lunes, 8 de octubre de 2018

La paradoja astrológica. Por Alfredo Ballestín Serrano.






Alfredo Ballestín Serrano.







La paradoja astrológica

Alfredo Ballestín Serrano

Hacia una visión interdisciplinar para el estudio de la Astrología
Hace ya más de una década, tuve ocasión de aproximarme, con motivo de la elaboración de mi tesis doctoral{1}, a la obra del rabino judío Moisés Sefardí, que pasó a llamarse Pedro Alfonso tras su conversión al cristianismo. Este personaje, junto con Abraham Ben Ezra y Abraham bar Hiyya, conformó la tríada que coadyuvó decisivamente a la difusión de la cultura árabe en el Occidente cristiano. Mi tesis doctoral se basó en una de las principales obras de Pedro Alfonso, El Dialogus contra iudaeos, incardinado en el contexto de la polémica judeocristiana, de la que no existía ninguna edición crítica. Los tres personajes citados, todos ellos vinculados con Aragón, ocupan un lugar destacadísimo en la historiografía de la Astrología y aunque de la obra astrológica de Pedro Alfonso poco ha llegado hasta nosotros, su influencia se percibe en la obra de algunos de sus principales discípulos como son Walcher de Malvern y Adelardo de Bath. Como he señalado en otra ocasión{2} Pedro Alfonso fue un personaje comprometido con la Astrología, ciencia cuyo estudio y uso recomienda desde una perspectiva científica y racional, mediante la utilización de las matemáticas y la astronomía, basándose en la recuperación de autoridades como Aristóteles y Ptolomeo.
En su obra contra los judíos, y sobre todo contra la religión islámica, Pedro Alfonso se apoya en argumentos astrales en defensa de sus tesis. No obstante es, sobre todo, en su Carta a los peripatéticos franceses donde mejor queda fijada su posición hacia la Astrología. Esta carta, es el proemio a una obra astronómica{3} que escribió en forma epistolar en 1120 y en ella recomienda el estudio de la geometría, música, medicina y Astrología, aludiendo a la utilidad de esta última en tanto que hasta la medicina dependía de ella. Se distancia asimismo de la Astrología vulgar{4}, y rechaza las críticas hacia la utilización de la Astrología provenientes del clero cristiano.
Este afán racionalizador y omnicomprensivo de la Astrología por parte de Pedro Alfonso, no deja de ser un cierto anticipo del carácter problemático que arrastra siempre la teoría, interpretación y validación histórica de la Astrología.
Aquel primer acercamiento académico a la historia de la Astrología, ha supuesto la continuidad en la investigación de la que durante siglos fue reina de las ciencias, lo cual ha fructificado en este artículo en el que pretendemos dar un breve repaso a las polémicas que secularmente han acompañado a la Historia de la Astrología.
Efectivamente, desde mediados del siglo XIX hasta hoy, se viene produciendo un renovado interés por la Astrología, tanto en el campo estrictamente histórico como desde el campo de la epistemología crítica, redescubriendo un antiguo saber que, superado por los avances científicos, fue desterrado al mundo de las sombras a finales del XVII.
Este hecho, a todas luces paradójico, ya sea por la pertinacia temporal de la Astrología, –superviviente excepcional de la Antigüedad–, o bien por el sinsentido que sus propuestas, todavía lastradas con el asunto de la predicción y predestinación, suponen en el actual horizonte cultural y sobre todo, para el paradigma científico, tiene unas manifestaciones específicas que ponen de relieve la relevancia conceptual de la Astrología y la huella que el viejo saber ha dejado en la historia de la cultura. Ello conlleva el que en el siglo XXI la Astrología sea objeto de consideración teórica en sus aspectos epistemológicos, históricos y sociológicos.
Pero el carácter problemático de este renovado interés, habría de ser situado en la construcción decimonónica de la historia de los saberes positivos. Uno de los supuestos de esta historia era la génesis griega de la razón científica. Sin embargo difícilmente podía soslayar la realidad omnipresente de un pensamiento astrológico en el seno de la cultura clásica. Dejando aparte su aspecto en cuanto a forma simbólica religiosa, el recurso más socorrido fue hacer de esta realidad un accidente justificable como fenómeno de decadencia, apenas anecdótico y, sobre todo, resultado de la contaminación oriental. Pero esta solución es falsa y elude la complejidad del asunto. Por supuesto, y dicho de una vez por todas, la Astrología tiene efectivamente sus raíces en Babilonia, que como cultura agrícola y palaciega, y de calendario, ya venía desarrollando el conocimiento astronómico cuando Grecia no había superado su etapa arcaica. Pero el desarrollo griego de la Astrología es algo, valga la redundancia, genuinamente griego; es cierto que se debe diferenciar un eje temporal antes del cual, la plenitud clásica, la cultura griega está poco interesada en la teoría astrológica, y después, ya en el helenismo, el horizonte de la Astrología es indiscutible.
Quizá merezca la pena advertir que en Platón ya se anticipan algunas ideas de lo que va a ser la Astrología judiciaria propiamente dicha{5}. Primero porque su filosofía propicia la necesaria conciencia de alma individual (ajena al Oriente, donde la Astrología afectaba en todo caso y exclusivamente al soberano como mediador entre el cielo y la tierra). Y luego porque el modelo de la procesión de las almas en el Fedro y la divinización de los astros que plantea en sus últimas obras, serán supuestos también necesarios para la elaboración de los postulados astrológicos. No suele reconocerse este vínculo, pero es muy significativo que esa gran época de la Astrología que es el Renacimiento retomará precisamente esta suerte de patronazgo en el viejo Platón{6}. En todo caso, lo que es necesario reconocer es que la ciencia griega, a partir del helenismo –que, por otra parte, es la época más fecunda para tal ciencia– no contempla la Astrología como algo adjetivo; en realidad toda la ciencia orbita en torno a ella, y es obligado apreciar que aquellos que pasan por ser nuestros mejores aliados contra un saber supersticioso, en realidad son enemigos del propio pensamiento científico. Desde el ámbito de la teoría del conocimiento, los más críticos con la Astrología, como puedan ser Carnéades y Sexto Empírico, lo son en última instancia, con los fundamentos epistemológicos de la certeza científica. Es decir, flaca ayuda la que nos pueden prestar estos escépticos. Quizá también podrían haber sido críticos los filósofos epicúreos, en la medida que podemos suponer que heredaron de Demócrito la concepción del universo infinito, pero poco dijeron al respecto. Todas las demás escuelas son, en definitiva, firmes mantenedores de los supuestos del saber astrológico, y ello no implica sólo una dirección del comportamiento, sino un sistema de ordenación de ámbitos geográficos, biológicos y, en última instancia, hasta semiológicos; es decir, todo un fundamento de interpretación del mundo.{7}
Tampoco es muy sencillo señalar el exacto lugar del sistema astrológico en el ámbito de la cristiandad. Porque la ortodoxia cristiana tiene necesariamente que enfrentarse a la inflexibilidad de la cosmovisión astrológica, y así ocurrió en la cristiandad antigua, pero a nada que ésta se afianza como religión dominante, la resurgencia de la Astrología se ve por doquier. De hecho, su suerte no es muy distinta a la que corre en la propia cristiandad la noción de Fortuna. Avanzada la Edad Media, la reintegración de la Astrología en el conjunto de saberes y hasta de estrategias del conocimiento, es omnipresente. Los nombres podrían ser inagotables y más si añadiéramos la relevante mediación árabe, pero podemos quedarnos con un rey curioso, como es Alfonso X el Sabio, y un sabio que pone los fundamentos de la más alta teología medieval, como es Alberto Magno.
