sábado, 1 de agosto de 2015

Virtud de la Luna. Por Giuseppe Bezza.











Giuseppe Bezza

Virtud de la Luna.
Schema 7-8, marzo 1988
Ptolemaeus quoque humiditates effluere ratione luminis dixit


E
n el capitulo sobre la virtud de las configuraciones de los astros con el Sol (Tetrabiblos.1,8) Ptolomeo comienza a tratar, ya porque sus figuras son muy evidentes, sea porque son bien conocidas por todos los navegantes (Anon.Wolf 24), sobre la Luna:
“Respecto de sus configuraciones con el Sol, la Luna y los tres astros errantes (las estrellas de Saturno, de Jupiter y de Marte) alcanzan una intensidad y una distensión de sus virtudes propias. La Luna de hecho a partir de su primer visibilidad hasta el primer cuarto produce sobre todo un incremento en la humedad;  de ahí, del primer cuarto al plenilunio, del calor; del plenilunio al último cuarto de la sequedad; y del último cuarto hasta su ocultación del frio”.



A causa de esta cuádruple  naturaleza eficiente suya la Luna fue parangonada, en sus efectos, con el Sol; dice efectivamente Aristóteles: “La  Luna es casi como otro Sol pequeño y por esto contribuye a todos  los procesos de reproducción y de cumplimiento…son los movimientos de estos astros los que determinan (en los cuerpos) los límites del principio y del fin”.

En cuanto Sol en miniatura, la Luna imita los efectos:” El Sol produce invierno y verano en el arco del año entero, la Luna en el arco de los meses; esto no viene motivado por sus movimientos trópicos, sino que lo uno cuando su luz aumenta, el otro cuando esta mengua” (gen.an 767.a).  Los astrólogos en consecuencia han asimilado 






las fases de la Luna a las cuatro estaciones del año, ya que la primavera es húmeda, el verano caliente, el otoño seco, el invierno frio (Tetr.3, 11). Esta correspondencia analógica, que encontramos en Porfirio (Introductio CCAG 5/4 192, 7) fue continuada por la gran mayoría de los astrólogos; se trata no obstante de una analogía establecida por convención, donde los modos de iluminación del Sol en los cuatro cuadrantes del año son asimilados homogéneamente a las cuatro fases de iluminación de la Luna en los meses y ninguna distinción se hace entre la cualidad de la luz solar y aquella de la luz lunar. 





De hecho, el significado de los diversos modos de iluminación de la Luna queda claramente relevado por el anónimo comentador griego y por Ali Ibn Ridwan. A la hora de hacer su primera aparición (apo tês anatolês) y hasta su primer cuarto la Luna es principalmente productora de humedad y, “así como los niños apenas nacen son húmedos, en el mismo modo ella abunda en humedad” (Anon. Wolf 24). A continuación, con el incremento de su luz aumenta también su calor “y el calor abre los canales y los poros, disipa la humedad densa y congelada” (Haly fo. 14r). Del primer cuarto al plenilunio es por lo tanto más cálida: comienza en efecto a recibir el calor de la esfera solar (Anon. ibid.), porque el calor está en función de la cantidad de luz (Haly ibid.). Pero, así como asume tal cualidad humidificante  y calorífica,  del mismo modo la pierde  (Anon. ibid.). Del plenilunio al primer cuarto crece también el calor, porque su luz permanece gran tiempo sobre el horizonte y al mismo tiempo absorbe la humedad y su efecto es de acuerdo a la sequedad (Haly ibid.). Finalmente, a partir del último cuarto hasta su ocultación bajo los rayos del Sol (méchri krupseôs) se reduce su luz de día en día al tiempo que aparece el frio como su virtud.



