Los signos del zodíaco recibieron diferentes denominaciones según las diferentes naturalezas que los astrólogos reconocieron. Estas, o bien existen por ellas mismas en los signos o contrariamente existen en relación a cualquier otra cosa. En el primer caso, dependen únicamente del movimiento del zodíaco. En el segundo, dependen de las relaciones que el Sol, la Luna y los 5 astros errantes mantienen con los signos.
La primera división de los signos se encuentra
en Ptolomeo (Quadr. 1,11) y constituye la primera división cualitativa :
los signos se dividen en móviles, sólidos y bicorpóreos que ahora
llamamos cardinales, fijos y mutables. A esta división le sigue la de género
: los masculinos y los femeninos. Esta primera división de los signos en
primer lugar es una distinción cualitativa del tiempo, del que el Zodíaco
quiere ser la medida y en segundo lugar, se puede aceptar en tanto que
diferenciación cualitativa de las diferentes partes del zodíaco. Es
preciso señalar que alrededor de 3 siglos antes del nacimiento de una
literatura astrológica sabia, matemáticamente fundada, tenemos el
testimonio del empleo de los signos del zodíaco en tanto que medida del
tiempo en los “parapegmas” de Metón y Eutemon.
Si se divide el año en 4 partes según los
solsticios y los equinoccios, cada parte, a saber, cada estación, debe
tener un temperamento propio y
este temperamento, puesto que engendrado en el tiempo, debe tener una
aparición y una disolución: a más, entre estos 2 extremos, debe haber
por necesidad un tercer término, equidistante entre esos extremos y que
constituye la expresión más apropiada de la esencia misma de ese
temperamento.
Hay que recalcar que, de las 2 primeras
divisiones de los signos que hablábamos en un principio, la que depende
de otra cosa diferente de si misma constituye la parte más técnica del
arte astrológico, pudiéndose dar que no sea aceptada por todos los
sabios ni por todos los filósofos.
Por esto hasta el mismo Kepler, y Plácido de Tito, la
rechazan. Contrariamente la división que se basa en una distinción
cualitativa del tiempo no tiene necesidad de ser explicada por
demostraciones que tengan que ver con la técnica astrológica. Un tratado
médico, de inspiración pitagórica, declara que la parte mediana de cada
estación expresa el temperamento más puro (1) y en las glosas a las
Aratea de Germanico, que no es un texto astrológico, podemos aprender la
descripción de las naturalezas actuantes de estos diferentes
temperamentos :
Los signos trópicos significan a
los países extranjeros y presentan, vez a vez, impulsos y propósitos
diferentes; los signos biformes significan la repetición de toda cosa
engendrada y a veces las vueltas y demoras;
los sólidos trabajan con energía
y ardor y conducen a concluir cada cosa, favorable u hostil, según el
testimonio de los astros benéficos o adversos (2).
Como se sabe, los signos del zodíaco recibieron un
gran número de denominaciones : la literatura griega pose algunas
centenas. Cada denominación indica un comportamiento particular, una
forma particular de ser, que puede ser atribuida al signo matemático e
inmaterial, al signo material compuesto de estrellas y teniendo su propia
figura, al signo en tanto que expresión de una naturaleza elemental y
finalmente, a la naturaleza que el signo recibe a causa de su relación
con los planetas. De todas estas denominaciones, las únicas que nos
interesan aquí son las que provienen del tiempo : pertenecen al primer
tipo y su comportamiento está descrito en el capítulo del
Quadripartitum, donde Ptolomeo trata del alma humana.
