Los términos
por Rafael Gil
(Este
artículo, cuya versión original se publicó en la revista Eudemon 3/2000,
lo he extraido - con ciertas ampliaciones - del capítulo sobre las
dignidades planetasrias, contenido en mi libro sobre astrolgía clásica y
medieval, que aparecerá en alemán el próximo mes de Abril)
¿Qué son los términos?
Los términos (lat. fines)
son un tipo de dignidades planetarias, basadas en una división de cada
signo del zodiaco en cinco partes desiguales, atribuidas a cada uno de
los cinco planetas clásicos (quitando el Sol y la Luna). Se trata de la
dignidad más difícil de comprender, a causa de la aparente arbitrariedad
de su distribución. Sin embargo en la astrología clásica (llamo
astrología clásica a la astrología que surgió en el helenismo clásico, y
que fue desarrollada por los autores árabes), los términos gozaban de
gran estima, hasta el punto de constituir una de las dignidades de mayor
importancia, tanto en las técnicas de interpretación de natividades,
como en las “revoluciones de los años”. Los términos, y especialmente
los términos denominados egipcios, fueron utilizados unánimemente
durante prácticamente dos milenios.
El hecho de que existan,
contando con el sistema hindú (Trimsamsa), por lo menos cinco sistemas
diferentes de términos, despierta en cualquiera cierto escepticismo.
Ptolomeo (1) describe en el Tetrabiblos tres sistemas de términos: el
caldeo, el egipcio, y un tercer sistema que podríamos llamar el
ptolemáico. Asegura haberlo encontrado en un viejo manuscrito
parcialmente deteriorado. Queda por estudiar hasta qué punto Ptolomeo ha
querido darle enjundia y respetabilidad a un sistema ideado por él (es
bien sabido que Ptolomeo a la hora de mencionar fuentes y datos hacía
trampa). En cualquier caso, él considera que éste último sistema es más
coherente y lógico que el de los egipcios. Los tres sistemas que
describe se basan de alguna manera en las triplicidades. Veamos
brevemente el sistema clásico de regentes de triplicidad.
Los regentes de triplicidad
Las cuatro
triplicidades o trígonos de Fuego, Tierra, Aire y Agua se corresponden
cada una a un grupo de planetas, que son los regentes de tal
triplicidad. Doroteo de Sidón (2) - que es seguido prácticamente por
todos los autores medievales - nos da el siguiente esquema:
Cada triplicidad es regida
pues, por un triplete de planetas, cuya secuencia cambia según se trate
de una carta diurna o nocturna. Los dos primeros planetas del triplete
invierten su posición según sea de día o de noche, mientras que el
tercer planeta, llamado también regente participante, permanece siempre
el mismo. Este reparto de planetas tiene su lógica : Las triplicidades
“calientes”, es decir Fuego y Aire, son regidas por los planetas
diurnos, que son Sol, Júpiter y Saturno. Lo único que cambia es la
secuencia, y el hecho de que en la triplicidad de Aire es Mercurio, de
carácter siempre doble o ambivalente, el primer regente nocturno. En
las triplicidades “frías”, inferiores en el orden de las esferas
elementales, rigen los planetas nocturnos. No deja de ser asombrosa la
analogía que existe entre esta división clásica de los planetas y su
composición y etiología según los conocimientos modernos: Júpiter y
Saturno (el “Sol de la noche” según los sumerios) son gignates gaseosos,
de constitución “solar”, mientras que Venus y Marte - junto con la
Luna, hermana menor de la Tierra - son planetas pequeños y densos
(pesados), es decir de tipo terrestre (o lunar). Según esta analogía
Mercurio debería de ser un planeta nocturno. En la astrología clásica se
considera diurno en su posición matutina, y nocturno en la vespertina.
Hay más detalles en los que
no quiero abundar aquí. Mencionar únicamente que existen dos corrientes
de interpretación diferentes con respecto a las triplicidades.
Al-Biruni (3) entiende que cada triplicidad es regida por dos planetas,
siendo el primero el regente diurno o nocturno, respectivamente, y el
segundo el planeta participante. De manera que la triplicidad de Tierra,
por ejemplo, es regida de día por Venus y Marte (aboliendo al regente
nocturno en el cuadro anterior), y de noche por Luna y Marte (este
último es el planeta participante). Al-Biruni critica a los llamados hahwiyitas,
que utilizan siempre tres regentes de triplicidad. A esta corriente
pertence obviamente Ali ben Ragel, que utiliza profusamente a los
regentes para la interpretación diferenciada de las casas. Pero volvamos
a los términos.
