sábado, 30 de mayo de 2015

Planetas, colores y metales. Por Patrice Guinard.







Planetas, Colores y Metales
por Patrice Guinard

-- traducción Angeles Rocamora --


Este texto no pertenece inicialmente a mi tesis. Rápidamente escrito, más tarde será remodelado. Atribuir colores a los planetas es un ejercicio típico de la razón matricial. Desde 1986, mis ideas sobre este tema han chocado contra dificultades recurrentes: recientemente, el 26 de mayo de 2000, encontré una solución que me parece satisfactoria teniendo en cuenta los imperativos con los que contaba.
  Percepción y Organización de los Colores
"Aquellos que componen con luces de colores
la luz única y esencialmente blanca,
he aquí los verdaderos oscurantistas."
(Goethe, Máximas y reflexiones)
     Goethe habría dado su poesía, sus novelas y, probablemente, el resto de su obra por su sola Teoría de los Colores. Johann Eckermann, el confidente de los últimos años de su vida, relata sus sorprendentes palabras: "De todo lo que he hecho como poeta, no obtengo vanidad alguna. He tenido como contemporáneos buenos poetas, han vivido aún mejores antes que yo y vivirán otros después. Pero haber sido en mi siglo el único que ha visto claro en esta ciencia difícil de los colores, de ello me vanaglorio, y soy consciente de ser superior a muchos sabios".  [1]  Para Goethe, no se trata tanto de confirmación y demostración científicas como de comprensión y de verdad. [2]  El color sabría ser aprehendido por la razón instrumental. Hay campos del conocimiento que escapan, por su propia naturaleza, al enfoque matematizante e instrumentalista de la ciencia. Ya que a través de la cuestión de los colores se perfila el interrogante goethiano sobre la modernidad de su siglo, el del racionalismo de las Luces y de las mentalidades que modifican los discursos y las representaciones mentales. "Yo reverencio a los matemáticos (...) pero no puedo aprobar que se quiera hacer abuso de las cosas que no pertenecen a su campo y donde esta noble ciencia aparece absurda. ¡Como si existiera sólo lo que puede ser demostrado matemáticamente! [3]  Goethe hizo del tema de los colores un asunto personal, ciertamente no tanto en razón de las explicaciones psico-sociológicas (a menudo tan vulgares como ilusorias) sostenidas por el joven Eckermann [4] , como porque esta cuestión comprometía todo lo que él era, empezando por su modo de comprensión del mundo. Ya que el razonamiento elaborado tanto en la Teoría de los colores, como en la Metamorfosis de las Plantas es de tipo matricial y Goethe es, sin duda alguna, uno de los más eminentes representantes de su siglo.
     El color debe ser aprehendido de manera global y no analítica, visual y no factual, sensual. La percepción de los colores depende de un cierto equilibrio de la luminosidad: en la oscuridad todo es negro, y no se distingue nada bajo una luz excesiva. Goethe expone en la cuarta parte de su tratado, dos ideas esenciales: el origen de los colores (del Azul y del Amarillo) a partir de la oscuridad y de la luz, y la constitución del color "final", el Rojo, por intensificación de cada uno de los dos colores primitivos. [5]  Así, el Rojo es el término final de un oscurecimiento del Amarillo, así como de una aclaración del Azul. Tres colores medios (el Verde, el Violeta, el Naranja) acaban la disposición cromática a partir de la evolución y de la mezcla de los tres colores principales. De hecho, el Amarillo, que procede de la luz, y el Azul, que procede de la oscuridad, se mezclan para dar el Verde y se intensifican para dar el Naranja y el Violeta, y después el Rojo.
      La teoría genética de los colores, que Goethe opone a la experimentación newtoniana, la de la descomposición espectral de la luz blanca en siete colores (donde uno, el índigo, es un color artificial, sin duda introducido para satisfacer la analogía entre la gama cromática y la gama musical), reúne la experiencia de los artesanos tintoreros y de los pintores, la de un Leonardo da Vinci por ejemplo, que distingue los colores de la luz (rojo y amarillo) de los colores de la sombra (azul y verde). Dicho de otro modo, Goethe opone a la experimentación instrumental de la luz, la percepción y la observación "natural" de los objetos y de sus coloraciones en la luz. Se trata menos de objetividad y de subjetividad -el enfoque del pensador de Weimar es tan "objetivo" que el de su antecesor- que de una diferencia de naturaleza en la cualidad de la percepción: una es natural y universal, y la otra es mediatizada, instrumentalizada y el fruto exclusivo de una cultura definida, la de un saber instrumental que, precisamente necesita afirmar su "universalidad" y su "objetividad" en desacuerdo con la percepción común. [6]
     Los colores de Goethe pueden ser dispuestos sobre un círculo cromático (cf. Diagrama 1A), en el cual los colores complementarios se oponen diametralmente, o incluso en un esquema triangular con los 3 colores fundamentales en los ángulos, y los 3 colores intermedios sobre los lados. [7]

