domingo, 17 de agosto de 2014

División de casas, Fuerza Planetaria y Cúspides en la Astrología Helenística. Por Robert Schmidt.










División de Casas, Fuerza Planetaria y Cúspides en la Astrología Helenística
por Robert Schmidt

-- traducción: Alhena Casanova --




En el siguiente análisis de la división de casas dentro de la Astrología Helenística, haremos una nueva distinción para la cual aun no existe una terminología precisa. A veces nos estaremos refiriendo a la división en 12 sectores hecha con el propósito de mejor identificar la fuerza planetaria, a lo cual llamaremos una división "dinámica". En otros casos nos interesara una división en 12 sectores con el fin de establecer regiones asociadas con casas en el sentido moderno de áreas de la vida, a lo cual denominaremos una división "tópica". Este ultimo termino es muy apropiado ya que deriva del griego topos que significa simplemente lugar (es decir, un lugar relativo a la ubicación del ascendente). Sin embargo, esta palabra griega también ha adquirido el significado de un "tópico" o tema en el sentido moderno, un ejemplo puede ser el de Ptolomeo quien frecuentemente llama "tópicos" a los capítulos del Tetrabiblos que tratan temas específicos tales como los padres, la forma del cuerpo, etc.
 

La Tradición Temprana en la División de Casas

Uno de los primeros usos de la división zodiacal para señalar zonas especiales o áreas de la vida, se halla en un trabajo que antecede al texto raíz de Nechepso/Petosiris. Es conocido como Salmeschoiniaka y trata acerca de los decanatos. Solo quedan fragmentos de este trabajo, pero felizmente una parte citada por Hephaistio emplea los decanos como lugares poseedores de gobernancia acerca de temas especiales.
"Se deben examinar también los decanos ya que el primero a partir del Horoskopos trata sobre el nacimiento, el 28avo. a partir del Horoskopos, que culmina a edad temprana, trata sobre la subsistencia, el. 25avo, que culmina a mediodía, trata sobre la enfermedad, el 9no., que se eleva tarde en el este, trata sobre las heridas (agresiones), el 17avo. que se eleva en el oeste, se refiere al matrimonio y la esposa, el 8º., la puerta de Hades, se refiere a los niños, y aquel que coincide con el [eje] subterráneo trata sobre la muerte" (II 18).
Ya que los decanos son vistos como relativos a las divisiones de los signos, se les podría considerar como un sistema de casas a modo decanal. Posiblemente sea contemporáneo con este, el dodekatropos (dodecamoviles o "12-giratorios") atribuido a Hermes. Este es mencionado en el epitome de Trasyllus y en el Rhetorius, también parece estar implícito (si bien no se menciona a Hermes) en dos citas en Valens y en la discusión de Maternus en el Libro III, capítulos 2-7. En todos estos casos los doce lugares (o casas, para emplear un termino actual algo confuso) coinciden inequívocamente con los signos. En ninguna parte hemos hallado entre los primeros escritores un sistema de casas iguales a partir del grado Ascendente o algún sistema de casas mundanas (como por ejemplo las basadas en la división del cuadrante mundano). Muchos de ellos, por ej. Dorotheus, ni siquiera trata la cuestión. Simplemente hablan acerca del Horoskopos y el Mediocielo y lugares relativos a estos. Al faltar un tratamiento especifico del tema, nos da la indicación de que la división en casas era una convención que se tenia por valida y ni siquiera debía ser justificada. En cuyo caso, los pocos que dan indicaciones claras acerca de un sistema de signo-total pueden tomarse como representativos de la practica habitual.
 

Casas de signo-completo en Valens, con dos excepciones

Aunque históricamente sea posterior a Ptolomeo, Valens representa la tradición temprana no influenciada por el Tetrabiblos. Dentro de la considerable cantidad de traducciones que hemos hecho hasta ahora de la Antología, hemos hallado un uso consistente de las casas de signo-total , aparentemente con dos excepciones que trataremos aquí. En el Libro III, capitulo 2, aborda una división de los cuadrantes mundanos en 3 partes iguales (luego llamado el sistema de Porphyrius). Sin embargo resulta claro a partir del contexto que su intención allí es determinar los lugares en los cuales los planetas pueden ser mas o menos activos. En ninguna forma indica que esté estableciendo una división tópica, o un sistema de casas en el sentido lato. De hecho aclara que no lo esta haciendo cuando aborda el segundo sector así construido, "y juzgar otro tercio de los grados como mediano, ni de mayor beneficio ni mas bajo considerando la post-ascensión del Horoskopos y la Diosa y el diámetro del Dios".
Ahora bien, la post-ascensión del Horoskopos es el segundo signo-total, en tanto la Diosa es el nombre tradicional para el tercer signo-total. En otras palabras, esta división tiene un nivel de actividad intermedia ya que los signos tradicionales segundo y tercero se superponen con ella. Obsérvese que el autor no reasigna el termino de "post-ascensión" al segundo intervalo ni el nombre de "Diosa" al tercer intervalo de su nueva división mundana.
Inclusive, Valens ofrece esta evaluación de los niveles de actividad como su aporte correctivo de una tradición que lo precedía, en la cual el primer tercio del cuadrante mundano era considerado como poderoso, y los restantes grados como débiles. Por lo cual puede haber sido Valens el primero de todos los que extendieron la evaluación de la actividad a 12 sectores en lugar de 8, en cuyo caso tal sistema no puede haberle precedido.
 

La segunda excepción aparente al empleo consistente de casas de signo completo por Valens' , ocurre en el Libro IX, capitulo 3, y es llamativo. Se trata del capitulo en el cual Valens introduce el conocido procedimiento de "hacer rotar la rueda" para derivar significados adicionales de las casas a partir de los básicos. Explícitamente el llama a este proceder "12-moviles" como hemos comentado antes, un método atribuido a Hermes, de modo que este pasaje aparentemente preserva la tradición temprana. Ahora, en su delineamiento detallado de este sistema el explícitamente menciona (y frecuentemente los implica por genero) los zoidia. Emplea también los nombres tópicos tradicionales tales como Buen Espíritu , Diosa, etc. Por lo cual, también este es un sistema de signo-completo. El problema surge en el párrafo siguiente, que aquí traduzco:
"Pero ante todo es necesario calcular los lugares hasta el grado. Y al menos siempre que se pueda establecer el grado del Horoskopos, es necesario contar a partir de este grado en adelante hasta completar los 30 grados del siguiente zoidion. Ese será el lugar concerniente a la vida. Luego en forma similar hasta completar otros 30 grados será el lugar concerniente a la subsistencia, y así siguiendo. Ya que a menudo dos lugares que caen juntos (o coinciden) en un zoidion son predictores de ambas naturalezas según sus distancias en grados. Y en forma similar, es necesario examinar al señor del zoidion, en que zoidion esta ubicado y a que clase de lugar queda referido (anclado) de acuerdo a su descripción canónica en grados. Ya que de esta manera [o quizás mediante la giratoria] puede juzgarse el procedimiento Y si alguien calculara pláticamente a un lugar por zoidion (lo que es raro), ellos ´[los nativos? los lugares?] encontraran apremios y ultrajes, o complicación de los asuntos. "
 

No confío mucho en esta traducción. Por ejemplo, no estoy seguro a que dos lugares se refiere en medio del párrafo. Podrían ser dos lugares en el estilo de las casas iguales desde el Ascendente, superpuestas por un zoidion, pero esto contradice su propio uso de signos-completos en las delineaciones inmediatamente precedentes; también podría tratarse de dos lugares derivados (es decir, los que coinciden perfectamente con un zoidion) lo cual seria consistente con el contexto pero nos deja en la incertidumbre acerca de las dos ultimas frases. Tampoco estoy seguro acerca del significado de la cláusula algorítmica "es necesario contar a partir de ese grado hasta completar 30 grados del siguiente zoidion". Pero le ahorro al lector los detalles.
En medio de esta confusión, y asumiendo que Valens si tiene en mente algún sistema de división zodiacal a partes iguales basado en el grado Ascendente, permítaseme hacer una especulación en base al uso que hace Valens de los lots (sectores), lo cual puede brindarnos una clave importante acerca de la relación entre las casas-signo y las divisiones iguales a partir del Ascendente. Resulta intrínseco a su tratamiento de los lots que estos puedan ser vistos como "Horoskopoi", o cuasi-ascendentes, es decir, que pueden devenir las casas primeras de sistemas de casas derivadas por signo-completo, siendo los significados de estos signos en sucesión, análogo a aquellos del mapa básico natal. La única diferencia real es que el sistema fundamental a signo-completo es visto como mas general, en tanto el sistema derivado se dirige a obtener mayor detalle. Sin embargo, ambos son conceptualizados de la misma manera.
Ahora bien, cada lot (sector) ocupa un grado en algún lugar del signo destinado a ser la casa primera de un sistema derivado, y la presencia del lot debe pensarse como algo que altera el signo en el cual cae, convirtiéndolo así en una casa primera apropiada para aquello que concierne al sector (el padre, por ejemplo). En forma similar, el signo en el cual cae el grado Ascendente se vuelve la casa primera de la organización general a signo-completo, así el grado Ascendente es un ‘kentron’, un eje , pivote o bisagra alrededor del cual el signo gira, y es este pivotaje el que altera el signo y lo hace apropiado para su rol como primer signo-completo, en tanto el punto Ascendente puede caer en el signo mismo. No podría ser que el primer grado de cada "casa" igual a partir del Ascendente, fuera considerado el "pivote" del signo total en que acontece, un tipo de punto alrededor del cual da vueltas y que constituye al signo entero en lugar segundo (o casa), por ejemplo, dándole así su característica propia? Por lo cual, los "12-móviles" seria una extensión de la idea de un pívot, antes restringido a los ángulos, ahora apto para todos los signos intermedios.
En conclusión, si esta interpretación posee algún merito, cada grado que dista 30 grados (o su múltiplo) a partir del Ascendente, seria visto como una "cúspide" (o punto dinámico) del signo completo en el cual se produce , aunque no una cúspide en uno de los extremos del signo. Sigue de esto que los intervalos entre estos grados no pueden ser vistos como casas. Tal sistema de casas iguales en el sentido moderno seria una interpretación equivocada del propósito original existente detrás de la división del zodiaco en sectores iguales a partir del Ascendente, propósito que habría sido establecer los puntos dinámicos dentro de los signos mismos. Es interesante notar que Maternus es el primer autor que conocemos quien explícitamente utiliza un sistema de casas iguales a partir del Ascendente (en Libro II, capitulo 19, si bien en otros lugares emplea casas-signo relativas al Ascendente, tal como en Libro III, capitulo 2). El vivió dos siglos después de Ptolomeo y Valens. Podría ser que el haya malinterpretado la tradición temprana? Al menos resulta interesante que el emplee el termino cuspis para el primer grado de cada una de estas casas, ya que la palabra cuspis significa punta, y cardo, que significa bisagra, son ambas buenas traducciones de la palabra griega kentron, la cual parece contener ambos significados latinos.
Antes de finalizar con Valens, hay un punto mas. Antes de su tratamiento de los "doce-móviles" menciona los "ocho-móviles", los cuales habrían sido usados aparentemente por Nechepso/Petosiris. La naturaleza de este sistema es aun algo misteriosa. Sin embargo, por el contexto podríamos decir que también es coincidente con algunas divisiones del zodiaco, mas bien que ser definido por una bisección de los cuadrantes mundanos. Intuitivamente yo destacaría que en los tiempos antiguos los signos no solo estaban divididos en tres mediante los decanos, sino también en dos mediante los "pasos". De este modo, así como cada casa-signo comprendía tres decanos, cada división octanaria puede haber coincidido con tres pasos del zoidia.
 

