Crónica de un debate (en pro y contra de la astrología)
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De vez en cuando también en el Internet se vuelve a poner de moda el apasionante (pero a veces aburrido) debate sobre el tema: Astrología y Ciencia.
Entre las afirmaciones que se pueden leer, no puede uno sino estar de
acuerdo con ésta: los detractores de la astrología muy a menudo no
tienen la humildad de intentar comprender qué es, de qué se ocupa y cómo
funciona nuestra disciplina, y discutir con ellos es como hablarle a un
muro. No me parece que ninguno de ellos haya nunca abierto un manual de
astrología y/o haya aprendido a redactar un tema natal para averiguar
su validez práctica. Es verdad que alguien sometió algunos horóscopos a
pruebas definidas como "científicas", pero por lo general lo hicieron de
mala fe recurriendo de buena gana, como lo dicen en la jerigonza de
boxeo, a clamorosos "golpes bajo la cintura". Me refiero por ejemplo al clásico caso (con
el que hace años se pretendió haber "demolido" definitivamente a la
astrología) de los cinco temas natales de otros tantos personajes
famosos: los temas fueron enviados de manera anónima a cinco "conocidos"
astrólogos para que los interpretaran. Los 25 informes resultantes fueron pues reenviados a los cinco personajes para que cada uno de ellos identificara cuáles eran los cinco informes
que hablaban de él. Parecidos experimentos los vuelven a proponer de
vez en cuando presuntos "defensores de la ciencia" hasta en los foros de
discusiones virtuales de astrología en el Internet: pero el resultado
no puede sino ser "científicamente" irrelevante, porque lo que
altivamente definen como experimento científico tiene más aire de
una mofa organizada para "timar" a los astrólogos más voluntariosos e
ingenuos, que sin embargo evidencia dos aspectos que el astrólogo
experto bien conoce y seguro no puede ignorar: es decir,
1) la dificultad que tiene el consultante en conocerse y reconocerse
en todo lo que le va diciendo el astrólogo (excepto cuando luego cambia
de opinión y admite que, en efecto, las cosas son tal y como las vemos
nosotros a partir de su tema natal!) y
2) la dificultad que tiene el astrólogo en pintar un cuadro globalmente lógico, coherente y verosímil
a partir de una miríada de pormenores sueltos (fase que los
principiantes hallan particularmente difícil y que se revela delicada
también para los más expertos).
Por cierto, el mentado "experimento" no somete a
ninguna prueba los engranajes más profundos, los supuestos más
elementales de nuestra disciplina.
Con las personas que demuestran haber ya tomado partido y sólo
quieren ponernos trampas insidiosas, seguramente no vale la pena
discutir. Pero una ulterior reflexión sobre estos temas puede servir a
los que, al ocuparse de astrología y conocer bien sus mecanismos y sus
límites, también se plantean el problema de cómo y porqué ella funcione,
y si nuestra disciplina se puede o no considerar "ciencia". Pero para
hacerlo, tenemos que entender también qué es esta ciencia bendita
y porqué hoy goza de una indiscutida autoridad. También deberíamos
preguntarnos si dicha autoridad está o no justificada por los hechos. Es
preciso entonces relacionarse tanto con la ciencia como con la
astrología con espíritu crítico y aproche epistemológico (que es lo que
quería sugerir el título que le di a mi artículo anterior sobre este
tema: Para una epistemología aplicada a la astrología).
¿La astrología es una ciencia? Esta pregunta es difícil de contestar cuando no estamos de acuerdo ni siquiera sobre la definición de ciencia. Muchos concuerdan en hablar de dos "tipos" de ciencias: las "duras" o exactas (matemática, química, física, astronomía...) y las "blandas" o no exactas (medicina,
psicología, sociología, meteorología...): no obstante, exactas o no, se
trataría en ambos casos de ciencias reguladas, con el sello, carácter o
poder de autoridad y de eficacia que esto supone. Las ciencias exactas
describen leyes puntuales que sirven de base para reproducir un
determinado fenómeno en laboratorio y prever su efecto constante en la
naturaleza; las no exactas describen acontecimientos complejos
basado en modelos teóricos que se adaptan más o menos bien a la realidad
(a lo mejor descuidando algún elemento considerado poco relevante) y
permiten hacer previsiones gracias a complejas operaciones de simulación
(por lo general efectuadas a través de poderosos ordenadores o
programas de cómputo). Los escépticos suelen subrayar las previsiones
fracasadas de los astrólogos, sin embargo nosotros queremos subrayar que
hasta las previsiones de las ciencias no exactas son, a veces, poco más
que pronósticos fracasados: como la aproximación de la meteorología,
que prevé un día soleado en una determinada zona en la que después se
registra la más violenta granizada del último decenio...