Círculos y Triángulos Cromáticos (Diagramas 1A y 1B)
     Este esquema, sin embargo, no agota todas las posibilidades del color. Cómo tratar el Castaño, o el Rosa, o el Gris, productos de las mezclas entre el Rojo, Negro y Blanco. Si bien podría ser constituido un segundo círculo o triángulo cromático (cf. Diagrama 1B), con el Rojo en esta ocasión como término final de un proceso de descompresión del Blanco así como del Negro. El Rosa y el Marrón serían las etapas intermedias, y el Gris la mezcla entre Negro y Blanco.
     En 1969, los lingüistas Berlin y Kay mostraron que los términos utilizados por la mayor parte de las lenguas para designar a los colores se resumen a 11 términos fundamentales, precisamente los que definen los colores de los 2 círculos cromáticos: "Aunque exista un número diferente de categorías de colores fundamentales en el seno de las diversas lenguas, encontramos no obstante, un inventario común de exactamente once categorías de colores fundamentales, a partir del cual los once (o a veces menos) términos de colores de base en el seno de no importa qué lengua, siempre están representados. Estas once categorías de colores son el blanco, el negro, el rojo, el verde, el amarillo, el azul, el marrón, el violeta, el rosa, el naranja y el gris." [8]
     Por otro lado, Berlin y Kay descubrieron que existía un orden de prelación que concierne a los términos escogidos, en el caso en el que las lenguas no poseyeran más que un número muy limitado de términos para designar los colores: "Todas las lenguas tienen un término para designar el blanco y el negro. Si una lengua tiene tres términos para designar los colores, tiene uno de ellos para designar el rojo. Si tiene cuatro, tiene uno o bien para el verde, o bien para el amarillo. Si tiene cinco, tiene uno para el verde y uno para el amarillo. Si una lengua tiene seis términos, posee uno para el azul. Si una lengua tiene siete términos, tiene uno para el marrón. Si una lengua tiene más de siete términos, tiene para el violeta, el rosa, el naranja y el gris, o para combinaciones de éstos." [9]
     Podemos imaginar una disposición cromática en doble círculo con el Rojo en el centro, el color esencial para Goethe, y del que los trabajos de los lingüistas americanos subrayan la importancia, o incluso una disposición estrellada, la cual reúne los dos diagramas precedentes y en la cual cada uno de los once colores se sitúa en las cercanías de los colores que le son cercanos (cf. Diagramas 2 y 3).

