Que cosa hay más mezquina que una bala, ...que actividad humana puede ser más mezquina que la de ser sicario.
Unimos bala y sicario y obtenemos la fórmula de la ignominia..., aunque
el factor indiscutible de la ecuación es el dinero, y el resultado es
la muerte.
Es una ecuación plenamente " normalizada " en nuestra sociedad insociable,.... o tal vez habría que decir " insaciable ".
El hallazgo de un
cadáver en el pantano de Olba pone en marcha la narración. Su
protagonista, Esteban, se ha visto obligado a cerrar la carpintería de
la que era dueño, dejando en el paro a los que trabajaban para él.
Mientras se encarga de cuidar a su padre, enfermo en fase terminal,
Esteban indaga en los motivos de una ruina que asume en su doble papel
de víctima y de verdugo, y entre cuyos escombros encontramos los valores
que han regido una sociedad, un mundo y un tiempo. La novela nos
obliga a mirar hacia ese espacio fangoso que siempre estuvo ahí, aunque
durante años nadie parecía estar dispuesto a asumirlo, a la vez lugar de
uso y abismo donde se han ocultado delitos y se han lavado conciencias
privadas y públicas. Heredero de la mejor tradición del realismo, el
estilo de En la orilla se sostiene por un lenguaje directo y un tono obsesivo que atrapa al lector desde la primera línea volviéndolo cómplice.
«La cara oculta, el patio trasero y sórdido de Crematorio, que siempre estuvo ahí pero al que nadie miraba. Desde allí, desde las aguas podridas del pantano ha escrito Rafael Chirbes En la orilla…
Una historia llena de vidas derrotadas, de sueños rotos, de la mejor
literatura… La novela es de una densidad literaria y una carga simbólica
apabullantes. Retumban las voces desde el estercolero, y en ese patio
trasero que teníamos olvidado todo son sueños rotos. … El que mejor
definió a Rafael Chirbes fue Vázquez Montalbán, con el que tenía tantas
afinidades. “Chirbes, una isla que se esfuerza por serlo”, escribió.
Ciertamente Chirbes es un solitario, ajeno a modas y generaciones»
(Blanca Berasátegui, El Cultural, El Mundo).
«La gran novela de la crisis. La corrosiva voz de Rafael Chirbes retrata en su obra En la orilla un universo de paro y desilusión… En el fondo, una es la cara B de la otra. Si Crematorio
era el pelotazo y la burbuja inmobiliaria pilotados por un arquitecto
valenciano que cambió ideales políticos por corrupción política, En la orilla es el largo y resacoso invierno que sigue a aquella fiesta. Y que todavía dura… Reich-Ranicki proclamó en su programa de televisión que La larga marcha, su quinta novela, era “el libro que necesitaba Europa”» (Javier Rodríguez Marcos, El País).
«Sirviéndose
de la primera y la tercera persona, el estilo indirecto libre y el
monólogo, además de diversas voces que van tomando la palabra, nos
ofrece un fresco variado y completo: un microcosmos representativo del conjunto del país…
El lector avezado que es Chirbes reutiliza con sagacidad nuestra
tradición literaria, haciéndola suya, sobre todo el motivo calderoniano
de la existencia como representación teatral; y en el logrado desenlace,
el tema del ubi sunt,
remedando las coplas de Jorge Manrique. La obra, por lo que se refiere
al tratamiento del cuerpo, a su envejecimiento y podredumbre, se nutre
también de la pintura de Francis Bacon y Lucien Freud, como en su
anterior obra… De cómo el mundo aparece gobernado por los pecados
capitales: la avaricia, la ira, la lujuria y la gula sobre todo. Por
ello, podría emparentarse la narración con la pintura de El Bosco o con
algunas obras de Brecht y Kurt Weill…Una
gran novela que no deberían dejar de leer quienes quieran entender
mejor el terrorífico arranque del siglo XXI, un tiempo sin dioses,
plagado de trepas y seres corruptos, en el que el capitalismo
financiero, con la complicidad de los Gobiernos conservadores y la
pasividad de los socialdemócratas, ha ido acabando con el Estado de
bienestar» (Fernando Valls, El País).
«Hay
libros que se leen como purgas, como latigazos que le conmueven a uno
hasta lo más hondo y este es uno de ellos… Chirbes, como tantos grandes
novelistas desde Balzac a Faulkner, viene escribiendo el mismo libro –o
la misma “comedia humana”– desde hace muchos libros, y en En la orilla
volvemos a encontrarnos con todos sus temas: desde las ilusiones
(colectivas) perdidas a los engaños (individuales) aceptados, desde los
meteóricos ascensos a las más fulminantes derrotas y abandonos, desde
los mecanismos nada sutiles de la explotación a la angustia universal de
la irreversibilidad del tiempo… Para mi gusto, la mejor novela española
acerca de la crisis y, en todo caso, una de las cuatro o cinco más
importantes del último lustro» (Manuel Rodríguez Rivero, El País).
