Estudiar Astrología
Todo estudioso de la astrología, en cierto momento de su curso por esta preciosa ciencia simbólica, se va a ver tensado entro dos polos superficialmente opuestos, aunque fuertemente opuestos para el “movimiento mental” habitual. Es así que se presentan dos caminos en donde la astrología corre el riesgo de convertirse en un libro de recetas y fórmulas o en un confuso e inconcluso océano de símbolos, en dónde nos podemos perder, e incluso ahogar.
El astrólogo debe cuidarse de dos tendencias mortales para su profesión:
1. Mirar la carta provocando despertar en él la síntesis que le permitirá “decir”, una síntesis a la cual no sabe cómo llego, ni cómo volver.
2. Caer en el conocido movimiento mental que pretende “calcular” y derivar lógicamente una conclusión, la llamada astrología científica, que usando el modelo de la ciencia moderna intenta traducir horóscopos.
Hasta acá parecen dos tendencias fatales. Pero debemos darnos cuenta que aquí se nos ha escapado algo que puede salvar a todo astrólogo de la fatalidad. Estoy hablando del pensar, de un pensar que intenta encontrar respuesta en el mismo mapa astrológico, un pensar que busca la lógica profunda de aquello que se nos muestra enfrente, un pensar que no proyecta esquemas sobre una práctica tan antigua, sino que desprende de está los modos que nos permitirán acercarnos a la misma.
Y esto es lo más difícil de la astrología, pero no por el esfuerzo neuronal que esto implica sino, sencillamente, porque no estamos acostumbrados. La astrología hace diferencias en dónde nosotros muchas veces no las hacemos y mantiene unido lo que nosotros tenemos bien separado. Toda nuestra vida nos impone subrepticiamente la tendencia a ver una técnica que nada tiene que ver con su uso y objeto al que se adecua, herramientas que no nos hablan de la cosa a “arreglar”, libros que nos “dan” la mirada justa de los hechos de nuestro propio entorno, profesores y maestros que nos cuentan sobre la mente y sobre la vida.
Sí, nos hemos especializado en técnicas y medios, para gobernar la cosa y que, luego, está nos conteste. A cada cosa un especialista, y cada vez más rápido nos aventuramos a un mundo lleno de especializaciones. Cada año la guía del estudiante tiene veinte páginas más. Lo que antes era el médico de cabecera, ahora es el psicólogo, el neurólogo, el gastroenterólogo, cardiólogo, etc..
Mayor especialización, mayor gobierno sobre lo pequeño. ¿Qué hay de malo en esto?, absolutamente nada si todo esto se mantendría en su “lugar” adecuado. Dime qué te circunda y te diré qué eres. Sin duda para lo astrológico esto es un vicio enorme, puesto que en vez de preguntarle a la carta, vamos corriendo al especialista más cercano de nuestro cerebro, y le preguntamos al aspectólogo, al elementólogo, al venusóloso, al saturnólogo, al signólogo, etc. a ver qué nos dicen.
Nos pasa que cuando vamos al psicólogo freudiano y después al junguiano, y después al lacaniano, y después al conductista nos terminamos preguntando: ¿entonces, cómo es? No piensen que voy a caer en: “lo que falta es una visión holística de la vida”, pero por holístico terminamos haciendo sumas de discursos, luego el resultado lo dividimos por la cantidad de discursos y tenemos la conclusión holística. Terminamos siendo holístas especializados en “cuentas”.
La pregunta es: ¿Somos capaces de confiar en la cosa antes que en su elemento de interpretación, si somos capaces de darle la última palabra a la lógica propia e intrínseca que configura el objeto al que contemplamos, si somos capaces de otorgar la flexibilidad a la mente que necesita para ella ajustarse a la visión de lo diferente y enigmático. Cuántas veces por nuestra cabeza llena de datos útiles, desfilan etiquetas, rúbricas, taxonomías, experiencias personales que “saben” por el hecho de ser recordadas cuando escuchamos al amigo que nos cuenta sus problemas?
Claro, si hay una especialización para todo, y cada especialización “domina” a su objeto: ¿Cuál master, qué curso, qué libro de mi mundo interno interpretará mejor a mi consultante? ¿Por qué no dejar eso a los especialistas y brindar un discurso de base diferente, por qué no dejarnos “penetrar” por el otro hasta descubrir su lógica profunda, luego preguntarle a un especialista del mundo interno que opina?
¿Por qué no, permitirse no saber, no descubrir, no desentrañar, no entender? Me pregunto si depende de las circunstancias externas lo novedoso en nuestras vidas, y a mi respuesta llega un sencillo No cuando me veo ajustando todo acontecimiento a mi medida interior. Miró la biblioteca que tengo frente mío y cuando me digo en silencio biblioteca me olvido a la vez de ella. Veo la mirada siempre furtiva de mi mujer y no me doy cuenta que es furtiva cuando me digo a mi mismo “mi mujer”.
Observemos seriamente estos sencillos hechos, y luego preguntémonos cómo estamos abordando una ciencia que es anterior a toda especialización. E investiguemos cómo tenemos que mirarla, y permitámonos desentrañar el logos (orden) de la astrología. Y si no lo encontramos, si no lo vemos, si nos damos cuenta que no nos transforma, si advertimos que proyectamos nuestras lógicas prestadas de la cultura, no nos desanimemos.
Si en nosotros mismos generamos un espacio abierto, siempre abierto a la transformación, de esta manera dejamos que la astrología nos transforme. Ella nos va a regalar a cambio una visión diferente, un orden diferente de las cosas que nos va a permitir ver (y por vez primera) el orden de las cosas en que vivimos, pudiendo recién ahí poder cambiarlo y ajustarlo al propio si mismo, a la totalidad de nosotros mismos.
© 2007- Rafael Barrio.
http://www.astrotranspersonal.com.ar/estudiarastrologia.htm
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