¿Hay un Destino?
¿Quién no se ha preguntado alguna vez si
hay acontecimientos y personas que nos están destinadas en la vida? La
mayoría hemos experimentado en más de una ocasión un extraño sentido
de predestinación al conocer a alguien, o hemos sentido una sensación
de familiaridad al encontrarnos en un lugar o en una situación nueva.
También, quizás hayamos observado que se producen llamativas
sincronicidades vinculadas a vivencias, situaciones y personas. Y a
causa de ello, probablemente nos hayamos preguntado si hay un destino,
si todo está preparado por algún misterioso diseño mágico, o incluso
quizás nos hayamos llegado a plantear si somos realmente libres para
hacer variar el cauce de nuestras vidas.
Quien ha tenido la oportunidad de
conocer la astrología seria, ese tipo de astrología que va mucho más
allá de unas cuantas descripciones simples de los signos del zodiaco,
habrá podido comprobar que hay vivencias y acontecimientos que parecen
estar destinados en la vida. En la carta astral de nacimiento, las
posiciones planetarias proporcionan una descripción detallada, precisa y
objetiva de las tendencias conscientes e inconscientes de una persona.
Y a través de la carta astral anual, un estudio astrológico que se
realiza periódicamente (habitualmente cada año), se puede comprobar que
en los movimientos planetarios se ven reflejados los cambios y las
vivencias significativas que se van sucediendo a lo largo de la vida.
Ante este hecho, que es una realidad objetiva y comprobable para
cualquiera que haya tenido la oportunidad de asomarse al universo
astrológico, se puede entrever un diseño misterioso, que desde el
nacimiento ya tiene "organizadas" muchas experiencias que se irán
sucediendo a lo largo de la vida. Esto nos muestra la evidencia de que
hay un destino operando en la vida de todos nosotros. Y a partir de
esta realidad, cabe preguntarse si todo lo que nos ocurre forma parte
de ese destino, cuales son sus mecanismos, qué finalidad tiene, y sobre
todo, hasta qué punto somos libres para cambiarlo. Interesantes
preguntas a las que trataremos de dar respuesta.
Últimamente estamos
asistiendo a un paulatino despertar de la humanidad a realidades
desconocidas para la mayoría de las personas. Dimensiones paralelas de
las que no nos han hablado en las escuelas, en las universidades, ni en
las iglesias. Realidades de las que siempre se habló en las antiguas
escuelas esotéricas, llamadas también escuelas de “misterios”, porque
hablaban de muchas cosas no experimentadas ni comprobadas por una
joven, inexperta e incrédula ciencia emergente desde hace tres siglos, y
la cual, dicho sea de paso, aún anda en pañales. Una ciencia, que como
el Santo Tomás de los evangelios, tiende a afirmar; si no se puede ver
y palpar, es porque no existe. Pero últimamente, algunos científicos
se han encontrado de manera “fortuita” con algo nuevo, algo que les ha
brindado un novedoso camino de investigación. A pesar de cargar con
rígidas programaciones mentales a nivel académico, estos científicos se
han mostrado dispuestos a adentrarse por un camino de descubrimientos,
cuanto menos sorprendentes. Entre los más conocidos por sus obras
literarias están: Raymond Moody, Brian Weiss y Michael Newton. Uno de
ellos es psicólogo y los otros dos médicos psiquiatras con formación
científica tradicional. A los tres les ocurrió algo similar; mientras
ejercían en su consulta médica ordinaria, tratando a pacientes con
problemas típicos de ansiedad, fobias, etc., se encontraron con
acontecimientos totalmente imprevistos e inesperados; algunos de ellos
comenzaron a describir cosas que desafiaban totalmente todo lo conocido
y experimentado en sus actividades profesionales hasta ese momento.
En estado mental denominado en el argot
profesional, como estado alfa o de relajación profunda, les
describieron con mucho detalle, “extrañas” experiencias y recuerdos
intensos en los que se veían a sí mismos en épocas antiguas, a veces de
muchos siglos atrás, viviendo situaciones diversas que de alguna u otra
forma estaban relacionadas con sus vidas actuales. En muchas ocasiones
reconociendo a personas, que en la actualidad son cercanas a ellos o
con las que mantienen vínculos significativos en sus vidas actuales.