Para comprender bien este capítulo, hará falta
recordar la teoría griega del alma, o mejor dicho, lo que Ptolomeo recibe
de dicha teoría. En su “Manual de Armonía”, Ptolomeo propone una
distinción tripartita del alma que puede considerársela aristotélica en
su estructura, las 3 funciones :
- nutritiva o vegetativa
- sensitiva o apetitiva
- racional o intelectual
- nutritiva o vegetativa
- sensitiva o apetitiva
- racional o intelectual
La primera comprende las facultades que pertenecen a la
planta, la segunda a las del animal y la tercera a las facultades que sólo
posee el ser humano. Estas 3 funciones principales del alma son iguales en
número a los acordes consonantes, tal como fueron codificados por las
leyes de la armonía, de forma que las facultades de las funciones
inferiores, siendo parciales, corresponden a las especies de los acuerdos
parciales, a saber, la cuarta y la quinta. Según Ptolomeo, debe haber por
consecuencia, una correspondencia íntima, es decir una analogía, entre
los intervalos consonantes y las partes del alma : la octava debe
corresponder a la función racional del alma, ya que en las 2 se encuentra
lo que es simple, igual, indiviso; la quinta debe corresponder a las
funciones sensoriales, la cuarta a las vegetativas. Analogías que
Ptolomeo establece de la siguiente forma :
La octava conviene a las funciones
intelectuales, porque aquí encontramos sobretodo lo que es simple, igual,
indiviso ; la quinta a las funciones sensoriales, la cuarta a las
funciones vegetativas. El acorde de quinta está más próximo de la
octava y es más consonante, ya que su parte excedente lo aproxima a la
octava mas que a la cuarta, así como las funciones sensoriales están más
próximas de las funciones intelectuales que las funciones vegetativas. En
efecto, el ser no siempre es acompañado de la sensación, ni la sensación
del intelecto. Contrariamente, la sensación siempre es acompañada del
ser y ahí donde hay intelección, hay también, siempre, sensación y
ser. De forma similar, en un intervalo de cuarta, la quinta no puede
estar, ni la octava en la quinta; contrariamente, en el intervalo de
octava hay siempre la quinta y la cuarta : las mezclas y las modulaciones
de estas 2 primeras son imperfectas, pero inversamente son perfectas las
de la primera. (3)
Donde hay el ser, no hay siempre la sensación y donde
hay la sensación, no hay siempre la intelección, es decir : la perfección
del ser requiere de la acción específica de la causa, mientras que su
universalidad lleva a la generación de seres simples y no-diferenciados.
El hecho de ser, siendo la condición primera del vivir, la operación de
los cielos que le conviene debe ser universal y no-diferenciada. Según
una concepción extendida en el Medioevo, se estimaba que, por el juego
del movimiento de la esfera más exterior, el primun mobile, el cuerpo
recibía al alma vegetativa, mientras que por el concurso del movimiento
de la octava esfera el cuerpo acogía las funciones del alma sensitiva.
Estas opiniones son condenadas por Santo Tomás (4), no siendo retomadas
de forma positiva hasta el S. XVII (5).
No obstante se trata de una concepción que no es extraña
a la tripartición ptolemaica del alma en esto : el círculo que en su
movimiento engendra las distinciones cualitativas parciales, no puedo sino
engendrar las funciones inferiores del alma. Este círculo es bien el
primun mobile, que lleva al zodíaco en su rotación anual y diurna.
Siempre en el “Manual de Armonía”, Ptolomeo nos dice que este círculo
se mueve según un ritmo ternario en concordancia con el alma vegetativa y
según un ritmo cuaternario concordante con el alma sensitiva. En efecto,
las 12 partes del zodíaco recibieron sus cualidades solo por el juego de
los intervalos de cuarta y de quinta : por el intervalo de cuatro, los
signos son distinguidos como móviles, sólidos y de 2 cuerpos, por el
intervalo de quinta en signos de fuego, de tierra, de aire y de agua. Por
lo tanto, y esta es la primera conclusión, las funciones del alma
vegetativa tienen 3 facultades, iguales en número a la primera distinción
cualitativa de los signos : las facultades de crecer, la de ejercer fuerza
y vigor, la de declinar y la de decrecer
Contrariamente, las funciones del alma sensitiva tienen
4 facultades, iguales en número a la segunda distinción cualitativa de
los signos : la vista, el oído, el olfato, el gusto (ya que el sentido
del tacto Ptolomeo lo reconoce como común a todos los sentidos). Y estas
facultades mencionadas en segundo lugar se cumplen, para emplear una
expresión medieval, en la elementatio
naturae, ya que a la vista responde el fuego, al oído el aire, al
olfato, al gusto y al tacto, el agua y la tierra (6).
