Entrevista a Richard Idemon
En la
siguiente entrevista, tras la publicación del libro “El Hilo Mágico –
Seminarios de Astrología Psicológica” (Ediciones Urano), Richard Idemon
(fallecido en 1987) comparte algunas reflexiones sumamente iluminadoras
partiendo de su propia experiencia.
Pregunta: ¿Cómo te las arreglaste con el
precio que hay que pagar para ser astrólogo? ¿Cómo te enfrentaste con la
soledad y por sentirte excluído, o por ser motivo de risa, o que los demás te
tomaran por tonto o chiflado?
Respuesta: En mi condición de principiante en
el estudio de la astrología, y es así como considero mis primeros diez años,
para mí fue importantísimo ganar adeptos. Hacerlo forma parte de esa peculiar
época de la vida en que tu fe en algo es tan poderosa y eso en lo que crees ha
tenido tanto impacto en ti que, por otra parte, te deja también bastante
inestable. Como todavía no has llegado a arraigar en un conocimiento auténtico
del fondo de tu alma, tienes que esforzarte por lograrlo. Por eso yo solía
enzarzarme en continuas discusiones; más aún, las provocaba. Cuando me
presentaba a alguien diciendo que era astrólogo, eso implicaba un: “¿Quieres
que lo discutamos?”, algo que era importante para mí entonces porque estaba
usando a
la gente
como un niño usa un mordedor cuando le están saliendo los dientes. Al ir
refinando mi pensamiento mediante la discusión, refutando argumentos y
enfrentándome con los escépticos, me afirmaba más auténticamente en mi
creencia. Ahora, si me encuentro con alguien que cree que la astrología es un
disparate, no le hago caso, porque no quiero discutir con nadie de mentalidad
tan cerrada. Sin embargo, es interesante que también haya astrólogos que
afirman que no son capaces de discutir con espíritu abierto. La cerrazón mental
les gusta; son como la polilla que se precipita en la llama. E incluso hay
entre nosotros personas (y no quiero decir que eso tenga nada de malo) a
quienes les divierte discutir con aquellos a quienes la astrología los pone
histéricos, y es probable que en esa actitud haya un problema secreto con la sombra.
En cuanto a
la segunda parte de lo que me has preguntado, yo provengo de una de esas
familias “heridas” que tantos tenemos, y en estos casos la cuestión está en
cómo te las arreglas tú para cuidar de ti mismo. Cuando eres un pararrayos, ya
sea porque eres muy conocido o porque representas algo que constituye un reto
para la “mentalidad del mínimo común denominador” del colectivo que te rodea,
eso te pone en cierto sentido en un lugar solitario. Pero la clave de lo que te
permite enfrentarte con ello se halla en que tú mismo te brindes tu propio
alimento y sepas cuidarte solo. Se trata de no caer en la trampa de pensar:
“Soy un servidor del Universo, un canal, y sólo existo en el nivel
transpersonal, porque el personal es simplemente demasiado para mí”. Adentrarte
en tu propio trabajo, por cualquier camino que te haya llevado a él, alimentar
a tu niño interior, cuidar de tu vida, asegurarte de que tu necesidad de
seguridad emocional esté satisfecha, de que estás bien contigo mismo, todo eso
te permite ocupar con relativa tranquilidad ese lugar tan expuesto, porque los
vientos que soplen no te sacudirán tanto si tus raíces se hunden firmemente en
la tierra.
Creo que lo
fundamental es el cuidado afectuoso de la persona interior, para afirmarse y
centrarse en ella. Por eso insisto constantemente en que hay que descender por
el laberinto, porque mediante la curación que se obtiene en ese ámbito, nos
vamos creando un territorio para nosotros mismos; allí es donde están nuestras
raíces. Si éstas son fuertes, el árbol será capaz de resistir muchísimo viento;
si las raíces son superficiales, un fuerte golpe de viento lo derribará. Por
eso, al crecer debemos tener presente que somos a la vez raíz y rama, y que no
podemos estar preocupados sólo por estirarnos hacia el cielo. Debemos recordar
que tenemos raíces que descienden hacia el mundo subterráneo, y que hay que
hacerlas crecer de tal manera que sirvan de contrapeso a las ramas que elevamos
hacia el cielo.
