Abraham
ben Ezra
era natural de Tudela,
según
nos refiere
Mosé ben
Ezra
en su Kitáb al-muhádara
wa-lmudákara
en
el cual cita como tudelanos a nuestro autor
y a Yehuda ha-Levi, con el cual estuvo muy relacionado,
como veremos. La fecha de su nacimiento parece
que fue 1089.
Joven
aún abandonó su tierra junto con ha-Levi, trasladándose
ambos a Lucena y Córdoba. Parece que
incluso
hicieron algunos viajes esporádicos los dos al Norte
de Africa. Más aún, la leyenda cuenta que Abraham casó con una hija de su
amigo ha-Levi, de la cual tuvo
cinco hijos, y a los cuales alude en su poema Gobei
Sehakim
el hadom nikba'u. De ellos, sólo
sobrevivió uno, Isaac, que, al
parecer, se convirtió al islam. Precisamente este
acto produjo un impacto enorme en su padre, de modo
que, tal vez, fuera ésta la razón de una cierta crisis espiritual
en Abraham
que,
en todo caso, estaría a la base
de su continuo itinerar por los más diversos paises y
ciudades. Porque una nota característica de Abraham
ben
Ezra
es su carácter itinerante. más aún que el otro tudelano,
amigo y suegro. Yehúda ha-Levi. De tal modo que
muchos lo han puesto como prototipo de «judio errante».
Este continuo peregrinar se extendió especialmente
desde 1140 hasta su muerte. Por lo demás, en lo
que respecta a su vida familiar, ya no se sabe nada más.
Lo
primero que hizo fue abandonar España y dirigirse a
Roma, donde compuso su obra Mózné
ha-Lason,
Balanza
del idioma, sobre
la estructura de la lengua hebrea.
Tradujo además tres libros de la gramática hebrea
de David Hayyuy, del árabe al hebreo. Su interés de
entonces y de después por los estudios gramaticales hebráicos
estaba motivado por la ignorancia de dicha lengua
entre las comunidades europeas, desconocedoras,
además, del árabe, lengua en que estaban redactadas las grandes gramáticas
hebráicas. Ello explica también,
su traducción del gran gramático Hayyuy.
Por
otro lado,
ya hemos visto el alto interés gramatical que existía en
el ambiente intelectual zaragozano, ambiente que Ben
Ezra
pudo respirar desde su niñez. De todo ello es testimonio
Yehúda ben
Tibbon,
que al traducir la gramática
del zaragozano por adopción, lbn Yanah, dice en la introducción:
«Los judíos de la diáspora, desde Francia hasta la tierra de Edom. no se
conocía la lengua árabe, con
lo cual no podían aprovecharse de los libros escritos en
árabe en España.. Asi, Abraham
ben Ezra,
vino a sus tierras
y les ayudó con pequeños libros que contenían una
agradable y preciosa enseñanza».
Pero
su estancia en Roma no le satisfizo, pues notó que
sus ideas no eran aceptadas er
los
círculos intelectuales.
Así que, como Ibn Gabirol al abandonar Zaragoza,
o como ha-Levi al dejar Sevilla, dedica un poema, Nedód
hesir óni en
que se queja amargamente de las comunidades
judias romanas. Hay que notar de paso, que
Ben
Ezra,
nos deja muy pormenorizados en sus obras
los lugares que va visitando y las ciudades en que
se
establece, cosa que otros autores que hemos historiado no hacen con tanta
precisión.
En
1145 se traslada a Luces donde escribió algunos comentarios
bíblicos (por ejemplo al Pentateuco e Isaías) y
dos tratados de gramática, inspirados en el mismo principio
práctico de la anterior: Sefer
ha-yesód
o Fundamentos
de gramática (aún
no editada} y Sefat
yétér o La
lengua preferida. En
esta última se contiene una defensa
de Sa`adía Gaon contra los ataques de su discípulo
Dunas ben
Labrat.
De
Lucca pasa a Mantua, donde compone su Sefer
ha-zahut
y
de allí, a Verona donde escribe el Sefer
ha`ibur,
una
obra de aritmética, Sefer
ha-misparo Libro del
número
y otra
gramática hebrea, Sefer
berúrá o lenguaje
puro.
En
1147 abandona Italia y visita Provenza, concretamente
Narbona y Beziers, para pasar luego al norte
de
Francia (Rouen y Dreux). Yehadia ha-Peniní Bedersi, que
vivió unos
ciento
cincuenta anos después en Beziers, aún
recuerda la estela de gratos recuerdos que dejó Ben
Ezra
en el breve tiempo que estuvo allí: «los
sabios
de aquella
región, los hombres piadosos y los rabinos, tuvieron
una gran alegria cuando ibn Ezra pasó por sus comunidades.
El
empezó
a abrir los ojos en nuestras regiones
y escribió para nuestras gentes el comentario al
Pentateuco y a los profetas».
En
Francia compuso varios comentarios bíblicos, al Pentateuco,
como se recogía en la cita anterior, al libro de
Dariel, a los Salmos, a Ester
y
al Cantar de los Cantares.
