Artículo
Introducción
La menstruación es una función de los órganos genitales
femeninos que aparece en la pubertad y que se repite
de un modo periódico, aproximadamente cada mes. Se
manifiesta por una serie de fenómenos, de los cuales el
más visible es un flujo de sangre, que desde el útero,
llega a la vagina y la vulva. Este proceso fisiológico, al
paso del tiempo, ha recibido diferentes nombres, como
mes, curso, periodo, menstruo, enfermedad, flores, mensualidades, tiempos, catamenia, épocas ordinarias, etc.1
A través de los siglos se le ha relacionado con la Luna,
con la eliminación de elementos de desecho del organismo
de la mujer (que podían llegar a ser peligrosos a los demás)
y, sobre todo, con la fertilidad. El flujo menstrual animó
siempre la curiosidad de los médicos, quienes emitieron
numerosas teorías acerca de este fenómeno. Fue hasta
el descubrimiento de la ovulación y de los cambios en la
mucosa uterina en que este proceso entró en un periodo
científico que permitió comprenderlo por completo.
La fascinación por la luna
El origen de la palabra menstruación está relacionada con
la Luna, ya que deriva del griego men, menos, el mes,
mes lunar; de mene, es, la Luna.2 De acuerdo con el Manual Merck, la palabra menstruación deriva del español menstruo, que a su vez proviene del latín menstruums y
cuyo origen está en la palabra griega mensis que significa
mes.3 Se aceptan dos hechos que relacionan a la Luna con
la menstruación: 1) El tiempo, por la semejanza entre la
duración del calendario lunar y el ciclo de la menstruación; 2) la influencia que la Luna tiene sobre las mareas,
que no pasó inadvertida para los antiguos, quienes rápidamente intuyeron que esa misma influencia se ejercía sobre
los líquidos y humores del cuerpo. La menstruación era la
evidencia más clara de movimiento y eliminación de líquido del cuerpo causados por la Luna. La relación de la Luna
como una forma de medición es más profunda de lo que
creemos, la palabra moon en inglés y su equivalente en
otras lenguas proviene de la raíz, me, que significa medida. Los
antiguos babilonios comenzaron con el calendario
lunar y por el año 432 a.C., al buscar medir el ciclo de las estaciones
mediante múltiplos de los ciclos lunares, descubrieron el ciclo
metónico, que consta de diecinueve años y
recibe este nombre por el astrónomo Metón.4
La Luna ha sido un instrumento de medida universal
que vincula el agua, la lluvia y la fecundidad de las mujeres, los animales, la vegetación, etc. El simbolismo de
la Luna se manifiesta en correlación con el del Sol. Sus
dos caracteres más fundamentales derivan de que la Luna
carece de luz propia y no es más que un reflejo del Sol;
además de que atraviesa fases diferentes y cambia de
forma. Por esto simboliza la dependencia de la mujer y
los cambios que presenta mensualmente (Figura 1). Lo
anterior se hace más evidente al analizar el origen de la
palabra Luna. Ésta deriva del latín Luna-ae, la Luna; por
contracción de lucina, lo relativo al nacimiento, o dado
a la luz; del luceo, xi, ere, lucir, brillar; de lux, lucis, la luz. El nombre griego de la Luna, Selene, deriva de selenon, pequeña Luna; diminutivo de Selene-es, Luna llena,
blanca, clara; que viene de selas, selaos, claridad, fuego,
luz brillante, éste de ele o eile-es, calor del Sol, rayos del
Sol; porque lo refleja la Luna llena.5
Figura 1. En el tarot Vieville (Siglo XVII) la carta XVIII de la
Luna muestra una mujer hilando bajo la influencia de ese astro, pero con una clara presencia del sol.
La identificación del Sol con el fuego condujo a que la
Luna se hiciera señora del otro gran elemento de la creación: el agua.6 Así se establece la relación de la Luna con las
mareas, con el rocío de las mañanas y con la menstruación
femenina; toma como punto coincidente la fertilidad a través del agua o de la mujer.
