina Isabel la Católica y posteriormente vendido al cardenal Francisco Jiménez de Cisneros por el rey Fernando II de Aragón, formó parte del lote fundacional de la Biblioteca de la Universidad Complutense. Existen nueve copias de la obra, todas posteriores, que suplen las diferentes roturas o pérdidas del manuscrito original. 


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Libro de las tablas alfonsíes












Reflejo del saber de astronomía de la época, estas tablas fueron producidas en España entre 1263 y 1272 bajo la dirección de Isaac ben Sid y Judah ben Moses Cohen. El sistema cosmológico predominante era la concepción ptolemaica de que los planetas orbitaban en torno a la Tierra; aún faltaban dos siglos para el modelo heliocéntrico del sistema solar formulado por Copérnico, quien estudió y copió personalmente las tablas. Conocidas como las tablas alfonsíes por el rey Alfonso X de Castilla (reinó entre 1252 y 1284), las tablas son una recopilación de datos sobre las posiciones y los movimientos de los planetas. Alfonso fue un mecenas del aprendizaje que empleaba a académicos cristianos, judíos y musulmanes para traducir obras de ciencia en árabe al latín y al español castellano. Conformó un equipo de astrónomos que compilaron las tablas alfonsíes, sobre la base de los cálculos del astrónomo árabe al-Zarqali (también conocido como Arzachel, 1029–1087). Se editó e imprimió en Venecia en 1483 y fue la única obra astrológica alfonsí que llegó a la imprenta durante el Renacimiento. El manuscrito pertenece a la Catedral de Toledo y está ahora en la Biblioteca Nacional de España. Fue propiedad del cardenal Francisco Javier de Zelada en Italia; a finales del siglo XVIII el cardenal Lorenzana lo llevó a España. 







El Libro de las Cruzes













Libro de las cruzes (Libro de las cruces) es uno de los códices producidos en la cámara regia de Alfonso X, rey de Castilla y León, también conocido como Alfonso el Sabio. El libro es una de las pocas publicaciones en las que Alfonso se refiere a sí mismo oficialmente como rey de España. Con esta obra, queda patente el interés del rey por la astrología. Los largos períodos que Alfonso permaneció en Toledo, así como la fecha de terminación del códice (1259), también insinúan que el rey podría haber estado presente para supervisar de forma activa esta traducción del árabe. Los traductores fueron Juda ben Moses al Cohen y Juan Daspa, colaboradores en varias obras alfonsíes. La traducción se basa en la obra del astrólogo árabe Oveidala (ʿUbayd Allah b. Jalaf al-Istiyi). Algunos eruditos consideran que la versión original fue un texto bajolatino de la época visigoda, en el que Oveidala basó su trabajo. En la versión alfonsí, se agregó un capítulo 59, referente a España. El manuscrito se produjo en pergamino con letra gótica francesa, con detalles ornamentales y letras iniciales en rojo y azul. Los círculos de las figuras se pintaron con tinta roja, y la filigrana que los rodea, en azul, verde o violeta. Aparecen algunos detalles ornamentales figurativos, como rostros (recto de las hojas 14 y 36). El título de la obra proviene de los diámetros que se cruzan en el centro de los círculos, que los dividen en seis secciones. El tamaño manejable del libro sugiere que fue destinado al uso frecuente.


https://docuri.com/download/el-libro-de-las-cruces_59c1cf0ff581710b2863b3f2_pdf
 
 https://dl.wdl.org/10624/service/10624.pdf




Juan Vernet, arabista. Los árabes salvaron el saber clásico.









Juan Vernet. Tengo 79 años y nací en Barcelona. Soy arabista: historiador de la ciencia árabe, doctor en Filología Semítica, catedrático de árabe en la UB y miembro de la Real Academia de la Historia y del Institut dEstudis Catalans. Estoy casado y tengo tres hijas treintañeras. Soy "hanif", o sea, un buen monoteísta. Soy de centro. He escrito "Astrología y astronomía en el Renacimiento", "Los orígenes del islam", y "Lo que Europa debe al islam de España" (El Acantilado)
Don Quijote cargó contra los molinos de viento. Molinos de viento los había en el siglo XVII en toda Europa. Pero, ¿alguna persona sabe dónde estuvo el primer molino de viento de Europa?

Juan Vernet. Lo sabe Juan Vernet, uno de los mejores arabistas del mundo: el primer molino estuvo en la España árabe, en el siglo X. Pero, ¿dónde, exactamente? En el Camp de Tarragona (donde hoy -nada nuevo bajo el viento- hay parques eólicos). Y, desde Tarragona, los molinos pasaron a toda Europa en los siglos XI y XII.