Crecimiento, fuerza, declinación, califican a los
signos del zodíaco en cada una de las 4 partes del año : el crecimiento
es propio al signo trópico, que constituye el comienzo del tiempo nuevo,
el vigor, al signo sólido, que confirma el tiempo que comenzó, el
declive al signo biforme, que se llama así porque ya forma parte del
tiempo futuro. La significación de estos signos, Leopoldo la hace
concisamente : “Los signos trópicos
significan la rapidez, los sólidos la estabilidad y los bicorporales la
alteración”.
Ptolomeo nos muestra las diferentes naturalezas de
estos signos por medio del movimiento del Sol : “Estos signos, -dice,- recibieron su denominación a causa del efecto
que se produjo en ellos” (8), y el comentador Ibn Ridwan recalca
este punto : “solo se puede
conocer las virtudes de los signos por el cambio que el Sol hace cuando
los recorre”.
De esta premisa, una conclusión : “En ellos mismos, los signos no tienen ningún efecto natural, ya que
su efecto depende únicamente del cambio que el Sol efectúa cuando los
recorre, así como de la virtud de los otros astros. Por lo tanto los
signos, se nos aparecen en tanto que materia y los astros, en tanto que
forma.” (9). Como Ptolomeo, Al Qabisi y Abu Ma´sar recalcan la
fuerza, el vigor del tiempo (quwwa azzaman). (10).
Además, el crecimiento, el vigor, el declive, son
también los efectos propios de las 12 casas o lugares de la figura astronómica,
a saber de la rotación diurna de la esfera, y del ciclo sinódico lunar,
tal como nos aparece en la lectura del capítulo del Quadr., que trata de
los signos masculinos y femeninos (11). Esto significa, y constituye la
segunda conclusión, que las funciones del alma vegetativa residen en los
períodos naturales del tiempo (sobretodo el año y el día) y se mueven
en estos períodos siguiendo un ritmo discontinuo, a saber, según el
intervalo de cuarta. Es entonces que podemos comprender la ecuación :
signos = materia y astros = forma. En los signos del zodíaco, así como
en los 12 lugares de la rotación diurna y en el ciclo sinódico de la
Luna los astrólogos reconocieron las disposiciones propias de las
funciones vegetativas y sensoriales del alma y los cambios que estas
disposiciones mismas padecen a través del tiempo. Por lo tanto, lo que es
propio al ser en sí, puede ser reducido a 3 funciones, todo lo que es
propia a las diferentes modalidades de la sensación dada por 4 funciones.
De lo que se deduce que el cuerpo mismo, si se lo partiese en 3 partes,
podría muy bien adaptarse a la tripartición de los signos. A los signos
trópicos el límite exterior de los miembros : la piel, la epidermis, las
partes carnosas, de ahí el juicio de Ptolomeo (12) que las enfermedades
de la piel se declaran sobretodo cuando la Luna se mueve en los signos
solsticiales y equinocciales a los signos sólidos las partes más sólidas
y duras, como los huesos, y se ve que estos signos tienen fama de ser
causa concomitante de gibosidades, cojeras, luxaciones, fracturas; a los
signos biformes por su lado, les toca las partes más finas, tal como las
venas, los nervios y el mismo movimiento de los humores, que son sutiles y
cobran estados diferentes; por eso vemos que a estos signos se le
atribuyen enfermedades tales como la
gota. Esta tripartición de los signos es rememorada por Separio de
Alejandría en la ecuación : bicorpórea = nervosa, trópica = carnosa, ósea = sólida. (13).