La astrología se basa en supuestos teóricos y
prácticos que, en mi modestísima opinión, se pueden definir como
"científicos". Me refiero a todo lo que sirve para calcular, redactar y
dibujar un horóscopo: las nociones de geografía astronómica, los
cálculos trigonométricos de domificación y el empleo de efemérides
exactas, que difieren de las efemérides astronómicas tan sólo por
utilizar otros puntos de referencia. Sin embargo, la fase sucesiva a la
redacción, es decir la interpretación de la carta astral, generalmente
se desprecia por no ser lo bastante (o muy poco, o nada) científica. ¿Por
qué tanto escepticismo? Entre las razones que uno puede encontrar,
destacan las argumentaciones "ingenuas" que tratan de explicar que la ciencia es un método de conocimiento superior a los demás, porque supone lo siguiente:
a) la existencia de un mundo real exterior e independiente del observador b) que el funcionamiento de este mundo sea constante en el tiempo y que los fenómenos sean reproducibles, y c) que todo acontecimiento tiene su causa (principio de causa-efecto).
Algún escéptico con ganas de polemizar añade que los
mentados tres puntos suponen "serios problemas" para la astrología. Pero
ellos olvidan que estos mismos postulados suponen serios problemas
también para la ciencia misma, ya que abren la puerta a una secuela de
problemáticas que no son fáciles de solucionar. Veamos algunas.
Punto a): la observación directa del mundo exterior y su interpretación
por parte del ser humano supone límites enormes y no siempre es
posible. El que afirma que gracias a la ciencia "sabemos qué acontece en
el interior del Sol, a aproximadamente 150 millones de Km. de aquí",
parece ignorar que si lo sabemos (o creemos saberlo) seguro que no es
por observación o medida directa. ¿Cuál termómetro puede
medir las temperaturas de nuestra estrella? Ninguno: las deducimos,
basados en una serie compleja de supuestos científicos, que desde luego
consideramos valederos e indiscutibles. ¿Cómo sabemos cómo
era el mundo en la época devoniana? No lo sabemos: tan sólo podemos
intuirlo, basado en los fósiles que recopilamos excavando en rocas, las
cuales, basados en nuestros actuales conocimientos de geología,
consideramos pertenecientes a aquella determinada época. Y ¿cómo vemos
que el universo se está dilatando? No lo vemos: lo deducimos del hecho
que la mayor parte de las galaxias, observadas a través de lentes
prismáticas, muestra un fuerte "desplazamiento hacia el rojo", lo que
interpretamos como efecto Doppler y lo explicamos como
alejamiento de la fuente luminosa del observador. Algunas de estas
premisas teóricas se basan seguramente en observaciones directas (que
podrían ser falaces, pero esto nos llevaría a un discurso que preferimos
desarrollar otra vez) pero muchas de ellas proceden a su vez de
supuestos teóricos, en un madeja lógica que difícilmente conseguiríamos
desenredar en pocas palabras.
En cuanto a la
astrología y la observación, ya he expresado mi escepticismo sobre la
teoría imperante según la cual la astrología nace del espíritu de
observación de los pastores de cabras caldeos o babilonios, quienes por
primera vez notaron una cierta correspondencia entre la temporada del
año en el que uno nace y su carácter. En la época en la que los
dictámenes astrológicos básicos fueron presumiblemente codificados, a
nadie se le ocurría por cierto observar la realidad con ojo "galileano":
en este sentido excluiría que la astrología nació de una serie de
observaciones y pruebas prácticas, posteriormente organizadas en teoría.
En realidad el origen de la astrología está envuelto en el mismo
misterio que envuelve al origen de muchas otras actividades y
conocimientos típicamente humanos (el idioma, la cocina, la crianza, el
arte, la religión), de las que sólo podemos hacer conjeturas, puesto que
la teoría evolucionista que impera actualmente no nos las explica de
manera exhaustiva. Imagino que la astróloga italiana Lisa Morpurgo (de
la que no soy seguidor) haya comprendido este hecho, al elaborar hipótesis sobre el origen extraterrestre del concepto de zodíaco.