He aquí un pequeñísimo ejemplo de "Lo que Europa debe al islam de España", título de una de las fascinantes obras de este arabista. Si hay alguien en el mundo que conoce al dedillo la aportación de los árabes a la cultura europea, ése es Juan Vernet. Voy a su casa: charlaremos un rato de todo esto, bajo una sola condición del sabio: "No hablaremos del islote del Perejil, ni de Marruecos, ni de política actual y todo eso, ¿de acuerdo?" ¡Acepto, encantado!

¿El molino fue un invento de los árabes españoles?

Los árabes trajeron a la península Ibérica la técnica del molino de viento, originaria de los confines de Persia, donde se les llamaba "tahuna". De ahí deriva la palabra tahona (molino de harina, horno de pan).

¿La cultura europea sería como la conocemos sin el concurso de los árabes de España?

Sería distinta, porque todas las culturas interactúan, pero no puedo imaginar cómo sería.

¿En qué áreas del saber hicieron aportaciones los árabes?

En astronomía, matemáticas y física. ¡Y en medicina! En navegación. ¡Y en filosofía! Y en literatura, arquitectura, alquimia, zoología, botánica, geología...

Alto, alto...

Introdujeron en España los números que hoy usamos, trayéndolos desde India. Pusieron la bases del cálculo infinitesimal, que luego desarrollaría Leibniz. Y trajeron también el juego del ajedrez: se jugaba desde hacía siglos en Oriente Próximo y lo trajo a Córdoba el músico iraquí Ziryab en el año 857.

Pero, a ver: los moros que conquistan la península Ibérica...

Del año 711 al 720...

...debían de ser aguerridos soldados sin mucha cultura, ¿no?

Eran guerreros bereberes, norteafricanos, recientemente islamizados.

Entonces ¿de dónde sale tal abanico de saberes?

Llega un siglo después. Verá: en Bagdad, en el siglo IX, son traducidos al árabe muchos textos clásicos griegos y latinos, y también antiguos textos persas y babilonios. Y, desde allí, esos textos en árabe circulan rápidamente por el islam hasta desembarcar en España.

¿Y qué contenían esos textos?

Sobre todo, secretos científicos, saberes técnicos. Los árabes, inteligentemente, se hacían pagar por los bizantinos con manuscritos clásicos, y así iban vertiendo al árabe los mejores saberes de persas y griegos, ¡todo Aristóteles incluido! Hoy diríamos que compraban patentes...

Traducciones de saberes clásicos que llegan a España.

Sí, los árabes salvan el saber clásico, pero no sólo eso: sobre esos saberes trabajan los árabes de España (Al Andalus), los andalusíes, ¡y desarrollan avances y logros originales en todos los campos de la ciencia y de la cultura! El momento más floreciente se dará en el siglo XI.

¿Y cómo llegará todo ese saber a informar la cultura europea?

También a través de las traducciones: en este caso, de traducciones de los textos árabes al latín.

¿En la llamada Escuela de Traductores de Toledo?

Sí. Allí trabajaba Gerardo de Cremona, que, en el siglo XII, tradujo más textos que nadie del árabe al latín. Pero hubo también centros de traductores en Tarazona, en Sevilla, en Astorga... Esos libros traducidos eran muy apreciados, dado el prestigio que tenía la cultura y la ciencia árabe entonces, por ser la más desarrollada de la época.

¿Y a través de qué vías circulaban aquellos valiosos textos?

Vertidos al latín, circularon de corte en corte, de monasterio en monasterio, y así fueron filtrándose hacia el norte, hacia Europa.

¿Pasando por Cataluña?

Sabemos que en el monasterio de Ripoll, en la época de Gerbert (que luego sería el Papa Silvestre II), en el siglo X, tenían una buena relación de manuscritos árabes.

Todo el saber griego y latino, persa y babilónico llegó a Occidente, pues, gracias a los árabes de España. Entendido. Pido ahora a Vernet ejemplos particulares de saberes que, desarrollados por los andalusíes, acabasen modelando en algún aspecto la cultura europea, nuestra cultura occidental.

¿Empezamos por la astronomía?

Bien. Ya sabe que Copérnico propuso en el siglo XVI el modelo astronómico que hoy aceptamos: la Tierra -y los demás planetas- giran en torno al Sol, en contra de lo que en su época aún se defendía oficialmente, es decir, el sistema ptolemaico, a saber: que el Sol y demás planetas giraban alrededor de la Tierra.

Sí, el giro copernicano: ¡una revolución científica!

Pues bien: ¡ya el gran Averroes, en el siglo XII, sometió a crítica el sistema planetario aristotélico-ptolemaico! Copérnico conocía su trabajo, así como los del astrónomo andalusí Azarquiel (siglo XI), uno de los mayores astrónomos de todos los tiempos, que planteó nuevos modelos planetarios.

Me habla del gran Averroes. ¿Por qué fue grande?