Cuando Ptolomeo declara las significaciones propias de
esta triple naturaleza de los signos respecto a las cualidades del alma,
habla de virtudes que son lo propio del alma humana, a saber : da el carácter
moral a las funciones del alma vegetativa y por lo tanto aparecen en tanto
que virtudes :
En general, los signos trópicos
hacen a los espíritus aptos para tratar los asuntos públicos, aspiran a
las funciones civiles, son ambiciosos, se ocupan del culto divino,
ingeniosos, activos, buscadores, hábiles para hacer conjeturas, adivinos,
astrónomos. Los signos que tienen 2 cuerpos hacen a los espíritus
multiformes, cambiantes, no se dejan conocer fácilmente, inestables,
cambiantes de propósito, dobles, sensuales, con talentos varios, melómanos,
haraganes y de percepción rápida, dados al pesar. Los signos sólidos
hacen a los espíritus justos, no gustan de halagos, constantes,
contenidos, aptos a comprender bien, pacientes, gustando del trabajo,
rigurosos, maestros de sí mismos, rencorosos, prestos en concluir,
querellosos, ambiciosos, sediciosos, ávidos, rudos, inflexibles.
Todas las descripciones de las cualidades atribuidas a
estos signos, de lo que la literatura astrológica es rica, tienen la
misma estructura que este pasaje ptolemaico, es decir, no siguen la sucesión
temporal de los signos, sino que presentan en principio los signos
extremos y después el medio. Porque el signo sólido expresa la cualidad
media y en los juicios que son propias de la astrología de las
interrogaciones y de las iniciativas, resalta con evidencia que : el signo
sólido debe expresar toda cosa con fuerza, debe confirmar, asegurar la
solidez, la continuidad, el hecho de subsistir. Se puede citar como
ejemplo un extracto de un pequeño tratado sobre la naturaleza de estos
signos que nos fue transmitido bajo el nombre de Orfeo, pero que debería
más bien pertenecer en realidad a la pluma de Teófilo de Edeso.
“4 son los signos sólidos :
Tauro, Leo, Escorpión, Acuario. En los signos sólidos las propiedades y
las adquisiciones son seguras. En un signo sólido conviene casarse y
tomar la dote. En los signos sólidos habría que presentar el resultado
de tu trabajo, ya que tu deseo se cumplirá. En los signos sólidos la
separación de las mujeres es cierta, quien se vaya no volverá, ni el
ladrón será encontrado a tiempo y que se vaya del país es cosa segura.
Quien se hace hostil en los signos sólidos, se reconciliará después de
mucho tiempo, el juicio está asegurado y los justos no se revelan. En los
signos sólidos la enfermedad es perniciosa : o concluye con la muerte o
bien si no acaba en el séptimo día, se vuelve crónica. Es funesto
ponerse fuera de sí en el
signo sólido, ya que quien monta en cólera, no se volverá atrás. Si en
los signos sólidos alguien ofrece dinero, no lo dará. En los signos sólidos
está bien escribir y estipular contratos, ya que serán honestos. Quien
hace su servicio militar en los signos sólidos, seguro que quedará en su
cuerpo y no servirá bajo otro general. En los signos sólidos, hay que
comenzar una celebración, una fiesta, toda cosa conveniente y útil, como
en los signos trópicos es bueno para comenzar algo enojoso y rutinario,
ya que lo que nace en los sólidos queda estable, mientras que en los trópicos
está sujeto a cambios. Todas estas cosas están significadas por los
signos cuando se levantan o cuando transita allí la Luna(14).
La palabra griega para el signo sólido expresa la idea
de estabilidad, compacidad, duración y por lo tanto tiene la acepción
moral de robusto, vigoroso, enérgico, así como severo y cruel. En la
astrología india esta palabra griega fue traducida con el equivalente
sthira, que tiene, entre sus significaciones metafóricas, “lo que está
desprovisto de duda” y por lo tanto, seguro, fiel(15). Mas raro es el término
dhruva, cuya primera aserción indica
“lo que es fijo, inmóvil”. Es también el nombre de la estrella polar
y del mismo polo celeste. En la astrología de lengua latina stereos es
generalmente traducido por solidum, por lo tanto se puede considerar esta
palabra en tanto que término técnico del léxico astrológico. Solo es a
partir del Medioevo que se encuentra el adjetivo fijo, que es un calco del
árabe thâbit, que no proviene de la aserción
primera de la palabra árabe, sino de la denominación árabe de
las estrellas fijas Al Kawakib Al-thâbitât.
