Aunque el momentáneo oscurecimiento del Sol o de la Luna provocó a menudo
el miedo en el hombre antiguo, que atribuía tan extraordinario fenómeno a
la acción de magos y brujas, los espíritus más ilustrados y racionales consiguieron
explicar correctamente los mecanismos astronómicos que se ocultaban detrás del
comportamiento de nuestras dos principales luminarias, e incluso fueron capaces de
predecir con bastante exactitud los eclipses de Luna recurriendo al “ciclo de saros”,
de origen mesopotámico. Por su parte, los astrólogos también intentaron aprovechar
tales fenómenos de carácter extraordinario para extraer omina, en particular de los
eclipses lunares, ya entre los caldeos, cuyos patrones fueron tenidos en cuenta luego
por la astrología griega, sobre todo por Ptolomeo, que fue el autor antiguo que más
extensamente trató esta anomalía astronómica.
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