Lo más sorprendente, que es la parte más
significativa en relación al tema que nos ocupa del destino, es que
muchos describieron su permanencia en lo que denominaron como el
“espacio entre vidas”. Pudieron recordar y describir con mucho detalle
su propia muerte en su última vida, y el lugar en que se adentraron
después de haber dejado su cuerpo físico. Pudieron ver y sentir
claramente cómo continuaba su existencia en un mundo paralelo. Un
espacio de transición, en el que preparaban y organizaban cuidadosamente
la siguiente existencia física para volver a nacer y seguir
aprendiendo y evolucionando. Todos describieron experiencias muy
similares; hablaron de un primer periodo de repaso y reflexión profunda
sobre la última vida vivida, y de una fase posterior, en la que varios
seres sabios y bondadosos -llamados guías espirituales- les ayudaban a
comprender su estado evolutivo y les asistían en la preparación de
una nueva vida. Una vida con las condiciones más favorables y
adecuadas para mejorar y crecer en valores espirituales y en sabiduría.
Entre los objetivos para la nueva vida, con frecuencia tenían que
resolver asuntos pendientes de vidas anteriores, y saldar “deudas” con
personas con las que habían tenido conflictos que se quedaron sin
resolver.
Según lo que experimentaron, todos
coincidían en que allí se prepara cuidadosamente una nueva existencia,
acordando reencuentros y organizando situaciones muy concretas que les
sirviesen de estímulo para comprender y mejorar como seres humanos.
Para ello, debían planificar encuentros, relaciones, enfermedades,
separaciones, pérdidas, cambios de fortuna, giros inesperados en la
vida, etc... Si confiamos en estos testimonios avalados por
investigadores serios, y consideramos estas importantes revelaciones,
podremos entrever claramente que hay muchas cosas en la vida que han
sido preparadas previamente con una finalidad muy concreta; aprender,
evolucionar y mejorar como seres humanos, para así poder llegar a una
meta común: la felicidad y la autorrealización.
Llegados a este punto, lo que cabe
preguntarse es: ¿todo lo que vivimos forma parte de un plan? y ¿dicho
plan nos condiciona hasta el punto de encajonarnos en un programa
rígido que nos coarta la libertad? La respuesta es; NO. Y a través de un
ejemplo sencillo, podremos comprender la inteligencia y efectividad
con la que opera el “plan” predestinado antes del nacimiento.
Imaginemos por un momento que
organizamos un viaje a un lugar desconocido, planificándolo con sumo
detalle; reservamos el vuelo de ida y vuelta, un coche de alquiler con
el que nos moveremos, preparamos también un circuito por lugares que
visitaremos, haciendo reservas en los hoteles en los que nos alojaremos
en las diferentes poblaciones o ciudades que deseamos conocer.
Imaginemos, que además de visitar lugares nuevos, también queremos
desarrollar nuestra destreza y agilidad para movernos por sitios
desconocidos, por lo que organizamos el viaje quedándonos un día en
cada ciudad. Además, si necesitamos desarrollar nuestra capacidad de
adaptarnos a los cambios, dormiremos en hoteles de diferentes
categorías. Y si además de todo ello, nos proponemos desarrollar la
paciencia y la tolerancia, nos vamos de viaje con una persona con la
que sabemos que pueden surgir conflictos, debido a que tiene ritmos y
gustos diferentes a los nuestros en comidas y otras cosas. En un viaje
de estas características, evidentemente hay muchas cosas que están
preparadas; vuelos, coche, alojamiento, compañía; ese sería el destino.
Y además, tenemos la posibilidad de aprender habilidades nuevas,
crecer, y pulir nuestro carácter a través de las oportunidades y los
desafíos que esas situaciones nos van a brindar. ¿Hasta dónde
desarrollaremos la atención, la destreza, la adaptabilidad, la
tolerancia, la paciencia..?, depende de nosotros, de lo que
aprovechemos las oportunidades, de nuestro esfuerzo por estar atentos,
de nuestro entusiasmo por aprender de los errores. Y lo que no logremos
aprender y desarrollar, sencillamente lo dejaremos pendiente para el
próximo viaje que con seguridad se planificará en otro momento.
Si hacemos el paralelismo simbólico
entre este ejemplo y la evolución del alma a través de sucesivas vidas o
reencarnaciones, veremos dos cosas muy claras. La primera: en cada
vida nos preparamos las condiciones idóneas para crecer y aprender. Y la
segunda: el punto de crecimiento en el que nos quedamos al morir, lo
retomamos en la siguiente encarnación, que siempre es cuidadosamente
preparada en función de las necesidades que se tienen para la siguiente
etapa del camino evolutivo.