Todo esto resulta bastante conocido, a fin de cuentas el modelo astronómico de Ptolomeo es todavía el imperante; se supone por tanto que el nuevo modelo astronómico que trae el Renacimiento marcará un punto de ruptura. Y sin embargo, como bien advirtió Eugenio Garín{8}, el asunto tampoco aquí es tan sencillo, con lo que volvemos al principio; la aún usual convicción de que la crisis del sistema astrológico es asunto de positividad científica tiene que ser muy matizada. Es sabido que Kepler no tiene la menor intención de suspender las certezas de la Astrología, más bien la urgencia de ajustarlas a un nuevo modelo astronómico de cuya formación él es un protagonista indiscutible. Sin embargo, es cierto que a partir de esa época la Astrología empieza a tener sus críticos, como no es menos cierto que el Renacimiento y el Barroco serán épocas de plenitud para ésta y para tantas otros saberes alternativos, aparentemente ya en crisis. Un caso bien llamativo puede ser la total disparidad entre dos pensadores que no dejaban de ser condiscípulos y hasta amigos, por una parte Ficino, que es uno de los grandes –si no el mayor– articulador del moderno sistema astrológico y por otra, Pico della Mirándola, que es en buena medida el héroe fundador de la liquidación de la Astrología. Mirándola nos sitúa, en lo que ha sido hasta el siglo XVIII, el auténtico ámbito de suspensión del saber astrológico, no el de la ciencia sino el de la construcción del sujeto moderno, es decir, desde instancias morales, y en esta construcción, contra la Astrología, el protagonismo va desde Savonarola, el propio Pico della Mirándola, Lutero o Montaigne..., hasta llegar a Voltaire.{9}
Lo curioso es que es en esta tradición, en la que el siglo XIX contempla la liquidación de la Astrología y en esto podría decirse algo que coincide con Feyerabend{10} pero que lo dijo Jonathan Swift –y por una vez no con excesiva ironía–: «Cuantos han condenado este arte, aunque peritos en otras materias, bien por no haber aplicado sus estudios a cultivarlo, o bien por haberlos aplicado sin fortuna, no podrán dar testimonio de mucho peso en contra, ya que son vulnerables a la objeción frecuente de que condenan lo que no entienden»{11}.
La Astrología: de un saber polémico a una hermeneútica interdisciplinar
Pero lo cierto es que, como consecuencia de su carácter especulativo e híbrido, la polémica ha sido compañera secular de la Astrología. Y ello es así, prácticamente, desde su elaboración como sistema en época helenística, cuando la Astrología, como hemos dicho, era considerada la reina de las ciencias, y hasta nuestros días, en que está ubicada en los márgenes de la racionalidad, en ese vago y difuso ámbito reservado y restringido a creencias y supersticiones, en el que paradójicamente no se sitúa a la Religión.
El carácter especulativo de la Astrología se cifra sobre todo en una de sus facetas más características y conocidas, la posibilidad que se le adjudica de conocer o prevenir el futuro, ámbito tradicionalmente reservado a los dioses, mediante el conocimiento y utilización adecuada de unas determinadas reglas. Esta pretensión, contestada en principio desde el ámbito religioso, por chocar con la doctrina del libre albedrío, y a partir del siglo XVI desde ámbitos filosóficos, no necesariamente científicos –ya lo hemos visto– en contra de lo que se ha venido suponiendo, fue sin embargo asumida como parte del Saber hasta bien entrado el siglo XVII, cuando a causa del desarrollo de los conocimientos geográficos y astronómicos, que implicaron una nueva visión del cosmos, y más aún por la constitución del sujeto moderno, la Astrología fue perdiendo su credibilidad, quedando reducida su práctica y sobre todo sus aspectos formales, a los ámbitos circunscritos a las sociedades secretas y a sus saberes esotéricos.
Sin embargo, y a resultas de esta crisis, desde mediados del siglo XIX la Astrología{12} ha venido siendo reexaminada en los ámbitos científicos, bien para situar lo que había sido innegable presencia e influencia en la historia de la cultura, lo que, en tal sentido, forma parte de los estudios de simbología, iconología, formas de religiosidad, &c., además de propiciar el estudio de otras tradiciones astrológicas y su función en las culturas antiguas (paleo-astronomía, calendarios prehistóricos, Astrología china, meso-americanas, celtas...), bien para saldar cuentas, es decir, para desde un saber positivo confirmar su liquidación. Poco hay que discutir del primer aspecto; el segundo es el que cifra realmente la polémica que vamos a contemplar y que nos lleva a un planteamiento de trabajo: el porqué de un ensañamiento «científico» con la Astrología, que casi forma parte de una cultura popular en la que se inscribe también la propia Astrología.
Merece la pena advertir que la suspensión puede venir también y alimentar la polémica, no sólo en los dominios de la Historia de la Ciencia, sino desde el propio campo de la Astrología, que continúa existiendo, y que también desde finales del siglo XIX ha experimentado un resurgimiento, que llega a constituir un fenómeno de la moderna cultura de masas, lo que conduce también a una aguda controversia en razón de las diferentes actitudes de sus partidarios, en referencia a su significado y encaje en la sociedad y en la cultura contemporánea.
Pocas dudas puede haber de que los fundamentos de la Astrología se corresponden con un modelo de pensamiento de tipo mítico, el cual hace posible que, sin contradicción alguna –y el caso de la Astrología es paradigmático–, la utilización paralela de principios tan opuestos como lo puedan ser los matemáticos y los mitopoiéticos, un precipitado que, desde la perspectiva del pensamiento racionalista resulta de todo punto inviable. Ahora bien, incluso en el actual ámbito de la Astrología tradicional, en el que el modelo astronómico de Ptolomeo continúa vigente, y ligado a ello la admisión de la forma de pensar mítica analógica (fundada en la teoría de las influencias), no hay unanimidad de criterio acerca del concepto de Astrología. Sus supuestos varían, esencialmente, en función de variables geográficas y temáticas, y sólo la referencia fundamental a la fecha de nacimiento como dato básico, es común a todas corrientes astrológicas. En este ámbito la Astrología aparece caracterizada como «ciencia de las correspondencias celestes y terrestres», «ciencia de la influencia en los hombres de los cuerpos celestes», «Hecho cultural ligado a la toma de conciencia del transcurso del tiempo y los ritmos de la Naturaleza en el hombre», «área de conocimiento», &c.{13} Por el contrario, en el ámbito externo a la Astrología, se dan una serie de cuestiones de índole epistemológica que contribuyen a la confusión y a la polémica en torno a su significado y sobre todo, a su tratamiento y a su inserción en el área de las creencias y las supersticiones. Así, resulta controvertida la inclusión plena de la Astrología en el marco del pensamiento fideísta, puesto que, siendo un hecho su secular vinculación con los entornos de la mitología y de la religión –que la han impregnado de un aura mítico-religiosa cuyos vestigios se evidencian en los postulados astrales–{14}, no podemos insertarla plenamente en un horizonte estrictamente mitológico, ni tampoco considerarla religión, puesto que, en puridad, ni es una genuina mitopoiesis, ni se trata de una religión{15}, caso en el que se trataría de una astrolatría. Ni tan siquiera su remoto origen y conexiones con el complejo universo de la mántica oriental implicaría su confusión con una mancia, de las tantas existentes; ni aún con la astromancia, nombre que recibe el sistema de adivinación por medio de los astros, y uno de los motivos más frecuentes de confusión con la Astrología.