Pregunta: ¿Podrías hablarnos de cómo ves tú
el futuro papel de la astrología? ¿Crees que irá siendo gradualmente más
aceptada? ¿Y cuál es la parte que nos cabe en su enseñanza?
Respuesta: Odio hacer predicciones, porque lo
más fácil es que no acierte, como veinte años atrás, cuando pronostiqué que al
cabo de veinte años se enseñaría astrología en todas las universidades. Pero
así y todo, creo que el proceso está en marcha. Pienso en la astrología
simplemente como una más de tantas cosas que la gente hace, como la cestería o
la meditación, el tipo de cosas que todos hicimos en los años sesenta y
setenta, cuando también en la astrología se produjo un gran despertar. Ahora
eso ha cambiado, el campo es más estrecho, pero se profundiza más en él. La
gente que hoy se interesa por la astrología se centra en ella con más seriedad
y más sinceridad. El movimiento que veo en marcha, y que me fascina, es el
matrimonio entre la astrología y todas las variantes de la psicología. Un
seminario como este no se habría podido realizar quince años atrás. ¿Por qué?
Porque entonces no habría tenido público, pero se ha producido un cambio de
conciencia, y eso es lo que me estimula y me entusiasma. En cierto sentido
somos todos misioneros, somos modelos. Cada uno de nosotros, en la medida en
que va profundizando su propia visión intuitiva, en que celebra el matrimonio
entre la astrología y otras disciplinas, se constituye en modelo para otras
personas y muestra el camino a los que vienen detrás.
Pregunta: Me parece importante tener
presente que llegaremos a un momento en la vida en que ya no sintamos necesidad
de contemplarla por mediación de la astrología, que no es más que uno de los
instrumentos de una manera de enfocarla. He conocido a algunos astrólogos muy
ancianos que terminaron por renunciar a ella.
Respuesta: Lo que me pregunto es a qué tipo de
astrología renunciaron. ¡Porque hay algunas que yo recomendaría a todo el mundo
que las deje atrás!
Por ejemplo,
con frecuencia la gente me pregunta si no llevo mi carta natal a todas partes,
o una tabla de efemérides, o dónde tengo tal o cual planeta progresado. Y se
escandalizan cuando les digo que no estoy seguro del grado. Pues ese es
precisamente el tipo de astrología al cual ansío renunciar. Conozco mi propia
carta y sé exactamente cómo es, pero no tengo por qué ser una efemérides ambulante.
A este tipo de astrología ya he renunciado. Preferiría más bien seguir
profundizando en mi propia alma. Eso, para mí, es una pasión, y no quiero
renunciar a una pasión. A lo que he renunciado ya es a ese tipo de astrología
que me limita, a la astrología de la dependencia, a la astrología umbilical, y
quisiera animaros a hacer lo mismo tan pronto como os sintáis preparados para
hacerlo. Muchos astrólogos siguen llevando su carta a todas partes, como la
palma de la mano, para mostrarla. No es que eso esté mal; es una fase, una fase
natural por la que todos hemos pasado. Lo primero que yo hacía cada mañana, y
lo último que hacía cada noche, era mirar mi carta: “Ah, Neptuno se ha
desplazado un minuto más de arco. ¿Qué deberé hacer mañana?” Es una fase natural
que ya pasará, pero cuidad de no tirar el grano junto con la paja, porque el
grano os dará una excelente cosecha.
PUBLICADO
POR ANA M. FERNANDEZ VUONO
http://www.geocosmos.es/entrevista-a-richard-idemon/
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