Diagrama 2
Diagrama 3


Colores y Planetas
     "Existen once categorías fundamentales de colores discriminados por la percepción humana, que sirven de referente psicológico a los once términos, a veces menos, utilizados en todas las lenguas para designar estos colores." (Berlin & Kay: Basic color terms)
     Según Berlin y Kay, la percepción humana es susceptible de distinguir, universalmente, once categorías de colores según los términos que sirven para designarlos, y que ellos encontraron en el seno de las lenguas y de las más diversas culturas. Los resultados de estos estudios antropológico-lingüisticos han sido rechazados por la crítica analítica, hostil a toda incursión de la razón matricial en el campo del conocimiento. Ya que es cuestión de números, como para los chinos o los hindúes, estamos en presencia de una materia que interesa en primer lugar al pensamiento matricial. [9B]
     Ahora bien, los planetas, como he mostrado, son operadores psíquicos que actúan sobre la percepción de lo real. Son, precisamente, un número de diez (u once teniendo en cuenta algunos asteroides y a su representante Ceres). Así se justifica "la analogía" entre planetas y colores.
Plutón NEGRO, la Luna BLANCO, Marte ROJO, el Sol AMARILLO, Urano AZUL, Venus VERDE, Júpiter NARANJA, Neptuno VIOLETA, Saturno GRIS, Mercurio MARRÓN.
Mercurio, tornasol y vertedero de todos los colores mezclados.
Saturno, el mal amado, con sus mil tintes sin color.
Neptuno, espectro sin par, de propósitos generosos.
Júpiter, el brillante, luminoso por su potencia.
Venus, verde vivo del vegetal.
Urano, azur de cielo límpido.
Sol, luz.
Marte, el arañado, sangrante.
Luna, pura, a los silencios consagrada.
Plutón, el último elegido, invisible y sombrío.
A fin de determinar las atribuciones de los 11 colores de Berlin y Kay a los 10 planetas del Planetario (u 11 con Ceres, representante de los asteroides) han sido tenidos en cuenta, ciertos principios lógicos:
  • La organización de los planetas en una serie cromática continua, reuniendo al máximo de colores posible. De hecho, un sólo color, el Rosa, no encuentra aquí su lugar.
  • La atribución de los colores más cálidos (Amarillo, Naranja, Rojo, Marrón, Violeta) a los planetas de excitación o de apertura, y de los colores más fríos a los planetas de inhibición o de cierre.
  • La puesta en evidencia de un eje o de un centro de simetría, relativo a las parejas de planetas obtenidos de la organización del Planetario.

     Dicho de otro modo, el ejercicio consiste en atribuir cinco colores a cinco planetas: 120 posibilidades teóricas. Yo no he podido encontrar un círculo cromático que satisfaga la condición 1, la de la serie Verde, Azul, Violeta, Rojo, Naranja, Amarillo, Marrón, Negro, Gris, Blanco.
     Mi intuición inicial se refiere a los cuatro planetas centrales del "Tai Chi planetario": el Sol, la Luna, Marte y Plutón [10] , a los que se les atribuirá sus colores "visibles": Amarillo, Blanco, Rojo y Negro. Estos cuatro colores, los más corrientemente designados por vocablos distintos en el seno de las lenguas más diversas según el estudio de Berlin & Kay, son también los de los cuatro humores de la medicina griega: la bilis amarilla, la flema, la sangre y la bilis negra. [11]
     El problema de la simetría se encuentra resuelto (condición 3), ya que los cuatro planetas pertenecen a dos parejas planetarias, lo que descubre un eje de simetría Azul-Marrón, pero deja aún 6 posibilidades. El Gris parece convenir perfectamente a Saturno y el Naranja a Júpiter. Quedan Mercurio y Neptuno, si razono a partir de los planetas "cálidos". El Marrón conviene más a Mercurio y el Violeta a Neptuno, que a la inversa. De ello se deriva la atribución del Verde para Venus y del Azul para Urano, el cual, a pesar de su connotación mitológica (el dios del Cielo), ha sido para mí la relación más difícil a admitir. El Rosa, mezcla de Rojo y de Blanco, aunque excluido del círculo cromático, conviene perfectamente, en esta lógica, a los asteroides y a su representante Ceres, ya que han sido definidos en el texto precedente [12]  por la fórmula Unicidad-Multiplicidad, resultante de las fórmulas atribuidas a Marte (Rojo) y a la Luna (Blanco).


Diagrama del Círculo Cromático Planetario

El Círculo Cromático Planetario


     Los colores de los dos círculos cromáticos (cf. El diagrama 1), salvo el Rosa, pueden combinarse en un esquema rectangular, con los colores asociados a los planetas "cálidos y secos" (Marte, Júpiter y Sol) arriba, bajo los asociados a los planetas "fríos y húmedos" (Luna, Saturno y Plutón), y en el centro los asociados a los planetas de estatus ambiguo: Mercurio neutro, Venus nocturno y femenino para los griegos pero húmedo y moderadamente cálido para Kepler, Urano y Neptuno de estatus indeciso y diferentemente apreciado según los astrólogos (cf. El diagrama 5).
Diagrama 5