En lengua árabe, el término thâbit presenta una gran
riqueza de aserciones, y todas convienen a las significaciones
cualitativas que la literatura astrológica atribuyó a los signos sólidos.
Significa lo que está establecido, es sólido, constante, y significa el
hombre que tiene sangre fría, que marcha con paso firme. Thâbit es el
adjetivo verbal de thabata, que significa el hecho de perseverar con
firmeza en algo, consolidar, reafirmar, tener a alguien sin descanso,
resistir a alguien o luchar en contra de alguien. Significa el hecho de
establecerse, de fijarse en algún lado, de obrar lentamente, pero también
de efectuar, de acabar algo.
Otras significaciones : estar atado, dado a algo, tener
paciencia, longanimidad, hallar una cosa buena y verdadera. De otra parte,
thabt es la dureza de corazón y athbât son los hombres seguros, sobre
los que se puede contar. También podemos ver que uno de los rasgos de los
signos sólidos, comentado por Ptolomeo en uno de los pasajes citados más
arriba, a saber, el horror de la adulación, encuentra su paralelo en el término
istithbât, que viene siempre de thabata, a saber la figura de retórica
que consiste en que lo que parece ser dicho en forma de ofensa se vuelve
en realidad en elogio.
Hay que hacer notar que las aserciones de “seguro”
y “verdadero” que se encuentran expresadas en las significaciones de
los signos sólidos son muchas veces mencionadas en los textos astrológicos.
Entre las 11 condiciones que certifican la producción de los
acontecimientos, la novena, -escribe Demófilo,- prevé que los astros se
encuentren en un signo sólido; entonces los planetas benéficos
consolidan el bien, los maléficos a su vez, el mal(16). Muy a menudo se
lee que la Luna y el ascendente en los signos fijos hacen las cosas
verdaderas y ciertas, en los signos que tienen 2 cuerpos, hacen las
probables y en los signos trópicos las cambiantes y mutables(17).
Por lo tanto parece que todos los juicios ligados
a los signos sólidos, tanto como a los trópicos o a los biformes, tienen
una analogía muy cerrada con la significación primera de esta tripartición
de signos, significación que se la podría definir como de naturaleza física.
No es siempre el caso para el conjunto de la literatura astrológica
relativa a los signos del zodíaco. Una analogía muy estrecha con la
significación primera se conserva cuando se dice por ejemplo que los
signos masculinos convienen a los hombres y los femeninos a las mujeres.
La analogía pasa a través de una metáfora, cuando se dice que los
signos áfonos convienen a la discreción, los signos impúdicos al
descorazonamiento(18), los signos amputados a lo que se produce por
violación y violencia y también a las acciones hechas por reparto, los
signos que tienen un esperma abundante o escaso o nulo, a los clientes de
los abogados, a los discípulos o a nadie, los signos que tienen cuernos a
los jefes militares y a los pugilistas(19). Pero el juicio es dado por
contradicción cuando se dice que los signos áfonos convienen a los
tocadores de trompa o flauta(20).
Hay que observar también que esta tripartición de los
signos, porque está inscrita en una sucesión temporal, debe mostrar algo
acerca del tiempo de los acontecimientos : la opinión común quiere que
los signos trópicos significan los días, los bicorporales meses y los sólidos
los años(21).