El sistema caldeo que nos
transmite Ptolomeo es el más sencillo, y probablemente sirviera de
arquetipo para los sistema egipcio y ptolemaico. Cada signo es dividido
en cinco partes, de manera que cada término abarca un grado menos que el
precedente: el primer término tiene 8°, el segundo 7° etc., hasta el
último, que abarca 4°, de tal manera que suman siempre 30°. Los regentes
se reparten de tal manera, que el primer término corresponde al regente
de la triplicidad del signo en cuestión, el segundo al regente de la
triplicidad del signo siguiente, etc. Fuego, Tierra y Agua tienen
únicamente un regente, que es Júpiter, Venus y Marte, respectivamente,
mientras que Saturno y Mercurio presiden juntos la triplicidad de Aire, y
rigen siempre dos términos contiguos. De día Saturno antecede a
Mercurio, y de noche a la inversa. Por ejemplo: los términos de Escorpio
son Marte 8° (por Agua), Júpiter 7° (por Sagitario), Venus 6° (por
Capricornio), y por último Saturno 5° y Mercurio 4° (por Acuario). En
carta nocturna sería Mercurio el regente del penútlimo término (5°), y
Saturno el del último (4°). Este sistema no parece haber tenido
difusión, al menos en la astrología “postbabilónica”.
La ordenación de los términos
El sistema que
se impuso claramente es el egipcio. Al-Biruni (3), refiriéndose a los
sistemas caldeo, ptolemaico y el de un tal “Astaratus”, dice que
“ninguno de estos es empleado por los astrólogos profesionales, que son
unánimes en utilizar los términos egipcios, ya que son los más
correctos”. Los textos medievales que conozco manejan sin excepción los
términos egipcios, confirmando claramente la cita de Al-Biruni. Ptolomeo
mismo - cuyo sistema empezó a gozar de más popularidad a partir del
renacimiento, entre los astrólogos cristianos - dice que “de ambas
teorías (la caldea y la egipcia), la más verdadera es la de los términos
egipcios, ya que estos transcribieron las de los libros antiguos, y los
resumieron mediante comprobación en la cartas natales”. Los “libros
antiguos” son indudablemente los textos pseudepigráficos de Nechepso y
Petosiris (siglo 2-3 a.C.), compilación originaria de Alejandría,
perteneciente a la familia de los textos herméticos, y que se
consideraba como la “biblia” de la astrología helénica.
Los dos sistemas, egipcio y ptolemaico, en principio muy similares, son como sigue (3; 4):
Los términos egipcios
Los términos ptolemaicos
Las cifras indican el
número de grados que abarca cada término. Los términos de un línea suman
siempre 30°. Por ejemplo, en el sistema egipcio los siete primeros
grados de Cáncer corresponden a Marte, los siguientes seis grados (es
decir, hasta el grado 13°) a Venus, etc.
Ptolomeo nos describe la
regla según la cual se construyen los términos que supuestamente ha
encontrado en su manuscrito. Según él, se tienen en cuenta las
triplicidades, los domicilios, y las exaltaciones de cada signo, así
como los cinco planetas clásicos, quitando al Sol y a la Luna. Si un
planeta tiene dos de estas dignidades - empezando por la triplicidad -
en el signo en cuestión, entonces tiene dignidad en el primer término,
aunque se trate de un maléfico (Saturno o Marte). De lo contrario estos
dos planetas siempre rigen los útlimos términos del signo. La única
excepción es Cáncer, en donde el regente nocturno de la triplicidad,
Marte, abre la secuencia, ya que la Luna no es considerada, y Júpiter
(exaltado en Cáncer) no pertenece a la triplicidad de Agua. Dentro del
signo los demás términos son atribuidos a los planetas que - siempre
siguiendo el mismo esquema - corresponden a los siguientes signos, eso
sí, dándole siempre prioridad a los benéficos en los primeros tres
términos del signo.
Esta es la explicación que
Ptolomeo da para “sus” términos. Si analizamos la distribución de los
planetas en los términos egipcios, vemos que se ciñen a esta regla tanto
como los términos ptolemaicos, o incluso mejor! La diferencia
fundamental radica en que los términos egipcios tienen un tamaño más
desigual, y en que el segundo término de un signo es otorgado al segundo
regente de la triplicidad a la que pertenece el signo - siempre que no
sea un maléfico - y no a las dignidades planetarias del signo siguiente.
Así por ejemplo Mercurio rige el segundo término de Libra, ya que
Mercurio es regente de la triplicidad de Aire; el primer término es de
Saturno, que rige triplicidad y exaltación. Por la misma razón Venus
(regente de la triplicidad de Agua) rige el segundo término de Escorpio o
de Cáncer (y no Júpiter, como en el sistema ptolemaico). Si este
segundo regente no es válido por tratarse de un maléfico o del Sol o de
la Luna, se aplica la misma regla que nos transmite Ptolomeo.