El sistema de casas iguales de Ptolomeo

Ptolomeo es considerado el autor de un sistema especial de división de las casas, que comienza cinco grados encima del ascendente, y hoy día es ampliamente aceptado que este era su sistema preferido. Sin embargo, se deben puntualizar aquí tres cosas. La primera, antes del Libro III, capitulo 11, la discusión acerca de la duración de la vida, no hay ninguna razón para creer que Ptolomeo considere el Horoskopos o el Mediocielo como algo distinto de casas-signo. El emplea todas las denominaciones tradicionales de pivote, post-ascensión y declinación. En el Libro III, capitulo 6, que trata sobre los gemelos, explícitamente llama zoidion al lugar de la madre e invoca el sector 10 en relación con esto, en la forma tradicional de un sistema de casas derivadas. El no presenta ningún sistema de casas en su primer libro, el cual versa sobre los elementos de la astrología. Asimismo, nunca declara que vaya a describir su sistema de casas en algún capitulo próximo, en cambio si lo hace en cuanto al Parte de la Fortuna y otros temas. No contamos con evidencia acerca de este especial sistema antes de Ptolomeo, y si el estuviera introduciendo una innovación, seria esperable que lo especificara.
El segundo punto es, que cuando el si presenta su sistema en el Libro III, capitulo 11, lo hace en el muy especifico contexto del calculo de la duración de la vida. El problema reside en determinar los "lugares de descarga", es decir, los lugares en los cuales el descargador (o hyleg como luego fue llamado) debe estar ubicado para calificar en dicha función. Lo consecuente es que los lugares por el listados son lugares en los cuales el planeta posee la mayor actividad, solo allí se hace valido como significador de la duración de la vida. De acuerdo con esto afirma "por lo cual se debe denegar tal autoridad a toda la región subterránea" Igualmente lo deniega a varios lugares (o casas), tales como la séptima, novena y onceava, que no tienen inmediata conexión tópica con la duración de la vida. Así parece que la división zodiacal por el descripta no tiene por objeto establecer casas per se.
Tercero, uno de los primeros comentaristas del Tetrabiblos, Pancharios (citado por Hephaistio) no pensaba que Ptolomeo tuviera en mente un sistema de división del zodiaco en casas iguales, sino mas bien un sistema de casas mundanas similares a las mencionadas arriba en la discusión acerca de Valens, constituyendo la única diferencia el hecho de acomodar los cinco grados por sobre el ascendente requeridos por Ptolomeo. Ya que Valens introdujo casi el mismo sistema con el claro propósito de hacer distinciones en la actividad planetaria y no en cuanto a los tópicos, podemos dar por entendido que esta es también la intención de Pancharios. Como lo he indicado en mis notas, con toda evidencia Pancharios tuvo a su disposición un texto diferente, el cual le permitió hacer esta interpretación (por inferencia, como el mismo indica).
Si alguien quisiera argumentar que Ptolomeo sí considero su división como un sistema de lugares de casas en todo sentido, la evidencia mas fuerte en su favor serian los pasajes del capitulo 11, en el cual el aparentemente designa estas nuevas divisiones mediante los nombres tradicionalmente empleados para designar casas-signo, tales como Mal Espíritu, Buena Fortuna, etc. Sin embargo, tal como yo he mencionado en mi comentario de dicha sección, hay al menos otras dos formas de hacer la lectura del pasaje en cuestión, sin asumir que Ptolomeo este transfiriendo nombres de casas a su propia división. Y en razón de la cantidad de variantes del manuscrito en puntos clave del texto, parecería que una cantidad de lectores y copistas hayan estado en duda acerca de este significado. Mas allá de esto yo diría que estos nombres de casas se hallan tan inconexos con la sintaxis básica de la frase, que podrían incluso haber sido interpolados por un editor mas tardío: están incluidos en el texto que cita Hephaistio y pueden haber estado presentes en el texto consultado por Pancharios, si bien esto no puede inferirse con certeza a partir de los escritos de Hephaistios.
Una indicación mas: Si hubiera sido la intención de Ptolomeo emplear un sistema de casas iguales con origen cinco grados por encima del Ascendente, el dejo en claro que no trataba de establecer las cúspides de casa de un sistema a signo-completo al modo de nuestra anterior especulación. En cambio, serian los intervalos lo que constituia el interés, lo cual resulta natural solo en el caso de querer establecer la fuerza del planeta. Y si el mas allá de esto, aplico los nombres de casa tradicionales a sus nuevas divisiones, esto podría significar que los dos prototipos diferentes pero por igual fundamentales de la división de casas, aparte de los signos (cuyos propósitos serian en un caso determinar la actividad planetaria y en el otro las cúspides de casas a signo completo) han sido fusionados en un solo sistema híbrido.
 

Divisiones Iguales y Mundanas en los últimos comentaristas

Paulus todavía emplea las casas-signo exclusivamente en sus delineamientos tópicos, no obstante su admiración por Ptolomeo, como si el no considerara el sistema de casas iguales de aquel, como tópico. De las notas de Hepaistio, resulta claro que la mayoría de sus contemporáneos, salvo Pancharios, consideraron el sistema de Ptolomeo como un sistema tópico de casas iguales a partir de cinco grados por sobre el Ascendente, lo cual constituye una interpretación común hoy día. Sin embargo, Hephaistios parece inclinarse por la interpretación de Pancharios basada en una trisección modificada de los cuadrantes mundanos, así como lo hace Porphyrio, y finalmente también Rhetorius (aunque este ultimo menciona los "12-móviles" de Hermes). No existe evidencia de que ninguno de los tres haya tenido como meta transformar dicha división dinámica en un sistema tópico. Maternus, como ya he mencionado, emplea un sistema de casas iguales en forma tópica a partir del Ascendente, si bien en otros lugares emplea lugares relativos al signo ascendente.
 

Conclusión

Si el anterior análisis es correcto podemos extraer algunas conclusiones. Primero, ya que aparentemente ningún astrólogo que haya escrito en griego empleo una división dinámica tópica, tendremos que buscar en la ulterior tradición medieval para ver cuando tuvo lugar la transferencia. Asimismo hemos de considerar tal traslado con gran precaución ya que muy probablemente se baso en una mala interpretación de la tradición anterior. Por supuesto, siempre es posible que se trate de una mala interpretación creativa que accidentalmente posee alguna verdad, pero al menos hemos de poner entre paréntesis el uso de las casas mundanas en forma tópica, hasta tanto pueda verificarse su congruencia de una manera experimental. Sin embargo, aun nos queda el problema de establecer una correcta división dinámica, si bien en esto los datos de Gauquelin nos pueden ser de ayuda.
En segundo termino, en algún lugar del decurso las cúspides mismas (que originalmente caían en algún lugar del signo y fueron empleadas para determinar los puntos-dinámicos de estos signos) pasaron a ser entendidas como los limites o extremidades de las casas, un malentendido que ya comenzó en el tiempo de los Griegos. Las cúspides en la división dinámica con toda evidencia sufrieron la misma transformación. SIn embargo, podríamos también especular que las cúspides mundanas, o cúspides de una división dinámica, podrían ser interpretadas como dotando al signo en el cual ocurren, de un carácter dinámico particular, diferente del tópico. Esto puede conectarse con la antigua doctrina de los lugares benéficos (o sitios de prosperacion como estamos ahora traduciendo), constituidos por los signos en los cuales cada planeta tenia suficiente actividad para conducir sus asuntos, o en los cuales ellos podían utilizarse en forma oracular dependiendo de como interpretemos el ambiguo termino chrematistikos. Aquí también hemos de mirar en la posterior tradición medieval para ver como este segundo malentendido vino a pasar por bueno.
Una metáfora serviría par unir estas diversas especulaciones. Podemos imaginar que la cúspide dentro del signo dota al signo de una cierta "curvatura" que lo califica para ser el segundo, tercero, etc., entre las casas-signo. Las diferentes posiciones posibles de la cúspide dentro del signo no cambian el tipo fundamental de curvatura otorgada al signo, solo lo modifican dentro del tipo, así como existen diferentes hipérbolas individuales, que poseen cada una su propia curvatura, pero todas poseen los signos definitorios característicos de la hipérbola. La presencia de una cúspide dinámica en un signo lo modifica de una manera diferente, le dota de un énfasis, por ejemplo lo magnifica o lo reduce. Estas cúspides tópicas y dinámicas unidas, determinan en forma absoluta la "curvatura" y el "tamaño" de un determinado signo.
Invitamos a los astrólogos actuales a intentar distinguir estos dos aspectos de la división de casas, en sus lecturas de mapas astrales.



 http://cura.free.fr/xxv/25schesp.html






sábado, 16 de agosto de 2014

Sinastría. Como reconocer el amor en una relación. Por David Parcerisa.











Os dejo un interesante vídeo sobre Sinastría, por el astrólogo David Parcerisa.













Por la Astrología, pero, cual ?. Por Patrice Guinard.











