No es posible entender cabalmente el pensamiento medieval, renacentista y áureo sin entender al mismo tiempo el lugar que las ciencias herméticas tuvieron y su repercusión en el entramado del pensamiento y las artes, especialmente en la literatura, pues ésta funciona como un crisol único de todos los demás saberes.La tarea filológica, con sus múltiples herramientas, tiene como misión principal poder sintonizar con el contenido y propósito de los textos, con la mayor fidelidad posible al signi-ficado que les fue conferido.Las lenguas y culturas tienen sus ciclos, su momento de origen, de expansión, de apogeo, de declive y de desaparición o trasformación en otra cosa. El diálogo con los textos del pasado sólo es posible en la medida en que, pese a esa evolución natural de las culturas, lo esencial de los textos siga siendo recibido y comprendido, pues la materia sutil del lenguaje permite pre-servar lo esencial, los significados, aunque hayan incluso desaparecido las lenguas originales de los textos. Así cuando nos zambullimos hacia atrás en las fuentes, podemos ver cómo hay ciclos que surgen de las cenizas de otros anteriores, como la Edad Media desde la decadente latinidad, en convivencia con formas de cultura más avanzada como la islámica, que permitió, a su vez, con su particular impronta, recuperar el legado clásico y otros aún más antiguos.
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