Aristóteles (384-322 a.C.) menciona en su libro "Sobre la Generación de los Animales", que el organismo
femenino podía ser influenciado por la Luna: "También,
el hecho de que la descarga menstrual en el curso natural
ocurra cuando la Luna esté menguando es debido a la
misma causa. Ese tiempo del mes es más frío y más fluido
debido a la mengua y falla de la Luna (ya que la Luna hace
el verano y el invierno en el curso de un mes tal y como el
sol lo hace en el curso del todo el año)." Galeno (130-200
d.C.) también pensaba que existía una fuerte relación
con el ciclo lunar: "Esto ocurre mensualmente, no exactamente para todas, pero en general. Algunas tienen su
periodo antes de tiempo y otras, después. Esto viene a
su apropiado tiempo y no afecta a todas al mismo tiempo, cuando la luz de la Luna se desvanece, como dijeron
Diocles y Empédocles".7
Debido al carácter cíclico y cambiante de la Luna, por
lo general, se le representa de una manera dinámica, ya
que se distinguen tres formas básicas: la Luna llena, la
media y la oscura. Así, en Grecia se veía como una diosa
triforme: la diosa Hécate representaba a la Luna oscura;
Selene, en el cielo, a la Luna creciente y Artemisa, en la
Tierra, a la Luna llena. Esta trinidad se representó a través de estatuas posteriores donde aparece como una mujer
triple. Así es que el Sol representa al hombre, ya que es
una constante fuente de luz, mientras que la Luna, por ser
cambiante y seguir un orden diferente es la imagen característica de la mujer. Los cambios que se aprecian durante
el ciclo lunar reflejaban el mundo físico y psíquico de la
mujer, como un signo de inconstancia y variabilidad tanto
física como espiritual (Figura 2).
Figura 2. La Luna en Grecia se veía como una diosa triforme:
la diosa Hécate representaba a la Luna oscura; Selene en el
cielo a la Luna creciente, y Artemisa a la Luna llena.
Los médicos conocían muy bien el incremento en la
hemorragia durante la Luna llena, y confirmaba la creencia astrológica de que no era prudente practicar sangrías
durante la oposición del Sol y la Luna.8,9 Jane Sharp (fl.
1670;partera del Siglo XVI, hace ver que la influencia de
la Luna es diferente entre mujeres jóvenes y de mayor
edad, y llama la atención del peligro de inducir la menstruación en ciertas fases lunares: "Pero no haga ninguna
de estas cosas a mujeres embarazadas, porque eso será
un Asesinato: dé su remedio un poco antes de la Luna Llena, o entre la Nueva y la Llena, porque esto incrementa
la sangre: pero nunca en Luna Menguante, porque esto
no es bueno."10
En el Siglo XVI prevalecía la tesis de que la influencia
de la Luna era una prueba de que la mujer era "un trabajo
imperfecto de la naturaleza". Claude Dariot (1533-1594),
médico y astrónomo, en su tratado "Una breve y más fácil
introducción al juicio astrológico de las estrellas" colocaba al género femenino bajo la influencia de la Luna,
que gobernaba las aguas, sin olvidar el flujo mensual de
las mujeres (Figura 3). Su descripción de la belleza femenina era la de la típica fisonomía lunar —una cara redonda
y ojos justos... y un cuerpo suave—, y estaba muy cerca
del estándar de la época (Figura 4). La influencia lunar
también podía causar locura; de aquí el origen de la palabra lunático: una abundancia de la humedad y el frío de
la flema podía resultar en pereza y fatiga, cualidades que
eran fatales si se asociaban con una inestabilidad mental. Dariot consideraba la influencia de Venus como la
segunda presencia planetaria femenina más positiva para "madres, esposas, bordadoras y cocineras." De acuerdo
con la teoría astrológica, el control negativo de la Luna
podía ser mitigado por el matrimonio, la maternidad y el
apego a los deberes domésticos positivos de Venus, como
coser y cocinar.11,12
Figura 3. En el Siglo XVII se colocaba al género femenino bajo
la influencia de la Luna, que gobernaba las aguas, incluso el
flujo mensual de las mujeres. Gustav Reynier, 1685.
