Obviamente la
astrología es un tema infortunado cuyo interés para
la historia de la astronomía no ha sido puesto de relieve
hasta hace relativamente pocos años. Y si lo que acabo de
mencionar puede aplicarse a cualquier texto astrológico,
¿qué podremos decir cuándo un gran maestro
como el prof. Otto Neugebauer juzga
de una manera particularmente lapidaria el Libro de las
Cruzes alfonsí del que afirma que contiene «una enumeración interminable de
combinaciones triviales de influencias astrológicas lo que
revela [por parte de su autor] una torpeza de mente poco
usual»
?
El punto de partida no puede ser más descorazonador y, sin
embargo, una buena dosis de paciencia puede, como veremos, resultar
rentable. Partamos de la base de que Astronomía y
Astrología son términos habitualmente
sinónimos a lo largo de toda la Edad Media y resulta obvio
que Alfonso X creía en la Astrología: este monarca
aprueba, en las Partidas, la adivinación del futuro
mediante las estrellas realizada por los que tienen buenos
conocimientos de astronomía, mientras prohíbe otras
formas de adivinación, así como castiga con la pena
de muerte a los que conjuren a los espíritus malignos o
hagan figuras de cera, metal o de otro material, con el fin de
dañar a otra persona.
Astronomía y Astrología forman parte de las siete
artes liberales por las que se interesó el Rey Sabio,
según el testimonio de D. Juan
Manuel en el Libro de la Caza3,
y a las dos disciplinas a las que me estoy refiriendo dedicaron los
colaboradores de D. Alfonso buena parte de sus esfuerzos que
debían concretarse en la elaboración de tres grandes
colecciones misceláneas. La primera tendría
carácter mágico y a ella debía pertenecer la
versión alfonsí del Picatrix. La segunda
sería propiamente astronómica y está
constituida por los célebres Libros del saber de
astronomía. La tercera sería fundamentalmente
astrológica y de ella sólo conservamos parte de los
Lapidarios alfonsíes. A las tres colecciones
anteriores, hay que añadir varias obras independientes como
la Astronomía de Ibn al-Haytam, los
Cánones de al-Battānī, el
Cuadripartito de Ptolomeo con el comentario de 'Alī
b. Ridwān, el Libro conplido de Aly Aben Ragel y
nuestro Libro de las Cruzes.
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