      Eso no impide que exista en este terreno, menos que en otros, algún consenso entre astrólogos. Por ejemplo, el astrólogo francés Jean Mavéric propone en 1910 la distribución siguiente: Luna blanco, Mercurio multicolor, Venus verde, Sol amarillo, Marte rojo, Júpiter azul, Saturno negro-castaño, Urano "colores prismáticos", Neptuno malva. [13]
      Al principio de 'planetary colours', el diccionario de Fred Gettings da una mezcla de atribuciones de ciertos autores (William Lilly, Helena Blavatsky, C. Libra, H.L. Cornell y Manly Palmer Hall). Entre los muy diversos colores mencionados para cada planeta, figuran para la Luna el Blanco, para Mercurio el Marrón, para Venus el Verde, para el Sol el Amarillo, para Marte el Rojo, para Saturno el Gris, para Urano el Azul, para Neptuno el Malva y para Plutón el Negro. [14]  Sólo Júpiter, al cual estos autores atribuyen azules y violáceos, escapa a la concordancia con los colores que yo propongo. Lo mismo le ocurre a Jean Mavéric. Curiosamente, Françoise Gauquelin apuntó por su parte una cierta incoherencia en cuanto a la atribución a Júpiter por parte de los astrólogos de rasgos caracteriales. [15]  Podría ser, como consecuencia, que haya un "problema jupiteriano" para los astrólogos.
     Se sabe que los babilonios concedían una gran importancia a la visibilidad y a la apariencia de los planetas, condiciones iniciales y necesarias del pronóstico astrológico. Rumen Kolev da la siguiente lista, según diversas fuentes: Luna Azul, Sol Amarillo, Marte Rojo, Mercurio variable, Venus Blanco, Júpiter Naranja, Saturno Gris. [16]
      Los Sabeos de Harrân, una comunidad de paganos helenizados, han conservado la enseñanza astrológica de los babilonios hasta el siglo X d. de C. La ciudad de Harrân poseía 7 puertas y 7 templos, cada uno de ellos dedicado a un dios astral babilonio, construido según una forma geométrica característica y asociada a un metal y a un color (según un texto de Ibn Shaddâd, 1216-1285): Sîn (la Luna, Blanco), Nabû (Mercurio, Marrón), Ishtar (Venus, Azul), Shamash (el Sol, Amarillo), Nergal (Marte, Rojo), Marduk (Júpiter, Verde), Ninurta (Saturno, Negro). [17]  Los 7 colores de los templos de Harrân son, por otro lado, los 7 primeros de la lista de Berlin y Kay. El cuadro comparativo que hay a continuación, resume estas diversas atribuciones.
 
 

Babilonios Harrânianos Mavéric (1910) "Gettings" Guinard (2000)
LUNA Azul Blanco Blanco Blanco Blanco
SOL Amarillo Amarillo Amarillo Amarillo Amarillo
MARTE Rojo Rojo Rojo Rojo Rojo
MERCURIO variable Marrón Multicolor Marrón Marrón
VENUS Blanco Azul Verde Verde Verde
JÚPITER Naranja Verde Azul Azul-Violeta Naranja
SATURNO Gris Negro Negro-Castaño Gris Gris
URANO     Diversos Azul Azul
NEPTUNO     Malva Malva Violeta
PLUTÓN       Negro Negro
Ceres         Rosa