Por la astrología! - Pero, ¿cuál?
(Actas de la Conferencia de París - Dic. 2000)
por Patrice Guinard

-- traducción Pía Urruzuno --


El astrólogo y el charlatán

"¿Por qué arrojar sobre el arte la culpa del obrero, y por qué es necesario sancionar a una ciencia porque aquellos que quieren ejercerla sin capacidad abusan de ella?" (Eustaque Lenoble, Uranie)
 

     Deseo a todos la bienvenida al último congreso astrológico en habla francesa del milenio. Jacques Halbronn organiza congresos astrológicos desde 1974-1975. Ha lanzado en Francia la dinámica de los congresos, y la mayor parte de los astrólogos franceses han participado en una u otra época, al igual que numerosos extranjeros.
     Este año, el M.A.U. de Jacques Halbronn se ha asociado al C.U.R.A.. Deseo que esta asociación sea fecunda. Este coloquio será esencialmente un foro de intercambio entre astrólogos, científicos e historiadores, un debate de ideas, que espero sea fructífero, instalado bajo el signo de una crítica sana. Al hilo de nuestros tiempos, el congreso del M.A.U. se ha convertido, en relación con otros congresos que se han llevado a cabo ulteriormente, en lo que el Canard Enchaîné es al Jours de France.
     En sí misma, una conferencia de astrología no puede ser una conferencia como las otras, pues la astrología no es una actividad reconocida de utilidad pública, ni incluso digna de estima pública. Sería en cambio una actividad de uso privado. Nietzsche, en 1878, escribió que "El Estado tiene que defender la ciencia, no la religión, la astronomía, no la astrología. Esta última queda como una tarea del particular."
     Sin embargo, como lo ha demostrado el historiador François Furet en 1978, desde que la revolución francesa y el advenimiento de los derechos del hombre y del ciudadano inauguraron la secularización de la conciencia moral y la disolución de la vida privada y social en el dominio público (véase hoy el rol principal del estado en todos los niveles de la existencia individual desde el nacimiento del niño: salud y hospitales, educación y escuelas, patrimonio y bancos...), uno puede preguntarse si el Estado no ganaría también al administrar y controlar la astrología que trata sobre las representaciones mentales que la persona se hace de sí misma y de su entorno, puesto que ella informa en primer lugar -- o debería-sobre el psiquismo, sobre el equilibrio de las "pulsiones" individuales, sobre la energía de los deseos, y sobre la percepción íntima del ambiente y de la realidad.
     Sería necesario para esto que la astrología fuera una disciplina fiable, que tenga capacidad de presentar indicaciones y resultados cuantificables y reproducibles, explotables por los oficiales del pensamiento público. Algo que está lejos de ser el caso, y hace de la astrología un saber esencialmente huidizo. De allí la relativa libertad y autonomía de los astrólogos, que viven en un no man's land (tierra de nadie) del pensamiento, exentos de los controles culturales que tocan a otros dominios. La astrología es una actividad gozosa que escapa al control del Estado. La pregunta que no dejo de hacerme, en cuanto a mí, es la siguiente: ¿Hasta dónde esta libertad es deseable?
     La astrología ha entrado hoy en día en una fase feudal: por doquier pequeños señores locales, unos condotieros [N. del T.: forma españolizada del italiano condottiere: jefe de soldados mercenarios en Italia; soldados mercenarios en general.] insometibles, rebeldes ante cualquier designio común. Ninguna autoridad central. Pero, el consultor astrológico que se retira, con sus biblias y sus ídolos, a la alcoba del consultorio, temiendo que se le quite una parte de su libertad, ¿no está haciéndole el juego a los charlatanes?
     De aquí la paradoja de las asociaciones de practicantes, de los estatutos y de los códigos de deontología elaborados: ¿Quién va a definir las competencias de un astrólogo, quién va a designar a éste como digno de practicar la astrología, y no a aquél? ¿Según que criterio? --- Ciertamente no en razón de la aplicación, incomprobable, de reglas azarosas, sobre todo motivadas por los intereses asociativos más que establecidas para comprobar las competencias reales del postulante. Antes de evaluar a los candidatos, ¡son las asociaciones y las escuelas de astrología las que sería necesario someter al exámen!
     La astrología está presa de un círculo vicioso, entre el desafecto de los investigadores y el desdén de los intelectuales por un lado, y la rapacidad de los charlatanes y de los comerciantes por el otro, quienes proclaman, como el consultor astrológico, su capacidad de hacer y de vender astrología, de atraer y satisfacer a una clientela. ¿Qué es lo que diferencia a un charlatán de un practicante, si tienen el mismo discurso, si distribuyen quimeras más o menos equivalentes, si rehusan tanto los unos como los otros aprender y perfeccionarse, si adoptan una actitud estrictamente idéntica frente a la investigación? ¿El argumento de la autoridad? ¿El disparo de advertencia de los pequeños ídolos de capilla?
     No son las instituciones las que tienen que acabar con el debate, ya que ellas no se preocupan por el destino de la astrología, y el astrólogo no desea en realidad que ellas se ocupen. El astrólogo de asociación no puede del mismo modo demandar que se le garantice la seguridad de su caparazón, mientras rehusa a exponerse al debate de ideas. Él sueña con que el estado le dé garantías contra los charlatanes, como en tiempos de Alfonso X el Sabio, mientras que no está dispuesto a apoyar la investigación, incluso muy a menudo está inclinado a negarla, si no a obstruírla, como lo he experimentado desde hace más de diez años.
     Alfonso había tomado medidas judiciales contra los usurpadores y los incapaces, pero concedía créditos por la edición, la traducción y la investigación. Lo mismo sucedía en todos los períodos de progreso de la astrología. Ya que el precio a pagar por la libertad de la que gozan los astrólogos es simplemente la ausencia de medios para la investigación. El mundo de los astrólogos permanece como un campo cultural marginalizado, alejado de los dispositivos estatales, contrariamente al psicoanálisis que ha sabido adaptarse a la ideología moderna.
     No hay más que una solución: que las asociaciones de practicantes de la astrología apoyen los esfuerzos de la investigación - sean de orden histórico, psicoestadísticos, científicos, antropológicos o filosóficos - y que cada practicante pague un impuesto o tributo a la investigación - como es el caso de la medicina. Es la única regla de "deontología" que vale. Este impuesto no significa que la investigación validará las prácticas ejercidas (consultas, cursos, horóscopos de periódicos, comercio Minitel e Internet...), sino que sea un precio a pagar por tener el derecho de utilizar o usurpar el título de astrólogo.
     Entonces un debate internacional podrá ser instalado a condición de que cada astrólogo digno de su nombre, diga 1) cuál ha sido la experiencia inicial que lo ha incitado a tomar seriamente a la astrología, 2) en que consiste su práctica de la astrología, 3) cuales son los elementos y las técnicas que utiliza, 4) cuáles son sus fuentes, y por qué las ha elegido, 5) cuál es la lógica intrínseca (si hay alguna) de su modelo de la astrología, y por último 6)cuál es su concepción de la historia de la astrología y de la evolución de los modelos. No hay salida para la astrología fuera de este debate.
     El alejamiento de la astrología del campo del saber data del siglo XVII. Después de la catástrofe de las "Luces" en el siglo XVIII y de los positivistas del siglo XIX, la astrología ha perdido el derecho de figurar honorablemente en los tratados históricos, y a pesar de su ubicuidad y el status radiante (la reina de las ciencias)del que ha podido ser revestida en el pasado. Su status ambiguo hace que no ocupe más que un lugar menor y ocasional, a menudo incluso inexistente, en las diferentes historias, bien sea la historia de las ciencias y de la astronomía, la historia de la filosofía, o la historia de las religiones.
     Este estado de hecho está cambiando: en Seattle, en Southampton, en Zaragoza, en Amsterdam. Hay pues que desear que este congreso participe en esta renovación y suscite la vocación por la investigación. Ciertos oscurantistas creen que el retorno de la astrología a la universidad es una fantasía, y minimizan el lugar que ha podido ocupar en el pasado. Son los mismos oscurantistas que presiden o incluso honran (!)las diversas pequeñas asociaciones tras varios decenios, tiempo largamente necesario para haber comprobado, si no la imposibilidad para la astrología de integrarse en la universidad, ¡al menos su incompetencia!
     Esta conferencia será consagrada a la investigación, mal que les pese. El título anexo de la conferencia, de Nostradamus a los Gauquelin, señala el prestigio y la influencia del pensamiento "astroesotérico" francés en el mundo. No hay autor, en el dominio de la profecía, que haya tenido un esplendor comparable al de Nostradamus. Asimismo los trabajos contemporáneos de Michel y Françoise Gauquelin han tenido un impacto considerable en el extranjero, aunque se han convertido, por la investigación astroestadística, en un punto de partida inevitable. "El efecto Marte" es discutido a capricho por los investigadores anglosajones (y también por los comités de los escépticos universitarios), si bien yo he podido hablar de un "efecto Gauquelin" sobre la investigación astroestadística de los anglosajones.
El objeto mismo de la conferencia, las Fronteras de la Astrología puede ser entendido de dos maneras:
  • Se puede intentar definir las fronteras de la astrología para determinar en qué medida la astrología documenta los dominios que, a priori y teniendo en cuenta el ambiente cultural moderno, no tienen relación con ella (historia, geografía, medicina, biología, psicología, psiquiatría...)
  • Se puede intentar también, en esta problemática, definir qué es astrología y qué no lo es, dicho de otro modo, interrogarse sobre la naturaleza misma de la astrología.

     ¿Cuál es la permeabilidad de las fronteras entre la astrología y la no astrología? ¿La astrología está en condiciones de definir sus propias fronteras? ¿Qué astrología? ¿Y quién puede hablar en su nombre? ¿El astrólogo es el astrónomo filósofo de ayer? El practicante que realiza cartas natales y reivindica el status del astrólogo profesional, porque tiene una clientela, da cursos, y/o pertenece a una asociación, ¿está en condiciones de definir qué es la astrología, y las fronteras de ésta con lo que no sería?
 