La prioridad que los
egipcios le dan al regente de la triplicidad para el segundo término
puede explicarse tal vez por el hecho de que el signo contiguo no forma
aspecto con el signo del que partimos, mientras que los signos restantes
sí que hacen aspecto de Sextil, Cuadratura y Trígono, respectivamente.
Por cierto, en los signos de Capricornio y Virgo encontramos a Mercurio
como regente del primer término. Esto recuerda a una cita de Doroteo de
Sidón (2), que remite precisamente a los egipcios, y en la que, hablando
de los regentes de la triplicidad de Tierra, dice que “en Virgo también
participa Mercurio”. En Capricornio encontramos otra aparente
desviación de la regla, en la medida en que el segundo término es
atribuido a Júpiter, y no a Venus, que rige la triplicidad de Tierra y
es benéfica. Es decir, que o bien se tuvo en cuenta a Mercurio
directamente como regente de la triplicidad de Tierra, o se dió
preferencia a la fuerte regencia de Venus sobre el signo de Piscis
(equivalente al tercer término de Capricornio), donde se exalta y se
halla en su triplicidad, mientras que Júpiter, regente participante de
la triplicidad de Aire, se pone en segundo término de Capricornio. Algo
similar ocurre en el tercer término de Leo, que es de Saturno, exaltado y
regente de triplicidad en Libra (signo equivalente al tercer término de
Leo).
Si analizamos la
distribución de los términos ptolemaicos, por otra parte, vemos que en
ocasiones rompe con la regla explicada por el autor. En algunos puntos
los términos egipcios son incluso más acordes a su sistema, como p.e. en
Acuario, donde el viejo manuscrito ptolemaico propone la secuencia Sa -
Me - Ve - Ju - Ma. Aunque la atribución del primer término a Saturno es
comprensible e - es regente del domicilio y de la triplicidad - el
resto de la secuencia se sale totalmente de madre. Por el contrario, la
secuencia egipcia es bien coherente: Me - Ve - Ju - Ma - Sa. Estos
planetas son todos regentes, al menos por triplicidad, de los signos
Acuario - Piscis - Aries - Tauro - Géminis. Existe por cierto una
representación muy interesante del siglo 9, de origen bizantino, que
contiene los términos egipcios con ligeras correcciones. En la tabla las
he incluido entre paréntesis. La corrección más importante es el
intercambio de las posiciones de Saturno y Mercurio en el signo de
Acuario, de manera que la atribución de planetas queda mejor justificada
por la doble regencia de Saturno en este signo (domicilio y
triplicidad, comparable a Libra). Eso sí, la atribución de los últimos
grados a Mercurio choca con la regla de que el último término ha de ser
siempre el de un maléfico. La secuencia más coherente de hecho sería: Sa
- Me - Ju - Ve - Ma. Por lo que se ve, la atribución de Piscis a Venus
tenía mucha importancia.
La distribución de los términos
El lector a
estas alturas posiblemente esté un poco mareado por la complejidad, no
carente de cierta arbitrariedad, en la distribución de los términos.
Ninguna de las dos distribuciones se ciñe rigurosamente a las reglas que
forman la base del sistema según Ptolomeo. Obviamente las dos teorías
aparecen como variantes de un mismo esquema, en las que aparecen
desviaciones del principio básico que quedan en parte por explicar.
Analicemos ahora las diferencias de tamaño entre los distintos términos.
En ambos sistemas la suma
de los grados que pertenecen a un mismo planeta corresponde a sus años
planetarios. La astrología clásica atribuía a cada planeta un número
determinado de años. Estos tenían importancia a la hora de calcular la
duración de vida del nativo, tema en que no entraremos aqui. Löos años
planetarios son los siguientes:
Los años planetarios son
afines a ciclos sinódicos (es decir, ciclos recurrentes de conjunción
con el Sol) de orden superior. Esto al menos es cierto para los años
menores. Los años mayores sin embargo, que forman la base para la
distribución de los términos, solo coinciden en parte con ciclos
sinódicos de recurrencia. Eso sí, suman en total 360, es decir el número
de grados de la circunferencia. Los años mayores de los cinco planetas
se derivan de los del Sol y la Luna en combinación con los años de los
restantes planetas, según un orden que no puedo desarrollar aquí. Se
observa también que los benéficos dan más años, y los maléficos menos.