Figura 4. La descripción de la belleza femenina en el Siglo XVII
era la de la típica fisonomía lunar —una cara redonda y ojos
justos... y un cuerpo suave. Joven cortando cebollas. Gerrit
Dou, 1646.
Todavía en el Siglo XIX, en 1840, el renombrado neurofisiólogo inglés Thomas Laycock (1812-1876) propuso la
teoría de que todos los fenómenos fisiológicos eran gobernados por ciclos temporales regulares, que él atribuía a
la influencia del sol, la Luna y las estaciones.13 En 1842, bajo la Ley Británica, el Acta de Locura definía como "Lunático" a una persona demente que gozaba de intervalos
lúcidos durante las dos primeras fases de la Luna y era
afligida por un periodo de pérdida del entendimiento en
el periodo posterior a la Luna llena.14
El monstruoso poder de la menstruación
La pérdida mensual de sangre en la mujer representó un
hecho que, por ser un signo externo y evidente, llamó la
atención a los pueblos de la antigüedad, y, por ello, no
es de extrañar que se relacionara con temores sociales o
personales, y que fuera rodeada de diversas supersticiones. La palabra superstición, de acuerdo con la Academia
de la Lengua Española, es una propensión, causada por
temor o ignorancia, a atribuir carácter sobrenatural u
oculto a determinados acontecimientos. Tal vez uno de
los primeros temores inspirados por la menstruación haya
ocurrido en la prehistoria, en grupos sociales formados
por cazadores, ante el riesgo de que al contaminarse con
la sangre menstrual pudiese atraer animales y aumentara
el riesgo de ser atacados.15
Para los persas (800 a.C.), la mujer que había tenido
un hijo, igual que la mujer que estaba menstruando, era
"impura" y se le aislaba por cuatro o más días en un cuarto
que tenía desparramada paja seca y alejada quince pasos
del fuego y el agua, los elementos limpios. También estaba prohibido el coito, y sólo podía ser realizado después
de las ceremonias de purificación de los "nueve portales del cuerpo".16 En la India oriental (Siglo VI a.C.), los
ritos védicos de purificación de la mujer menstruante eran
muy precisos, y establecían que la mujer debía frotarse
los dientes, hacer gárgaras doce veces y lavarse manos
y pies; posteriormente zambullirse doce veces en el río, y
tras salir de él, frotarse con lodo que llevara estiércol
fresco, volver a zambullirse en el agua treinta y cuatro
veces, y repetir las friegas de lodo; repetir la inmersión veinticuatro veces, frotarse el cuerpo con azafrán y,
para terminar, otros veinticuatro chapuzones más.17
Sobre la causa de la menstruación, prevalecieron las
ideas de la medicina griega, que la veían como una forma de excreción de residuos, hasta fines del Siglo XIX.
Hipócrates (466-377 a.C.) consideraba que la sangre
menstrual era un producto de desecho, debido a que la
mujer producía demasiada sangre. Pensaba también que
la mujer producía un semen como el varón, y que la sangre menstrual servía como alimento para el desarrollo
fetal. El origen de este sangrado, decía Hipócrates, se
debía a que la mujer era excesivamente caliente, y sólo
por este medio lograba atemperar el organismo.18 Galeno
(Siglo II d.C.), pensaba lo contrario, ya que la sangre
menstrual aparecía debido a la imperfección de la mujer —fría y húmeda—
por la falta del calor necesario, lo
que causaba una digestión anormal de los alimentos; la función del
sangrado era eliminar los materiales de desperdicio. De acuerdo con
Galeno, el semen del varón y
la sangre menstrual en la mujer procedían de una misma
fuente, una digestión incompleta.19
A los planteamientos médicos griegos que calificaban
