Cuando nos adentramos en la tradición astrológica occidental es de capital importancia
estudiar a los autores clásicos del medioevo. En especial los árabes debido a que, como herederos
del saber caldeo y traductores de las fuentes clásicas helenísticas, tuvieron un destacado papel en
su desarrollo y difusión. Logrando esto no tan solo por el meros carácter de expositores eruditos
en antiguos saberes sino por haber llegado a ser idóneos astrólogos practicantes. En virtud de
esto, con el transcurso del tiempo, hacia fines del medioevo y comienzo del renacimiento sus
tratados llegaron a ser una referencia obligada de los astrólogos europeos.
Lamentablemente, en las actuales escuelas occidentales de formación astrológica
prácticamente su consideración es escasa cuando no nula, ocupando un sitial de vitrina
dedicado a la nostalgia. Pero por fortuna siempre hay excepciones, ya que aproximadamente
desde fines de los ochenta han aparecido en el mundo algunas iniciativas de astrólogos que,
individualmente o en reducidos grupos aislados, empezaron a desempolvar antiguos tratados.
Motivados principalmente, en su gran mayoría, por el deseo de la puesta en valor de antiguos
saberes y, en segunda instancia, para que ulteriormente se pueda reconstruir un sistema
astrológico en gran medida subestimado por su total desconocimiento.
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