      
                                                                                

Las cualidades producidas por el Sol dependen de su iluminación, o sea de las diversas cantidades de su luz, definibles en los cuadrantes del año; también la cualidad de la Luna depende de las cantidades variables de esta luz, las cuales no son determinables sino respecto del Sol. Entonces, el Sol niño nace en el solsticio invernal, cuando comienza a crecer la extensión del día si bien sigue siendo esta inferior a aquella de la noche; aquí comienza el principio húmedo, que se expande por dilatación sucesiva de la luz, de un mínimo a un máximo, o a lo largo del semicírculo completo hasta el solsticio estival donde la


longitud del día, en concurso con su máxima dilatación, comienza a disminuir; aquí inicia el principio seco, en virtud de un restriñimiento sucesivo de la luz, de un máximo a un mínimo, a lo largo de todo el semicírculo del solsticio estival al solsticio invernal.


Humedad y sequedad tienen por lo tanto  origen en dos círculos opuestos entre si, el trópico de Capricornio y el trópico de Cáncer. Diversamente se comportan los principios del calor y del frío: si lo húmedo y lo seco se propagan por dilatación y por contracción, el calor y el frío se propagan entre puntos delimitados por la cantidad de los arcos diurno y nocturno del Sol y obran por intensidad del uno sobre el otro. Ellos tienen origen en el mismo círculo, el círculo equinoccial, línea media de las diversas cantidades luminosas a lo largo del transcurso del año y, alcanzados sus propios máximos en los puntos opuestos, retornan al mismo círculo. En invierno nace entonces el principio húmedo, perdurando el frío originado en el otoño; en primavera nace el principio calorífico, perdurando el húmedo; en verano nace el principio seco, perdurando el calor; en otoño nace el principio frio perdurando el seco.
Este estado de cosas es común a la Luna y a todos los astros errantes, en virtud del aumento y la disminución de su luz. La luz no se dilata ni se restringe en los solsticios, no sigue, como dice Aristóteles en el texto precitado, sus “movimientos trópicos”, sino que inicia con su surgimiento de los rayos del Sol y termina con su ocultación bajo los rayos solares. Es entonces el Sol el origen de sus diversos modos de iluminación. De acuerdo a estos estados de iluminación de la Luna, Galeno asimila el período de aumento de la luz lunar al tiempo del año que va del inicio del invierno al inicio del verano y el período de decrecimiento de la luz al tiempo del año que va desde inicio del verano hasta el inicio del invierno.





Podemos entonces definir las cualidades eficientes del mes lunar como en la figura de al lado: La revolución sinódica de la Luna se caracteriza por dos mutaciones principales y muy evidentes: el novilunio y el plenilunio, que corresponden a los grados extremos de sus cualidades. En el novilunio del frio y la ausencia de humedad, en el plenilunio del calor y la abundancia de humedad. Sin embargo no es la Luna per se la que produce estos efectos, “los cuales derivan realmente todos del Sol, mientras que la Luna los manifiesta, los lleva de la oscuridad a la luz, los suscita desde fuera”. Por lo tanto se deben considerar los tiempos


del año y del día. En efecto, dice Federico Bonaventura: hemos observado a menudo que las noches y los días son más calurosos en los plenilunios estivales, más fríos en los novilunios invernales. En particular, durante el novilunio sufren los cuerpos húmedos, graves son las enfermedades que comienzan durante este periodo, débil es  quien nace por el exceso de frio y de sequedad, por la ausencia de humedad. Al contrario, durante el plenilunio hay un exceso de humedad, y estos efectos son mayormente contrarios al temperamento humano en los novilunios que se producen durante el día, en los plenilunios que se producen durante la noche, luminarias condicionantes del tiempo.