  La Semana planetaria y los Metales
"Hemos descubierto también que los siete metales de la tradición alquímica, es decir, la plata, el mercurio, el oro, el plomo, el hierro, el cobre y el estaño, producían variaciones muy particulares en la molécula de ADN." (Étienne Guillé)
     Los días de la semana, en la mayor plarte de las lenguas indo-europeas tienen nombres asociados a los planetas: lun-es (día de la Luna), mar-tes (día de Marte)... hasta el domingo, en inglés Sunday (día del Sol). Aunque este legado "astrológico" esté sólidamente anclado en nuestro vocabulario y en nuestra cultura, estas atribuciones no tienen estrictamente ningún valor astrológico, ya que éstas son el resultado de un simple procedimiento aritmético sin fundamento físico. La semana planetaria, atestiguado en el siglo II a. de C., sería de origen mesopotamio o sirio: los griegos y los egipcios, a diferencia de los pueblos semitas, no conocían la semana de 7 días. [18]
     Una aplicación directa de la semana planetaria aparece en el dispositivo "pseudo-astrológico" de las horas planetarias o cronocratorias, probablemente de origen egipcio: cada una de las 168 horas de la semana estaría gobernada por uno de los planetas del septenario, los planetas regentes de las horas se sucedían siguiendo el orden decreciente de sus revoluciones siderales, lo que permite a la primera hora de cada día estar regida por el planeta de este día siguiendo el dispositivo de la semana planetaria. Así, la primera hora (la del amanecer del sol) del sábado está regida por Saturno, la segunda por Júpiter, la tercera por Marte, hasta la séptima regida por la Luna. La octava, como la quiceava y la veintidosava están de nuevo regidas por Saturno, la veintitresava por Júpiter y la veinticuatroava por Marte, lo que lleva a la primera hora del domingo, regida por el Sol, después a la primera hora del lunes, regida por la Luna, hasta la primera hora del viernes, regida por Venus.
     Otra aplicación artificial de la semana planetaria se encuentra en el dispositivo de las faces, o decanatos zodiacales regidos por los planetas: cada uno de los 36 decanatos estaría gobernado por un planeta del septenario según el mismo orden decreciente de sus revoluciones siderales, comenzando en esta ocasión por Marte, domicilio y regente del primer decanato de Aries, lo que conduce a Mercurio, regente del primer decanato de Tauro, a Júpiter para el primer decanato de Géminis, hasta Saturno, Júpiter y Marte para los primer, segundo y tercer decanato de Piscis. Así, los planetas que gobiernan los primeros decanatos de los signos zodiacales se suceden siguiendo el orden de la semana planetaria, de Marte (martes) en Aries, hasta la Luna (lunes) en Libra, después Marte de nuevo en Escorpio hasta Saturno en Piscis.
     Esta teoría es tan artificial que sincretiza dos dispositivos de origen aritmético: el de la división decanal del zodíaco, y el de la semana planetaria. Más generalmente, y lo mostraré a continuación, el conjunto de las teorías de naturaleza numerológica, probablemente fabricada en los medios sincretistas y herméticos greco-egipcios, lejos de marcar un progreso de la astrología, son una marca de su degradación. El positivista Bouché-Leclerq (1899) tiene muy fácil el estigmatizar la astrología en su conjunto a través de tales elucubraciones, y Françoise Scheneider-Gauquelin preconiza abandonar una parte de estos modelos para volver a una astrología experimental y de observación, probablemente la que se practicaba en Mesopotamia algunos siglos antes. [19]
     Aunque la semana planetaria y las teorías astrológicas derivadas no tengan ningún valor astrológico probatorio, la serie planetaria "artificial" ha servido probablemente para codificar un conocimiento que lo es mucho menos, a saber, el de los metales asociados a los planetas. Los principales metales conocidos en la Antigüedad, excepción del zinc, han sido asociados a los siete planetas conocidos: el oro al Sol, la plata a la Luna, el hierro a Marte, el cobre a Venus, el estaño a Júpiter, el plomo a Saturno y el mercurio a Mercurio, probablemente en una época en la que la alquimia mantenía una estrecha relación con la astrología. Como lo ha mostrado el astrólogo Dom Néroman (1884-1953), es probable que la disposición de la semana planetaria haya codificado simbólicamente el orden de las revoluciones siderales de los planetas, como el de los números atómicos de sus metales asociados. [20]  En efecto, se puede deducir de la serie circular o heptagrama (Saturno, Sol, Luna, Marte, Mercurio, Júpiter, Venus), otras dos series, y solamente dos: una comenzando por la Luna y saltando cada vez un planeta (como en el juego del Salto de pídola), la otra tomando a Marte como punto de partida y saltando dos planetas.
     La primera serie (Luna, Mercurio, Venus, Sol, Marte, Júpiter, Saturno) ilustra el orden de las revoluciones siderales planetarias, conocidas después de mucho tiempo en Mesopotamia [21] , la segunda (Marte, Venus, Luna, Júpiter, Sol, Mercurio, Saturno) el orden de los números atómicos de los "metales planetarios": Hierro (26), Cobre (29), Plata (47), Estaño (50), Oro (79), Mercurio (80), Plomo (82). Señalar también que los metales planetarios tienen una conductividad térmica decreciente (o una resistencia creciente) desde la plata al plomo (con excepción del mercurio que es un líquido), es decir, según el orden de las revoluciones siderales de los metales asociados a estos planetas. Por consecuencia, es muy probable que la semana planetaria haya servido a los sabios babilonios para codificar los conocimientos químicos que concernían a los 7 metales conocidos en la Antigüedad mediterránea, salvo un octavo metal, el zinc, no utilizado en el dispositivo.
     Lo que es notable en la elección de estos metales, y teniendo en cuenta el cuadro (establecido en 1869 y completado posteriormente) de Dmitri Mendeleïev, sabio del temperamento matricial si lo hay, son las relaciones entre los metales planetarios, dejando aparte el mercurio, metal al cual los harrânianos habían renunciado a atribuir al planeta neutro de la astrología griega. Así, los números atómicos de los metales planetarios verifican las relaciones siguientes: Cobre 29 (Venus) = Hierro 26 (Marte) + 3, Estaño 50 (Júpiter) = Plata 47 (Luna) +3, Plomo 82 (Sarturno) = Oro 79 (Sol) +3
     Admitiendo la atribución del mercurio a Mercurio, y siguiendo en esta lógica, se puede atribuir el Zinc, el metal de los reflejos azules y el único otro metal conocido en la antigüedad, a Urano, el primer planeta trans-saturnino, y, entre los demás metales descubiertos posteriormente (el antimonio en el siglo XV, el platino, el niquel, el bismuto, el cobalto y el tungsteno hacia mediados del siglo XVIII), el Cobalto a Neptuno y el Bismuto a Plutón, en razón de la preservación de la relación entre los números atómicos. [22]  Así, Zinc 30 (Urano) = Cobalto 27 (Neptuno) +3, y Bismuto 83 (Plutón) = Mercurio 79 (Mercurio) + 3.