La astrología entre saber y creencia

"Y no sólo las actividades, sino también todas las guerras, todos los gobiernos y todos los productos del espíritu, reciben su impulso de los astros, ahora y por siempre. Y todos los músicos y artesanos estarían muertos, ese maestro de escuela subsistiría... y continuaría aún instruyendo a los nuevos." (Paracelso, Astronomia magna)
     ¿La astrología es lo que hacen los astrólogos? ¿O está más allá de lo que aquellos hacen? ¿Todas las interpretaciones y los discursos sostenidos por los astrólogos son legítimos por el mero hecho de existir? ¿O bien existe un campo del conocimiento, la astrología, que estaría a descubrir, un saber con sus leyes, sus imperativos y sus limitaciones, como la matemática, o más bien una puesta en perspectiva del saber, relativamente independiente de aquello que los modelos y las comunidades astrológicas han desarrollado en el pasado?
     Dicho de otro modo ¿es la astrología una rama autónoma del conocimiento humano que posee, en tanto saber, un potencial intrínseco de desarrollo?, ¿o no es más que un simple reflejo de una actividad circunscrita por sus riesgos culturales e históricos?
     Se podría volver a la astrología del pasado, a la astrología griega de Schmidt y Hand, o a la astrología medieval de Zoller y Bezza. Sería necesario saber en qué este conocimiento de la astrología es susceptible de aclarar una visión moderna de la astrología. Pues no existe sino una sola astrología: la actual, y sobre todo la futura. El proyecto Hindsight de Robert Schmidt no es concebible sin un Project Foresight al estilo Elwell (autor de Cosmic loom, ed. rev.2000).
     El conocimiento de la historia de la astrología no tiene por objetivo la imitación de los antiguos, o la descalificación de la astrología actual (como para el historiador), sino la comprensión de la evolución de los modelos astrológicos: la razón de una multiplicidad de modelos en el curso de su historia está ligada en gran parte al fracaso de las predicciones. Comprender el error del pasado, comenzando por la esclavitud de la astrología a la filosofía aristotélica, es también darle a la astrología una perspectiva y un porvenir.
     ¿Existe una unidad a través de las prácticas, interpretaciones y discursos que reclaman depender de la astrología, o son contradicciones entre los unos y los otros? ¿Qué es lo que "funciona" en la astrología? ¿La sensación de que la astrología funciona es simple autosugestión? ¿Depende de una armonía y de una verdad que sobrepasa los límites del entendimiento? ¿Resulta la astrología de una estricta influencia que la ciencia moderna estaría en posición de definir si se tomara el trabajo de consagrarse? ¿Racionalidad o irracionalidad?
No existen más que tres respuestas al hecho astrológico:
  • No funciona. Y la astrología no puede concebirse en tanto que artefacto, autosugestión del astrólogo, efecto placebo. Es la respuesta última de la astroestadística al estilo Geoffrey Dean, o más precisamente la de la interpretación escéptica de los resultados de la astroestadística.
  • Funciona siempre. Si la astrología es un lenguage simbólico, una simple herramienta de interpretación y de discurso, se puede hacer funcionar lo que se quiera y finalmente no garantizar la validez del discurso, salvo por la virtuosidad del intérprete. Todo funciona así pues al igual que el tema aleatorio, la "wrong chart" ("carta incorrecta"), ya que la astrología finalmente no es más que interpretación y hermeneutica. El astrólogo es un narrador que nos cuenta historias sobre nosotros mismos - y que se cuenta historias!. Es la respuesta común del practicante, expuesta con virtuosismo por Geoffrey Cornelius en su Moment of astrology (Momento de astrología) (1994)
  • Una tercera respuesta consiste en decir que "funcionar" o "no funcionar" son vacíos de sentido: la astrología es una concepción de la realidad dependiente de ciertos imperativos científicos. Existe una relación física real entre los planetas y la materia viviente, relación que produce cambios en el psiquismo, y que implica una astrología susceptible de definir y de rendir cuentas de la mejor de estas relaciones, un tanto objetivas, entre los ciclos planetarios y la psique.

Yo propongo la siguiente explicación sobre el nacimiento del hecho astrológico:

  • 1) La señal astronómica está integrada a la organización neurofisiológica.
  • 2) La impresión astral es el efecto psíquico imperceptible de esa señal. Es "quasi vivido".
  • 3) El símbolo astrológico es la traducción psicomental y cultural de esa impresión.

     Esto se debe a que la señal astronómica enerva de manera permanente a la conciencia, y deja vestigios neuropsíquicos, donde el símbolo es posible. Causalidad así, en tanto origen energético exterior, menor en apariencia. Sincronicidad entonces, en el sentido que tiene coexistencia y simultaneidad espaciales de realidades separadas: los procesos son coordinados, allí en la conciencia y en el cosmos, en el seno de una dinámica común. Ciclicidad también, porque sus resonancias impregnan la conciencia por la repetición temporal de las fases, de ciclos y de ritmos. Matricialidad por último, porque estos ritmos sólo pueden enraizar verdaderamente en razón de una cristalización de orden estructural.

     Dicho de otro modo la causalidad es sincrónica, la sincronicidad es cíclica, la ciclicidad es matricial. Entre las cuatro concepciones de la astrología (causalidad, sincronicidad, ciclicidad y matricialidad), sólo la última es susceptible de rendir cuentas de la realidad astrológica en su totalidad.
     Y la Matriz no es, definitivamente, lo que ciertas personas entienden de ello, especialmente Jacques Halbronn que recientemente se ha adueñado de este término ("abordaje matricial" o "matricialista" del cielo), tras la lectura de mi Manifiesto. No hay lugar para hablar "de astromatricialistas", porque todos los abordajes de la astrología son "matricialistas" por definición, incluyendo la suya, desde el momento en que establecen un modelo, como sería el reducido a Saturno, a las luminarias y a dos estrellas. La primera protoastrología de los hombres del paleolítico era más simple aún: no comprendía más que el Sol y la Luna, lo que no le impedía, en aquel momento, ser matricial.
     La Matriz es el concepto más difícil entre los que he introducido en mi tesis de 1993. Lo impresional y la razón matricial no presentan problemas; ocurre lo contrario con la Matriz que comprende al menos tres cosas:
  • La matriz es la causa final de la astrología, como acabo de demostrar. Y para razonar, aquí, con la terminología de Aristóteles: la causalidad sería la causa motriz, eficiente, exterior, la sincronicidad la causa formal, y la ciclicidad la causa material (nótese que esta repartición cuaternaria es típica de aquello que he llamado " razón o lógica matricial", que los filósofos utilizan bastante frecuentemente con mucha más inventiva y genio que los propios astrólogos!)
  • La matriz es el lugar de encuentro y de armonización de las estructuras astrológicas (Zodíaco, Planetario, Dominio y Cíclada), y no una de sus estructuras, como lo cree Halbronn. Un conjunto de doce signos es una estructura, nada más, al igual que un conjunto de diez planetas. La matriz es el objeto ideal para el reencuentro de estas estructuras, no debe ser confundida con una u otra de estas estructuras, y menos aún con los modelos de los que da cuenta.
  • La matriz es incognoscible por definición: es el eterno objeto o proyecto del saber astrológico.

     Pero, ¿por qué es tan difícil de justificar la astrología? Si la vivacidad de la astrología no es más que el resurgimiento de lo irracional en la cultura moderna, como lo afirman los sociólogos, entonces ¿por qué el vudú, la filosofía de Platón, la alquimia o las religiones no han corrido la misma suerte a pesar de los esfuerzos de la investigación académica? ¿Por qué la astrología, que se ha mantenido durante más de tres mil años de existencia en la conciencia popular - mientras que otras "creencias" y religiones no son más que curiosidades - debe soportar inagotablemente el ostracismo de la gente intelectualizante y remunerada por los ministerios? El astrólogo, incapaz de comprender que se trata ante todo de problema ideológico, es un paralítico. Si la astrología es un saber, entonces es en alguna parte una forma, innata, de la conciencia cognitiva, como lo comprendió Parascelso, en el Siglo XVI. Si no es más que una simple creencia, en ese caso: ¡que vaya al cubo de la basura!



 http://cura.free.fr/esp/21porapq.html




viernes, 15 de agosto de 2014

El juez Elpidio Silva, se casa.





Elpidio con Eliana, en el centro, y una amiga.



 
http://www.publico.es/538856/elpidio-silva-se-casa-en-nueva-york-con-la-numero-dos-de-su-partido


Elpidio Silva eligió la fecha de su  55 cumpleaños para casarse con Eliana.



Nació en Granada, el día 15.08.1959,  a la 1.14 a.m. según mi hipótesis.



Veamos su carta contrastando con el ciclo del 84, que se emplea para asuntos de la casa VII.










A partir de un ascendente en Géminis, nos encontramos por el ciclo del 84 , al atacir del Descendente, o cúspide de la casa VII, sobre Mercurio en Leo , que es regente de su ascendente y está en el domicilio del Sol.



Muchas felicidades a la pareja.







A propósito de la Astrología : Apuntes para un debate. Por Jesús Navarro








A propósito de la Astrología: Apuntes para un Debate
por Jesús Navarro



Nota P.G.: Esta ponencia fue presentada al Congreso de Astrología de Barcelona (Forum Europeo sobre Astrología y Sociedad, 6-8 Diciembre 2003), organizado por la revista Mercurio-3.
 