La cuestión se complica más cuando se considera que la propia formación etimológica de 'Astrología' resulta conflictiva{16} al hacer referencia a unos contenidos asumidos por la astronomía, una ciencia oficial y ortodoxa{17}, mientras que los de aquella han quedado al margen de la ciencia y calificados de creencias, pseudo-científicos, o supersticiosos. Un hábito lingüístico pues, que contribuye a enturbiar el ya de por sí difuso panorama epistemológico que ofrece la situación de la Astrología en el ámbito científico académico, siendo además una de las motivaciones últimas de la controversia. Para sus defensores, la secular vinculación de la Astrología con diferentes áreas de la ciencia como la astronomía, «con la que surge y se desarrolla en relación dialéctica, tomando sus datos básicos»{18} o las matemáticas y la geometría, que son utilizadas en los cálculos, serían motivos suficientes para conferirle un estatus que posibilitara su investigación como si se tratase de un conocimiento... eficaz, proyecto rechazado por sus detractores en tanto que el modelo científico, sustentado en la lógica de la razón experimental, difiere del modelo astrológico que lo está en el analógico. Una realidad que va más allá de cualquier planteamiento formal y que incide en lo estructural, ya que el abismo que media entre la ciencia y la Astrología queda establecido desde el mismo momento en que la estructura del conocimiento actual supone el rechazo de toda relación mística entre los acontecimientos cósmicos y los terrestres.{19}
La polémica, por tanto va más allá de la mera discusión sobre la validez de los, por otra parte, anacrónicos planteamientos astrológicos tradicionales. Tanto desde el punto de vista del moderado Garín, como del más combativo Feyerabend, podría advertirse que en la historiografía de la ciencia prima una tendencia de lo que no deja de ser un vano intento por cambiar la historia: la pretensión de silenciar las seculares, y no en pocos casos fértiles, relaciones entre las dos ramas de la ciencia de las estrellas, la astronomía y la Astrología. Se obvia la Astrología a favor de la astronomía y se denomina como astrónomos a quienes, fundamentalmente, ejercían el oficio de astrólogo, lo cual sucede hasta con el mismo Kepler, un bien conocido astrónomo platónico. También es habitual que se suscite el comentario fácil en ámbitos académicos a expensas de quienes soslayando la «prudencia científica» hacen de la Astrología su objeto de investigación. Incluso cuando el tema sea abordado desde la mera perspectiva histórica, advierte Lisi{20}, «el culto al modelo científico dificulta enormemente su tratamiento», y quien a pesar de todo se atreve a ello, escribe Arana, «en el mejor de los casos será tachado de oscurantista, y, en el peor, será excluido de los círculos intelectuales»{21}, en los que, insiste Guinard, será considerado «ideológicamente como sospechoso»{22}. Que tal contingencia pueda ser factible es una de las causas que explican, entre otras cosas, el que los investigadores hayan soslayado el abordar importantes parcelas, pertenecientes a distintas áreas de conocimiento, en las que la Astrología está presente. Una situación, señala Lemay, que ha provocado la existencia de importantes lagunas en la historia de la cultura, como sucede por ejemplo, en el caso del papel desempeñado por la Astrología en la ciencia y la mentalidad medievales{23}.
A este respecto es habitual que los investigadores actuales, como los del siglo XIX, realicen una profesión de fe anti-astrológica y manifiesten su rechazo hacia la Astrología, sea cual sea el aspecto que de ella traten. A esta tradición coadyuva, sobre todo en las últimas décadas, el misoneísmo y la confusión casi generalizada que origina un contexto socio-cultural en el que se ha configurado todo un horizonte de irracionalismo, en los márgenes de la muerte de Dios y la fe religiosa, propios de la cultura de masas, en la que proliferan toda una serie de mancias, creencias y videncias. Todo un totum revolutum en el que es habitual, por desconocimiento o interés, ubicar a la Astrología.
A la larga, la tensión que produce el debate de dos áreas tan opuestas como la de la ciencia y la de la creencia, amalgamadas ambas en el saber astrológico, encuentra fiel reflejo en escenarios diversos: los más significativos son aquellos en los que coincide su ámbito de actuación y de alguna forma colisiona ante sus pretensiones de monopolio: el celeste, en el caso de las ciencias del cosmos, y el de la conciencia, en los de la religión y la psicología social{24}.
Por prioridad y perseverancia anti-astrológica hay que señalar en primer lugar el ámbito religioso y teológico, en el que destacan las tres religiones monoteístas semíticas en general, y la católica romana en particular. El científico, con una notable producción bibliográfica contemporánea, que contribuye a completar el vasto panorama de la historiografía de la Astrología. A los dos hay que añadir el de la divulgación científica, un género de corte un tanto dogmático y cientifista, que ha encontrado en la crítica a la Astrología uno de sus más recurrentes motivos de exhibición.
En todos ellos, el tratamiento que se le suele dar es, en general, de rechazo y condena, revistiendo en ocasiones un tono de visceralidad excepcional que no se da hacia otros saberes marginales como pueden ser la cartomancia y la alquimia, o hacia las creencias religiosas, algunos de cuyos planteamientos básicos proceden, como los astrológicos, de horizontes netamente mitológicos; algo que en principio los hace tan susceptibles de ser cuestionados como los de la propia Astrología.
Posiciones más neutrales se vienen observando en trabajos recientes, en lo que de hecho representa la apertura a una nueva forma de abordar cuestiones relacionadas con la incidencia de la Astrología en la historia de la cultura y de la ciencia humanas.
La historiografía contemporánea de esta polémica es amplia y de perspectivas diversas, como corresponde a un saber caracterizado por una incidencia multidisciplinar que la convierte en objeto de atención para diversas áreas de conocimiento. La importancia de la Astrología como objeto de atención multidisciplinar ya fue puesta de relieve a finales del siglo XIX por el historiador de las religiones antiguas Franz Cumont, quien alertó del tesoro documental contenido en el Catalogus Codicum Astrologorum Graecorum,{25} obra de referencia para la historia de la Astrología, a cuya elaboración dedicó varios años de su vida.
Pero los investigadores, además de contar con el inmenso legado griego, han tenido a lo largo de este siglo oportunidad de conocer otras fuentes para el estudio de la Astrología, como son los textos cuneiformes mesopotámicos{26} y los de tradición helenístico-egipcia escritos con caracteres jeroglíficos. Todo ello permitirá que desde finales del siglo XIX, y a lo largo del siglo XX, con especial incidencia en sus primeras décadas, la cuestión astrológica sea abordada desde diferentes perspectivas, siendo pioneras las escuelas francesa, desde la humanística, y la alemana, desde la científica.