Punto b): no todos los fenómenos son reproducibles,
pero no por ello la ciencia evita ocuparse de ellos. Tormentas,
tornados y terremotos son imposibles de repetir a nuestro gusto ni en la
naturaleza ni en laboratorio: a lo mejor podemos hacer simulaciones y
modelos teóricos de ellos; y sin embargo las disciplinas que se ocupan
de ellos las definimos como ciencias. También el estudio
galileano de la evolución biológica de la especie es imposible, porque
ella se realizaría en tiempos demasiado largos para el ser humano. Pero
intentamos reproducirla en laboratorio, bombardeando con radios X
innumerables generaciones de Drosófilas (mosquitas de la fruta)
para inducir aquellas mutaciones genéticas que, en la naturaleza, dentro
de unas cuantas generaciones deberían llevar, según dicen los
evolucionistas, al nacimiento de nuevas especies. Las mosquitas tienen
ritmos reproductivos tan impresionantes que en pocos años pueden generar
un número de progenie equivalente a las procreadas en millones de años
por las especies que se reproducen con menor frecuencia. No obstante ni
siquiera con tal "evolución inducida" consiguieron crear una nueva
especie de mosquitas, sino enteras generaciones de Drosófilas deformes y
estériles, o cuya prole vuelve "mágicamente" normal la generación
sucesiva. También el hecho de hacer brotar la vida en la tierra es un
acontecimiento no repetible que muchas veces intentaron reproducir en
laboratorio, consiguiendo solamente que se fundieran algunas cadenas de
aminoácidos y de proteínas. Pero crear la vida a partir de la materia
inanimada en un laboratorio, nadie lo ha logrado todavía... y no por
este hecho a los científicos que se ocupan de eso los denigran.
¿Los fenómenos astrológicos son repetibles?
Algunos sí, otros no. Cuando se trata de averiguar los dictámenes
astrológicos que se refieren a los planetas rápidos, no hay problemas:
tenemos miles de ejemplos sobre los que podemos hacer amplios estudios
estadísticos. Pero si queremos averiguar el sentido de los planetas
lentos, las cosas son diferentes. En su artículo titulado “Alle sorgenti dell’evoluzionismo” (A las raíces del evolucionismo), Fabrizio Cecchetti escribe: “Cada pasaje de Urano en Acuario tiende a poner en evidencia las pruebas o los indicios de que todo evoluciona y se transforma.
Se trata de una afirmación que, por sus intrínsecas características (la
presencia del verbo "tender" y la falta de ejemplos concretos como
soporte) aparece difícilmente falseable y que por lo tanto llamaría "poco científica". Para
comprobar tal afirmación, el Autor hubiera tenido que mostrar al menos
dos o tres ejemplos concretos de pasajes de Urano en Acuario en
diferentes épocas históricas.
Punto c): el principio de causa-efecto es
seguramente el que más impera hoy día, pero se encalla de frente a la
paradoja epistemológico-filosófica de la "causa no causada". Si afirmo
que todo tiene su causa, tarde o temprano debo indicar una causa
inicial, el principio de todo, un factor que no sea causado por nada. El
evolucionismo se basa en la misma lógica: los mamíferos han
evolucionados de los reptiles; los reptiles de los anfibios; los
anfibios de los peces; los peces de los invertebrados; los invertebrados
de los monocelulares; los monocelulares de cadenas de aminoácidos; los
aminoácidos de proteínas simples... Pero ¿hasta qué punto se puede
llevar atrás la cadena evolutiva? A nivel cósmico, se hacen hipótesis
sobre un sistema solar que ha evolucionado de una nube cósmica, la cual
ha evolucionado de... pero ¿de qué diablos? Si todo ha evolucionado de
algo anterior y (¿quién sabe por qué?) más primitivo, habrá pues algo
absolutamente primordial, pobre, esencial, que haya evolucionado... de
la nada!
En efecto, la ciencia ha hecho hipótesis sobre el Big Bang,
teoría excitante pero que tiene un gran límite. El escéptico
anti-astrología afirma, en efecto, que la ciencia no se debe limitar a
describir, sino que también nos tiene que explicar al mundo; el porqué
de las cosas, para así contribuir al desarrollo y al bienestar de la
humanidad. Sin embargo, esta visión no corresponde a la triste realidad.
La teoría del Big Bang no nos explica por qué la materia
primordial haya tenido "necesidad" de estallar, en vez de mantenerse en
el estado de equilibrio en el que, se supone, hubiera tenido que
hallarse. El evolucionismo no nos explica por qué algunas
especies han "tenido" que evolucionar para sobrevivir, mientras otras
tantas (los insectos, los tiburones, algunos reptiles, las medusas) han
permanecido sin cambiar hasta nuestros días.
Existen
además bastante ciencias puramente descriptivas, como la anatomía y la
clasificación comparativa de tipo linneano; gracias a ellas sabemos por
ejemplo cuáles son las diferencias entre los estrígidos y los
falcónidos, pero nada nos dicen (porque claramente no cabe en sus
finalidades) sobre el porqué existe tal variedad de órganos y
organismos. No por eso la comunidad científica se ríe de la
clasificación de los seres vivientes tachándola de inútil.
¿La astrología se limita con describir una determinada realidad o también nos ayuda a explicarla?