Introducción
La astrología es, hoy por hoy, un espacio ajeno a la cultura dominante en nuestra sociedad, un ámbito a medio camino entre lo tolerado y lo rechazado, un cuerpo de doctrina desconocido por lo común en sus auténticos términos y fundamentos, y del que sólo resulta fácilmente accesible la imagen caricaturizada, deforme y equívoca, que los medios de comunicación suelen ofrecer de ella.
Frente a semejante estado de cosas, se alzan las voces de quienes comprendemos lo que la astrología ha sido y, remozadamente, puede volver a ser en nuestra historia, reclamando que se le otorgue atención y estudio primero, reconocimiento y apoyo después.
Estamos también quienes, a nuestras voces, añadimos acciones de compromiso, en el ánimo de abrir nuevas vías para que el saber astrológico encuentre eco en ámbitos hasta hoy difícilmente accesibles.
Imprudente de todo punto sería que, aun asumiendo sin arredrarnos las innegables dificultades por afrontar, avanzásemos prescindiendo de una reflexión detenida, concienzuda, pormenorizada, respecto a la coyuntura de lo astrológico, sus dinámicas, los planteamientos, tácitos o expresos, existentes tanto fuera como dentro de su ámbito, coadyuvantes o antagónicos a ese proceso de apertura y reintegración de la astrología a la corriente principal de nuestra cultura.
Sería totalmente pretencioso por mi parte siquiera plantearme llevar a cabo, en tan breves páginas, un repaso detallado, y menos aún exhaustivo, de dicho estado de cosas.
Como lo sería tratar de zanjar estas o aquellas cuestiones sobre el particular o, más todavía, presumir la posibilidad de aportar en solitario las claves resolutorias de las mismas.
Mi ánimo es, por el contrario, tal cual indica el título de mi ponencia, ofrecer unos breves apuntes con los que animar la detenida consideración de tales cuestiones, subrayando a tal fin ciertos interrogantes cuya oportuna respuesta encuentro perentoria, estimulando un debate que, hoy por hoy, considero imprescindible.
Un debate, claro está, en el mejor de los sentidos de la palabra, y cuyo oportuno desarrollo habría de extenderse a la totalidad del colectivo astrológico, para empezar, pero luego también fuera del ámbito estrictamente astrológico.
En él habrían de considerarse, necesariamente, puntos tan ineludibles como la naturaleza de lo astrológico (apartado 1), sus posibles aportaciones diferenciales frente a otras disciplinas (apartado 2), su situación con respecto a la cultura actual (apartado 3), la viabilidad (o no) de su reencuentro con y su reintegración a ella (apartado 4), amén de todo lo relativo al avance del cuerpo de doctrina astrológico (apartado 5), la transmisión del mismo (apartado 6) y su práctica (apartado 7).
Tras un mínimo repaso a todas y cada una de tales cuestiones, unas breves consideraciones finales (apartado 8) cerrarán el conjunto de mis comentarios.
 

1. ¿Qué es la astrología?

Definir equivale, etimológicamente hablando, a poner límites, de ahí las diferentes definiciones posibles para una misma realidad, dependiendo de los límites que nos sirvan de referente a tal fin, es decir de los esquemas o presupuestos conceptuales desde los que pretendamos expresarla, o bien de nuestro grado de comprensión de ella.
Así la astrología pasa, simultáneamente, por ser, para quienes se asoman a su amplitud desde territorios de saber ajenos a ella, tanto "la más grandiosa tentativa de una visión sistemática y constructiva del mundo jamás concebida por el espíritu humano" [Kna 88], aunque sea una perspectiva bien minoritaria, como, mucho más frecuentemente, "superstición culta" [Cum 97] o "pseudociencia" [Der 99], o bien "arte adivinatoria", siendo finalmente confundida, en consecuencia, con la astromancia [Lar 77].
Valoraciones que contrastan llamativamente con las de quienes, inmersos en el saber astrológico, tienden a considerarlo preponderantemente como "ciencia" [Wei 73] o como "pensamiento simbólico" [Cor 98], pero que casi nunca lo relacionan con el mundo de la adivinación, antes al contrario, establecen una clara diferenciación entre las características formales y metodológicas de uno y otro ámbito [Cor 98].
Por otra parte, las comprensiones de lo astrológico se orientan actualmente, como es fácilmente constatable en aquéllas que simultanean planteamientos de modernidad y referencias a los conceptos tradicionales, hacia una concepción armónica, holográfica, relacional, interdependiente y holística tanto del universo como de sus dinámicas, remitiendo a la sintonía y la resonancia como claves subyacentes a los nexos entre "lo de arriba" y "lo de abajo" [San 85, Gar 98, Nav 02, Nav 03].
Parece también que el pensamiento astrológico viene decantándose progresivamente hacia la percepción de la astrología como referente más que como causante, como elemento excitador antes que como elemento provocador [Wei 73, Who 81] y, en consecuencia, viéndola menos cada vez como pauta normativa sobre lo terrestre y más como vía de comprensión, mediante el espejo de las dinámicas cósmicas, de los procesos evolutivos y existenciales, sean individuales sean colectivos, que tienen lugar sobre nuestro planeta y, gracias a ello, como vía de ayuda para una mejor gestión de los mismos [Rup 78, For 99].
Esta perspectiva hace honor, por lo demás, a la que brota de las propias raíces conocidas del saber astrológico, tal cual nos llega desde las primeras referencias disponibles al respecto [Enu 94], detectable a su vez en las obras de Ptolomeo [Pto 80] y que alcanza, a través de los árabes [Rag 97], las universidades medievales y renacentistas, pudiendo sobrevivir, más o menos oscuramente, en siglos posteriores, hasta reaparecer con fuerza en nuestros días [Nav 03].
En ella se nos indica cómo "los dioses" ponen "la tarea del Destino" en manos de los hombres [Enu 94], si bien se comprende que la descripción de la persona humana no es factible completarla acudiendo únicamente a lo astrológico, sino que, para dar razón suficiente de ella, han de ser oportunamente tenidos en cuenta también otros factores: como el genético, el ambiental, el social, etc. [Pto 80, Rag 97].
Sin embargo, la tendencia a explicarlo todo, absolutamente todo, desde lo astrológico sigue perviviendo en nuestros días, como también la de otorgarle carácter 'a-divinatorio', sea en el sentido etimológico del término (en los mejores casos) sea en el sentido vulgar del mismo (en la mayoría de las ocasiones), por no hablar de la astrología "popular" (o pseudoastrología de mercachifle) [Cel 95], frente al interés manifiesto de quienes preferiríamos una más directa integración del saber astrológico en el cuerpo de conocimientos actuales, llevándolo hacia el territorio de lo académico y el ámbito de lo científico [Mer 02].
Frente a todo este abanico de alternativas, ¿por qué no existe todavía un posicionamiento formal de los/as astrólogos/as españoles/as que marque unas líneas, de mínimos si se quiere, pero en cualquier caso claras y precisas sobre qué es y qué no es la astrología?.
Unas líneas maestras que, de existir, permitirían precisar coherentemente sus opciones tanto a quienes pretenden integrarse o reconocerse en ese colectivo como a quienes, permaneciendo fuera del mismo, tratan de situarse honestamente a propósito de lo astrológico.
¿O es que se pretende la "solución" (sólo aparente, pero a todas luces contraproducente) de la callada o, lo que sería todavía peor, la "indefinida" por respuesta, dejando la astrología a merced de advenedizos/as de todo tipo y condición [Cel 95]?.
La respuesta que se dé (o deje de darse) acerca de la naturaleza del saber astrológico, sobre el 'qué' de la astrología en definitiva, orientará automática e inexorablemente la línea de respuesta a todas y cada una de las preguntas que a dicha cuestión subyacen, cimentando o socavando la coherencia y credibilidad del discurso astrológico.
Comentario, este último, que puede resultar hasta perogrullesco, por su obviedad, al plantearnos el interrogante de si existen posibles aportaciones de la astrología que, en la coyuntura actual, sean de interés para los miembros de nuestra sociedad, o para ésta en su conjunto.
Una cuestión que nos lleva directamente a las consideraciones del apartado siguiente.
 

2. ¿Qué puede aportar hoy la astrología?

Aunque perdura la imagen de lo astrológico, ampliamente difundida además, como perteneciente al territorio de la futurología [Eys 82], debido fundamentalmente a esa pseudo-astrología "popular" tan en boga en ciertos ámbitos y medios [Cel 95], también es cierto que va haciéndose cada vez más firme la constatación del interés de lo astrológico en la comprensión de la naturaleza humana, sus características y sus procesos [Eys 82, For 99].
Esto último, en cualquier caso, ha sido antigua y modernamente defendido por astrólogos del mayor renombre [Pto 80, Wei 73], de modo que pudiera parecer ocioso insistir reiteradamente en ello.
Sin embargo, la imagen tópica, y distorsionada, de lo astrológico en nuestra cultura [Eys 82, Ami 98] requiere, incluso exige, para ser convenientemente reconducida, un compromiso y una actividad expresos por parte del colectivo astrológico.
En cualquier caso, el énfasis en la faceta psicológica y de evolución personal viene a ser un rasgo diferencial de la astrología de los últimos decenios, del último siglo en realidad [Rup 78, Rud 83, Arr 85], que entiendo oportuno subrayar.
Esta proclividad a lo psicológico viene asociada, como es bien sabido, al positivo eco que el saber astrológico tuvo en Jung y su escuela [Arr 85], y viceversa, lo que une a la ventaja del correspondiente reconocimiento sociocultural el posible inconveniente de un cierto sincretismo de "lo arquetípico" con "lo simbólico" astrológico que pudiera acabar difuminando los perfiles diferenciales de este último saber frente al psicológico.
De hecho, entre los modernos astro-psicólogos/as más en boga es, por lo general, escasa o nula la referencia a las pautas conceptuales y metodológicas propias de la astrología tradicional, prefiriendo aportar su personal perspectiva simbólica, así como "nuevas" técnicas astrológicas (innovaciones en no pocas ocasiones sólo aparentes, por desconocimiento de las obras astrológicas clásicas), antes que ir a unas fuentes menos familiares, pues de hecho no son las suyas, ya que beben preferencialmente de los estudios psicológicos y mitológicos desarrollados a lo largo del siglo XX y muy poco, prácticamente nada, de la cultura astrológica del pasado, lo que hace de ellos más psico-astrólogos/as que lo contrario.
En cualquier caso, su trabajo ha sido claramente significativo para que lo astrológico haya ganado un margen de credibilidad social que antes no tenía, pero bueno sería, sin dejar de reconocer esto, no caer en el error de relegar las riquezas del pasado por lo perentorio del presente, pues, como muy bien se subraya en [Arr 85], el propio C. G. Jung reconocía cómo es más lo que la astrología puede ofrecer a la psicología que a la inversa.
Pero hay bastante más en lo astrológico que el hecho, con ser determinante, de lo instrumental, lo clínico, la asesoría evolutiva, llámese como mejor se prefiera, según va siendo paulatinamente reconocido incluso en ámbitos académicos [Eys 82, Kpc 00, Scb 02].
Son sus propias raíces conceptuales, filosóficas, epistemológicas, es su visión del mundo, del universo como cosmos, característica de lo astrológico frente a la cultura desarraigada del cientifismo positivista [Nav 02, Nav 03], lo que hace a la astrología tan relevante, tan valiosa, y ello más aún si cabe en el momento histórico en que vivimos.
Esa comprensión de un universo y una humanidad interdependientes, dinámica y evolutivamente interconectados, es una aportación diferencial de lo astrológico a la cultura del presente que, convenientemente explicitada y comprendida, habría de coadyuvar positivamente a ese cambio radical de orientación que nuestra civilización está demandando y que, parece, comienza a explicitarse a nivel conceptual en algunas de las propuestas más avanzadas de la física teórica y de la cosmología de ahora mismo [Smo 97, Smo 00, Nav 02, Nav 03].
Pero ¿es consciente de esto el colectivo astrológico?. Y, en cualquier caso, ¿a qué nivel de profundidad está considerando dicho colectivo, si es que lo hace, el impacto que su saber puede significar para el decurso histórico presente y futuro de nuestra sociedad?.
Encarar la amplitud de implicaciones de todo tipo que, a corto, medio y, especialmente, largo plazo puede tener el hecho astrológico para la evolución de nuestra cultura, para las dinámicas de futuro de la civilización occidental, sin duda requeriría un serio replanteamiento de ciertos posicionamientos, personales y/o de grupo, en el seno del colectivo de astrólogos/as, pero ¿se está realmente por llevar adelante tal tipo de reflexión y, más todavía, por asumir los compromisos derivables de sus resultados?.
Nos hallamos considerando en este apartado, evidentemente, una cuestión de gran calado, una cuestión histórica, que, si de este modo me atrevo a calificarla, no es tanto por ánimo de impacto retórico ni de ínfulas grandilocuentes, sino por hacer justicia a un hecho ampliamente constatable: la dificultad secular de dar cabal y cumplida respuesta a semejante interrogante [Cor 98], quizá, apunto yo, porque dicha respuesta ha de desplegarse con la propia historia que la astrología, desde su característica visión del mundo, puede ayudar a construir y está esperando ser construida [Nav 02, Nav 03].
Sea como fuere, ¿asume hoy el colectivo astrológico el reto de replantearse la pregunta, tan nuclear y radical, acerca de qué puede aportar la astrología y su práctica a, precisamente, aquello que (según se dice) está llamado el saber astrológico: el beneficio de la evolución de la humanidad, tanto en lo individual como en lo grupal?.
 