Cuando estudiamos una carta astral
natal, lo que el mapa planetario nos muestra es el diseño, el plan del
alma para la nueva vida que comienza en ese preciso momento. Ahí están
reflejadas las habilidades que ya se han desarrollado en “viajes”
anteriores, y las cualidades que están pendientes de aprender y
desarrollar en el viaje que acaba de empezar, y que conforman el nuevo
plan o “mapa de ruta”. Y cuando analizamos una carta astral anual, a
través de los movimientos planetarios que se van sucediendo año tras
año, se pueden ver reflejados los momentos significativos e importantes
en los que se producirán los cambios y surgirán las nuevas
situaciones, previamente preparadas, como oportunidades disfrazadas
para avanzar, aprender y crecer. Qué vamos a hacer con esas
oportunidades, cómo las aprovecharemos, cómo vamos a manejar los
cambios, los encuentros… eso depende de nosotros, de nuestro libre
albedrío, de nuestra capacidad de reflexión, decisión y elección. El
plan es, con mucha probabilidad, el más adecuado e incluso el más
perfecto para cada uno de nosotros. Cómo aprovecharemos dicho plan,
depende exclusivamente de nuestra dedicación y compromiso con el trabajo
a realizar.
Entre las cosas más
importantes que el alma se prepara, está el acuerdo con los dos seres
humanos que se unirán para traerla al mundo físico, y pueda nacer a una
nueva existencia; sus padres. Ellos representarán y reflejarán el grado
de crecimiento y evolución en el que se encuentra el alma al nacer,
ellos le proporcionarán las bases y las condiciones idóneas para que
pueda crecer y madurar. Por lo que es fácil deducir que no están
elegidos al azar ni mucho menos. Independientemente de como sean, con
sus cualidades y sus deficiencias, siempre son los padres perfectos para
cada uno, siempre. Ellos nos proporcionan las bases de lo que con el
tiempo será la personalidad adulta. Llegados a este punto, es lógico
que, las personas que han vivido experiencias traumáticas y dolorosas en
la infancia con sus padres, pongan en tela de juicio, e incluso
rechacen lo que se está afirmando. Pero es así, aquí no hay cabida para
el error, los padres no son producto del azar, ni mucho menos un
castigo que el alma se inflige a sí misma cuando estos tienen graves
deficiencias como educadores. Los padres son nuestros primeros grandes
maestros; a través de sus aciertos y sus equivocaciones - habitualmente
sin ser conscientes de ello- nos enseñan las primeras y más
importantes lecciones. Nos muestran "los frutos que debemos cultivar y
las malas hierbas que debemos arrancar". El encuentro, el acuerdo, se
produce por afinidades psicológicas, y supone una ayuda mútua para el
crecimiento de las almas implicadas. Por lo que entre otras cosas, nos
muestran con detalle aquellos aspectos de nuestra personalidad que
hemos venido a cultivar, a corregir o a transformar. No hay más, es así
de sencillo y de complejo al mismo tiempo. Recordemos que la hoja de
ruta está perfectamente conformada y organizada, que los personajes más
importantes tienen algo esencial que mostrarnos o enseñarnos. Es
cierto que a veces el aprendizaje es doloroso, pero también es cierto
-y si somos sinceros con nosotros mismos lo veremos claramente- que
muchas veces no nos movemos, ni reaccionamos, hasta que no sentimos
dolor. En la vida hay dos vías para el crecimiento; el dolor y la
comprensión. Y muchas veces, sobre todo cuando el alma es más joven e
inexperta, suele ser necesario el dolor para empujarla hacia la búsqueda
de la comprensión que la ayudará a crecer. Cuando
juzgamos a nuestros padres, nos estamos considerando superiores a
ellos. Y si esto ocurre, tenemos un gran trabajo que hacer si queremos
avanzar. En qué consiste el trabajo, queda para la reflexión de cada
uno…
Uno de los grandes sabios del pasado lo
dijo muy claro; no hay un solo pelo de nuestra cabeza que se nos caiga y
que pase desapercibido a la gran Inteligencia Divina Creadora. En esta
enseñanza que parece tan simple y tan misteriosa, hay un contenido
inconmensurable.