Cuadro de los metales y colores planetarios
26
Fe
Hierro
MARTE
27
Co
Cobalto
NEPTUNO
28
Ni
Niquel
 
29
Cu
Cobre
VENUS
30
Zn
Zinc
URANO
31
Ga
Galio
 
32
Ge
Germanio
 
33
As
Arsénico
 
44
Ru
Rutenio
 
45
Rh
Rodio
 
46
Pd
Paladio
 
47
Ag
Plata
LUNA
48
Cd
Cadmio
 
49
In
Indio
 
50
Sn
Estaño
JÚPITER
51
Sb
Antimonio
 
76
Os
Osmio
 
77
Ir
Iridio
 
78
Pt
Platino
 
79
Au
Oro
SOL
80
Hg
Mercurio
MERCURIO
81
Tl
Talio
 
82
Pb
Plomo
SATURNO
83
Bi
Bismuto
PLUTÓN

    El examen de los números atómicos de los metales (o de sus planetas asociados) permite extraer las siguientes relaciones (sacando 20 de los 45 pares planetarios):
Luna + Saturno = Sol + Júpiter
Luna + Venus = Marte + Júpiter
Sol + Venus = Marte + Saturno
Mercurio + Urano = Neptuno + Plutón
Venus + Neptuno = Marte + Urano
Sol + Plutón = Mercurio + Saturno
Luna + Urano = Júpiter + Neptuno
Luna + Plutón = Mercurio + Júpiter
Mercurio + Venus = Marte + Plutón
Sol + Urano = Saturno + Neptuno
    Estas relaciones se derivan de la banda "circular" que sigue, en la que los planetas y sus metales asociados están situados en su sucesión cromática, los planetas de apertura arriba (colores cálidos) y los planetas de cierre abajo (colores fríos):
80
Hg
Mercurio
MERCURIO
79
Au
Oro
SOL
50
Sn
Estaño
JÚPITER
26
Fe
Hierro
MARTE
27
Co
Cobalto
NEPTUNO
83
Bi
Bismuto
PLUTÓN
82
Pb
Plomo
SATURNO
47
Ag
Plata
LUNA
29
Cu
Cobre
VENUS
30
Zn
Zinc
URANO
+ 3 + 3 - 3 + 3 + 3
    Tomando esta figura como un cilindro que se dobla y se cierra sobre sus extremos Mercurio-Plutón y Neptuno-Urano, encontramos que los pares planetarios se organizan en diagonal: Plutón-Sol, Saturno-Júpiter, Luna-Marte, Venus-Neptuno, y el par Urano-Mercurio que cierra el cilindro.
    Tenemos también: Marte + Neptuno = (Luna + Venus + Urano) / 2 = (Marte + Júpiter + Urano) / 2 = (Sol + Mercurio / 3 = (Luna + Saturno + Plutón) / 4 = 53
    Dicho de otro modo, dos relaciones armónicas unen los números atómicos de los metales planetarios, una entre los planetas de excitación o de apertura (con excepción de Júpiter), otra entre los planetas de inhibición o de cierre: Sol + Mercurio = 3 Marte + 3 Neptuno, y Saturno + Plutón = Luna + 2 Venus + 2 Urano.
     Ignoro si las diversas observaciones presentadas en este texto pueden ser del interés de los astrólogos. A la espera de un estudio estadístico sobre los colores elegidos por los pintores, saludo a los joyeros y les deseo excelentes negocios.

