La
astrología en la Cristiandad
La conversión de Constantino el Grande al
cristianismo puso fin a la importancia de esta ciencia, la cual durante más de 500 años
había regido la vida pública de Roma. En el año 321, Constantino expidió un edicto
amenazando de muerte a todos los caldeos, magos, y sus seguido-res. Con ello la
Astrología desapareció durante siglos de las partes cristianas de Europa occidental.
Solamente las escuelas árabes de enseñanza, especialmente de España después de que los
Moros conquistaron la Península Ibérica, aceptaron la sabiduría de tiempos clásicos.
Los escolares árabes y judíos fueron los representantes de la Astrología en la Edad
Media, mientras que la Iglesia y algunos gobiernos de países cristianos la rechazaron y
persiguieron.
El Califa Al-Mansur, constructor de Bagdad, fue como su
hijo, el famoso Harun-al-Rashid, un promotor de
la enseñanza. Fue el primer califa que llamó a los escolares judíos a su alrededor para
desarrollar en su imperio el estudio de las ciencias matemáticas, especialmente la
Astronomía. En el año 777 el docto judío Jacob
ben Tarik fundó en Bagdad una escuela para el estudio de la Astronomía y la
Astrología que pronto tuvo una gran reputación; entre aquellos que estudiaron aquí
estuvo Alquindi (Alkendi), un notorio
astrónomo.
Fue uno de los pupilos de Alquindi, Abumassar
(Abu Mashar), de Bath en Chorassan, nacido cerca del año 805, que fue el más
grande astrólogo árabe de la Edad Media. Entre los astrólogos judíos más reputados se
pueden mencionar Sahl ben Bishr al-Israel (cerca del 820); Rabban al-Taban,
el bien conocido cabalista y escolar talmúdico; Shabbethai Donalo (913-970), quien
escribió un comentario de la Astrología del “Sefer Yezirah” que después fue un trabajo
estándar en Europa Occidental; y finalmente, el poeta lírico y matemático judío Abraham
ibn Ezra.
El esparcimiento de la Astrología fue
impulsado por los escolares judíos que vivían en tierras cristianas, ya que la
consideraban como una parte necesaria para los estudios cabalísticos y talmúdicos.
El celebrado poema didáctico “Imago Mundi”, escrito por Gauthier de Metz en 1245, tiene un capítulo
completo sobre Astrología. Pierre d’Ailly, el notorio teólogo y astrónomo
francés, escribió varios tratados sobre el tema. La importancia pública de la
Astrología creció a la par que los desórdenes internos de la Iglesia aumentaron y
declinaba el poder imperial y papal. Hacia el final de la Edad Media casi todos los
príncipes, así como cada regente de importancia, tenía su astrólogo de la corte.
Personas como Angelo Catto, el astrólogo de Luis XI de Francia. El
renacimiento de la enseñanza clásica trajo un segundo período de prosperidad para la
Astrología.
Hacia el final del siglo XII los
florentinos emplearon a Guido Bonatti como su astrólogo oficial. Emperadores y
papas se volvieron devotos de la Astrología, los emperadores Carlos IV y V,
y los papas Sixto IV, Julio II, León X, y Pablo III. Entre
los celosos patrones de la ciencia estuvieron los Medici. Catalina de Medici
hizo la Astrología popular en Francia. Erigió un observatorio astrológico para ella
cerca de París, y su astrólogo de la corte fue el famoso médico Michel de Notredame
(Nostradamus) que publicó en 1555 su trabajo principal sobre Astrología.
Otro bien conocido hombre fue Lucas
Gauricus, el astrólogo de la corte de los papas León X y Clemente VII,
que publicó un gran número de tratados astrológicos. Algunos de los últimos
astrólogos romanos entre quienes estaba probablemente Firmicus Maternus, pensaron reformar la Astrología
idealizándola y elevando su tono moral. El mismo propósito animó a Paolo Toscanelli,
llamado Maistro Pagollo, un médico ampliamente
respetado por la piedad de su vida, que perteneció al docto y artístico círculo que
reunió al Hermano Ambrosius Camaldulensis en el
Monasterio de los Ángeles. Ellos fueron profesores especiales de Astrología en las
universidades de Pavia, Boloña e incluso en la Sapienza durante el pontificado de León
X.
Los tres centros intelectuales de
Astrología en el período más brillante del Renacimiento fueron Boloña, Milán, y
Mantua. El trabajo de J.A. Campanus, publicado
en Roma en 1495, y con frecuencia comentado, “Oratio
initio studii Perugiae habita” muestra una clara luz en la falta de comprensión
mostrada por los Padres de la Iglesia en su actitud hacia el fatalismo pagano. Entre otras
cosas se dice aquí: “Quanquam Augustinus,
sanctissimus ille vir quidem ac doctissimus, sed fortassis ad fidem religionemque
propensior, negat quicquam vel mali astrorum necessitate contingere”.
Aun el progreso victorioso del sistema de
Copérnico no pudo destruir la confianza en la Astrología. Los más grandes astrónomos
estuvieron aún obligados a asignarle su tiempo a hacer predicciones astrológicas en las
cortes por bien a la ganancia; Tycho Brahe hizo cálculos para el emperador Rodolfo
II, y el mismo Kepler, el más distinguido astrónomo de la época, fue
astrólogo de la corte imperial. En el mismo período se escribieron tratados
astrológicos por el más célebre de los astrólogos ingleses, William Lilly de
Diseworth, Leicestershire, quien recibió una pensión de 100 libras del Consejo de Estado
de Cromwell. Entre sus trabajos estaba uno frecuentemente publicado, “Astrología
Cristiana”.
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