«Ahondando en el carácter depredador de la condición humana, el valor
resolutivo del dinero o la decrepitud de la vejez, esta novela, de
lectura torrencial e imprescindible, nos sumerge en un derrumbe social
de imprevisibles consecuencias morales. Con un inmejorable desarrollo
psicológico de los personajes, esa desazonante intriga anclada en la
oscura posguerra y una muy lograda atmósfera asfixiante, estas páginas
impresionan en la honesta dignidad de una crítica social planteada sin
prejuicios ni maniqueísmos. Pero ésta no es sólo una novela sobre la
crisis, porque aborda también algunos lacerantes aspectos de nuestra
desorientada época, como la explotadora globalidad comercial o una
tiránica telefonía móvil, síntomas aquí de una moderna, árida,
deshumanización del presente. Llevando hasta el límite el mejor realismo
crítico, Chirbes acierta plenamente con esta impresionante historia de
fracasos y rencores» (Jesús Ferrer, La Razón).
«Chirbes muestra su pesimismo más radical haciendo emerger del fango
una sociedad que es a la vez víctima e inductora de la crisis moral… En
estas páginas el documento ha sido sustituido por una indagación de la naturaleza humana… En esta poderosísima novela Chirbes llega a la más alta expresión del realismo» (J.A. Masoliver Ródenas, La Vanguardia).
«Si con Crematorio
se metió en el tuétano del pelotazo inmobiliario, aborda ahora la
metástasis de aquel cáncer, su turbadora resaca tras la explosión de una
burbuja de ladrillos y millones. Unos fuegos de artificio que solo
dejaron desolación. Recorre el paisaje después de la batalla
para contar cómo el bosque de grúas de su anterior novela –Premio de la
Crítica– se transforma en un cementerio de esqueletos de hormigón,
esperanzas y dignidades quebradas» (Miguel Lorenci, Sur).
«No
se toma la palabra para ejercer una catarsis, sino para sacar la
desolación a la plaza pública y que esa desolación sea un acto. Chirbes se inscribe en la olvidada estética de los Max Aub del mundo y
comparte, de algún modo, el marxismo, poético y cruel, de los que
vivieron la guerra en primera persona: generación de la derrota y la
bilis, pero también de esa lucidez del aguafiestas que tanto incomoda a
los de las burbujas y la pechuga envuelta en papel film… La
lucidez del aguafiestas se clava como astilla en la córnea del lector
que busque amabilidades en la literatura. Esta lectura no es amable,
sino imprescindible» (Marta Sanz, El Mercurio).
«Las
cosas que verdaderamente más me ilusionan a mí, en las que deposito mis
esperanzas y la seguridad de que mi tiempo se sentirá colmado durante
los próximos días, es el venturoso anuncio de que ese demoledor,
bronco y extraordinario escritor español llamado Rafael Chirbes publica
nueva novela titulada En la orilla, que tras excesivos años de silencio David Bowie saca el anhelado disco The next day, […] Las 50 páginas que he leído de la novela me parecen extraordinarias… Un escritor impresionante. Crematorio es la novela española que más me ha conmovido en muchos años» (Carlos Boyero, El País).
«Las voces de los personajes levantan una radiografía del fracaso. Nos cuentan por qué han acabado sus ilusiones rotas. Nos dicen lo que está pasando hoy en la calle. En la orilla
es la anatomía de la crisis. Refleja con maestría un mundo de
derrotados que viven en una sociedad triste, movidos por las pulsiones
del poder, el sexo y el dinero» (J.L. Martín Nogales, Diario de Navarra).
«La
literatura, como decía Adorno, es un reloj que adelanta. Pero también
la mejor herramienta para comprender el mundo cuando la realidad se hace
trizas. Ambas reglas se cumplen a rajatabla con los grandes autores. Y
Rafael Chirbes lo es… Más de un lustro después de Crematorio, Chirbes regresa con la secuela de aquella memorable novela: En la orilla» (Matías Néspolo, El Mundo).
«Rafael Chirbes, ha tardado décadas en abandonar su estatus de escritor secreto hasta llegar a estaconsideración general de maestro que se ha ganado a golpe de rigor literario. No porque lo que hiciera antes no fuera excelente, sino porque se ha mantenido empecinadamente al margen de modas y capillitas» (Elena Hevia, El Periódico).
«Apabullante… El arte de Chirbes para representar la realidad en sus aspectos más turbios y pantanosos es admirable… Libros como este explican el sentido que aún hoy tiene escribir literatura» (Domingo Ródenas, El Periódico).
«Una de las mejores prosas que hay hoy en castellano, tanto por la fuerza rítmica como por la brillantez de las evocaciones. Rafael Chirbes es ya definitivamente el cronista moral de la realidad española reciente,
con un realismo que ciertamente es muy fiel a las situaciones
cotidianas y con momentos de álgida inspiración» (J. M. Pozuelo Yvancos,
ABC).