3. ¿Tiene la astrología sitio en nuestra cultura?

Responder la pregunta que encabeza este apartado es, me temo, de todo punto inviable sin afrontar la planteada de principio a fin del apartado anterior, pero, aun sin entrar en semejante tarea, resulta factible llevar adelante ciertas consideraciones al respecto. Veámoslo.
Para comenzar, dejar bien sentado que, querámoslo o no, acéptenlo o no sus detractores/as, percíbanlo o no sus defensores/as, la astrología está profundamente inmersa en el tejido humano, social y cultural de nuestra civilización occidental. Por activa o por pasiva, pero indefectiblemente presente.
Como muy bien se deja ver en [Sav 97], "el mensaje de la educación siempre abarca, aunque sea como anatema, su reverso o al menos algunas de sus alternativas. Esto es particularmente evidente en la modernidad".
Una modernidad que desde la intransigencia cientifista, que no científica [Pop 00], no sólo nos recuerda la existencia de la astrología [Der 99], sino que, con la dogmática inconsistencia de sus apriorismos, es capaz de motivar un estudio del saber astrológico libre de prejuicios [Elk 98] y también una defensa crítica de lo que es y significa la astrología [Wes 92].
La presencia, implícita o explícita, de lo astrológico en los veneros culturales de nuestra sociedad se concreta, asimismo por activa y por pasiva, en un abanico de manifestaciones que hacen sitio a lo mejor y a lo peor de sus posibilidades.
La falta de referentes, institucionales o consuetudinarios, culturalmente validados hace que "astrología" y "astrológico" sean términos ambiguos, cuando no equivalentes a divertimento irrisorio, y suceda otro tanto con el de "astrólogo", tantas veces equiparado a personaje risible o/y ridiculizable que opina "ocurrentemente" sobre el futuro.
Así pues, la astrología cuenta, en cualquier caso, con un lugar y un papel en nuestra cultura: ya sea de bufón, ya sea de circo mediático, ya sea de ámbito desatendido, ya sea de concepción del mundo marginalizada, ya sea de ... ¿de qué?.
¿Qué lugar y qué papel, según las aspiraciones del colectivo astrológico, ha de ocupar y desempeñar en nuestra cultura ese saber que él dice avalar?.
¿Qué tiempo, energías y recursos está dispuesto a dedicar dicho colectivo, tanto en lo individual como en lo grupal, al empeño de potenciar y dignificar tanto ese lugar como esa actividad?.
En lo humano, los espacios de libertad no son algo natural y espontáneo, sino que deben ser conquistados con dedicación y compromiso, con perseverancia tanto mayor (incluso a lo largo de generaciones) cuanto de mayor enjundia son sus connotaciones [Sav 97], y las de lo astrológico apelan, nada menos, si es que estamos de acuerdo en ello, a toda una visión del universo, sus dinámicas y procesos, incluidos por supuesto los humanos como integrantes de la realidad universal que somos.
Por otra parte, el lugar, es decir los múltiples lugares que la desatención colectiva de lo astrológico ha ido generando, poco o nada positivos la mayoría de ellos para la buena imagen y el buen nombre de la astrología, están enmascarando las más genuinas posibilidades de un reencuentro del saber astrológico con los niveles de mayor entidad cultural en nuestra sociedad.
¿Pero entiende el colectivo astrológico como positivo que tales convergencias y reencuentros se produzcan?.
Deberá contarse con que dichos contactos tienden a modificar los ámbitos que entran en interacción, apareciendo posibilidades de mutuo avance desde el diálogo crítico con lo diferente, pero también el riesgo de sufrir degradaciones por reduccionismo simplificador, simbiosis de conveniencia, sincretismos acríticos o/y coyunturales fagocitosis.
¿Cuál es el posicionamiento del colectivo astrológico frente a todo ello?: ¿el aislacionismo "protector" del 'ghetto', la contradependencia autosuficiente, la autarquia marginal, el aperturismo cauteloso, el diálogo cabal, ...?.
Todas y cada una de estas alternativas (y otras más que puedan considerarse) implican y conllevan un determinado lugar (o "no-lugar", según los casos) en nuestra realidad sociocultural, pero ¿cuál de tales alternativas posibles cuadra con las preferencias del colectivo astrológico?.
Parece que dirimir esto último bien merecería un esfuerzo por parte de dicho colectivo, con el añadido de definir una estrategia para llegar al correspondiente espacio sociocultural con todas sus consecuencias, sin dejar que sean los hechos consumados los que, más o menos "ciegamente", sigan poniendo el saber astrológico en el lugar, los lugares, "que sea", tan poco dignos y saludables para él por lo general.
Además, si estamos en lo cierto quienes valoramos como positivo el eventual interés del mundo académico por lo astrológico y el correspondiente acercamiento de la astrología al ámbito universitario, fundamentados en un mutuo compromiso de diálogo abierto y desprejuiciado (algunos ya estamos intentando ponerle ese cascabel al gato), los beneficios para ambos campos serían incuestionables.
En el ámbito filosófico, incluso epistemológico, los cambios de perspectiva, convenientemente asumidos, podrían ser revolucionarios, y otro tanto podría suceder en lo metodológico, por no hablar de las profundas connotaciones histórico-culturales de ello derivables para nuestra civilización.
 

4. Integración, ¿a cambio de qué?

Pero las cosas no sucede porque sí, ni se obtienen resultados a cambio de nada.
Si se aspira a un lugar de calidad en nuestro contexto socio-cultural, toda tentativa de "astrología basura" deberá quedar conveniente y oportunamente desenmascarada, de manera que los "shows mediáticos" de la pseudoastrología "a granel" ya no serían un medio de supervivencia (o de enriquecimiento) impunemente accesible a cualquier "experto/a" (o advenedizo/a) que esté dispuesto/a a oficiar en ellos, al menos no en la forma directa y ausente de controles curriculares que actualmente impera, en contraste con lo establecido para profesiones institucionalmente reconocidas.
Si el colectivo astrológico no potencia un cambio deontológico de esa naturaleza, podría fácilmente entenderse que avala las acusaciones sobre el interés mercantilista, que no vocacional ni profesional, de las sociedades astrológicas, así como de sus miembros, cuando su principal criterio de actuación "en beneficio" de lo astrológico es, no el del rigor conceptual y metodológico, sino el de "si vende, vale" [Cel 95].
Habré de volver sobre estas cuestiones al considerar la práctica astrológica, así que, por ello mismo, voy a orientar ahora mis comentarios en otro sentido.
Los planeamientos astrológicos poseen una marcada impronta ecológica, ampliando el concepto de "medio ambiente humano" hasta darle una dimensión interplanetaria, cósmica, subrayando que el marco significativo, a la vez que nutricio, para la evolución terrestre en general, y la humana en particular, es el universo como tal, a través de sus pautas cíclicas, tomando como referencia principal, por su inmediatez espacio-temporal, las propias del sistema solar que nos alberga.
La naturaleza abierta de dichos ciclos contradice, por otra parte, el posicionamiento de las escuelas astrológicas deterministas a ultranza: nunca la trayectoria asociada a un ciclo astronómico es geométricamente cerrada, antes bien las curvas trazadas por los cuerpos celestes son abiertas, de manera que un ciclo no termina, dando lugar al siguiente, exactamente en el lugar donde comenzó, siendo las "distancias" entre los citados "puntos", de hecho, literalmente astronómicas.
Lo astrológico, en su raíz, antes que a los modelos aristotélicos o estoicos, platónicos o pitagóricos, hace referencia a un universo dinámico, en proceso de creación, donde, en determinado "momento", aparece la especie humana, presentándonos, dicho en términos actuales, un universo caracterizable por sus propios procesos evolutivos, una de cuyas resultantes es el hombre, la humanidad.
Su emergencia es fruto de esos mismos ciclos, que empujan, no sojuzgan, dicha evolución, y que, oportunamente leídos, nos desvelan sus características, sus requisitos, sus riesgos potenciales, sus mejores oportunidades: nuestro destino es, así, puesto en nuestras manos por el propio proceso evolutivo-creativo que se nos aparece como universo, tal cual nos dicen, en su lenguaje y desde sus conceptos por supuesto, las tradiciones recibidas de la antigua Babilonia [Enu 94].
La concepción de universo dinámico, evolutivo, con significado humano, preñado de vida y de inteligencia (al menos de la humana, pero con muchos puntos suspensivos más al respecto) es una aportación característica de la astrología, a la que nunca debiera renunciar.
Tampoco debiera renunciar al diálogo con la cultura, con la espiritualidad, con la ciencia, con el saber del momento: eso quizá le requeriría renovar su rostro, tan ajado de siglos de encierro o/y desinterés por el territorio "enemigo", pero le ayudaría a renovar el cúmulo de conceptos anquilosados, metodologías obsoletas, epistemologías caducas, estructuras corroídas, construcciones inestables que no hacen justicia a la esencia astrológica, sino que perviven, como poco, por un doble error: no volver a las raíces conceptuales, históricas, de lo astrológico y vivir de espaldas a las dinámicas culturales dominantes del presente.
¿Hasta dónde está dispuesto el colectivo astrológico a sacrificar lo accesorio en aras de trasladar lo esencial al núcleo civilizatorio de nuestra cultura?.
¿Hasta dónde está dispuesto a aceptar este colectivo que puede aprender (bastante, incluso mucho, acaso más de lo que le sería grato reconocer) de la cultura dominante actual, abandonando contradependencias históricas que le impiden ver los cambios, también históricos, que se están produciendo en el secular territorio "enemigo"?.
Si, pero la avenencia a la cultura dominante, se nos recordará certeramente, suele traer consigo la dependencia del poder, la tendencia de éste al aprovechamiento controlador, manipulador o/e interesado de todo aquello que, de uno u otro modo, pueda ser útil a sus intereses, y la astrología, en su pasado histórico más ilustre, estuvo siempre al servicio de los poderosos. Entonces, ¿porqué tropezar dos veces en la misma piedra?.
Mejor sería, efectivamente, que tal no ocurriera, pero ¿no es cierto que, hoy por hoy, quienes se hallan en los círculos del poder ya ponen lo astrológico a su servicio?, entonces, pregunto yo a mi vez, ¿por qué renunciar a aportar lo más deseable cuando lo menos se halla, en cualquier caso, presente?.
Dejando al margen que, a título particular o/y de grupo, siempre existe la posibilidad (y con ello vuelve a hacernos sus guiños la temática deontológica) de no entrar en las servidumbres al poder establecido, las preguntas recién planteadas (cuyo número sería fácilmente ampliable, por lo demás) parecen justificar por sí solas, y hasta sobradamente diría yo, la oportunidad de un debate colectivo para darles, siquiera mínima, respuesta.
 

