El siglo IV d.C., con el progreso político del Cristianismo, tiene un papel
fundamental en la transformación del antiguo mundo greco-romano. El paganismo,
duramente combatido en los siglos anteriores por cristianos cultos y conocedores de
la cultura griega, como Taciano, Clemente de Alejandría, Hipólito u Orígenes, cede
ante el empuje de la nueva religión. Una religión providencialista, como el
platonismo, y que hace bandera en su ética del libre albedrío. De ahí su radical
enfrentamiento con la astrología que había cobrado autoridad tras ocho siglos de
experimentación en el helenismo y que había logrado penetrar en la alta sociedad del
Imperio. El siglo IV, anticipado en esto por los edictos de Diocleciano a finales del
III contra magos, idólatras y astrólogos, va a suponer la criminalización jurídica
(favorecida a partir de la conversión de Constantino) de la astrología. Pese a todo, se
sigue consultando a los astrólogos y magos, se hacen horóscopos y se escriben
tratados de astrología
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