«Después de la magistral Crematorio, Rafael Chirbes publica En la orilla,
para describir y descifrar una geografía desoladora. Nadie como
Chirbes, tal vez Manuel Longares, escribe en relieve la realidad más
cercana; nadie logra atrapar al lector y dejarlo sin aliento ante la emoción, la tensión, el desgarro, la denuncia. Con un estilo poderoso, cifrado, torrencial, las historias que cada una de las voces narra o confiesa forman una enciclopedia de la desolación… Literatura en estado puro, sentido de las palabras y relato de cosas que suceden, no el limbo, sinoaquí mismo, hacen de esta novela la historia íntima y brutal de las naciones. Mil veces soberbia» (Fernando R. Lafuente, ABC). «De su mano maestra En la orilla nos proporciona una
visión crítica, pesimista, muy corrosiva, pero también lúcida, de la
condición humana, de los perversos mecanismos que rigen el
funcionamiento de la sociedad, del hombre enfrentado al triunfo y al
fracaso. Y esa visión inmisericorde de la familia, retratada
con dureza como un microcosmos social donde los engaños, el poder
destructor del dinero, la codicia o la envidia degradan a sus
integrantes… En la orilla es una gran novela que retrata de manera descarnada lo que está siendo el arranque de este brutal siglo XXI,
un tiempo plagado de trepas y seres corruptos, en el que el capitalismo
financiero, con la complicidad de los gobiernos conservadores y la
pasividad de los socialdemócratas, ha ido acabando con el llamado estado
del bienestar, esa gran fiesta a la que nos dijeron que estábamos todos
invitados y de la que ahora nos expulsan a patadas» (Javier García Recio, La Opinión de Málaga).
«Sí
hay un realismo duro, en efecto, en las páginas de este libro, pero
también una renovación contemporánea de éste. Hay una verdadera estética
del deterioro e incluso un manierismo en su descripción y una
metaforización de la podredumbre moral como un trasunto de la
podredumbre física que se inaugura en la primera línea de la primera
página: «El primero en ver la carroña es Ahmed Ouallahi»… Y hay la sabiduría del escritor en el arte de narrar, de pasar de la tradicional y convencional tercera persona omnisciente a la primera o de ambas a los diálogos» (Iñaki Ezquerra, El Correo Español).
«Todos
los que piensen que en el realismo social no hay estética literaria que
valga tendrían que leer a Chirbes para convencerse de lo contrario. En la orilla es un monumental fresco barroco de la España actual, concebido con deslumbrante rigor sintáctico.
Cómo él mismo ha señalado, de la novela parten terminales en todas las
direcciones. Con sonido coral de fondo, el orfeón va dando paso a
diferentes solistas que cuentan la historia desde distintos ángulos. Por
el relato desfilan el dinero –ésta es una novela sobre el vil metal–,
la corrupción, el terrorismo, la inmigración, el desarraigo, la
prostitución, el fracaso existencial, la ambición sin límites y un
pantano que lo preside todo y que sobrevuela la historia como un símbolo
del fango y de la podredumbre que han envuelto los últimos años del
país… En la orilla es una novela densa que encierra tensión en cada párrafo.
Las palabras, afiladas como cuchillos, se agolpan a veces de modo
obsesivo en largos monólogos. Otras veces son las narraciones en primera
y tercera persona las que se ocupan del relato, que va desvelando los
fantasmas de una existencia gris, las decepciones y el derrumbe
familiar» (Luis M. Alonso, La Nueva España).
«Abrimos... y
parece que entre un torbellino por la ventana. Una prosa potente,
aromática, penetrante. Una escritura que te arrastra, cascada de ideas
transformadas en imagen que te acaricia con sus sutiles matices,
languidece y de pronto se encabrita, se estremece y se enoja, y entonces
el lenguaje se vuelve crudo y despiadado... Es lo primero que choca al
leer En la orilla: la frase de Rafael Chirbes carga con todo,
con las pepitas y el barro, la poesía y la política, el hedor y los
perfumes sutiles, la historia, la memoria, la amistad, el dinero, la
vejez, las traiciones. Y, en todo momento, el humor y el amor a la vida.
En Chirbes, las páginas ríen por un ojo y lloran por el otro.
Aplaudimos. Saboreamos. Nos sorprendemos. ¿Cómo es posible que el enorme
talento de este español -que ha publicado siete novelas en la editorial
Rivages desde 1998- no sea más (re)conocido en Francia? Visto desde
Madrid, hay un hecho evidente: Rafael Chirbes es uno de los mejores
escritores españoles, uno de los grandes autores europeos de nuestro
tiempo» (Florence Noiville, Le Monde des Livres).
«Es la novela, terrible, de una sociedad minada que se hunde en la
crisis económica, en las marismas de la memoria histórica, en los
pliegues de la conciencia. Un libro poderoso y cruel (…) Con su estilo a
veces fulminante, nos demuestra que del fondo de los pantanos pútridos
puede surgir una nueva vitalidad» (David Fontaine, Le Canard enchaîné).
Hoy, chateando con una colega me ha dicho que llevaba a su hijo a catequesis. Inmediatamente me ha venido a la cabeza la imagen de una oveja a la que están marcando. La pertenencia al rebaño de dios por decreto, sin dejar al niño escoger en su edad adulta sobre la necesidad o no, de recibir la comunión. Y es que en la edad adulta seguimos siendo ovejas, porque nos educan para serlo. A mi me gustan más las cabras, que tiran pal monte y van a su rollo. Sin embargo, te llaman cabrito y suena peyorativo. Cuan engañoso es el uso del lenguaje, no os parece ? Os lo dice un cabrito convencido.