a la menstruación como una forma de eliminar desperdicios, se le añadió otra corriente de pensamiento
procedente de la tradición popular y religiosa romana,
que le imputaba efectos peligrosos y maravillosos. El
principal divulgador de estas ideas fue Plinio El Viejo
(23-79 dC) en Roma (Figura 5), en su Historia Natural, 20 donde dice sobre la sangre menstrual: "Pero nada puede ser fácilmente encontrado que es más notable que el
flujo mensual de las mujeres. El contacto con él convierte el vino nuevo en agrio, las cosechas tocadas por él
se vuelven yermas, los injertos mueren, las semillas en
los jardines se secan, la fruta de los árboles se cae, la
superficie brillante de los espejos en que es apenas reflejada es oscurecida, el borde de acero y el destello del
marfil son embotados, las colmenas de las abejas mueren, aun el bronce y el hierro al momento son afectados
por óxido, y un olor horrible llena el aire; el probarlo
hace enojar a los perros e infecta sus mordeduras con un
veneno incurable. Más aún, el betún, una sustancia generalmente pegajosa y viscosa, que en ciertas estaciones
del año flota en la superficie del lago de Judea llamado
alberca de asfalto, se adhiere a todo lo que toca, y no
puede ser retirado excepto por un lienzo empapado en
el venenoso líquido en cuestión." Además, añade "Cosas
terribles se han dicho acerca del monstruoso poder de
las menstruaciones, cuya magia ya he discutido, de las
que puedo repetir lo siguiente sin vergüenza: si la fuerza
de la mujer comienza a fluir en un eclipse solar o lunar el
daño será irremediable, y aun si no hay Luna, la relación
sexual es pestífera o fatal para el hombre; la púrpura
es contaminada por mujeres menstruando, así de grande es su fuerza. Pero en otras ocasiones durante el periodo
menstrual, si las mujeres caminan desnudas a través del
campo, gusanos, escarabajos y otras pestes se eliminan.
Metrodorus de Scepsis dice que eso fue descubierto en
Capadocia durante una infestación de escarabajos cantáridos, y las mujeres caminaron a través de los campos con
sus vestidos levantados por encima de sus nalgas."
Figura 5. Portada de la "Historia Natural" de Plinio El Viejo
(23-79 d.C.). Edición 1669.
En el Talmud judío, escrito entre los siglos II y IV d.C.,
se anota: "Una mujer menstruante es impura por siete
días y tiene que realizar un ritual de impureza aun si ella
sangra por menos de siete días." Un hombre que cohabita
con una mujer menstruante merece una pena de muerte
celestial y es azotado por decreto rabínico. Las mujeres
menstruantes tienen que ser separadas de sus esposos.21
Cuando estos conceptos judíos de impureza y peligro de
la sangre menstrual entraron en contacto con la filosofía
cristiana, se les relacionó inmediatamente con la imperfección de la
mujer, y dio lugar a nuevas posibilidades
interpretativas de las diferencias biológicas entre los dos
género. El pecado de Eva hace que la mujer sea veleidosa y con
tendencias malévolas, en tanto que el hombre
se convierte en el ejemplo de convicciones firmes y con
tendencia benévola. El supuesto efecto pernicioso de la sangre menstrual
llevó a establecer una serie de prohibiciones sociales que afectaban
directamente a las mujeres
menstruantes. Como ejemplo, en el primer concilio ecuménico realizado en
Nicea, ciudad del Asia Menor, hoy
Turquía, el año 325 d.C., se prohibió la entrada en las
Iglesias a las mujeres que estuvieran menstruando.22,23
La ausencia de la menstruación -cuando no era causada por embarazo- se consideraba como un estado de
extrema gravedad para la mujer, ya que causaba que los
humores malos y corruptos abundaran dentro del cuerpo,