Por lo que a la escuela francesa se refiere, el máximo referente decimonónico lo encontramos ya en 1824, en el discurso pronunciado por Antoine Letronne con motivo de su entrada en la Academie des Inscriptions de Francia; es de señalar que este autor, que había realizado una investigación sobre el zodíaco circular egipcio de Denderah, se vio obligado a pedir excusas ante los miembros de la Academia por hablar de Astrología, a la que calificó de sueños absurdos vergonzosos para el ser humano{27}. Desde una perspectiva histórico-reduccionista, lo hizo Auguste Bouché-Leclercq,{28} en su obra dedicada a la Astrología griega todavía imprescindible para la historiografía de la Astrología; en ella, este historiador, considera a la Astrología como un híbrido de razonamiento científico y fe enmascarada.{29} Por su parte, el más grande historiador de las religiones clásicas, Franz Cumont, habla de pseudo-ciencia, que es en realidad un credo{30}. Más tarde André Festugière,{31} traduce el Corpus Hermeticum, obra en la que dedica un extenso capítulo a la Astrología y su relación con el hermetismo; en lo que a la Astrología respecta dice que se trata de la mezcla de una doctrina filosófica seductora, una mitología absurda y métodos científicos empleados sin sentido.{32}
En la misma época y desde la perspectiva de la historia de la ciencia, George Sarton considera a la Astrología como mezcla perversa de lo racional y lo irracional{33} y Otto Neugebauer, posiblemente uno de los mejores investigadores de los conocimientos científicos de la Antigüedad, dice que es una de las doctrinas más absurdas salidas de una superstición pseudo-racional, lo que, por otra parte, no le impidió referirse a la Astrología antigua como scientia sideralis, y que la desvinculara de la magia y el misticismo, reconociendo que la Astrología había sido la fuerza motivante de las observaciones científicas astronómicas mesopotámicas.{34}
En la década de los años sesenta un ambiente de contestación al sistema y de ruptura con lo tradicional impregna amplias capas de la sociedad norteamericana. La pasión por las filosofías orientales y las doctrinas teosóficas decimonónicas producen una reacción de tipo nihilista, gestando una Astrología de carácter esotérico, asumida y difundida ampliamente por el movimiento New Age. Todo ello será objeto de atención y provocará diversas reacciones: Karl Popper,{35} se refiere a la Astrología como patrón del no-cientifismo desde la óptica de la filosofía social.{36} No obstante, habrá que esperar hasta 1975, fecha en la que se produce la manifestación colegiada anti-astrológica más célebre, protagonizada por 186 investigadores, al publicar un manifiesto contra la Astrología en la revista The Humanist. Los firmantes, entre los que había representantes de diversas áreas, y varios premios Nobel, mostraban su preocupación por la aceptación creciente de la Astrología, advirtiendo que sus postulados chocaban con los científicos que ellos representaban. El mismo año se produce otra, de tipo individual, por parte del filósofo Theodor W. Adorno, crítico con la sociedad de consumo norteamericana y preocupado por la filosofía de la comunicación, se basa en los horóscopos publicados por el periódico Los Ángeles Times, para elaborar un trabajo sociológico en el que examina la Astrología como superstición de segunda clase, una de cuyas finalidades sería la de servir al orden establecido, perpetuando los valores sociales tradicionales{37}.
En las últimas décadas del siglo XX, se producen de forma puntual, tanto en Europa como en los Estados Unidos, manifestaciones individuales contra la Astrología, generalmente a cargo de miembros de las uniones racionalistas vinculados con la física y las ciencias del cosmos, algunas de las cuales tienen una clara actitud de misión{38}. En el fondo tienen un contenido similar y más específico que las anteriores, insistiendo en argumentos de carácter básico como el carácter geocéntrico de la Astrología, la no asunción por los astrólogos del fenómeno de la precesión de los equinoccios, las contradicciones internas de la Astrología y su incoherente selección de referentes estelares en la praxis astrológica. En Francia l'Academie des Sciences sigue fiel a la tradición de Letronne con científicos como Jean Claude Pecker,{39} que critica los argumentos utilizados por la Astrología tradicional, añadiendo otros nuevos relacionados con recientes investigaciones del cosmos y polemiza con el astrólogo Gauguelin acerca de la metodología utilizada en sus cálculos estadísticos. En su trabajo pone de manifiesto, entre otras cosas, las absolutas divergencias existentes entre la astronomía y la Astrología y las dificultades que entraña el lenguaje científico para su comprensión frente a un lenguaje de fácil compresión como es el astrológico. Muestra también su estupor por la utilización de técnicas astrológicas por parte de empresarios para la selección de personal, equiparando tal actitud a reglas de control racial. En la misma línea se manifiesta Lequevre, negando cualquier validez a una Astrología, considerada superstición, que no tiene nada que ver ni con la ciencia babilónica, utilizada incluso por Copérnico y cuyos fundamentos eran la simbiosis entre la naturaleza y el hombre, ni con los principios filosóficos, asumidos por el estoicismo, que buscaban en el universo un principio de unificación. Lequevre, que realiza el trabajo más completo y exhaustivo{40} de los existentes en contra de la Astrología, dice que tanto la Astrología savant como la de carácter popular, son imposturas, ambas basadas en principios falsos{41}.
La posición de las tres grandes religiones monoteístas semíticas{42}, de rechazo absoluto hacia la Astrología, viene dada por la colisión de los postulados astrológicos con principios comunes a todas ellas como son los de trascendencia, libre arbitrio y omnipotencia divina. En el caso de la Iglesia Romana y sin solución de continuidad, se retoman en época contemporánea los anatemas vero y neo-testamentarios{43}; se asocia a la Astrología con la adivinación y la magia y la rechaza, junto con el recurso al diablo, el espiritismo y las mancias, porque «están en contradicción con el honor y el respeto, mezclados de temor amorosos, que debemos solamente a Dios»{44}.
Por mencionar un caso más particular, en España{45} las posiciones críticas contra la Astrología se centran también en ámbitos con algún tipo de relación con las áreas de la física, las ciencias del cosmos y la psicología. No obstante, la posición más intransigente es la que mantienen las sociedades racionalistas, cuyos miembros suelen expresarse a través de medios comunicación estatales, otros de divulgación científica{46} o en sus propios boletines. Desde el campo científico, y por su especificidad, destacamos el trabajo de Isaac Amigo,{47} que trata acerca de los fundamentos irracionales de la creencia en la Astrología y a los condicionantes psíquicos que incitan al ser humano a creer en ella{48}; y el más atenuado de Juan Antonio Belmonte{49}, que basándose en la tradicional clasificación planetaria septenaria, propone una taxonomía para los conocimientos astronómicos en siete niveles. En el séptimo lugar, junto a la astronomía, astrofísica y metafísica, coloca a la Astrología, a la que se refiere como «creencia sin ninguna base científica pero de la que puede ser interesante su vertiente cultural e histórica»{50}. En lo que a las sociedades citadas respecta, destaca la amplitud de su marco de actuación, en el que integran todo tipo de pseudo-ciencias, fenomenologías y experiencias paranormales, sectas, alternativas médicas como la homeopatía y un largo etcétera, en el que, la Astrología suele ocupar un lugar destacado;{51} observándose en los ataques a la misma un cariz de índole más teológica que científica, de auténtica «cruzada contra la irracionalidad,» como se califica incluso desde posiciones críticas hacia la Astrología.{52}
Pero posiciones divergentes respecto de las anteriores las encontramos en diferentes entornos e incluso en diferentes programas epistemológicos. En el filosófico es fundamental la de Ernst Cassirer, quien, en su intento porque la filosofía abarque también una teoría de la concepción y de la expresión prelógicas, hace hincapié en el componente simbólico de la Astrología, a la cual relaciona con las clasificaciones mítico-simbólicas del universo, que hunden sus raíces en el círculo de la representación totémica. Resalta este autor la consistencia de la Astrología como forma de pensamiento y sus intentos por explicar la naturaleza.{53} En el de la Historia de la Ciencia, Lynn Thorndike, se hace eco de la reiteración de los argumentos contra la Astrología por parte de quienes ni siquiera han leído el Tetrabiblos de Ptolomeo, la principal obra de referencia, insistiendo en la imposibilidad de los historiadores de la ciencia de soslayar la constante presencia de la Astrología en ese campo.{54} Más radical se muestra Paul Feyerabend que, desde la filosofía de la ciencia critica duramente el método científico identificando el papel de la ciencia en la Edad Contemporánea con la religión en el medioevo. Sostiene que una sociedad avanzada debería tener capacidad para liberar el conocimiento de su influencia institucional; con relación a todo ello aduce el derecho individual de acceder a todas las opciones que desee para alcanzar el conocimiento, destacando entre las opciones posibles el caso de saberes como la Astrología.{55}