Estos dos momentos son también diferentes respecto de su duración: durante el plenilunio la plenitud del disco lunar es determinable, mientras que la Luna permanece  oculta algún tiempo antes y después del novilunio. La ausencia de la luz lunar, dice Teofrasto (de sign.temp. 5), acompaña generalmente al mal tiempo y es definida, así como en Aristóteles (gen.an. 767a), phthísis e apóleipsis (silentia lunae), queriendo así significar no la privación de la luz en el cuerpo luminoso, sino su ocultación respecto a nuestros sentidos. Este tiempo de ausencia puede durar más de tres días, por esto el novilunio es la fase mayor, que acompaña las alteraciones más largas, pero no siempre evidentes; mientras en el plenilunio el fenómeno ocurre en un punto determinado y, si bien no es fácil distinguir el exacto momento del plenilunio a partir de la observación del disco lunar, es no obstante factible reconocerlo por el movimiento de ambas luminarias: cuando el Sol se pone la Luna surge. Novilunio y plenilunio son sicigias, cónyuges, uniones maritales entre las dos luminarias, son los límites del crecer y decrecer de la luz lunar. A partir del novilunio se vierte sobre la tierra una cantidad de presencia angélica que es continuamente producida hasta el tiempo del plenilunio; a partir de aquí, toda producción cesa, lo que se ha producido se consuma. A partir de las sicigias se juzga por lo tanto sobre el tiempo, sobre el fundamento de la genitura y toda cosa nacida debe estar de acuerdo con la sicigia que la ha precedido.
Durante el novilunio, entonces,  cambios más profundos, alteraciones ya preanunciadas, porque se anuncia la desaparición de la luz lunar, durante el plenilunio mutaciones más vehementes y rápidas: los Árabes llaman el tiempo del plenilunio badr, porque la luna se apresura a surgir cuando se pone el Sol, este término  viene de badara, “venir de repente”, “llegada inesperada” , “sorprender”, realmente en el plenilunio “la luz no termina con la puesta del Sol, pero el esplendor del día se prolonga durante la noche con la luz de la Luna” (Macr. sat. 1,15,15). El novilunio, al contrario, indica lo que es secreto y oculto, el malestar de toda criatura terrestre. El día del plenilunio es presumiblemente el primer día festivo por excelencia y en acadio es denominado sapattu, día de fiesta, de plegaria y de sacrificio en el calendario babilonio.
La Luna es húmeda: vencidos por los solares, los lunares les pagaron diez mil ánforas de rocío (Luc. hist.ver. 1,20); Ersa, el rocío, es hija de Zeus y de Selene, del cielo y de la Luna (Alcmane ap. Plut. symp. 659b); hay en la Luna una cierta propiedad que humedece los cuerpos y los baña como rocío oculto velut occulto rore (Macr. sat. 7, 16,21), ella es mater roris, así la transforma San Ambrosio en el Hexamerón. Es diosa de las fuentes termales, es amnium domina por su dominio de los ríos (Catulo 34,12). Su nombre griego, Selênê, viene de selas, luz, esplendor y su luz es fecunda y humectante y benéfica en relación a las crías de los animales y a los brotes de la plantas (Plut. Is.Os. 367d). Los aborígenes de la tierra de Arnhem ejecutan las danzas propiciatorias para los frutos y los animales en un pozo con forma de Luna creciente. Ella es Melisa y abeja que preside sobre toda generación (Porph. antr.nymph. 18) es diosa endulzada (Teocr. Id. 15,4), que preside sobre el entrar y el salir del mundo. Está en ella el principio de todo germen (Lyd. de mens. 2,6; 3,4; 4,53) y esto es propio de los dioses estelares que lanzan flechas, como Apolo y Artemisa, ambos cazadores, gemelos del mismo epíteto, èkatos, ékatê “que lanzan flechas”.
Lunar es el principio vital que nutre el cuerpo (Plut. facie in orbe Lunae 26) y el pseudo -Tolomeo la llama fuente de la vida física (Centil. 86); ella es símbolo de los elementos que nutren y constituyen el cuerpo humano, como de las alteraciones fisiológicas que  el alimento ingerido sufre. El papiro Michigan 149 asigna a la Luna el rostro humano, en tanto los cambios de nuestro rostro, visibles manifestaciones de las emociones que nos afectan, asemejan a las varias formas de la Luna. Ptolomeo en Tetr. 3,14 (154,20 de qualitate animi) llama a la Luna “la luminaria más corporal”; esto no se dice de la Luna con respecto al Sol, sino de la luz lunar en relación a toda otra fuente luminosa del cielo, en cuanto más cercana a la tierra y más densa (Anon. Wolf 143); sômatôdésteron, magis corporeum, est lux quae magis naturam corpoream induit, la que mejor expresa la naturaleza del ser corporal. Por lo tanto, como observa Plutarco, la Luna tiene “naturaleza mixta y figura de demonio y su revolución concuerda con este género demoníaco, en cuanto ella se muestra ahora menguante, ahora creciente, ahora cambiante” y la naturaleza propia de los demonios es la de “participar a un tiempo de las pasiones mortales y de la virtud del Dios” (def.orac. 416E).
La Luna nace y muere, es símbolo de la vida y de la muerte. Cuando la Luna no era, no existía ni siquiera la muerte. Atravesada por el Sol, la Luna se desintegra, de ella no queda más que la espina dorsal, de la que renacerá nuevamente. Entre los Uitoto de Colombia la víbora simboliza a la Luna: el hombre enfermo, castigado por el Sol, se hallaba abatido por la parálisis, no podía pararse, ni podía moverse; entonces, cayéndose al agua, se transformó en una serpiente manchada de bellísimos colores; cuando de la Luna no se ve más que un fino creciente, la serpiente tiene el espesor de un filo; a continuación crece desmesuradamente hasta el plenilunio y su apetito es voraz;  entonces mengua, sufre y siente dolor, hasta la Luna nueva, afilada hoz, abandona el cuerpo de la vieja serpiente haciéndola morir. Del mismo modo para los hombres: la aparición del nuevo filo lunar es un retorno a la vida, su desaparición la muerte. Un rey de los bantús  meridionales, asesinado según la imposición del rito al morir de la Luna, porque estaba gravemente enfermo, vuelve a la vida al cuarto día, con el despuntar de la Luna nueva en el cielo.