Se ha creado un grupo en facebook que se llama guardia Anti Plagio, que consiste en poner sobre aviso al autor de un post que ha sido plagiado sin contemplaciones, ni citando el nombre, ni la fuente de dicho texto. En mi pretensión de acercar la Astrología clásica a la gente a la cual interesan estos temas, he copiado textos de otros autores , pero siempre citando la fuente y el autor. También he compartido libros que se podían descargar libremente, compartiendo enlaces que he encontrado en la red. A partir de ahora me limitaré solo a escribir textos propios y a compartir reseñas de libros que me parezcan interesantes, con lo cual la actividad del blog se verá reducida. La iniciativa Anti Plagio me parece destacable y en consecuencia, y para evitar susceptibilidades, a partir de ahora voy a obrar de ese modo. Ya he divulgado mucha información ajena y he acercado temas y autores que me han interesado.
Tres
frases sirven para hacernos una idea. Primera: “Esperanza Aguirre es la
Juana de Arco del liberalismo” (a pesar de la trama Gürtel, Fundescam y
el tamayazo). Lo dice Vargas Llosa y
punto. Segunda: “José Luis Rodriguez Zapatero es el peor gobernante de
España desde Fernando VII” (por lo visto, mucho más dañino que Francisco
Franco y Miguel Primo de Rivera). Lo dice Félix de Azúa
y punto. “Sin Juan Carlos I no habría democracia en España” (qué
importa la aportacióna de los sindicatos, el movimiento estudiantil o el
Partido Comunista, además de que en nuestro entorno europeo todo sean
democracias). Lo dice Javier Cercas y punto. El debate público en España funciona a base de sentencias lapidarias,
sin verificar, que distintos ‘figurones’ sueltan desde sus poltronas
mediáticas. Del público se espera que comulgue con ruedas de molino,
basadas en el prestigio de quien enuncia la frase, más que en argumentos
bien construidos, que se apoyen con datos verificables.
Esto es lo que denuncia, de manera sólida y minuciosa, el nuevo libro del profesor de Ciencias Políticas Ignacio Sánchez-Cuenca (Valencia, 1966). Su último libro, ‘La desfachatez intelectual’
(Libros de La Catarata), es un sonoro ‘zasca’ a los columnistas de
mayor prestigio de nuestra esfera pública. Les acusa de “machismo
discursivo”, “cultura de amiguetes” y “provincianismo intelectual”.
Estamos ante uno de los títulos más polémicos y necesarios del año. En
el capítulo final, Sánchez-Cuenca explica que el panorama comienza a
mejorar con un ecosistema mediático más abierto y riguroso. Nos acercamos a su despacho para charlar con el autor. Pregunta. ¿Cuál fue su motivación para escribir ‘La desfachatez intelectual’?
Respuesta. Sé
que el texto puede despertar cierta irritación entre los aludidos.
Quería señalar la impunidad que domina el debate público en España. Con
esto me refiero a que si uno dice un disparate, una tontería o una
ridiculez, no espera ser replicado, sobre todo si es uno de los grandes
intelectuales del país. Son lo que yo llamo, de forma un poco cruel, los
figurones del mundo intelectual. P. La forma habitual de contestar a libros como el suyo es el silencio.
R. No
tengo ninguna expectativa de respuesta por su parte. Pero sí espero que
el libro contribuya a fomentar cierto debate sobre cómo mejorar nuestra
esfera pública. P. Señala el precio de cuestionar a los
figurones: si alguien critica con dureza a Fernando Savater, se reducen
drásticamente las posibilidades de colarse en El País, de publicar en la
revista 'Claves de la razón práctica '(que él dirige) o de ganar el
Premio Anagrama de ensayo (donde es jurado habitual).
R. Mi
ventaja es que no estoy en ese mundillo, ni quiero estar. Me dedico a
dar mis clases y publicar en revistas académicas. No aspiro a premios ni
a tener una relación privilegiada con ellos. Yo puedo permitirme el
lujo, pero quien dependa de su creación ensayística y literaria tiene
que pensárselo dos veces a la hora de criticarlos, ya que sus tentáculos
son muy largos. No digo que ellos ejerzan un poder coactivo, pero si
uno critica con dureza a uno de ellos sus posibilidades de medrar van a
ser menores.
P. Aparte
de los figurones destacados, ¿diría que existe una tradición de
intelectuales invisibilizados? Pienso en Manuel Sacristán, Jesús Ibañez y
Francisco Fernández Buey, entre otros.
R. Es una
pregunta difícil. Hay intelectuales que no gozan del reconocimiento que
merecen y otros disfrutan más del que les corresponde. Lo que no tengo
claro es que sea un fenómeno estructural. Los tres autores que mencionas
tenían tesis políticas marxistas o muy radicales. Eso ya complica mucho
que lleguen al gran público. Es cierto que alguien con planteamientos
marxistas no tendría tanto problemas en Francia o Reino Unido. Lo que
sucede aquí es que muchos de los intelectuales famosos fueron muy
radicales en su juventud, pero terminaron abandonando la izquierda.
Sienten un rechazo grande hacia quienes no han seguido su trayectoria.