y para solucionar ese problema se utilizaban remedios
conocidos como emenagogos, entre los cuales destacan
el ajenjo, la sabina, el azafrán, el hinojo, las semillas de
anís y las infusiones de perejil. Otra forma de inducir la
menstruación era usar soluciones emolientes para abrir
las obstrucciones uterinas: baños prolongados con calamina, hiedra, salvia, hojas de laurel; aplicación vaginal
de sustancias aromáticas (como el cedro), vapor y duchas de agua caliente.24,25 Esta relación entre la salud de
la mujer y la menstruación la describe Juan de Cárdenas
en 1591: "Si alguna evacuación de sangre puede en el
cuerpo humano llamarse natural y muy conforme a la salud y conservación dél es la llamada mestrua o mestrual,
por cuanto le sucede a la muger, cuando no sea niña o vieja o esté preñada, puntualmente de mes a mes y esto con
tanta utilidad y provecho de su salud que el venirles
con concierto le libra y repara de millones de enfermedades, causando gracioso color en el rostro, fuercas en
los miembros, apetito de sanos y loables mantenimientos, siendo tan al contrario en faltándole, que de la tal
falta o retención le suceden infinitos males; finalmente
no se puede llamar muger sino retrato de duelos la pobre
y miserable que en pasando de los catorce años la tal
evacuación no tuviese." (sic)26
En los siglos XVIII y XIX se puso de moda la "melancolía", y hubo casos de depresión y suicidio a causa de
situaciones amorosas muchas veces incitadas por novelas
y obras que tratan del amor y la muerte. En el género femenino, estos hechos infortunados se relacionaron con el
supremo poder del útero, que actúa a capricho sobre
el estado de la mujer. En 1826, W. P. Dewes (1768-1841)
describió los problemas a los que podían enfrentarse las
jóvenes con el inicio de la menstruación debido a la fuerte influencia que el útero podía ejercer sobre el resto
de su organismo:27 "Para ella, el periodo de la pubertad
está frecuentemente repleto de demonios; ella está expuesta a irregularidades de su menstruación, y amenazada
severamente de sus consecuencias. Ha sido manejado
desde tiempo inmemorial que el útero ejerce un poder
supremo sobre cada uno de los otros sistemas; y los gobierna con un balance no menos caprichoso que potente.
Esto crea, exalta o modifica enfermedades en cada porción del cuerpo." La mayoría de las autoridades médicas
creían que durante el periodo menstrual la mujer estaba
especialmente débil y predispuesta a una gran variedad
de enfermedades perniciosas. Para ello recomendaban
reposo y tratar de evitar cualquier tipo de actividad física
o mental. Lo mejor era que no acudieran a la escuela los
dos primeros días del sangrado, y estaba completamente prohibido bailar, montar en bicicleta, correr, remar, así
como cualquier tipo de ejercicios atléticos; también era
peligroso viajar en automóvil, tren o carruaje.28-30
Una teoría que fue resucitada en pleno Siglo XX se
basaba en una supuesta toxicidad bacteriana de la sangre menstrual. Esta teoría fue propuesta primero en 1920
por un médico, Bela Schick (1877-1967), quien planteó
la existencia de lo que llamó "menotoxinas" bacterianas
en la sangre menstrual.31 En 1940, un antropólogo inglés,
Ashley Montagu (1905-1999), sugirió que, de hecho, las
mujeres menstruantes secaban plantas, cambiaban el
vino, causaban que la cebada se cayera, todo debido a
los componentes químicos en su sangre menstrual.32 Las menotoxinas no fueron más que los términos simbólicos
de una creencia popular en la contaminación, un símbolo
científico para las fuerzas que, en otros tiempos, eran
llamadas contaminación espiritual, veneno psíquico, o
castigo divino.
