El escenario de El hombre en busca de sentido se dibuja sobre el atroz paisaje de la
vida en los campos de concentración nazis. Enfocar esa tragedia en su conjunto
amortigua el impacto de la turbación y es capaz de mitigar la sensación de crueldad del
Holocausto. Al contemplar sus hileras de tumbas en perfecta simetría, el honroso
cementerio de Auschwitz solo parece albergar una multitud de personas recordadas con
una dignidad póstuma, tras una muerte sin sentido. Sin embargo, el panorama cambia
radicalmente si, ante cada tumba, el espectador juega con la imaginación y percibe un
sinfín de vidas malogradas: en ese hueco podría yacer una persona que, en plenitud de
energías, emprendía un prestigioso proyecto profesional...; aquí, una madre que ha
muerto con la angustia de ignorar cuál ha sido la suerte de unos hijos arrancados de su
regazo...; allá —uno junto al otro—, un matrimonio, un hombre y una mujer que, tras
sortear los avatares de una larga existencia, esperaban con sosiego envejecer juntos...;
más allá, a una joven le abortaron los sueños de un feliz matrimonio...; todavía más allá,
el cuerpo inerme de un niño o una niña que aún conserva la sonrisa, helada, de una
vitalidad en expansión... Esa suma de sufrimientos silenciosos, más el infernal horror de
la brutal monstruosidad, aciertan a vislumbrar el dramatismo y la barbarie de los campos
de concentración.
https://haciadios.com/wp-content/uploads/2022/06/El-hombre-en-busca-de-sentido-Viktor-Frankl.pdf
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