Eso podría explicar la marginación por parte de los Juaristi, los
Savater, los Vargas Llosa, etcétera. P. ¿Por qué estuvieron tan ciegos los intelectuales de éxito durante la crisis económica?
R. Mi
tesis es que se obsesionaron con el nacionalismo. No atendían a muchas
más cosas. Eso fomentó el aislamiento en el que vivían. Se separaron
demasiado de la sociedad. Fueron poco sensibles y muy condescendientes
con todo lo que podemos llamar nueva política, me refiero al entorno del
15M. En el fondo, les recuerda un poco a sus años mozos, donde algunos
fueron anarquistas, otros marxistas-leninistas y alguno hasta militó en
las filas de ETA. P: Vargas Llosa es la firma donde se
aprecia mayor distancia entre su enorme talento literario y el estilo
ramplón de sus columnas.
R. Como hombre de letras, es el
que más lejos ha llegado. Merece todos los premios Nobel que le quieran
dar. Es una figura central en la literatura del siglo XX. El problema
es que sus razonamientos políticos son totalmente esquemáticos,
previsibles y simplistas. Nos choca mucho porque no quedan tantos
intelectuales que razonen con el nivel de desfachatez que él maneja,
pero en el pasado hubo muchos como él en la izquierda, que manejaban
planteamientos de manual soviético de materialismo histórico. Ahora no
nos acordamos de ellos. Pero Vargas Llosa seguramente razona en sus
columnas con el mismo simplismo que manejaba cuando era de izquierda en
los años sesenta. Hay un abismo entre su obra literaria y su aportación
periodística. No tengo una explicación de cómo se puede ser tan
brillante en 'Conversación en la catedral', una obra maestra, y tan
mostrenco en el debate público. Divide el mundo en liberales y
antiliberales, nacionalistas y antinacionalistas, como si no existieran
matices. Su apología de Esperanza Aguirre llega al extremo de defender
la tesis de que si ella hubiera gobernado España, la crisis hubiera sido
mucho menos profunda. Vargas
Llosa es una figura central en la literatura del siglo XX. El problema
es que sus razonamientos políticos son totalmente esquemáticos P: ¿Son más responsables los figurones o los directivos que les dieron espacio en los medios?
R:
Hay una responsabilidad compartida, pero la principal es la de quien
pone su firma en la opinión. Somos muy críticos con el sectarismo de los
partidos políticos, con la manera tan brutal en que defienden a los
suyos y descalifican a los contrarios, pero en el mundo del debate
público pasa algo similar. Se establecen lazos muy fuertes entre
periódicos y escuderías literarias del mismo grupo mediático. Les dejan
decir lo que sea. Deberían prescindir de los artículos de sus autores si
la calidad es mucho menor que las de sus novelas. Una vez entras en el
grupo, de ahí no te saca nadie. Se establecen lazos que no son sanos. P.
Cita a César Molinas y cómo da las gracias en un libro a Javier Moreno
(ex director de El País) por dejarle decir lo que le da la gana.
R.
Molinas es un economista excelente, matemático de formación, con una
inteligencia formidable, pero cuando opina de política dice cosas que no
tienen base ninguna. ¿Por qué El País le da tanta cancha? Habrá que
preguntarles a ellos, porque han publicado análisis de Molinas en
portada que no sobreviven el más mínimo escrutinio crítico. En mi libro,
se desmontan con datos. P. Me ha llamado la atención el
caso de Javier Cercas. En un dossier de homenaje al rey, suelta una
frase rotunda, que dice que “Sin Juan Carlos I no habría democracia en
España”. Eso no encaja muy bien con su libro ‘Anatomía de un instante’,
donde acusa al rey de cierta complicidad, desidia o ambigüedad con el
ambiente golpista previo al 23-F.
R. Disfruto mucho de
las novelas de Cercas, pero como columnista se ha vuelto muy
sentencioso. Formula grandes frases, que luego no fundamenta. Creo que
lo que expone 'Anatomía de un instante' es que el rey no supo cortar el
ambiente malsano de las tramas golpistas de la época contra Suárez.
Cercas no se ha atrevido a dar el paso de decir que hubo complicidad
entre el rey, Armada y los golpistas. Quien sostiene esa tesis es Pilar
Urbano. Lo que no entiendo es que se permita el exceso de decir que sin
el rey no habría democracia en España. A mí esa frase me parece un
absurdo, se mire como se mire. El rey tuvo un papel importante en la
forma en que llegó la democracia, pero hoy España sería un país
democrático hubiéramos tenido rey o no. Sencillamente, se daban los
condiciones sociales y económicas para que la hubiera, como sabe
cualquiera que haya estudiado un poco de política comparada. Pero sí, en
'Anatomía de un instante' era más crítico con la figura del rey que en
el homenaje colectivo que hizo El País al monarca el día de su
abdicación.