Más proclives hacia la Astrología y novedosas, por su pertenencia a ámbitos científicos, son las posturas reflejadas por los siguientes autores:
Suzel Fuzeau-Braesch,{56} cuenta entre sus más de 150 publicaciones científicas con tres dedicadas a la Astrología, respecto a la cual preconiza una investigación científica rigurosa que se llevaría a cabo, fundamentalmente, desde las áreas correspondientes a la física y la biología. La autora alude a los prejuicios y la intolerancia dogmática que impiden la investigación astrológica y aduce los contenidos positivos de trabajos de esta índole realizados con metodología estadística. Los resultados la llevan a interrogarse sobre los lazos que pueden existir entre los seres humanos y el sistema solar como contexto de aplicación de la Astrología. Al respecto plantea hipótesis de trabajo en las áreas citadas, a las que añade la astrofísica.{57}
Jesús Navarro Artigas,{58} cuya investigación discurre en una doble vertiente: como científico, intenta establecer el estatuto de la Astrología respecto del discurso científico, tratando de delimitar su carácter y su función en el marco de la estructura teórica del saber. En su obra teórica{59}, se refiere a las dificultades de índole epistemológica que existen en el propio seno del discurso científico para definir lo que está dentro y lo que está fuera de ese marco, incidiendo en las variaciones de los referentes de cientificidad que ha habido a lo largo de la historia. Hace hincapié en el momento en que la Astrología sale del marco del saber académico, provocado por la ruptura del racionalismo positivista con el paradigma de la armonía y sintonía universales y cuyas consecuencias negativas van más allá de la salida de la Astrología del marco científico. En cuanto a la praxis, ofrece toda una serie de aportaciones conceptuales e instrumentales para una mejor comprensión de la tradición astrológica.{60}
Por su carácter novedoso, revolucionario para lo que es la perspectiva de la Astrología tradicional, destaca el ya citado Patrice Guinard, que se distancia de los postulados astrológicos tradicionales y de las modernas corrientes astrológicas, como la científica, que pretende fundamentarse mediante procedimientos convencionales como es la utilización de la estadística. En su intento por ubicar y dar sentido a la Astrología en el contexto científico y cultural de la actualidad, crea una nueva terminología astrológica y su consiguiente aplicación metodológica basada en un modo de razonamiento propio que denomina «razón matricial», que no sería asimilable ni por la experiencia científica ni por la especulación filosófica. La razón matricial de Guinard es la base del nuevo modelo astrológico, por el que explica el proceso por el cual la psique recibe la impronta astral vehiculada a través de los ritmos planetarios, con lo cual se produciría una integración a nivel neuro-psicológico de los ritmos geo-solares que se traduciría en un estímulo psíquico de naturaleza continuada, la impronta astral, y en una estructuración del sistema nervioso central a través de estados mentales preconscientes, que, a su vez, originarían las representaciones psico-mentales. La necesidad de investigar lo astrológico «aún sin el permiso de la ciencia»,{61} la crítica de la «astrofobia» manifestada por algunos astrónomos,{62} «que se erigen contra la Astrología no tanto como científicos, sino como ideólogos de la institución científica,» son algunos de los argumentos esgrimidos por Guinard frente a los detractores de la Astrología. Critica, por otra parte, el que la cultura de masas trate únicamente de los «sucedáneos de Astrología,» potenciados por los «fabricantes de horóscopos» que refuerzan el descrédito de la Astrología y dan cobertura al «activismo anti-astrológico,» siendo más perjudiciales para la Astrología «que el ostracismo al que está sometida en los medios científicos y universitarios.»{63}
2. Objeto de atención multidisciplinar
Como hemos señalado, la importancia de la Astrología en tanto que objeto de atención multidisciplinar, fue puesta de relieve por el historiador de las religiones antiguas Franz Cumont a finales del siglo XIX. Su elaboración del CCAG serviría de base a numerosos trabajos relacionados con la Astrología. Pero los investigadores, además de contar con el legado griego cuentan con otras fuentes para su estudio, como son los textos cuneiformes mesopotámicos y los de tradición helenístico-egipcia escritos con caracteres jeroglíficos. Con estos instrumentos y en las últimas décadas ha destacado Bottéro, uno de los grandes expertos en religiones mesopotámicas de la no menos prestigiosa escuela de «asiriología» francesa. Bottéro trata de la Astrología en sus trabajos sobre la religión y la ciencia mesopotámica, con las que estaba imbricada y cuya sistematización se plasma en el original modelo de la «ciencia listada» mesopotámica{64}.
Mientras, en el área alemana se venían produciendo numerosos trabajos como los de Boll{65}, Bezold y Gundel que, además de traducir los textos astrológicos más antiguos procedentes de las tablillas cuneiformes mesopotámicas, escribieron sobre los orígenes de la Astrología, proponiendo diferentes niveles para su correcta investigación, incidiendo en su origen y conexiones con la doctrina astral sumero-babilónica. Sientan las corrientes astrológicas que subyacen en la Astrología helenística así como las cuestiones existentes entre el discurso filosófico griego frente a la Astrología. Además Gundel realiza los primeros estudios sobre los horóscopos caldeos y griegos más antiguos y de los primeros astrólogos{66}. En cuanto a Neugebauer, que junto con Boll había colaborado con Cumont en la elaboración del precitado Catálogo, ofrece una panorámica general de la ciencia mesopotámica insistiendo en la inserción y relevancia de la Astrología en el horizonte científico de la región, que va más allá de sus innegables vinculaciones con la magia y la mántica.{67} Por su repercusión posterior, al abrir nuevas perspectivas para una Astrología de carácter simbólico y no predictiva, son importantes las aportaciones de otros tres autores de la escuela alemana como son el austríaco Knappich, que escribe una Historia de la Astrología,{68} profundamente marcada por el pensamiento filosófico de Cassirer, quien había insistido en la relevancia conceptual de la Astrología y su consistencia como la forma de pensamiento más acabada del discurso mítico en el que sitúa sus raíces. En las mismas fechas y en sintonía con el discurso astrológico de carácter simbólico se manifiesta Carl Jüng, fundador de la escuela psicoanalítica de Zurich, que ofrece una novedosa dimensión a la Astrología con su nueva visión acerca de los símbolos astrológicos, a los que intenta reanimar al considerarlos verdaderos modelos o arquetipos de comportamiento humano, situados en los niveles más profundos del inconsciente.{69}
Con este marco referencial se produce en el ámbito académico toda una serie de manifestaciones que vienen a dar testimonio de la relevancia conceptual de la Astrología desde finales del siglo XIX hasta nuestros días, en que la cuestión astrológica pasa a ser objeto directo de atención e investigación multidisciplinar. Todo ello encuentra reflejo en la correspondiente historiografía{70} que incluye la existencia de revistas especializadas{71}, numerosas tesis doctorales{72}, congresos y reuniones científicas{73}, líneas y proyectos de investigación, y más recientemente, casos de docencia postdoctoral.{74}
En lo que al ámbito universitario español respecta, destacan sobre todo, los equipos de investigadores encabezados por el profesor Joan Vernet, en el Departamento de Historia de la Ciencia de la Universidad de Barcelona, y Aurelio Pérez Jiménez en el de Filología Clásica de la de Málaga. Ambos cuentan con numerosos trabajos relacionados con la Astrología de época árabe, medieval y renacentista, además de nuclear e impulsar la investigación, y publicación de un buen número trabajos de esta temática. Nos consta además, la existencia de varias investigaciones numerosos investigadores en distintas universidades españolas que investigan diferentes aspectos e incidencias del saber astrológico en distintas, y a veces novedosas, áreas de conocimiento.{75}
Para finalizar, parece oportuno mencionar el Proyecto de Investigación{76} llevado a cabo recientemente en la Universidad de Zaragoza, en el que se abordan tres aspectos esenciales, en un intento por delimitar los supuestos, las orientaciones y los límites de una historia de la Astrología. El primero de ellos trata acerca de los orígenes históricos de este saber, con objeto de determinar el carácter de la Astrología como tipo de conocimiento en el marco de la cultura donde nació. El segundo trata simultáneamente, del carácter de la Astrología a partir de su reajuste, dentro de las formas del saber, en las postrimerías del siglo dieciocho, y del estado de la cuestión en la perspectiva contemporánea dentro del marco de las propias y diversas lecturas del discurso astrológico; y el tercero, intenta establecer el estatuto de la Astrología respecto del discurso científico, tratando de delimitar su carácter y su función en el marco de la estructura teórica del saber.