5. ¿Cómo hacer avanzar el conocimiento astrológico?

Está claro que una forma de obtener recursos para llevar adelante cualquier tipo de conocimiento es ubicarse en el territorio de lo culturalmente reconocido como de interés.
No voy a ser yo quien recomiende en ningún caso, y menos aún en el astrológico, vender la primogenitura por un plato de lentejas: no se trata de eso, sino de la perentoriedad de dar a conocer la auténtica realidad, el valor potencial y las posibilidades todavía inexploradas de la astrología.
Pero para conseguir algo así en el territorio del saber es requisito indispensable que las aportaciones hechas a tal fin lo sean desde un rigor conceptual y metodológico del que normalmente, y particularmente por nuestros pagos, los trabajos de investigación astrológica suelen carecer.
Para ser honesto, debo, lamentablemente, dar fe de que únicamente desde la organización de eventos astrológicos (exactamente en dos ocasiones diferentes) se me ha pedido retirar un trabajo enviado o no presentarlo, porque su nivel era "excesivo", más alto de lo deseable, y por tal motivo "inadecuado" para ser acogido en tales eventos.
En paralelo a ello, aunque afortunadamente en los últimos años esto está cambiando, hace un tiempo no era fácil que los trabajos de investigación más proclives al formalismo académico encontraran un lugar en las publicaciones astrológicas al uso.
Porque a la hora de investigar no se trata simplemente de llevar adelante la tarea siguiendo el procedimiento que mejor le cuadre a su autor, para luego enunciar unas cuantas conclusiones, basadas en unos ciertos resultados, que muchas veces no se concretan suficientemente ni, menos todavía, se explicitan los elementos imprescindibles para valorar la consistencia de los mismos, o para dar la oportunidad de replicar el trabajo con otras muestras, o para estimar la procedencia de la metodología aplicada, etc., etc.
Raramente se menciona siquiera el empleo de los imprescindibles grupos de control para tener en cuenta las desviaciones de tipo estacional, social, astronómico, etc., que pueden sesgar, o deformar, o enmascarar, precisamente, lo que se pretende verificar (o falsar).
Es de sospechar que, muy probablemente, tal silencio sea debido a la falta de empleo de dichos grupos [1] , lo cual convertiría la correspondiente "investigación" en mero divertimento, sin consistencia conceptual ni demostrativa alguna.
Y esto sin entrar en cuestiones mucho más especializadas, como, por ejemplo, las relativas a la validez de las muestras empleadas, o las concernientes a lo poco o lo mucho significativos que, estadísticamente hablando, puedan ser los resultados obtenidos.
Por no mencionar la, por lo general, pobre documentación de los trabajos, particularmente en lo que se refiere a los antecedentes existentes a propósito de la temática investigada, la bibliografía empleada, o las referencias y citas expresas de la misma en la publicación de los oportunos informes, artículos o/y ponencias.
Amén de ello, cuando aparecen presentaciones metodológicas explícitas en las correspondientes publicaciones de resultados, lo que suele suceder es que el lector medio, poco o nada habituado a semejantes menesteres, salta las páginas que las recogen y se dedica a "lo que de verdad merece la pena y es de interés práctico".
Por otra parte, si como, también lamentablemente, he escuchado en algún congreso, "yo me dedico a esto de la astrología porque las matemáticas se me dan muy mal", a lo que luego se ha añadido un "me dedico a investigar lo que puedo sobre estos temas", no es de extrañar que los resultados de tales posicionamientos y actuaciones lleven a científicos, epistemólogos e historiadores de la ciencia a críticas demoledoras, y tan apabullantemente justificadas en semejantes casos, acerca de las pretensiones "demostrativas" de lo astrológico, aunque haya otras ocasiones en las que, ciertamente, se haya pretendido desvirtuar fraudulentamente [Wes 92] lo avalado por resultados perfectamente rigurosos y consistentes.
Amén de ello, siempre habrán de tenerse bien presentes las insidias de los "escépticos" [Elw 01], cuyos argumentos, con o sin comillas, nos llevarán sistemáticamente a la "conclusión" de que la astrología "no es creíble" dado que su validez no ha sido demostrada "por nadie".
Así y todo, quien aspire a que sus aportaciones investigadoras cumplan unos mínimos estándares de validez y credibilidad, habrá de asumir y satisfacer los oportunos requisitos técnicos y procedimentales.
¿Estamos dispuestos, está dispuesto el colectivo astrológico, al esfuerzo de adquirir la formación imprescindible, conceptual y metodológica, que ello implica?. ¿O se conforman sus miembros con el diletantismo autosuficiente y autocontenido, mirando hacia otro lado para no verse en la necesidad de contrastar esa producción investigadora con los estándares de calidad de nuestro entorno cultural?.
Y si los recursos institucionales no nos llegan, y es verdad que consideramos imprescindible la investigación astrológica para avanzar en nuestro dominio de este saber, ¿no deberían ser aportados los recursos necesarios por los integrantes del propio colectivo astrológico?.
Quizá un problema al respecto sería el señalado por aquel aforismo de "no es lo mismo predicar que dar trigo", pero, de ser así, ello vendría a indicar un desinterés de hecho, al margen de las buenas palabras, del colectivo en cuanto tal a propósito de una actualización rigurosa y profunda, comprometida y comprometedora, de la astrología.
Y de este modo, si se me permite la caricatura, tan contentos con el juguetito astrológico, felices de lo a gustito que se está con él y de lo bien que se pasa gracias a él.
Pero si se quiere transmitir que la astrología es bastante más, mucho más, que un entretenimiento, una actividad marginal, o una dedicación trasnochada y, por ello, sin trascendencia alguna, ¿por qué la ausencia de un compromiso investigador conjunto, colectivamente planteado en sus objetivos, recursos y formalismos?.
¿Por qué el picoteo, tantas veces sin método, y todas ellas sin referencia a unos estándares internos de calidad, avalados por el propio colectivo astrológico, con los que contrastar y validar esfuerzos individualmente emprendidos [2] ?
Y no sólo contrastarlos y validarlos, sino también compartirlos y reconocerlos, y apoyarse en ellos para seguir avanzando, ¿o es que el colectivo astrológico no considera de interés la génesis de un banco de trabajos y resultados de investigación de calidad, merecedores del aval colectivo, en que apoyarse para consolidar, actualizar y profundizar el cuerpo de conocimiento astrológico?.
Ese compromiso y esa dinámica de calidad, de conseguirse, resultarían conjuntamente, sin duda alguna, inestimable piedra de toque para ir acallando críticas y obteniendo reconocimientos en pro de lo astrológico.
 

6. ¿Cómo transmitir la astrología?