P. Su libro transmite la sensación de que El País es un diario que se ha ido degradando con los años.
R:
Soy lector suyo de toda la vida. Empecé con poco más de diez años. Hoy
lo sigo porque es el diario de referencia en España. A mí siempre me han
tratado con extrema generosidad: dejé de colaborar con ellos por
voluntad propia y solo tengo agradecimiento con ellos. Lo que sucede es
que, desde que estalló la crisis, se produjo un divorcio entre el
periódico y sus lectores, que ha sido muy dañino para la marca. Se
alejaron demasiado de la España real. Como lector y excolaborador, no me
gusta la marcha que ha cogido. Ha traicionado muchos de sus valores
fundacionales. Tengo una visión crítica, no han sabido reconocer los
problemas nuevos que estaban surgiendo. No han dado la importancia
necesaria a los desahucios, ni a la creciente desigualdad, ni a la
crisis social en general. Me sorprendió en 2010 la reacción de
entusiasmo de El País cuando las instituciones europeas obligan a España
a imponer el ajuste fiscal. Su discurso fue “por fin se ha acabado el
populismo del PSOE”. Estaban hablando de populismo ya en 2010, años
antes de que surgiera Podemos. El País se puso a celebrarlo, en plan
“por fin va a haber políticas de Estado”; pues mira dónde nos han
llevado esa políticas. Se ha vuelto un diario autocomplaciente.. P. ¿Usted es capaz de distinguir El País de El Mundo y ABC?
R:
Se ha producido un fenómeno curioso: la división ahora está entre
periódicos de papel (que se parecen cada vez más entre sí) y diarios
digitales (que están más atentos a las preocupaciones que dominan la
sociedad civil). Esto al margen de que la línea editorial tire a
izquierda o a derecha. Los de papel parecen caminar a rastras. Las
nuevas tendencias se generan en mayor medida en los medios digitales.
Ahora tenemos un ecosistema mediático mucho más plural, cito medios como
CTXT, Infolibre, el blog Piedras de papel o plataformas como Agenda
Pública o Politikon. Le pongo un ejemplo: todos los figurones tienen
opiniones muy rotundas sobre la educación. La mayoría cree que se ha
dejado de leer, que nadie escribe como antes, que todo es un desastre.
Los expertos matizan mucho esas percepciones. En cualquier caso, yo no
quiero que desaparezcan las visiones generalistas, dando paso a
especialistas con anteojeras, sino que se establezca un diálogo entre
firma de visión amplia y quienes llevan muchos años estudiando un asunto
concreto y se quedan pasmados por la alegría con que otros sueltan
diagnósticos. Ese cruce me parece enriquecedor. Al abrir el terreno de
juego, se ha cuestionado mucho más el papel de los figurones. Se ha
demostrado que sus opiniones no tienen tanto valor como se creía. La
división ahora está entre periódicos de papel (que se parecen cada vez
más) y diarios digitales (más atentos a las preocupaciones de la
sociedad) P. Recuerda una expresión de Jordi
Gracia, que habla del “síndrome del Narciso herido”. Como si los
figurones pensasen que lo peor de la situación del país fuera que los
demás no estamos a la altura de su sensibilidad política y estética.
R.
Recomiendo a los lectores ‘El intelectual melancólico’, el panfleto de
Jordi Gracia, porque es muy certero y divertido. Hace pensar mucho. Esta
es una actitud que caracterizo como una aproximación moral a la
política: los intelectuales a los que me refiero piensan que la política
realmente existente nunca está a su altura. La actualidad les produce
irritación o melancolía, pero no les estimula a buscar soluciones. Esta
aproximación estética se remonta a la Generación del 98. Lo que produce
son unos vaivenes muy fuertes: de repente, estos intelectuales se
entusiasman con una novedad, por ejemplo la aparición de UPyD, que
llegan a ver como la solución a todos los males del país. Luego, de
repente, les entra la decepción y van a otra ideología. La mayoría han
pasado por el marxismo, por la socialdemocracia, por el liberalismo, por
el conservadurismo y han completado el espectro hasta el narcisismo. Me
parece una aproximación esteril al debate público. P. Hay
un sector que no trata en el libro y que me gustaría que comentara. Me
refiero al ala dura de los columnistas, por ejemplo Alfonso Ussía,
Jiménez Losantos y Salvador Sostres, que tienen un registro mucho más
bestia o kamikaze. ¿Cree que su función es llevar el discurso tan a la
derecha que cualquiera a su lado parezca sutil y razonable?
R. En
el texto no he querido descender a los infiernos de estas firmas más
gamberras o maleducadas, no sé bien cómo calificarlas. Algo que me llamó
la atención es que intelectuales con una capacidad estética y moral muy
desarrollada sean capaces de juntase con tipos como Hermann Tertsch y
Jiménez Losantos en el manifiesto de los Libres e iguales. Esto me dejó
muy confundido. En cierta medida, al firmar con ellos, Savater,
Trapiello, Juaristi y los otros están legitimando el discurso de Tertsch
y Losantos. Hablamos de gente que ha mantenido durante años la teoría
de la conspiración del 11-M, defendiendo que fue ETA. Me parece
incomprensible que se mezclen.
P.
Termino con asunto candente: desmontas bastantes argumentos de Luis
Garicano, que ha pasado de ser una firma influyente a ejercer de gurú en
las políticas del pacto entre el PSOE y Ciudadanos. Ahora sus opiniones
están en el centro del debate político y sus errores los podemos pagar
todos. ¿Tendríamos que estar preocupados?