La distribución de términos del siglo 9 que mencioné antes, por cierto,
suma para Mercurio 78, para Marte 63 y para Saturno 58 grados. Estas
cifras constituyen, para Mercurio y Saturno, una aproximación mejor a
sus respectivos ciclos de recurrencia.
Para justificar las
diferencias de tamaño entre los términos ptolemaicos, Ptolomeo da la
siguiente regla: en principio los benéficos tienen 7°, Mercurio 6°, y
los maléficos 5° en cada signo. Pero si un planeta tiene dos o más
dignidades en un signo (domicilio, exaltación y/o triplicidad), recibe
un grado más, que por lo general es restado de Júpiter o de Saturno.
Pero también se advierten en la lista de Ptolomeo desviaciones de esta
regla.
En los términos egipcios,
más desiguales, parece cobrar más importancia el hecho de que el planeta
se halle en caída o exilio (p.e. Mercucio tiene solo 4° en Sagitario, o
Marte 3° en Tauro), al menos siempre y cuando no sea a su vez regente
de la triplicidad del signo en que se encuentra el término en cuestión.
Por ejemplo Venus tiene nada menos que 10° en Virgo - una reminiscencia
del simbolismo originario de Virgo, que en la mitología y en el culto
sumerios era asimilada a Ishtar?
Ahora bien, los grados que
suman los términos egipcios de un mismo planeta parecen tener más
coherencia con la distribución de los regentes de triplicidad. Un
pequeño vistazo a la siguiente tabla nos convencerá rápidamente de que
los planetas obtienen, en el sistema egipcio, más grados en aquellas
triplicidades de los que son regentes. La única excepción, aunque casi
despreciable, es que Marte tenga un grado menos en Tierra que en Fuego.
Sin embargo despunta claramente en Agua, su triplicidad por excelencia.
Mercurio es, en perfecta concordancia con el simbolismo clásico, el más
“neutral” en ese aspecto. Esta distribución acorde a las triplicidades
no ocurre en el sistema de Ptolomeo.
Pero aún hay
más. El lector tal vez ya se haya preguntado porqué no aparecen en el
sistema de los términos el Sol y la Luna. Evidentemente, como tales
luminarias siempre se las ha considerado como más importantes y de
carácter menos específico que los restantes planetas. Son la madre y el
padre de la familia planetaria, y de hecho los únicos que en el sistema
clásico de regencias solo tienen un domicilio, en la raíz del árbol de
regencias. A partir de estos domicilios de Cáncer y de Leo, la
astrología clásica conoce una división del zodiaco en dos mitades. El
hemiciclo involutivo, que va de Acuario a Cáncer, corresponde a la Luna,
mientras el hemiciclo evolutivo, de Leo a Capricornio, corresponde al
Sol. Aunque no se diga explicitamente, pueden considerarse estos
hemiciclos, en general, como una dignidad menor del Sol y de la Luna,
respectivamente. Pues bien, si analizamos la distribución de términos de
cada planeta, encontramos que Júpiter, Saturno y Mercurio suman más
grados en casas solares, y Venus y Marte en casas lunares. De nuevo,
esto concuerda perfectamente con su distribución de stos planetas en la
secta diurna (solar) y nocturna (lunar).
Esta relación
se da en los términos ptolemaicos solo parcialmente; Marte tiene en
ambos hemiciclos 33° por igual, y para Mercurio se invierte el número de
grados para cada mitad.
Estas relaciones numéricas
que se dan en los términos egipcios, tan congruentes con la teoría de
las triplicidades y de las sectas, pasó deapercibida para Ptolomeo. En
resumidas cuentas el sistema egipcio resulta tener una estructura
interna más coherente que el de Ptolomeo. Aún así, no deja de ser una
distribución muy compleja, que suscita no pocas interrogantes.
El papel de los términos en el sistema clásico
El término es
una dignidad de tres fuerzas según la mayoría de los autores, es decir
inferior a la exaltación y superior a la triplicidad. Los planetas
pueden recibir a otros en sus términos, de manera que tienen cierto
poder para ser dispositores de aquellos planetas. Es más, según Ali ben
Ragel (5), un planeta regente de un término en que se halla un
determinado significador, si se halla a su vez en su propio término, es
un dispositor más poderoso que el regente del signo, estando este
peregrino. Un planeta en su término y en su domicilio, evidentemente, se
halla especialmente fuerte.
En la astrología helénica
el regente del término del ascendente era considerado como un regente
del nativo, o bien el regente del término de la luminaria vigente (día o
noche) (5). Para algunos autores, como Doroteo de Sidón, este papel del
término tenía incluso prioridad sobre el regente del signo (2).