Depende. Existe seguramente una astrología práctica, aplicada, la que
demuestra funcionar. Quien se ocupa de ella puede tranquilamente evitar
de ponerse el problema del cómo y del porqué ella funciona. Ciro Discepolo,
hace tiempo, en un mensaje al Forum de Astrología italiana de Internet,
se definió un "radiotécnico" que sabe cómo ajustar las radios pero no
puede hacerlo con los expertos cuando discuten de las características
más recónditas de las ondas hertzianas. El ejemplo es bueno, aunque me
parece que Discepolo, quien es uno de los mayores astrólogos italianos,
demuestre excesiva modestia. Imagino que todo el mundo que se ocupa de
astrología se haya preguntado tarde o temprano por qué funciona, y que también haya encontrado su respuesta personal.
¿La astrología se basa o no en el principio de causa-efecto? A mí me parece que no, como inútil me parece intentar explicar cómo y porqué los planetas o las constelaciones "influencien" el carácter y/o el destino de uno: quizás no hay ninguna influencia de ningún tipo. Aunque el astrólogo utiliza afirmaciones como: "Nicolás está hecho de tal manera porque tiene la luna en Piscis", en realidad sabemos que las cosas no hay que ponerlas así. Nicolás no está hecho así porque tiene la luna en Piscis; pero seguramente la luna en Piscis nos enseña que Nicolás está hecho así. Es un poco como el letrero que en la carretera nos advierte de un cruce: el cruce existe, pero no porque
hay el letrero que nos lo indica. Sabemos que si las agujas de nuestro
reloj están sobre el número 12, es mediodía (o medianoche): pero
ciertamente no es mediodía porque las agujas se encuentran
posicionadas de tal manera. Como los letreros o la posición de las
agujas, así las combinaciones de planetas, luminares, signos y casas nos
entregan indicaciones útiles sobre la vida y el carácter de las personas, pero no por eso son la causa de ello.
Volvemos a hablar de falsificacionismo:
un aproche epistemológico según el cual no se puede probar la absoluta
validez de una tesis, sino tan sólo su falsedad. Aunque sea una
tentativa de superar los límites del inductivismo "ingenuo", también el
aproche falsificacionista se basa en alguna medida en los mismos
supuestos. Por ejemplo la repetición del fenómeno y su observación
directa. El propugnador del falsificacionismo, Popper, afirmaba que
basta una sola prueba contraria para que una determinada
hipótesis sea refutada (negada). Aunque se trate de Popper, también en
este caso la realidad es levemente diferente. Los defensores de una
teoría pueden considerar (y con razón) una sola prueba contraria como un
error, una equivocación, un malentendido que falsifica la teoría "sólo
en apariencia". La verdad de una teoría, dicen, también puede depender
del nivel de tecnología alcanzado, y lo que hoy nos parece absurdo,
mañana podría hacerse aceptable. Supongamos que yo apriete en mi mano
dos objetos pesados y que los deje caer, volcando las manos de repente.
Supongamos ahora, por absurdo que parezca, que los dos objetos no se
caigan hacia abajo, como todo el mundo se espera, sino que se queden
suspendidos flotando en el aire. ¿Con eso he demostrado que la fuerza de
gravedad no existe? Claro que no, diría la persona de seso: a lo mejor
he demostrado ser un buen prestidigitador. Y los escépticos me
desafiarán a que vuelva a repetir el acto en un laboratorio, en
condiciones de control "científico" y a su mando, o sea todas las veces
que ellos consideren necesario. Un solo acontecimiento "contrario" no
será de ninguna manera aceptado como "prueba falsificante" de una teoría
que, en mil otras ocasiones, haya demostrado funcionar óptimamente. Y,
claro está, es justo que así sea.
Cada
vez que en el Internet (o por la televisión, la radio, los periódicos o
en el bar...) surgen polémicas entre escépticos y astrólogos, se
repiten los conceptos de los cuales hemos buscado demostrar aquí los
límites: que la ciencia es un método de conocimiento mejor que los
demás, que sometamos los horóscopos a una verificación, que la
astrología no es una ciencia exacta...
Yo
personalmente nunca afirmé que la astrología sea una ciencia. Digo sólo
que a ella nos podemos acercar con un aproche de tipo epistemológico.
Me parece lo más correcto que podemos hacer, o mejor dicho: la única
cosa justa que debemos hacer si de verdad queremos colocar a la
astrología en la dimensión cultural que le pertenece, sin complejos ni
de inferioridad ni de superioridad con respeto a quien sea.
Además
creo haber evidenciado que hasta el aproche de los escépticos que
mentan a Galileo (y son los inductivistas "ingenuos") y a Popper (y son
los falsificacionistas) supone unos límites notables: y en efecto, ambos
aproches han sido superados por otros epistemólogos, entre los cuales
yo mencionaría primero a Thomas Kuhn con sus "paradigmas". De los que,
si Dios quiere, volveremos a hablar en otra ocasión.
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