R. Garicano es
un gran economista, con un trayectoria brillante, pero cuando opina de
política le pasa lo mismo que a muchos de sus colegas. Sencillamente: no
han leído lo suficiente para construir los argumentos que maneja. Con
Garicano estoy de acuerdo en muchos cosas, por ejemplo su visión de la
educación en España, pero cuando se mete de lleno en política no se
impone los mismos niveles de exigencia que al hablar de economía. En su
libro ‘El dilema de España’ es tremendamente simplista, llega a decir
que tenemos que escoger entre Venezuela y Dinamarca. No creo que este
sea un dilema real: ni vamos a llegar a los niveles abismales de
Venezuela, que es casi un Estado fallido, ni vamos a alcanzar la altura
de Dinamarca. Durante las próximas décadas, seremos un país europeo
normal de la periferia. Si gana Podemos, esto tampoco va a parecerse a
Venezuela, ni se va a descomponer el sistema social y económico. Es de
un simplismo tremendo. P. ¿Más ejemplos?
R.
También considero muy pobres los ejemplos que pone para ilustrar sus
reformas, cosas como el carné por puntos o la Ley Antitabaco. Esos son
ámbitos donde resulta sencillo cambiar las cosas porque no hay ganadores
y perdedores. Cuando hay más en juego, como el mercado de trabajo, en
el mercado educativo o la caja de las pensiones, los conflictos se
complican mucho. Muchos problemas no se pueden cambiar a golpe de BOE,
sino que necesitas negociar con los agentes sociales. En esas
situaciones, es crucial conseguir un consenso para que la sociedad no
disuelva tus decisiones. Los liberales del estilo de Garicano jamás
piensan en las consecuencias sociales de sus reformas. Si las cosas les
salen mal, se llevan las manos a la cabeza y dicen “Cómo puede ser la
sociedad tan irresponsable”. Y no es cuestión de eso, sino de que sus
cálculos estuvieron mal hechos desde el principio. Una reforma solo es
sostenible si cuenta con el apoyo de la sociedad. Veo una especie de
ingenuidad reformista, pensar que se puede cambiar un país de la noche a
la mañana. Allá los partidos que quieran hacerle caso.
Según Astrodienst, Isadora nació a las 2.20 a.m del dia 26.05.1877, wikipedia sin embargo da como fecha de nacimiento el dia 27.05.1877.
Según la fuente que indica Astrodienst nació a las 2.20 a.m., pero yo creo que nació cuatro minutos más tarde. Vamos a ver su carta en Sinastría a las Direcciones Primarias para el dia 19.04.1913, fecha en la que mueren sus dos hijos de 3 y 6 años, junto con la institutriz, en un accidente automovilístico.
Mercurio es regente de casa III y de casa VI, y está presente en casa II. El Sol como participante por conjunción es regente de casa V y está presente también en casa II. Tenemos dos Primarias significativas : Marte, que es regente de casa VIII, sobre el Ascendente. El Sol que es regente de casa V, se ubica sobre la cúspide de la casa IV, que es una casa de finales.
Veamos la RS del año 1913.
En la RS, tenemos a Mercurio en casa VIII y se repite la oposición natal de Marte con Urano. Marte, que en la promesa natal y siendo regente de casa VIII, hace una oposición a Urano en casa V, que está en la casa de los hijos. En esa RS se materializa el accidente que en cierto modo ya apunta la natal. Si miramos el gráfico triple tenemos este gráfico :
Por Profección es un año de Marte para Isadora, ya que el Ascendente de Profección se encuentra en el signo de Aries y en conjunción con el Ascendente natal. También podemos observar a la casa VIII de RS sobre la casa I natal, señalando que la muerte se presenta durante ese año.
Capítulo I. Del modo de elegir el Almutén de cualquier lugar. En este primer capítulo Montulmo discute si para que un planeta sea Almutén de un determinado lugar es necesario que aspecte a ese lugar. Concluye que el aspecto no es necesario. También opina así Leopoldo de Austria. (Anotación de Regiomontano). Aquel reverendísimo Ptolomeo, que procedía de forma natural en sus juicios, decía en la parte tercera, capítulo 2, de su tetrabiblos que el Almutén de cualquier lugar es aquel planeta que en dicho lugar tenga cinco condiciones, que son: triplicidad, domicilio, exaltación, término, aparición o la afinidad del Sol en la figura. Y aquel que tenga todas o la mayoría de estas condiciones en dicho lugar, será considerado el significador de dicho lugar. Por aparición ha de entenderse la conjunción corporal o el aspecto a dicho lugar. Y también en la parte segunda, capítulo primero, del libro mentado decía que el Almutén en el momento de un eclipse es aquel planeta que tenga más dignidades en el lugar del eclipse, y en el ángulo precedente, y que aspecte por algún aspecto a dicho lugar, o se encuentre allí corporalmente. De ahí se deduce que la conjunción corporal o el aspecto se encuentran entre las condiciones requeridas para elegir el Almutén. De igual modo, Alí Ben Ragel en el lib.1 cap.9 exponía que el Almutén de la conjunción era el señor del ascendente si aspectaba a este mismo. Y de manera similar dijo del Almutén de la casa segunda. Igualmente, Guido Bonatti en el capítulo 3 de las natividades concluía