Notas
El presente trabajo es un resumen de mi aportación al Proyecto de Investigación 246-28, financiado por el Vicerrectorado de Investigación de la Universidad de Zaragoza que lleva por título: Aportaciones para una visión interdisciplinar para el estudio de la Astrología.
{1} Cf. El 'Dialogus contra iudaeos' de Pedro Alfonso. Traducción y notas críticas. Su inserción en la polémica judeo-cristiana. Tesis presentada para la obtención del grado de Doctor en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Zaragoza (noviembre de 1993), Prensas Universitarias de la Universidad de Zaragoza, 2002 (ISBN:84-95480-83-2).
{2} Cf. «La Astrología judía en Aragón» en Aragón Sefarad, Zaragoza, Diputación de Zaragoza 2003, vol. I (en prensa).
{3} Esta obra se encuentra en dos manuscritos: el Arundel (270, fol 40v-44r, siglo XII), en el British Museum y el nº 1283 del Corpus Christi Collage de Oxford. Ambos estudiados y publicados por el profesor Millás Vallicrosa.
{4} Heredero de una tradición astrológica culta que hunde sus raíces en la cultura sumeria y a la cual los griegos aportaron las matemáticas y la geometría y los árabes importantes conocimientos teóricos, matemáticos y técnicos, basados en la utilización de cuadrantes, relojes y sobre todo el astrolabio. Pedro Alfonso rechaza las prácticas fraudulentas de la astromancia realizadas por pseudo-astrólogos.
{5} Para las perspectivas pre-astrológicas en Platón cf. F. Lisi, «Astrología, astronomía y filosofía de los principios en Platón», en A. Pérez Jiménez (ed.), Astronomía y Astrología: de los orígenes al Renacimiento, Eds. Clásicas, Madrid 1994, págs. 87-109.
{6} Sobre la vinculación de la Astrología renacentista a una recuperación de Platón es recomendable la lectura de E. Panofsky, «El movimiento neoplatónico en Florencia y el norte de Italia» y «El movimiento neoplatónico y Miguel Ángel», Estudios sobre iconología, Alianza, Madrid 1972, págs. 189-237 y 239-319.
{7} Cf. J. R. Arana, «Ecología actual y Astrología antigua», en: S. Echandi (coordinador), El espejo y el modelo. Perspectivas en Historia de la Filosofía Griega, Mira, Zaragoza 2003, págs. 143-164 y del mismo autor: «Hermeneutica de la Astrología grecorromana», Veleia 2002 (en prensa).
{8} E. Garín, El zodíaco de la vida. La polémica astrológica del Trescientos al Quinientos, Península, Barcelona 1981.
{9} De Pico della Mirándola: De hominis dignitate; de Montaigne, ver su broma, bastante benévola, contra los «adivinos», en una época en la que imperan los Porta, Cardano, Agripa o Nostradamus, en «De los caníbales», Ensayos Vol. I; de Voltaire, que ya concluye la época de la crítica pre-positivista, la entrada Astrología de su Diccionario filosófico.
{10} Cf. nº 40, infra.
{11} J. Swift, «Predicciones para 1708», en Obras selectas, Ed. Swan, San Lorenzo del Escorial 1988, pág. 688.
{12} Nos referimos siempre a la Astrología «culta» y no a otras formas de Astrología como la popular, que tradicionalmente se conoce y practica en medios dedicados a las actividades primarias como la agricultura, la ganadería o la pesca o a las nuevas modalidades de adivinación y videncias, que proliferan en los medios de comunicación, y que habitualmente reciben también el nombre genérico de Astrología.
{13} Para un análisis conceptual más pormenorizado nos remitimos al trabajo publicado el año 2001 por José Quintano, director de la revista Beroso, en la revista on line del Centre Universitarie de la Recherche en Astrologie de París.
{14} Cf. A. Pérez Jiménez, «Mito y Astrología en Grecia: un viaje con retorno» en J. L. Calvo Martínez, Religión, magia y mitología en la Antigüedad Clásica, Universidad de Granada 1998, págs. 137-165. Del mismo autor «El mensajero Hermes y las propiedades astrológicas de su planeta Mercurio» en A. Pérez Jiménez y Cruz Andreotti (eds.), Aladas palabras. Correos y comunicaciones en el Mediterráneo, Eds. Clásicas, Madrid 1999.
{15} Tesis de W. Hübner, para quien la Astrología es una manifestación religiosa. Cf. W. Hübner, «L'astrologie dans l'Antiquité», Pallas 30 (1983), 1-24.
{16} La relación nomía/logía, tal como se juega para el prefijo 'astro', es totalmente singular porque, por una vez, lo que se refiere al logos, es decir, a la ciencia, ha quedado degradado; ejemplo contrario: en etnografía/etnología, el 'grafía' es el término débil mientras que el 'logía' es apropiadamente el fuerte.
{17} Lequevre afirma que en la actualidad la astronomía ha tomado el relevo de la Astrología, siendo ella la que de alguna forma pretende explicar los lazos que unen a la Tierra con el cosmos y Juan A. Belmonte, astrofísico y director del Museo de la Ciencia y el Cosmos de Tenerife afirma que: «La apropiación de terminología científica por parte de pseudo-creencias, supercherías y supersticiones, es lo que, con el paso de los siglos ha hecho que, por ejemplo, los astrónomos reneguemos de la palabra que resultaba más lógica para definirnos: astrólogos». Cf. F. Lequevre, Astrologie. Science, Art ou Imposture? Burdeos, l' Horizon Chimerique, 1991. y J. A. Belmonte, Las leyes del cielo. Astronomía y civilizaciones antiguas, Temas de Hoy, Madrid 1999, pág. 24.
{18} Cf. J. L. Calvo Martínez, «La Astrología como elemento del sincretismo religioso del helenismo tardío», en A. Pérez Jiménez (o. c., págs. 59-81, supra, n. 1).
{19} Cf. S. Giedion, El presente eterno: Los orígenes de la arquitectura, Alianza, Madrid 1986, pág. 150.
{20} F. Lisi (o.c., págs. 1-ss., supra, n. 1).
{21} Cf. J. R. Arana (o. c., supra, n. 3).
{22} Cf. P. Guinard, El Manifiesto, pág. 31, es un extracto de su tesis doctoral: La Astrología, fundamentos, lógica y perspectivas, defendida en la Universidad de la Sorbona el año 1993 y publicado en la revista del Centro Universitario de Investigación Astrológica de París, que él mismo dirige desde su creación en 1999.