[1]  Conversations de Goethe avec Eckermann [entrevista del 19 de febrero 1829], tr. fr. Jean Chuzeville (1930), Paris, Gallimard 1949; 1988, p.285. « Texto
[2]  Goethe titula sus Memorias: Verdad y Poesía. « Texto
[3]  Conversations de Goethe avec Eckermann, op. cit., p.176. « Texto
[4]  Ibid., p.284. « Texto
[5]  Cf. "Vues générales internes", in Traité des Couleurs, tr. fr. Henriette Bideau, Paris, Triades, 1973. La obra tiene prefacio de Rudolf Steiner, del cual se puede leer la excelente obra escrita con "el espíritu" de su antecesor: La science de l'occulte, tr. fr. H. & R. Waddington, Paris, Triades, 1976. « Texto
[6]  Sobre el histórico de los colores, la teoría de Goethe, y sobre su distinción entre colores fisiológicos, físicos y químicos, cf. También el artículo Manlio Brusatin, "Colores (historia del arte)": "Una oposición radical, de naturaleza decididamente no científica, en la óptica de Newton se manifiesta con la aparición de la Teoría de los colores (Farbenlehre, 1810). En esta obra, Goethe se opone deliberadamente al carácter primario de la luz blanca y al carácter secundario delas sensaciones cromáticas. Negándoles una naturaleza abstracta, manifiesta al contrario su interés por la reconstrucción de una fisiología de la visión, que pasa por la subjetividad participante de quien percibe y la apreciación de los colores físicos comparados a los nuevos colores químicos. Para resumir las posiciones de Goethe, se puede decir que él habría deseado establecer un fundamento dialéctico a la "forma" de la percepción de los colores, y antes de cuestionar la pretendida unidad del blanco newtoniano. Ya que el color está indiferentemente ligado a la luz y a la oscuridad (el claro, blanco, y el oscuro, negro), es su mezcla, el gris y no el blanco, el que resume y funda en sí mismo todos los demás colores. Goethe explicará que los colores pueden ser fisiológicos: se trata de colores subjetivos, cuyo único intermediario es el sujeto que lo percibe; físicos: colores subjetivos u objetivos de intensidad variable y pasajera, que se obtiene por interposición de cuerpos transparentes o translúcidos; químicos: sólo colores objetivos, se fijan sobre los cuerpos y las sustancias de diversas naturalezas o son extraídos de ellas." (in Encyclopaedia Universalis, vol. 6, 1997). « Texto
[7]  Cf. El curso del 19 de mayo de 1981 que Gilles Deleuze, en Saint-Denis, consagró a esta cuestión. Probablemente transcribiré este curso en la web del C.U.R.A., ya que formé parte de los debates. « Texto
[8]  Brent Berlin & Paul Kay, Basic color terms: Their universality and evolution, Berkeley, University of California Press, 1969; 1991, p.2. « Texto
[9]  Ibid., p.3. « Texto
[9B]  Nota de Junio de 2001: Graham Douglas atrajo mi atención sobre sus diversos artículos que tratan sobre la distribución estructural de los colores: Greimas's semiotic square and Greek and Roman astrology (in Semiotica, 114.1/2, 1997), Color-term connotations, planetary personalities, and Greimas's square (in Semiotica, 115.3/4, 1997), Why is Venus Green? - A morphological approach to Astrology (in Correlation, 18.1, 1999), Catastrophes in semantic space: Signs of universality (in Semiotica, 132.3/4, 2000). Aunque su organización cuatripartita de los colores no sea la mía, el conjunto de esta reflexión, obtenida principalmente del análisis comparativo de las culturas, es digno de interés. En Correlation, Douglas define perfectamente para la investigación, esta tercera vía/voz que yo preconizo después de la apertura del C.U.R.A.: "We can also identify a new approach to astrological research, based in anthropology, history and cultural studies, which cannot be