Para la astrología el tiempo es una secuencia cíclica de cualidades. Una
sucesión de atributos que se repiten tanto en cortos como en inmensos
períodos. La analogía concreta de esto es la secuencia de las
estaciones. Para cualquier persona estrechamente ligada a la naturaleza,
el tiempo está siempre ligado a una cualidad;
cada estación permite ciertas actividades, hace posible que se alcancen
ciertos resultados e impide lograr otros. El invierno termina y las
violetas de los Alpes mueren inevitablemente; regresarán con el próximo
ciclo. Al mismo tiempo los capullos de las rosas y los jazmines se
abren. Es su tiempo.
Pero
todo agricultor sabe también que las cosechas no dependen solo de la
sucesión de las estaciones, sino de lo que se ha sembrado. Cada estación
estimula semillas diferentes pero el aspecto que tomará la tierra
dependerá de cuales eran las que aguardaban en ella. Las lluvias de
primavera pueden hacer crecer tanto el trigo como el cardal. Las
energías zodiacales operan de la misma manera. Sus complejas cualidades
activan arquetipos diferentes al mismo tiempo. Y cual de ellos se
impondrá depende del estado de la conciencia humana. Es por eso que la utilidad de la astrología no radica en su supuesto conocimiento del futuro.
Sino en ayudarnos a comprender los cambios de cualidad que se producen
en el presente. El presente es crítico, en el sentido que la irrupción
de una nueva cualidad zodiacal –como el cambio de una estación a otra-
implica el florecimiento de semillas desconocidas congruentes con el
nuevo tiempo; así como la desaparición de enteras formas civilizatorias
que están quedando fuera de estación, fuera de su tiempo. Si
comprendemos lo que sucede podemos hacer movimientos nuevos y evitar agonías
innecesarias; así como desembarazarnos de esperanzas ilusorias. Las
civilizaciones, las formas sociales, los sistemas de creencias se
transforman. Unas dan lugar a las otras. Si aprendemos a hacerlo, lo
mejor del pasado humano seguirá presente inserto en formas completamente
diferentes de vivir. Pero si resistimos al cambio, el conflicto será
cada vez más intenso y doloroso. Habrá mucha más destrucción de la
necesaria. Acuario puede provocar una explosión de creatividad y
regalarnos la vivencia de la circulación amorosa de la vida. Un nuevo
tipo de conciencia interactiva -trans
individual- florecerá seguramente. Pero esta puede ser rica y
diferenciada, fruto de una hibridación modulada por abundantes seres
humanos que hayan atravesado el proceso de individuación. O puede ser el
resultado de la especialización mecánica propia de un hormiguero. El
hormiguero, la máquina –y su correlato, el robot- son arquetipos de
Acuario también. El florecimiento explosivo de la ciencia y la
tecnología son inevitables en este tiempo porque son absolutamente
congruentes con su cualidad. Pero si no comprendemos el estado actual de
la conciencia humana corremos el peligro de que prevalezca una
inteligencia puramente tecnológica, totalmente mecánica y sin verdadera creatividad; una interactividad atrapada en sofisticadas rutinas.
Venimos
de una era en la cual la domesticación de los pulsos más brutales del
ser humano fue uno de los principales objetivos de la civilización. Esto
se logró relativamente desarrollando al máximo los aspectos
controladores de nuestra mente. El pensamiento dominó progresivamente al
cuerpo pero al mismo tiempo se separó ilusoriamente de él. La cualidad
mental de Acuario puede intensificar hasta el extremo la actual
disociación entre cuerpo y pensamiento. Seres
humanos de un altísimo desarrollo mental abundarán en el futuro; pero
es posible que esto implique un muy pobre desarrollo de su sensibilidad y
una multitud de cuerpos rígidos y poco vibrantes. Si el arquetipo del
hormiguero –el lado oscuro de Acuario- adquiere demasiada fuerza, el
proceso de maduración psíquica de la humanidad puede posponerse por
mucho tiempo.
La
apertura del corazón y la capacidad de articular cálida y amorosamente
diferencias son cualidades propias de Acuario y de su signo
complementario, Leo. Pero el desarrollo de una inteligencia fría y
poderosa asociada a la mezquindad de un narcisismo exuberante también lo
son. El progreso no es inevitable.
Esta es una ilusión que proviene de una visión lineal del tiempo. La
síntesis entre la mente científica y el corazón será uno de los más
grandes desafíos del futuro. Y esto no se producirá si nuestros cuerpos no son vibrantes,
con alta sensibilidad y capacidad de contacto. Por eso el trabajo con
el cuerpo, la comprensión de las profundas transformaciones en el plano
de la sexualidad, el complejo
encuentro entre el lado masculino y el femenino, tanto en el interior de
la psiquis como en la realidad objetiva, son fundamentales en el tiempo
por venir.
http://www.casaonce.com/articulos/?info=articulo&id=137
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