{23} Como señala Vicente García, para quien una serie de prejuicios y circunstancias de todo tipo han obstaculizado la evaluación de lo que se entendía por Astrología en la Edad Media. Cf. L. M. Vicente García, «Una nueva filosofía de la Astrología en los siglos XII y XIII: el impacto de las traducciones del árabe y la postura de Santo Tomás de Aquino», Revista Española de Filosofía Medieval, 9 (2002), 249-264.
{24} El Universo como fuente inagotable de especulación metafísica, teológica y psíquica, es una idea que esboza John North, profesor de Historia de las Ciencias Exactas en la Universidad holandesa de Groningen. Cf. J. North, Historia Fontana de la astronomía y la cosmología, FCE, México 2001.
{25} Catalogus Codicum Astrologorum Graecorum (CCAG), Académie Royale de Belgique, Bruselas, 1898-1963; consta de 12 tomos en 20 volúmenes con un prefacio del autor fechado en 13 de agosto de 1898. Describe numerosos manuscritos astrológicos griegos con amplios extractos de los textos, siendo de referencia imprescindible para la historia de la Astrología.
{26} Las excavaciones de las ruinas de Nínive, iniciadas en 1847, sacaron a la luz la biblioteca más antigua del mundo con más de 25.000 tablillas escritas en caracteres cuneiformes, de las cuales 4.000 contenían presagios astrológicos.
{27} Cf. «Sur l'origine grecque des zodiaques prétendus égyptiens», Mélanges d'érudition et de critique historique, Ducrocq, París 1860, pág. 44. Habla aquí de la Astrología como una ciencia mentirosa.
{28} Miembro del Institut y profesor de las facultades de Montpelier y París
{29} Cf. A. Bouché Leclercq, l'Astrologie Grecque, París 1899. (repr. Bruselas 1963).
{30} Cf. F. Cumont, Astrology and religion among the Greeks and Romans, Dover, Nueva York 1960 (reprint), pág. XI. Dice también que la Astrología es la más monstruosa de todas las quimeras engendradas por la superstición..
{31} Director de l'École Pratique des Hautes Études de Paris,
{32} Cf. A. Festugière, La Révelation d'Hermes Trismégiste: I: l'Astrologie et les sciences occultes, Les Belles Lettres, París 1986.
{33} Cf. G. Sarton, A history of science, Harvard University Press, Cambridge 1952.
{34} Cf. O. Neugebauer, «The survival of Babylonian methods in the exact sciences of Antiquity and Middle ages» Proceedings of the American Philosophical Society, 107.6, 1963.
{35} Cuya formación básicamente es científica, (matemáticas y física) en su obra se declara enemigo de toda concepción determinista, dogmática y totalitaria.
{36} Cf. K. Popper, Conjectures et réfutations, Londres 1963.
{37} Cf. Th. Adorno, Bajo el signo de los astros, Laia, Barcelona 1986. No obstante, habría que preguntarse hasta qué punto Adorno no está dirigido por una oscura pasión en su mirada hacia la Astrología, porque ya en 1929 en su ensayo sobre estética musical «Nocturno», se puede leer esta intrigante referencia: «en la actualidad la auténtica Astrología interviene en la selección erótica practicada a través de la magia y el ocultismo por mujeres perversas»; cf. Th. Adorno, Reacción y progreso y otros ensayos musicales, Tusquets, Barcelona 1970, pág. 29.
{38} Sobre este tipo de actitudes en la actualidad trata Ignacio Izuzquiza en su obra Filosofía del presente. Una teoría de nuestro tiempo, Alianza, Madrid 2003, y a las mismas alude Lisi, señalando que la atracción que todavía en la actualidad produce la Astrología tiene sus claves en la misma fe supersticiosa con que otros adoran la ciencia. Cf. F. Lisi (o.c., pág. 88, supra, n. 1).
{39} Profesor de Astrofísica Teórica en el Collège de France.
{40} Y plagiado debiéramos añadir, por un conocido autor español.
{41} Cf. O. c., supra n. 9 y del mismo autor: «L'astrologie et la science», La Recherche scientifique, 140 (1984), págs. 118-128.
{42} Sostiene Patrick Curry que el dios único judeo-cristiano ha sido tomado como modelo por la ciencia moderna en su intento por monopolizar la verdad. Cf. P. Curry, A confusion of prophets, Londres 1962, pág. 15.
{43} Cf. Dt, 4,19; Is, 47,13-14 y Epístolas de Pablo de Tarso a los Gálatas, 4,10-11; a los Colosenses, 2,8 y a los Romanos, 8,38.
{44} Cf. Catecismo de la Iglesia Católica del año 1992.
{45} El manifiesto contra la Astrología firmado por los científicos americanos en 1975 fue asumido y firmado en España el año 1990 por cerca de trescientas personas relacionadas con diferentes áreas científicas.
{46} Obra clásica de este tenor es la del periodista científico y actual director del Museo de la Ciencia de Valencia, Manuel Toharia, Astrología ¿Ciencia o creencia?, Mcraw Hill, Madrid 1992, una obra de que a pesar de su falta de originalidad, es citada como referencia referencia en la historiografía científica de España.
{47} Profesor de la Facultad de Psicología de la Universidad de Oviedo.
{48} Cf. I. Amigo, Astrología. El mito de las estrellas, Alba Ed., Barcelona 1998.
{49} Astrofísico que dirige el Museo de la Ciencia y el Cosmos de Tenerife
{50} Cf. J. Belmonte, Las leyes del cielo. Astronomía y civilizaciones antiguas, Temas de Hoy, Madrid 1999, pág. 263.
{51} Destacamos el curso programado por la Universidad de La Laguna «Mitos y realidades en la ciencia y las pseudociencias» a celebrar el año 2003.
{52} Cf. I. Amigo (o. c., pág. 24, supra, n. 32).
{53} Con relación a la Astrología dice este autor que «considerada desde el punto de vista meramente formal, la Astrología es uno de los más impresionantes intentos de concepción ideológica sistemático-constructiva que jamás haya emprendido el espíritu humano». Cf. E. Cassirer, Wesen und Wirkung des Symbolbegriffs, Darmstadt 1956, pág. 30.
{54} Cf. L. Thorndike, A history of magic and experimental science, Columbia University Press, Nueva York 1941, vol. 5, págs. 181 y 116, y «The True Place of Astrology in the History of Science», Isis 46 (1955), 273-278.
{55} Cf. P. Feyerabend, La ciencia en una sociedad libre, Madrid, Siglo veintiuno, 1982. Previamente escribió Against metod, traducido al castellano por la Editorial Ariel en 1974, en el que manifestaba su pretensión de «liberar a la gente de la tiranía de los ofuscadores filosóficos y de conceptos abstractos como verdad, realidad u objetividad, que ensombrecen la visión de la gente y sus modos de vivir»; cf. pág. 179.
{56} Doctora en biología, y directora honoraria del Centre Nationale de la Recherche Scientifique de Francia.
{57} S. Fuzeau-Braesch, Pour l'astrologie. Réflexions d'une scientifique, Albin Michel, París 1996.
{58} Doctor Ingeniero de Telecomunicación, es catedrático de la Universidad de Zaragoza, en la que realiza sus actividades académicas.
{59} Cf. J. Navarro, «Astrología y Ciencia» en Aportaciones para una visión interdisciplinar de la historia de la Astrología. Vicerrectorado de Investigación de la Universidad de Zaragoza. Proyecto de Investigación 246-28, curso académico 2000-2001.