La menstruación también podía ejercer efectos útiles. En 1827, el médico español Dr. Baltasar de Viguera33 anotó una recopilación de algunos de los mitos "benéficos" que se han mencionado de ella:
"Así, sin contar con
los soñados efectos de los filtros que tenían por base la sangre
menstrua, y que
bebidos por un hombre en cualquier licor se les creía eficacísimos para
inspirarle la pasión más violenta hacia la
muger que les había preparado; se ha creído también que
las escrófulas, las berrugas y demás tumores indolentes;
que la gota, el fuego sacro, el ántrax, los diviesos, &c, se
curaban con sólo el tacto de una muger menstruante, ó
aplicando sobre las partes afectas un cabezal empapado
en su sangre; que la hidrofobia, la epilepsia y las calenturas
intermitentes, desaparecían aplicando al brazo un
pedazo de bayeta bien penetrada de este específico; e
igualmente que si la menstruante frotaba con sus manos
las plantas de los pies de un tercianario o cuartanario, se curaba
infaliblemente con tal que ella ignorase la virtud o gracia inherente a
su estado. Se aseguraba además,
que si en esta época se presentaba desnuda en el campo,
desvanecía las tempestades, alejaba el rayo, disipaba el
pedrisco, y serenaba la faz procelosa de la atmósfera." (sic)
La Dra. Mary Putnam Jacobi (1842-1906), miembro de
una prestigiosa familia de publicistas de Nueva York, fue
la sexta mujer graduada de una escuela norteamericana
de medicina (Figura 6). La Dra. Putnam Jacobi avanzó
más allá de las antiguas formas de ver a la menstruación
como un proceso de evacuación de material previamente acumulado cuya retención era nociva. La base de su
teoría era que la sangre constantemente se acumulaba
en los plexos periuterinos esperando un embarazo, en
cualquier tiempo posible; si éste no ocurría, la sangre se
volvía inútil, y era eliminada del organismo, en vez de
ser restaurada a la circulación general. Además destacó
por llevar a cabo una serie de experimentos simples con
el fin de conocer los cambios que ocurrían en el cuerpo
femenino menstruante, midiendo la temperatura y la excreción de urea, así como lo relacionado con la fortaleza
muscular; usó un dinamómetro y concluyó de su análisis
que, durante la menstruación normal, el cuerpo no sufría
ninguna alteración en sus funciones generales, con lo que
echó por tierra las antiguas teorías que afirmaban graves
efectos deletéreos para la salud de la mujer durante este
periodo.34
Figura 6. Dra. Mary Putnam Jacobi (1842-1906).
Sin flores no hay fruto
El uso del término de "flores" para referirse a la menstruación era muy utilizado en la antigüedad, como lo
mencionaba Trótula (una mujer de noble familia que fue
maestra en la escuela de Salerno, en Italia) a mediados
del Siglo XI, en un texto que se le atribuye llamado De Mulierum Passionibus: "El flujo menstrual opera una especie
de regulación del temperamento femenino. Mientras
que en los hombres el calor dominante atempera mediante el sudor, en las mujeres la humedad excesiva es
purgada por las menstruaciones, que el vulgo llama flores,
pues al igual que los árboles no producen frutos sin flores, de la misma manera las mujeres sin flores no pueden
concebir".35 La correlación de menstruación y fertilidad
es muy antigua, pues se pensaba que la sangre menstrual
servía como alimento para el desarrollo fetal. Puesto que
el sangrado menstrual se relacionaba con el embarazo,
se creía que la época más fértil de la mujer era cuando
la menstruación estaba terminando, lo cual coincidía generalmente con el aumento del apetito sexual. Cuando
ocurría el embarazo, la sangre menstrual ascendía hacia
los pechos, donde se usaba para producir leche.36,19 Plinio
El Viejo (23-79 d.C.) también mencionó que la menstruación era necesaria
para engendrar niños: "No sólo ocurre
esta perniciosa travesura cada mes, sino que viene en
mayor cantidad cada tres meses; y en algunos casos se
vuelve más frecuente que una vez al mes así como en
ciertas mujeres nunca ocurre en absoluto. Las últimas no
tienen niños, debido a que la sustancia en cuestión es el material para
la generación humana". Y añadía "La sustancia es el material para la
generación humana, como
el semen de los hombres actúa como el cuajo, colecta
esta sustancia dentro de él, que allí es inmediatamente
inspirado con vida y dotado con cuerpo."20
La relación de la función ovárica con la menstruación
se debió a Egner de Graaf (1641-1673) cuando en 1672
descubrió la presencia de los folículos en los ovarios, debido a que observó un embarazo ectópico ovárico; por
eso pensó que ellos podían tener alguna función en la
reproducción; además dio nombre al ovario.37 Los siguientes avances científicos ocurrieron hasta el Siglo XIX. En