Una función importante la
desempeñan los términos en relación con las direcciones primarias.
Al-Biruni (3) nos describe sucintamente la técnica. Al hacer “atacir”
con el Hyleg y con el Ascendente, que en cualquier caso es considerado
un punto vital de la natividad, va pasando de un término a otro. El
regente del término en el que se encuentra el Hyleg o el Ascendente en
un momento dado de la vida, es denominado “divisor” (qasim), y en persa “portador de la fortuna de la vida” (jan-bakhtar).
“El nombre “divisor” proviene de la circunstancia de que, como la vida
se sitúa entre el lugar radical del Hyleg y el punto anarético, el
intervalo es dividido en secciones por los términos de los signos, y los
regentes de los términos se convierten en regentes de estas secciones.
Cualquier planeta situado en el término, o que envía ahí sus rayos, es
asociado en la administración de esa sección”. En otras palabras, los
regentes de término son verdaderos cronocratores que presiden las
diferentes fases de una vida.
Esto es exactamente de lo
que trata el Libro sexto (6), capítulo segundo, del Libro Conplido de
Ali ben Ragel, “sobre la división y el divisor y el que participa con
ellos por cuerpo o por rayos”. Todo el capítulo trata de las diferentes
combinaciones que se pueden dar entre el término, la posición de su
significador, y los aspectos que se va encontrando el Hyleg cuando hace
atacir.
Por ejemplo dice: “Y si
fuese Marte el divisor (...) Y si en esto Marte estuviera aspectando al
término significa que caerá en manos de sus enemigos o en poder de
ladrones o de bandidos, mas si no aspectase ahí significa que hará
viajes sufriendo sin provecho” (6).
En la astrología helénica
el regente del término se consideraba siempre un dispositor importante,
emparejado con el regente del signo. Es de notar que no se otorgaba esta
función al planeta exaltado en un signo, o al regente de la
triplicidad, una práctica que empezaron a divulgar los árabes mucho más
tarde.
Ali ben Ragel describe a
los términos como regiones de los signos que corresponden a las cuatro
cualidades elementales, mas una quinta que es mixta y pertence a
Mercurio. Se refiere a los términos de Marte (Calor, Fuego, cólera),
Saturno (Seco, Tierra, melancolía), Júpiter (Húmedo, Aire, sangre), y
Venus (Frio, Agua, flema), aunque no lo dice explícitamente. También
cabría pensar en una influencia de la astrología hindú con sus cinco
elementos: Júpiter-Eter, Marte-Fuego, Saturno-Aire, Venus-Agua, y
Mercurio-Tierra. Según en qué término se halle un planeta, muda su
cualidad natural, la refuerza o la disminuye. Aquí no entran en juego
las triplicidades zodiacales y sus regentes, sino sencillamente la
naturaleza intrínseca de los planetas.
Po último, al analizar la
posición de un planeta, el término en que se encontraba era interpretado a
veces como una conjunción con el planeta regente del término,
manteniendo el carácter de fondo del signo zodiacal. Esta interpretación
del término como si fuera un planeta, se hace particularmente evidente
en una regla que nos da Ali ben Ragel (7), en relación con la astrología
horaria. Según él, la ubicación de todo un término entre dos planetas
que van a formar conjunción dentro de un mismo signo, “deshace la
aplicación”. Esto solo se dice, por lo demás, de planetas y de cambios
de signo.
Bibliografía:
(1) “Tetrabiblos”, Claudio Ptolomeo, trad. por Demetrio Santos, Ed. Barath 1980.-
(2) “Dorotei Sidoni carmen
astrologicum”, versión árabe deUmar ibn al-Farrukhan, ed. por Pingree
con traducción inglesa; Leipzig, 1976.-
(3) “The Book of Instruction in The Elements of The Art of Astrology”, Al-Biruni, trad. por Ramsey Wright; Londres 1934.-
(4) “ Tetrabiblos”, Claudio Ptolomeo, ed. en griego e inglés por F.E.Robbins; Cambridge, Massachusetts, 1947.-
(5) "Matheseos libri VIII", Firmicus Maternus, trad. por Jean Rhys Bram, Ascella Publications, Mansfield 1995.-
(6) “El Libro Conplido en
los Iudizios de la Estrellas”, libro sexto, de Ali ben Ragel; traducción
de la ETS; Ed. Astralis, 2003.-
(7) “El Libro Conplido en
los Iudizios de las Estrellas”, Alí ben Ragel (libros 1-5), trad. por la
ETS (Escuela de Traductores de Sirventa); Ed. Indigo, Barcelona, 1997.-
No hay comentarios:
Publicar un comentario