Como sencilla, pero certeramente, se nos dice en [Sav 97], el sistema educativo sólo transmite lo que socio-culturalmente es considerado valioso.
No habrá, en consecuencia, mejor verificación de que la astrología ha sido formalmente reintegrada a la cultura occidental que su reaparición en los 'curricula' académicos y, a partir de ahí, escolares.
Entretanto, parece razonable que fuese el colectivo astrológico quien tutelase la correcta transmisión del saber astrológico, estableciendo también en este ámbito de actuación unos objetivos de formación y unos criterios de mínimos a cubrir para validar y reconocer la calidad de dicha transmisión.
En tal caso, ¿cuál sería el nivel exigible para otorgar tal reconocimiento colectivo?, ¿o acaso sería interesante establecer diferentes grados?.
Pero ¿entiende el colectivo astrológico como deseable la existencia de una formación mínima sin la cual nadie debiera ser aceptado como astrólogo/a?.
Si la respuesta a esta última pregunta fuese afirmativa, para plantear dicha formación, ¿sería razonable pensar en estratos formativos al estilo del sistema educativo convencional, o sería preferible remitirnos a los de, por ejemplo, la psicología genética, o a los de otras escuelas psicopedagógicas?.
En cualquier caso, ¿se sabe astrología cuando se es capaz de reconocer y manejar sus símbolos?, ¿o hay que dominar además ciertas técnicas concretas?, ¿o mejor aún ciertos conceptos filosóficos y epistemológicos específicos?, ¿o todo ello conjuntamente?.
¿Se puede saber astrología y ser astrólogo/a sin profundizar en la realidad astronómica a que lo astrológico hace sistemática referencia?.
¿Se llega a saber astrología y, en consecuencia, a ser astrólogo/a sin hacer trabajo de campo en ella?.
¿Es defendible una formación astrológica que prescinda del milenario legado de la astrología tradicional?.
¿Es adecuada una formación astrológica si no introduce en su avance curricular materias sobre cuyas áreas va necesariamente a incidir el trabajo astrológico: psicología, economía, medicina, sociología, etc., etc.?.
Estas y otras preguntas relacionadas con las precedentes parecen reclamar respuesta perentoria por parte del colectivo astrológico, que, por descontado, puede inspirarse para ofrecerlas en las ya existentes en nuestro entorno, próximo o lejano, pero que, en la medida de lo posible, debieran ser creativa e innovadoramente suyas.
Si nos centramos en el colectivo astrológico español, un buen referente de partida para proceder, si se está por la labor en el sentido de lo recién planteado, podría ser, por ejemplo, el conjunto de propuestas formativas existentes en el propio ámbito astrológico occidental, europeo o americano, aunque también podrían serlo las de reciente aparición en el ámbito universitario [Kpc 00, Scb 02] de uno y otro continente.
Estas últimas iniciativas pueden ser, por lo demás, un arma de doble filo para los colectivos astrológicos, lo mismo a escalas nacionales que internacionales, pues, en efecto, van a potenciar tanto el interés por la astrología como su práctica, es decir su integración sociocultural, pero también están amenazando con dejar atrás a dichos colectivos en su propio territorio, si es que tardan en dar respuesta expresa a cuestiones clave para su existencia: la formativa entre ellas, claro está.
Y, por otra parte, frente a iniciativas de corte académico, no caben contraofertas faltas de calidad o/y rigor curricular: están condenadas al fracaso.
Quizá pudieran sobrevivir a (muy) corto plazo, por cuestiones de accesibilidad espacio-temporal o/y económicas principalmente, pero la formación no presencial es una realidad en explosivo proceso de expansión que dejará pronto obsoletas dichas cuestiones de dificultad.
¿Va a hacer algo el colectivo astrológico frente a todo ello, o dejará que otros enseñen la astrología y acabe no siendo reconocido (ni en lo colectivo ni, mucho menos todavía, en lo individual) su nivel de conocimiento o/y de desempeño astrológico, pudiendo acabar "expulsado" de "su propio territorio" o/y ámbito de actuación?.
Este interrogante nos remite, además, a la realidad de la práctica astrológica, tantas veces tan similar, y tan lamentablemente de nuevo, al río revuelto, del que, con muy poca "inversión", no es difícil obtener alguna "ganancia" [Cel 95].
 

7. ¿Cómo practicar la astrología?

Al hilo del apartado anterior, en que he planteado cuestiones acerca de la formación requerida para alcanzar, por así decirlo, el "grado" de astrólogo, la primera pregunta a considerar aquí sería, parece obvio, la siguiente: ¿qué nivel de conocimiento y desempeño práctico debería poseer un/a astrólogo/a para poder postularse y, además, ser reconocido como astrólogo/a profesional?.
Parece razonable pensar, una vez más, que, ante la ausencia de otras alternativas formales, fuese el colectivo astrológico quien estableciese unos criterios deontológicos firmes para, en base a ello, poder precisar si quien practica, o quiere hacerlo, profesionalmente la astrología cuenta con el reconocimiento colectivo de su formación y capacidad en tal sentido.
¿Entiende el colectivo astrológico que tales consideraciones son procedentes?, ¿deseables?, ¿imprescindibles?. ¿Bajo qué premisas y consecuencias?.
¿Entiende que son defendibles como profesionales todas las prácticas que cotidianamente se suelen ofrecer como astrológicas, que como tales se venden y producen retornos económicos nada menguados en no pocas ocasiones?.
Antes de responder tales cuestiones convendrá tener muy en cuenta que, hoy por hoy, la situación es tal que acaban metidos en un mismo saco el (la) neófito/a que apenas ha leído algún libro, más o menos convencional, sobre astrología y el (la) experto/a que atesora lustros de experiencia en asesoría astrológica, y también que en la presente coyuntura aparecen igualmente etiquetados como astrólogos/as quienes basan sus aportaciones recurriendo a un elenco simbólico y técnico astrológico suficientemente completo, quienes recurren a un mínimo insuficiente para hacerlo y, más todavía, quienes caricaturizan y degradan lo astrológico reduciéndolo a un único elemento simbólico desde el que ofrecen conclusiones que, además, suelen ser muy indebidamente colocadas bajo el epígrafe de "horóscopo".
¿Entrará en algún momento el colectivo astrológico a poner orden en semejante estado de cosas, dejando claro quiénes deben, y quiénes no, ser considerados astrólogos/as y, más aún, astrólogos/as profesionales, y ello, para comenzar, ante sus propios integrantes, deslindando lo que proceda, pero enseguida también ante quienes desde fuera, pero muy justamente, critican dicho desafuero?.
¿Y qué decir de quienes afirman practicar la astrología "seria" y a la par ejercen de "horoscoperos" mediáticos?.
¿Se puede dignificar la astrología desde semejantes opciones o/y planteamientos?.
¿Cuál es la posición del colectivo astrológico ante todo ello?, ¿o se prefiere la opción de no optar?.
A veces, que todo siga como está es más cómodo y menos conflictivo que traer luz y taquígrafos para dar fe de la situación y, a partir de ahí, poner orden y concierto en ella, pero ¿existe interés en esto último?.
Realmente, de hecho, ¿qué quiere hacer con su futuro el colectivo astrológico?.
Y, séase bien consciente de ello, de cómo dé, o no dé, respuesta concreta a esta pregunta dicho colectivo (obras son amores ...) depende muy directa e inexorablemente no sólo su futuro sino también el futuro de la astrología: ahí es nada.
Y a este respecto tiene un peso particular, y es de suponer que lo tendrá cada vez mayor, la imagen ofrecida por quienes formal, o tácitamente, la representen, pues a dicha imagen son subsidiarias, en definitiva, la credibilidad social del saber astrológico, el puesto que pueda ocupar en la dinámica cultural y su posible integración en ámbitos de los que actualmente se ve marginado.
Si efectivamente se desea cambiar el presente estado de cosas, parece imprescindible una decantación formal, liderada desde el ámbito colectivo, por parte, como mínimo, de quienes se postulan públicamente como astrólogos/as profesionales (mejor de todos/as quienes se dicen, genéricamente, astrólogos/as), que establezca, sin ambigüedades, linderos, que los hay, entre la práctica astrológica técnicamente fundamentada y éticamente defendible y la que, por carecer de tales referentes, caería en el territorio de lo pseudo-astrológico, lo no-astrológico, o lo anti-astrológico, y debiera ser, en consecuencia, claramente identificada como tal y por ello reprobada.
 

8. Consideraciones finales

Entiendo que lo hasta aquí recogido ofrece un amplio número de temáticas, y de amplitud y profundidad más que suficientes, para abrir multitud de caminos por los que adentrarse en ese debate clarificador sobre cuya conveniencia, necesidad de hecho, he venido abundando desde la propia introducción de esta ponencia.
Ese debate, que habría de ser razonable, aunque crítico, noble, pero no por ello condescendiente, debiera comenzar en el seno del propio colectivo astrológico, y generar en él un consenso de mínimos, pero no mínimo, entiéndase esto bien, sobre puntos tan cruciales como los revisados en los diferentes apartados que anteceden.
Un consenso que, a largo plazo, habría de tener lugar tanto dentro como fuera del ámbito astrológico, si ha de cumplirse, claro está, el objetivo de reintegrar la astrología al cauce principal de la cultura en la civilización occidental.
Pero entiendo que, para prender fuera, debe haber sido satisfactoriamente obtenido dentro, haciendo posible a partir de ello su extensión al resto del tejido social, en la oportuna dinámica de recuperación dignificada de lo astrológico.
En semejante proceso, tanto interno como externo al colectivo astrológico, el correspondiente debate, en realidad la serie encadenada de ellos, habría de tener muy presentes las certeras palabras del filósofo Fernando Savater [Sav 97], a propósito de la sacralización de las opiniones y la incapacidad de practicar la abstracción como sendos obstáculos para la búsqueda racional de la verdad, que conducen a estas otras citadas a continuación.
"Aprender a discutir, a refutar y a justificar lo que se piensa es (...) irrenunciable (...) Para ello no basta con saber expresarse con claridad y precisión (...) y someterse a las mismas exigencias de inteligibilidad que se piden a otros, sino que también hay que desarrollar la facultad de escuchar (...). Se trata (...) de propiciar la disposición a participar lealmente en coloquios razonables y a buscar en común una verdad que no tenga dueño y que procure no hacer esclavos".
Es un excelente recordatorio de cómo podemos y debemos avanzar conjuntamente hacia metas colectivas que, más allá de nuestros intereses del presente, tienen profundas implicaciones de futuro, no sólo para nosotros mismos, sino también para nuestra sociedad, nuestra civilización, la humanidad entera.
 

Referencias bibliográficas

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Notas
[1]  A propósito de ellos en relación con lo astrológico, véase [Gau 01], y para una mínima ilustración de su empleo en la investigación astrológica [Nav 01]. « Texto
[2]  Bien interesante sería, y particularmente significativo además, que un compromiso en tal sentido pudiera dar lugar a nuevas aportaciones de la astrología a la historia de la ciencia, tanto conceptuales como metodológicas, planteando modelos de referencia, procedimientos y criterios de validación o/y de trabajo capaces de poner de relieve sus peculiaridades epistemológicas, en la intención de que acabaran extendiéndose posteriormente al ámbito científico (máxime existiendo el precedente del método experimental, de origen claramente alquimista [Bar 96]). « Texto




 http://cura.free.fr/xxx/28navar3.html




 

Alice-Bailey-Lucis-Lucifer-Trust.

             El texto está en inglés.  https://pdfcoffee.com/qdownload/alice-bailey-lucis-lucifer-trust-pdf-free.html