{60} Cf. J. Navarro Artigas, Claves y significaciones astrológicas, edición del autor, Zaragoza 2000, y del mismo editor y año, Las progresiones anuales, lunares y fraccionales.
{61} Cf. El Manifiesto, pág. 31.
{62} Distingue el autor a estos astrónomos de los que «absorbidos por una verdadera investigación no pierden el tiempo en desacreditar la Astrología». Cf. El Manifiesto: «La astrofobia cientifista», págs. 34ss.
{63} Cf. Ginard (o. c., pág. 53, supra, n. XXX)
{64} Cf. Bottéro, «l'astrologie est née en Mésopotamie» en: VVAA, Introducción al Antigtuo Oriente. De Sumer a la Biblia. Págs. 184-196, Grijalbo Mondadori, Barcelona 1996. Publicado igualmente en L' Histoire, 141, 1991. Obra más reciente y completa de este autor la encontramos en La plus veille religión, en Mésopotamie, Gallimard, París 1998.
{65} Cf. F. Boll, C. Bezold, y W. Gundel, Sternglaube und Sterndeutung. Die Geschichte und das Wesen der Astrologie, Leipzig-Berlin 1918 (Darmstadt 1977).
{66} Cf. W. Y H.G. Gundel, Astrologumena, Die Astrologische Literatur inder Antike und ihre Geschichte, Wiesbaden 1966.
{67} Cf. O. Neugebauer, o. c., n. 25, supra.
{68} Cf. W. Knappich, Geschichte der Astrologie, Vittorio Klostermann, Frankfurt, 1967; traducida al francés por Henri Latou, París, Lebaud-Le Felin, 1986, con prefacio de André Barbault. Esta obra intenta cubrir toda la historia de la Astrología y de las diferentes corrientes astrológicas, desde sus orígenes hasta bien entrado el siglo XX. Imprescindible en la historiografía astrológica a pesar de sus numerosos errores sobre autores, fechas y ediciones, está siendo objeto por mi parte de su traducción al castellano.
{69} C. G. Jüng, Mysterium Coniunctionis, Trotta, Madrid 2002.
{70} Cf. Destacan los repertorios bibliográficos de P. Guinard: «Repertorios bibliográficos sobre Astrología». Centre Universitaire de la Recherche Astrologique, París 2000. y el más específico de A. Pérez Jiménez: «Cien años de investigación sobre Astrología antigua». Revista Internacional de Investigación sobre Magia y Astrología Antiguas. Vol. 1 (2001), Málaga 2001, págs. 133-204.
{71} En España contamos con dos revistas especializadas de reciente aparición: Beroso, editada por la Associacio d'Astrologia de Catalunya, dirigida por José Quintano, cuyos objetivos son la traducción de textos astrológicos al castellano y la revitalización de la investigación científica general sobre la Astrología y la precitada Revista Internacional de Investigación sobre Magia y Astrología Antiguas, fundada por el profesor Aurelio Pérez Jiménez, y editada por la Universidad de Málaga.
{72} Cf. P. Guinard, «Cien años de investigación en Astrología». Centre Universitaire de la Recherche Astrologique, París 2000.
{73} Cf. Primeras Jornadas Internacionales de Historia de Astrología en la Antigüedad, organizadas por la revista Beroso en Barcelona el 24 y 25 de marzo de 2001. La International Conference on The History of Greek and Roman Astrologers, organizada por la Universidad de Málaga, los días 2 al 10 de octubre del mismo año y el Primer Congreso Nacional sobre Religión y Mitología Griegas, con varias ponenciaqs sobre Magia y Astrología en el Mundo Clásico y Helenístico, organizado por la Universidad de Córdoba y celebrado en esa ciudad los días 4 al 6 de noviembre de 1998.
{74} Es el caso del Warburg Institute, de la Universidad de Londres, que ha organizado un ambicioso proyecto de investigación bajo la denominación de The Sophia Project, entre cuyos objetivos destaca la profundización de los estudios de la Astrología y su incidencia a lo largo de la historia de la cultura y de la ciencia de la humanidad. Participan en este proyecto otros centros de enseñanza superior como las universidades de Southampton, la de Kent en Carterbury y el Colegio Universitario Bath Spa, centro que desde el año 2002 viene impartiendo un Master en Cultura Astronómica y Astrológica. Un anticipo del proyecto lo encontramos en las teorías Seznec, posteriormente integrado en el Warburg, concretadas en su obra Cf. J. Seznec, Los dioses de la Antigüedad, en la Edad Media y el Renacimiento, Taurus, Madrid 1983.
{75} En la Universidad Central de Barcelona, el profesor Julio Samsó investiga la Astrología en España en épocas visigoda y andalusí, a las que dedica varias publicaciones. En la Universidad Autónoma de Bellaterra, José Martínez Gázquez trata de la importancia de la Astrología en Roma, cuya incidencia en diferentes ámbitos realza. Profesor entonces de la Universidad de Extremadura, Francisco Lisi analizó diferentes textos platónicos, poniendo de manifiesto la conexión de los fenómenos astronómicos con la ética y la política que, vistos en la actualidad, tienen una perspectiva netamente astrológica. En la Universidad de Granada, José Luis Calvo Martínez incide en el papel fundamental de la Astrología en el proceso sincrético religioso y cultural que tiene lugar en la época helenística. Desde la Universidad Nacional de Educación a Distancia, Eloísa Llavero Ruiz ha traducido y anotado la obra árabe compuesta por el sabio Said al-Andalusí, a mediados del siglo XI en la España musulmana, con introducción y notas de Andrés Martínez Lorca (Trotta, Madrid 2000). El importante papel de la Astrología en el Islam, su consideración de ciencia fundamental, sus orígenes y una importante nómina de astrólogos hacen de esta obra, junto con la de Joan Vernet, imprescindible para el estudio de la Astrología árabe, en cuyas fuentes destaca el trabajo de la profesora Autora Cano Ledesma, de la Complutense, que realiza una ingente tarea de indización de los manuscritos árabes de El Escorial, cuya publicación actualiza la catalogación de la que es, sin duda, la más importante selección de manuscritos árabes existente en España y en los que la Astrología ocupa un destacado lugar, como corresponde a la consideración de ciencia fundamental que en la época tenía, como lo demuestra también en su trabajo sobre la «ciencia de las estrellas» la profesora Manuela Marín, del Departamento de Estudios Árabes del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. En la misma Universidad de Granada la profesora Judit Targarona, traduce al castellano y anota la epístola que escribió Maimónides a los judíos de Montpelier relacionada con cuestiones de Astrología Barcelona, Riopiedras, 1987). En la Autónoma de Madrid Luis Miguel de Vicente se ocupa de la polémica del cristianismo y la Astrología en la Edad Media (cf. sus colaboraciones en la Revista Española de Filosofía Medieval). Aspectos más tangenciales de la Astrología son tratados por los profesores Santiago Sebastián López, en la Universidad de Valencia y Juan Francisco Esteban Lorente, en la de Zaragoza, que centran su investigación en la incidencia de la Astrología en la historia del arte, concretando sus investigaciones a época Renacentista. Finalmente, y como novedosa perspectiva, en la Universidad del País Vasco, el profesor José Ramón Arana, dentro de las perspectivas en historia de la filosofía griega, señala los puntos de coincidencia existentes entre la ecología actual y la Astrología tradicional, en cuya base detecta una teoría explícita de la naturaleza.
{76} Cf. Proyecto de Investigación 246-28 de 2001, «Aportaciones para una visión interdisciplinar de la historia de la Astrología», dirigido por el Dr. E. Frutos Mejías en el que colaboran el citado profesor J. Navarro y el autor del presente artículo. 






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