mayo de 1827, el alemán Karl Ernst von Baer (1792-1876),
biólogo alemán, fundador de la embriología, mientras
trabajaba en el tracto reproductor del perro, advirtió un
punto blanco amarillento en cada folículo ovárico. Llevado por su curiosidad, abrió uno de los folículos para tomar
el diminuto objeto con la punta del bisturí. Posteriormente escribió: "cuando lo coloqué bajo el microscopio quedé
completamente asombrado, vi un óvulo, y tan claramente que ni un ciego hubiera podido negarlo. Es realmente
maravilloso y sorprendente poder demostrar visualmente, mediante un procedimiento tan sencillo, algo que
se había buscado de forma tan persistente y discutido
hasta el aburrimiento en todos los libros de Fisiología,
hasta considerarlo un problema insoluble."38, 39 En 1863, el Dr. Eduard Friederich Wilhelm Pflüger (1829-1910),
profesor de la Universidad de Berlín, de acuerdo con la
teoría neurocéntrica de la época, afirmó que la distensión gradual de la superficie del ovario por el crecimiento
del folículo de Graaf irritaba los nervios ováricos. Este
impulso fluía hacia la médula espinal y regresaba para
crear una congestión que llevaba a la menstruación. Esta
irritación era reflejada a las arteriolas espermáticas (útero-ováricas), lo que producía una dilatación activa con
el correspondiente flujo de sangre al hilio del ovario y a
la masa de arteriolas distribuidas a los lados y al fondo
del útero y las trompas.40 Marcello Malpighi (1628-1694),
considerado el fundador de la anatomía microscópica,
descubrió la presencia de un grupo de células que aparecían en el folículo donde había ocurrido la ovulación, y,
por su color, le dio el nombre en latín de "corpus luteum" (cuerpo amarillo).41
En 1896, en Austria, Emil Knauer (1867-1935) notó
que al quitar los ovarios de los animales desaparecía la
menstruación, y si se practicaba un trasplante, la menstruación se reestablecía; así apareció el concepto de que
"los ovarios ejercían su influencia por medio de alguna
secreción que era llevada por el torrente sanguíneo, la
hormona ovárica".42 El misterio del origen de la menstruación comenzó a develarse en 1908, cuando dos médicos
de la Universidad de Viena, Fritz Hitschman (1870-1926)
y Ludwig Adler (1876-1958) presentaron un meticuloso
estudio histológico de la mucosa uterina de 58 mujeres
en diferentes estadios del ciclo menstrual, con lo que demostraron por primera vez que el endometrio presenta
normalmente un aspecto que cambia en forma continua.
Efectuaron la división del endometrio en dos capas: la
compacta y la esponjosa, y describieron cuatro fases de
acuerdo con los cambios histológicos observados: fase
posmenstrual, fase de intervalo, fase premenstrual y la
menstrual.43
Poco faltaba para descubrir la explicación científica
del complejo ciclo que producía la menstruación. Fue en
Estados Unidos donde los doctores Edward Allen (1892-1943) y Edward A. Doisy (1893-1986), en la Universidad
de Washington (Figura 7), demostraron la presencia de
los estrógenos con el estudio del estro del ratón.44 Luego aislaron la hormona pura del líquido folicular, ovarios,
placenta y otros tejidos. Demostraron en estudios con
animales que el estrógeno causaba crecimiento y desarrollo del endometrio y que la hemorragia uterina era
posterior a una caída en la concentración de los estrógenos por debajo del 50 por ciento del pico de secreción
normal.45 Finalmente, Doisy aisló la "foliculina" (estrona)
cristalina de la orina de mujeres embarazadas en julio
de 1929.46 Un año antes, en 1928, George Washington
Corner (1889-1981) y Willard Myron Allen (1904-1993),
en la Universidad de Rochester en EE.UU., habían aislado la sustancia activa del cuerpo lúteo en extractos de
alcohol, que al ser aplicados a conejas causaban efectos
indudables en el endometrio, y completaban un ciclo que
culminaba con la menstruación (Figura 8). En 1929 ellos
anotaron "...parece, por lo tanto, que los extractos del
cuerpo lúteo contienen una hormona especial que tiene
como una de sus funciones la preparación del útero para la recepción de los embriones induciendo la proliferación
progestacional del endometrio"47 y "...está ahora completa la evidencia de que en la coneja el cuerpo lúteo
es un órgano de secreción interna, que tiene como una
de sus funciones la producción de un estado especial de
la mucosa uterina (proliferación progestacional) y que,
a su vez, la función del endometrio proliferado es nutrir o proteger los blastocitos libres y hacer posible su
implantación."48 Finalmente, en 1934, cuatro grupos
independientes lograron el aislamiento de la progesterona
cristalina en forma simultánea: Willard M. Allen y Oskar P.