Muchos pueblos al norte y al sur del ecuador vieron en la Luna a un conejo, sobre todo a una liebre, animales que duermen de día y saltan de noche. En China la Liebre es la esencia de la Luna llena y en las vestimentas ceremoniales una liebre es representada en el disco lunar, intenta aplastar un mortero de hierbas medicinales.  La representación taoísta ubica a la liebre a la sombra de un ficus, pero en China es la casia, la que da sombra, porque la casia tiene cuatro fases como la Luna.  Pero ya sea la casia, cuyas semillas negras y brillantes los Eritreos usan para preparar colirios desinflamantes, ya sea el ficus se trata de arboles otoñales; este último por la época de la maduración de sus frutos, la casia por su floración. En otoño de hecho se celebran los sacrificios a la Luna, porque el otoño es una estación yin y del mismo modo la liebre tímida y fugitiva se esconde durante el día y retoza bajo el claro de la Luna; «La luz de la Luna parece en efecto producir sobre la liebre una alegría que  sale de su naturaleza; en medio de los juegos a los que se entrega, pierde toda medida y prudencia hasta el punto de correr al encuentro del zorro que se abalanza sobre ella” Encargada por la Luna de llevarle a los hombres la promesa de la vida eterna, la liebre corre jadeante y transmite mal el mensaje. Entonces la Luna la golpea en los labios, que desde entonces muestran un corte, y ella permanece en la Luna para medicar la naturaleza mortal de la humanidad.  

