Tuve la suerte de no ser deportado a Auschwitz hasta 1944, y después de que el gobierno
alemán hubiera decidido, a causa de la escasez creciente de mano de obra, prolongar la media de
vida de los prisioneros que iba a eliminar concediéndoles mejoras notables en el tenor de vida y
suspendiendo temporalmente las matanzas dejadas a merced de particulares.
Por ello, este libro mío, por lo que se refiere a detalles atroces, no añade nada a lo ya sabido
por los lectores de todo el mundo sobre el inquietante asunto de los campos de destrucción. No lo
he escrito con la intención de formular nuevos cargos; sino más bien de proporcionar
documentación para un estudio sereno de algunos aspectos del alma humana. Habrá muchos,
individuos o pueblos, que piensen más o menos conscientemente, que “todo extranjero es un
enemigo”. En la mayoría de los casos esta convicción yace en el fondo de las almas como una
infección latente; se manifiesta solo en actos intermitentes e incoordinados, y no está en el origen de
un sistema de pensamiento. Pero cuando éste llega, cuando el dogma inexpresado se convierte en la
premisa mayor de un silogismo, entonces, al final de la cadena está el Lager: Él es producto de un
concepto de mundo llevado a sus últimas consecuencias con una coherencia rigurosa: mientras el
concepto subsiste las consecuencias nos amenazan. La historia de los campos de destrucción
debería ser entendida por todos como una siniestra señal de peligro.
https://www.aiete.net/wp-content/uploads/2017/12/SI-ESTO-ES-UN-HOMBRE-TEXTO-INTEGRO.pdf
No hay comentarios:
Publicar un comentario