Averroes (Córdoba, 1126) es el español que mayor influjo ha ejercido sobre el pensamiento humano en toda la historia.

¿Tanto?

Sí: en medicina, en astronomía, en metafísica, en filosofía... Y sabemos que Copérnico leyó en manuscritos árabes los comentarios críticos de Averroes a la cosmología de Aristóteles.

¡Gracias, Averroes!

Copérnico también leyó en Padua, en 1503, traducciones bizantinas de los modelos planetarios heliocéntricos de la escuela astronómica persa de Maraga.

¡Y él se llevó toda la gloria!

Claro, porque ya funcionaba la imprenta de tipos móviles de Gutenberg, y, al imprimirlas en papel, Copérnico universalizó sus obras.

Por cierto, ¿es el papel también una aportación de Al Andalus?

El papel es un invento chino, pero entró en Europa por España: ya lo hay en Córdoba a fines del siglo X. ¡Hasta entonces, escribir una Biblia en pergamino suponía el sacrificio de 200 terneros grandes!

La influencia árabe, ¿fue sólo científica?

Principalmente, sí. Pero no olvidemos que en "La divina comedia" de Dante Alighieri (1265-1321) hay pasajes influidos por el "Libro de la escala" (que se tradujo del árabe al latín en Toledo) y de otras ideas árabes. Y el "Decamerón", de Boccaccio (siglo XIV) está inspirado en "Las mil y una noches".

Alguien debería explicarle esto a Oriana Fallaci.

Yo me pongo muy nervioso cuando alguien equipara islamismo a terrorismo. ¡No!: hay que hablar de "extremismo islámico", o de extremismo judío o extremismo cristiano.

¿Hubo entre los andalusíes extremistas y quemas de libros?

Almanzor, en el año 1002, quemó la biblioteca de Al Hakam (dicen que tenía 400.000 libros) para hacerse popular ante los religiosos más ortodoxos. ¡Pero no quemó los libros científicos, sólo los teológicos "heréticos"! Los textos científicos reaparecen en Toledo y Zaragoza.

Vuelvo a la astronomía: ¿para qué la usaban los árabes?

Para cuestiones de carácter religioso... y para la navegación. ¡Las cartas náuticas, los derroteros y la brújula son aportaciones árabes a Europa!, traídas desde el Índico.

Veo que tiene usted aquí colgado un astrolabio...

Sí, es árabe. Determinaba la latitud mediante las estrellas. Ya los fenicios navegaban guiándose por la estrella polar, ¡pero era un secreto!

Pasemos a la ciencia médica.

Pues citaré a Abhomeron Avenzoar (1092-1161), autor del célebre "Taysir", manual de terapéutica y profilaxis: describe por primera vez el absceso de pericardio, recomienda la traqueotomía, la alimentación artificial a través del esófago o del recto. El "Taysir" se tradujo al latín en el siglo XIII. Pero había muchísimas más obras de ciencia médica.

Cíteme alguna más.

La del cirujano Abulcasis (Córdoba, siglo X): inventó el fórceps y el catéter de plata, y describió sus amputaciones, operaciones de fístula, hernia, trepanaciones, uso del cauterio... Y fue un precursor de Lavoisier en su enunciado de la conservación de la materia.

¿Y trataban la salud mental?

¡Europa copió de la medicina árabe la institución de los manicomios! En España hubo ya manicomios antes del siglo XIII, y desde aquí se extendieron hacia el resto de Europa.

¿Hubo entre los árabes algún doctor Freud?

Ibn Sirin (siglo VIII) interrogaba a sus pacientes al estilo de Freud, e interpretaba sus sueños. Los árabes cultivaron la oneirología (ciencia de los sueños): tenían colecciones de sueños escritas para interpretarlos. Almanzor (siglo X) lo hacía, y también Alfonso VI (1040-1109).

Vaya, diríase que a los árabes españoles sólo les faltó volar...

Pues el matemático cordobés Abbas Ibn Firnas voló en el siglo IX: se cubrió el cuerpo con un traje de seda revestido de plumas, construyó un par de alas como las de los pájaros y se lanzó al vacío: ¡voló un poco, recorrió cierta distancia!

¡Bravo!

No aterrizó bien: se lastimó el trasero. Lo atribuyó a no haberse hecho cola. Ecos de esta hazaña se leen en el romancero y hasta el siglo XVII.



 https://www.webislam.com/noticias/42413-juan_vernet_arabista_los_arabes_salvaron_el_saber_clasico.html


Curso básico de astrologia - Volume 1 - Princípios fundamentais.

          El texto está en portugués.    https://es.pdfdrive.com/curso-b%C3%A1sico-de-astrologia-volume-1-princ%C3%ADpios-fundamentais-e1580...