Al comienzo del de re rustica, Varrone invoca al Sol y a la Luna, “las fases de la rotación de los cuales se observan cuando se siembra y cuando se recoge”. Las fases lunares actúan en general sobre los seres vivientes (Arist. gen.an. 777b), existen peces que la imitan, tales como la klopia, que se vuelve blanco en Luna creciente y se oscurece en Luna menguante (Lyd. de mens. 3,11 Wuensch 52,3). En la fase creciente de la Luna aumenta el apetito de los animales  (Arist. gen.an. 680a), con su luz aumenta y disminuye la sangre (Cic. de div. 2,33-34; cfr. Plin. nat.hist. 2, 41,109; 2, 99,221, que por esto llama a la Luna  spiritus sidus, astro del aliento vital), la medula (Firmico 4,1, 5.) En general, todo lo que debe ser podado, cortado, cultivado debe serlo durante la Luna decreciente (Plin. nat.hist. 18,321), como por ejemplo la recolección de hierbas medicinales. Todo lo que deber ser sembrado será hecho cuando la Luna crece y la temperatura es leve (Palladius opus agr. 1, 6,12), lo que debe ser cortado o recogido cuando decrece (ibíd. 1, 34,8). Un árbol plantado en luna creciente se desarrollará mucho, en luna menguante será pequeño pero sin embargo robusto  (Geoponica 10, 2,13), pero para sembrar la arveja, cereal que no soporta la humedad del rocío, ni aquella de la noche, no la siembres antes del día lunar veinticinco, si no se quiere que se le peguen las babosas (Palladius op.cit. 2,6).

Los movimientos lunares son complejos y sufren las perturbaciones del Sol y del alongamiento ecuatorial de la tierra, pero no es nuestro propósito hablar de la teoría de los movimientos lunares. Hay sin embargo una consideración que merece atención: a diferencia del Sol, la Luna puede alcanzar su máxima o mínima velocidad en cualquier punto de la eclíptica; igualmente, en cualquier lugar puede tener sus vientres y sus nodos. Mientras que para los planetas las variaciones eclípticas de estos lugares acaecen durante el curso de los siglos, no es así para la Luna, cuya línea absidal cumple una revolución completa en poco menos de nueve años. Esta consideración es importante para nosotros, porque dichas variaciones forman parte de los schèmata, de las figuras de los astros errantes. Leemos en Antíoco de Atenas:

“Debemos saber que cuando la Luna recorre la espiral superior atraviesa 11 grados en el espacio de un día y de una noche y cuando recorre la espiral inferior 14; ahora, ella forma dos disoluciones nodales: la primera cuando comienza a descender de lo alto y esta figura es reputada maligna e incierta en los nacimientos; la segunda cuando vuelve al círculo mediano y esta figura también es maligna. Son estos los lugares de los eclipses; aquí, de hecho, cuando la Luna aparece plena a nuestros ojos soporta el sufrimiento del eclipse”.

De las figuras de la Luna el aumento y la disminución de los cuerpos, el destino del hombre (Cic. de div. 2, 43,91; nat.deo. 2, 46,119). La mejor condición de la Luna, leemos en Doroteo (1, 12,10.11), es cuando, estando creciente, se dirige hacia el norte del cielo, porque indica prosperidad y gran eficacia. En particular, si es creciente y se dirige hacia el norte, habiendo superado el círculo mediano del zodiaco, dará beneficios hacia el final de la vida; si se dirige del sur hacia el norte, beneficios al comienzo y al final. Hay por lo tanto cuatro figuras, geminadas de las fases de crecida y mengua. Pero cuando la Luna disminuye su movimiento en longitud y en latitud y, menguante de luz, se dirige hacia los maléficos crea debilidad en el cuerpo, el descontento en el animo, hace los nacimientos oscuros (Heph. 2,18; Pingree I 166,30).

Notamos que el movimiento en longitud de la Luna es más lento en el apogeo, más rápido en el perigeo. Además el movimiento diurno mínimo de la Luna se sitúa entre su vientre septentrional, el movimiento máximo hacia el vientre meridional. Del vientre septentrional al vientre meridional, disminuyendo en latitud, la Luna aumenta su paso diario en longitud; del vientre meridional al vientre septentrional, creciendo en latitud, lo disminuye.

Luna gobierna los primeros cuatro años de la vida (quadr. 4,10; Albumasar rev.nat. 1,7), que son los años de la nutrición. El comentador anónimo (Wolf 166) declara que este período cuatrienal se funda en el retorno de las sicigias al mismo grado. En realidad, en cuatro años se cumple la revolución de la Luna en el epiciclo, o cada cuatro años solares el lugar de la Luna en su epiciclo es el mismo, con la aproximación de cerca de un grado (Cardano, op.cit., V 359).

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