Finalmente, ya que la formulación del juicio astrológico
no depende de un solo criterio, sino de muchos, la naturaleza del
acontecimiento no puede depender solo de la movilidad o de la solidez del
signo. Sahi Ibn Bisr escribió que entre los signos trópicos, los más móviles
son Aries y Cáncer entre los sólidos(22), Leo es quien lo es más,
Escorpión el menos. También hay que observar además en qué parte de
estos signos de hallan los astros que significan el acontecimiento. Como
escribió Juan de Laodicea :
Hay que observar también los términos
de los signos, es decir, los planetas que son regentes de los términos y
asociarlos en la formulación de los juicios. Sea como ejemplo el
siguiente caso : vemos los signos trópicos y decimos por ejemplo que habrá
un cambio; en los términos de Saturno, se dará con lentitud, en los de Júpiter
o Mercurio poco tiempo después, en los de Marte serán rápidos y de
manera inesperada, en los de Venus con cierto descorazonamiento. Y si los
regentes se hallan en los signos sólidos o si estacionan, no podrá
significar más que lentitud, pero si no estacionan, si están en signos
trópicos significarán la rapidez(23).
Hay que considerar la disposición de los astros bajo
todos los aspectos : de la naturaleza que es dada por la solidez del
signo, la cual es simple e indivisible y cuyo efecto no puede borrarse,
hay que llegar a la determinación del acontecimiento a través de la
mezcla de todos los elementos concurrentes.
--- Referencias
---
-
1) Cfr. A.Delatte, Estudios sobre la literatura pitagórica. Paris, 1915, pág.185
-
2) I.Th.Bule, Arati Solensis Phaenomena et Diosemeia...Scholla vetera quae supersunt ad Germanici Caesari prognostica, Lipsiae 1801, pag. 110
-
3) Die Harmonielehre des Kaludios Ptolemaios, a cargo de I. Düring, Göterborgs Högskolas Arsskrift n.35, 1930, III, 5.
-
4) Summa Theologiae, I, 76, 7, c.
-
5) Cfr. Andrea Argoli, De Diebus Criticis et de Aegrorum decubitu libri duo, Patavii 1639, pág. 4.
-
6) Cfr. Ptolemaeus. De iudicandi facultate et animi principatu, ed. Fr. Lamment, Lipsiae, 1961, pagg. 19ss.
-
7) Compilatio Leopoldi ducatus Austrie fili de astrorum scientia...lV, 1.
-
8) quadr. II, 11.
-
9) Liber quadripariti Ptholemei..., Venetiis 149 tibus mundi..., Venetiis 1489, cc 41a. 12 quadr. III, 12.
-
12) quadr. III, 12.
-
13) Catalogus Codicum Astrologorum Graecorum (CCAG) V/3 pág.97.10.
-
14) Orfeo intorno al duodici tropi : dei segni che sorgono all´oroscopo, in : Catalogus Codicum Astrologorum Graecorum (Codices rossici) XII, Bruselas, 1936, pagg. 158-161, que da la transcripción del ms.Cod.Bibl.Publ.Graec. 575, Moscú. Estos pronósticos fueron publicados por O.Kem, Orphicorum Fragmenta, Berolini 1922, pag.293, que le retiene una parte del poema perdido “sobre las iniciativas”. El ms. ruso le da una amplitud más amplia que la dada por Kern.
-
15) Cfr. Varahamihira, Brihajataka I, 11; Laghujataka, I, 8.
-
16) CCAG V/4, pág. 227, 10.
-
17) Cfr. Hepahestio III, 11; ed. D.Pingree, pág. 267,5.
-
18) Giuliano di Laodicea, CCAG V/1, pagg. 187-188.
-
19) Cfr. Marcianus gr. 324 fo. 144r, Parisinus gr. 2501 fo. 196r, Laurentianus 28,13 fo. 214r.
-
20) Giuliano di Laodicea, ibid.
-
21) Cfr. ad esempio Parisinus gr. 2425 fo. 50r, cap. 63; Parisinus gr. 2506 fo. 41r, cap. 62; Marcianus gr. 334 fo. 80, cap. 97; Marcianus gr. 335 fo. 184, cap. 259.
-
22) Introductorium de principiis iudiciorum Zahelis Ysmaelitae, in: Liber quadripartiti Ptholemei... cit., cc. 138vb.
-
23) CCAG V/1 pag. 191,11.
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