que para hallar el Animodar es necesario el aspecto de aquel planeta que debía ser Almutén en el lugar de la conjunción o prevención inmediatamente precedente al nacimiento. Pero Alkabitius, quien frente a todos los otros habló con óptima brevedad, en el cuarto párrafo de la introducción a la exposición del Animodar, afirmaba rotundamente que el Almutén del grado de la conjunción o prevención inmediatamente precedente al nacimiento era simplemente el que más fortalezas tenía en dicho lugar, sin considerar el aspecto. Y en el párrafo primero, cerca del final, defendía esto mismo. También Alí Ben Ragel, en el capítulo 10 del libro mentado, para hallar el Almutén tomaba el significador del grado de la conjunción sin considerar el aspecto. Y en el tratado de la orina hallaba el significador sin considerar el aspecto. De la misma forma pensaban también Leopoldo de Austria y otros autores numerosos. Por lo tanto, Bonatti no procedía de manera correcta cuando hacía prevalecer el aspecto del señor de algunas de las dignidades del lugar en el que debe buscarse el Almutén sobre la dignidad del señor del domicilio, o del señor de la exaltación, si no aspectan a dicho lugar. Aunque hayamos visto a Ptolomeo argumentar en este sentido en el lugar antes mencionado, sin embargo tampoco lo afirmaba claramente. Cierto que Ptolomeo exponía que la buena naturaleza del aspecto vale mucho, pero no hacía prevalecer la dignidad del aspecto sobre la dignidad del domicilio en este caso. De esta forma se han expresado las autoridades en contra del mismo Bonatti, y, persuadidos por las razones contra este, hemos de suponer muy cierto que la dignidad del domicilio o de la exaltación es mayor (hablando de manera absoluta) que la dignidad del aspecto. Una vez asumido esto, pongamos que queremos hallar el Almutén del tercer grado de Aries, y pongamos que ni el Sol ni Marte aspectan a este lugar, pero Júpiter (segundo señor de la triplicidad) sí aspecta. Según el método de Bonatti, Júpiter sería el Almutén de ese grado. Sin embargo es lo contrario: es mayor la dignidad y conveniencia que se tiene por domicilio que la que se tiene por aspecto, tal como evidencia el proceder de Ptolomeo, que superpone la dignidad por domicilio en todos los lugares en los que busca el Almutén. Por otro lado, además, puede ocurrir que en algún nacimiento estimado con mucha aproximación por el método del Animodar que sostiene Bonatti, se llegue a la conclusión de que no se puede realizar el Animodar, lo cual es falso. Es decir, dado un cierto lugar del que debemos hallar el Almutén, es muy posible que ningún señor de las dignidades de dicho lugar lo aspecte, y entonces no se podría hallar el Almutén según el mismo método, y por consiguiente no se podría hacer el Animodar en dicho nacimiento. La experiencia muestra sin embargo que el señor que tenga más dignidades en un lugar se considera su Almutén, y así es como resuelvo yo continuamente, y como se procede hacia la verdad. Pondré un ejemplo: Un día me fue presentado un principio de enfermedad de cierta señora noble, de la cual quise saber si debía librarse o morir por el único método de la astronomía. Libra estaba en la octava casa y el señor del ascendente era la Luna, y consideré como Almutén de la octava a Saturno, que no aspectaba a dicho lugar por ningún aspecto; Venus estaba en la novena aspectando a dicho lugar, y la Luna se alejaba de Saturno y se unía (1) a Venus bajo la tierra; de todo lo cual juzgué que la señora atravesaría un peligro de muerte por poco y, como se juntaba bajo la tierra a Venus, que estaba muy dignificada en Libra, dije que la señora debía acercarse al peligro por una segunda sacudida, pero no tan intensa como habría sido la primera y que esta señora debía librarse pronto. Dije asimismo que la enfermedad era nueva, pero de esto no expongo aquí las causas. Todas estas cosas sucedieron en verdad. Debemos deducir por tanto que, si fuese Venus el Almutén de la octava, al producirse esta conjunción (2) habría juzgado que la señora debía morir pronto, porque no había ningún aspecto de las fortunas, ni ninguna conjunción corporal benévola y la Luna estaba mal dispuesta. Y esto es lo que he observado en todos los juicios de mi experiencia. Así, pues, el Almutén de cualquier lugar es el planeta que mayor número de fortalezas tiene en dicho lugar, aspecte o no aspecte, y si aspecta, mejor. Si sucede que en dicho lugar varios planetas se encuentran iguales en fortalezas, será Almutén aquel que aspecte a dicho lugar. Y si aspectan de manera igual, elegiremos aquel que se encuentre en el ángulo más fuerte. Y si también estuvieran iguales en eso, elegiremos aquel que esté en su Haiz, y más afín al Sol en la figura, siempre que no esté bajo los rayos del sol, y el que aspecte a dicho lugar de mejor aspecto, aquel habremos de elegir como Almutén.
(1) La Luna, estando bajo el horizonte, se acercaba a un aspecto de Venus. [N.T.] (2) El aspecto aplicativo de la Luna a Venus. [N.T.]
Extraído del Libro de las Natividades de Antonio de Montulmo Anotada por Regiomontano Edición de 1540