easily assigned to either side of the divide between objective-physical-scientific research into natural astrology versus subjective interpretation of charts by astrologers, or judicial astrology." (p.16) Igualmente Christopher Bagley, en el mismo número: "My final conclusion is to emphasise, once again, that astrological research and counselling must be integrated within the mainstream social and psychological sciences, in the fullest understanding of human motivation and behaviour." (p.38). El artículo de Douglas nos procura, por otro lado, algunas preciosas referencias bibliográficas, entre ellas: Marshall Sahlins, "Colors and Cultures" in Symbolic Anthropology, J.L. Dolgin, D.S. Kemnitzer & D.M. Schneider (eds.), New York, Columbia University Press, 1977; Paul Kay & Charles MacDaniel, "The linguistic meaning of basic color terms" in Language, 54, 1978; y Robert MacLaury, "From Brightness to Hue: An explanatory model of color-category evolution" in Current anthropology, 33 (2), 1992. « Texto
[10]  Cf. mi Esquema del Planetario (08taiki.gif), in El Planetario, http://cura.free.fr/esp/13planet.html, 10-2000. « Texto
[11]  Cf. el tratado De la naturaleza del hombre (antes del 400 a. De C.), atribuido por los griegos a Hipócrates o a su yerno Polybe, y su análisis por Raymond Klibansky, Erwin Panofsky & Fritz Saxl: Saturne et la melancolie, London, 1964, tr. fr., Paris, Gallimard, 1989. « Texto
[12]  Cf. Patrice Guinard, El Planetario, http://cura.free.fr/esp/13planet.html, 10-2000. « Texto
[13]  Jean Mavéric, La lumière astrale (Traité synthétique d'astrologie judiciaire), Paris, Daragon, 1910; Nice, Belisane, 1979, p.21. Sobre este autor, cf. Jacques Halbronn (colaboración de Patrick Curry y Nicholas Campion), La vie astrologique il y a cent ans (d'Alan Leo à F. Ch. Barlet), Paris, La Grande Conjonction / Trédaniel, 1992, p.76-79. « Texto
[14]  Fred Gettings, The Arkana dictionary of astrology, London, Routledge & Kegan Paul, 1985; éd. rév., London, Arkana, 1990, p.378-379. « Texto
[15]  Cf. Françoise Gauquelin, "Jupiter's real nature" (capítulo 10), in Psychology of the planets, San Diego (Calif.), ACS Publications, 1982, p.61-64. « Texto
[16]  Cf. Rumen Kolev, Some Reflections about Babylonian Astrology, http://cura.free.fr/decem/09kolev.html, 11-2000. « Texto
[17]  Cf. D. Chwolsohn, Die Ssabier und der Ssabismus, St Petersburg, 1856, vol. 2, p.382-398, y Michael Baigent, From the omens of Babylon, London, Arkana - Penguin, 1994, p.186-187. « Texto
[18]  Cf. Franz Cumont, Astrology and religion among the Greeks and Romans, trad. angl., 1912; New York, Dover, 1960. Sería de origen judío según S. Gandz ("The origin of the planetary week", in Proceedings of the American Academy for Jewish Research, 18, 1949). « Texto
[19]  Cf. Françoise Gauquelin, "The Greek error or return to Babylon" in Astro-Psychological Problems, 3.3, 1985. « Texto
[20]  Cf. Dom Néroman, Grandeur et pitié de l'astrologie, Paris, Sorlot, 1940, p.39-47. « Texto
[21]  Los astrónomos babilonios elaboran relaciones de observación astronómica a partir del año 700 a. de C., y poseen ya en esta época un conocimiento satisfactorio de las órbitas y de los ciclos planetarios (cf. Bartel van der Waerden, "Babylonian astronomy", in Journal of Near Eastern Studies, 8, 1949, y Abraham Sachs & Hermann Hunger, Astronomical diaries and related texts from Babylonia, Wien, 1988, vol. 1). « Texto
[22]  Étienne Guillé apunta la atribución moderna del Zinc a Urano, pero del Cobalto a Plutón y del Manganeso a Neptuno (in L'alchimie de la vie (Biologie et tradition), Monaco, Le Rocher, 1983, p.70. « Texto


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