Wintersteiner (en Estados Unidos); Adolf F.J. Butenandt y Ulrich
Westphal (Alemania); Max Hartmann y Albert
Wettstein (Suiza) y Kart H. Slotta y colaboradores (Alemania). El
aislamiento de la hormona requirió grandes
cantidades de material; Butenandt usó los cuerpos lúteos
de 50 000 cerdas para obtener unos pocos miligramos de
la hormona. El nombre de "progesterona" surgió en la
Segunda Conferencia Internacional sobre Estandarización de Hormonas
Sexuales en 1935, donde se acordó el
nombre de "progesterona", que significa "a favor de la
gestación".49
Figura 7. Dr. Edward Allen (1892-1943) y Dr. Edward Doisy
(1893-1986).
Figura 8. Dr. George Washington Corner (1889-1981) y Dr. Willard Myron Allen (1904-1993).
A partir de esta nueva evidencia se comprobó que las
fechas más fértiles eran los días cercanos a la ovulación,
y de esta manera se ideó un método natural tanto para
la búsqueda de embarazo como para tratar de evitarlo;
así apareció el método del ritmo o del calendario, que
inicialmente fue conocido como el método Ogino-Knaus,
ya que fue planteado por el ginecólogo japonés Kyusaku
Ogino (1882-1975) en 1924 y perfeccionado por el médico
austriaco Hermann Knaus (1892-1970) en 1928. Consiste
en contar los días del ciclo menstrual de la mujer para
lograr el embarazo o evitar quedar embarazada. Para una
mujer cuyo ciclo menstrual está entre 25 y 32 días, se calcula que es
infértil los primeros siete días de su ciclo, es
fértil entre los días ocho y 20, y vuelve a ser infértil el día 21.
Cuando se trata de evitar el embarazo, usándolo perfectamente, este
método tiene un nivel de efectividad
cercano al 80%.50 Más de treinta años después, en 1972
en Melbourne, Australia, John Billings (1918-2007) (Figura 9), reconocido como un "católico incondicional", con
base en su fe cristiana sobre la Teología del Cuerpo propuso un método que, además del calendario, evaluaba los
efectos hormonales sobre el moco cervical, identificando
las fases pre-ovulatoria o fértil (moco filante y acuoso)
y post-ovulatoria, no fértil (moco escaso y espeso) del
ciclo.51
Figura 9. John Billings (1918-2007).
La historia de la menstruación es un reflejo de los
cambios que han ocurrido en la accidentada evolución de
la medicina en general, ya que inició como un concepto
mágico y astral, que luego fue objeto de las teorías filosóficas que la
catalogaron como un producto de la digestión
y le adjudicaron propiedades genésicas y nocivas al mismo tiempo, y se
le consideró como una demostración
de la inferioridad de la mujer. No fue sino hasta el Siglo
XIX que, gracias a los avances en el método científico,
se descubrió en forma aislada que los órganos genitales
femeninos se relacionaban armónicamente con funciones específicas
orientadas hacia la búsqueda de una gestación. Se llegó a identificar la
presencia de las hormonas
sexuales ováricas y su efecto en la mucosa uterina. Así,
después de cientos de años de ignorancia, se logró eliminar la mayoría
de las supersticiones que existían sobre
la menstruación, aun cuando el concepto de inferioridad
de la mujer ha tenido pocos cambios hasta la actualidad.
Correspondencia: Dr. José Luis Iglesias Benavides. Servicio de
Obstetricia. Facultad de Medicina y Hospital Universitario Dr.
José Eleuterio González. Universidad Autónoma de Nuevo León. Avenida
Francisco I. Madero y Gonzalitos s/n. Colonia Mitras Centro. CP 64460.
Monterrey, Nuevo León, México. Teléfono: (+52 81) 8389 1173.
Correo electrónico:
joseiglesias_22@
hotmail.com
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