Además escribió sus dos obras matemáticas, una sobre
el número, Yesód
ha-mispar
y otra
titulada Sefer
ha-'ehad,
Libro del
uno
en
que se habla de la unidad y de las
características de los diez primeros números.
Por
otro
lado, también fue en Francia donde compuso sus obras
astrológicas: Mispetei
ha-mazzalot,
Sefer
ha-móladót
(ambas sin
publicar), Resit hokmá,
Sefer
hate'anim,
Sefer ha-mibarim, Sefer ha-meórot y Sefer ha
o1am.
Otras obras de astronomía y
astrología son: Keli
ha-nehoset,
Instrumento de cobre, acerca del
astrolabio, Sefer ha-móldót,
Libro del nacimiento y Sefer ha-góralór,
Libro del destino, en los
cuales da las normas para adivinar la suerte
de cada uno según la marcha de los astros, De
la misma inspiración es su Sefer
'istagninút,
o Libro de
astrología.
En
1158 se
traslada a Londres. donde escribe Yesod mórá,
Fundamento de la reverencia e
Iggeret shabbat,
y en
1161 vuelve a Narbona. Parece que, al fin ce su vida, según
es leyenda, fue a Tierra Santa, Murió, no se sabe exactamente
dónde, en 1164 ó 1167.
Abraham
ben Ezra
fue un hombre bueno, austero, alegre en su probreza, que no dudaba en rechazar
la ayuda de los demás mientras que él se
volcaba en los que tenía alrededor.
Yósef Salomon
Delmedigo,
en su Miktab
ahuz expresa
así la admiración que por Ben
Ezra
sentían las generaciones
posteriores: «Era un hombre que durante
todos los días de su vida, viajó por todo el mundo,
desde la extremidad del mar occidental hasta Lucca y Egipto, Etiopía y Elam. No
tenía dinero, ni aun unos pocos céntimos, pues los despreció toda su vida. Sólo
tenía la ropa que llevaba puesta y en su equipaje sólo
llevaba el astrolabio, un corazón valiente y el espíritu de Dios dentro de él».
Vasto
polígrafo, se cuenta que escribió 108 obras, de las
que nos quedan muy pocas, parte de las cuales, aún están en manuscrito sin ver
la luz pública. Aparte de sus tratados gramaticales, matemáticos, filosóficos
y de exégesis,
compuso abundante poesia, dispersa por todos
sus
ibros, recogida en un
Divan
sucesivamente
por Jacob
Egers (1886),
David Rosin
(1884-1894),
David Kahan
(1894) y Brody (1945). Pero su obra poética más importante es Hai
ben mekiz, poema
en
prosa
que tiene la
particularidad para
la filosofia de que está inspirado en la
historia deAvicena Hayy
ibn Yaqzan.
Curiosamente
la historía
de este solitario será retomada también por el musulmán
lbn Tufayl, admirador del zaragozano Avempace, y que en su obra El
filósofo
autodidacto (cuyo protagonista
ese el mismo Hayy ibn Yaqzan) quiere continuar en
la dirección aviceniana la mística alfarabiana que había
iniciado Avempace. Ben
Ezra,
por su parte, sigue las
huellas poéticas y temáticas de Ibn Gabirol en su obra,
haciendo que su protagonista Hai ben
Mekiz,
simbolice a la razón que pretende penetrar los misterios de la
creación por medio de la filosofía.
Por
los títulos de Abraham
ben Ezra,
puede verse que su
producción, salvo la escrita en
latin,
está compuesta en
hebreo, a diferencia de sus otros correligionarios que escribieron
en árabe fundamentalmente. Este hecho es de
una importancia extraordinaria puesto que ello supone que Abraham ben
Ezra
adopta la actitud de renovador cientifico
ante dos tipos de comunidades bien diferentes fuera
de España, la judaica y la cristiana. Era el momento en
que empezaban a aparecer masivamente en el occidente
cristiano las obras científicas y filosóficas árabes de
la España musulmana y en esta labor transmisora figuran
tres personajes vinculados a Zaragoza como son el
propio Ben
Ezra.
Abraham
bar
Hiyya y Moshé Sefardí (Pedro Alfonso). Antes habían existido transmisiones científicas
desde el monasterio de Ripoll.especialmente, pero
de modo anónimo y esporádico. Ahora es el momento
de que la tarea se aborde en su totalidad y de forma
sistemática.
De
ello se hablará poco después cuando
tratemos de Moshé Sefardí, el único cristiano,
judío
converso, que desde Zaragoza se enfrenta a esta empresa.
Los otros son de la comunidad judia: Ben
Ezra
y
Bar Hiyya. Ben
Ezra,
por su parte, conocía el latín y compuso
diversas obras científicas en esta lengua., dirigidas
a los cristianos europeos. Así, por ejemplo, el Libro
de los fundamentos
de
las tablas astronómicas. Fundamenta
tabularum,
compuesta
alrededor de 1154 en el norte
de Francia. Poco después, en 1160 escribe también en latin,
en
Inglaterra, un libro sobre el astrolabio. Parece que también compuso en latín
un libro sobre el almanaque.
Pero incluso las otras hechas en hebreo y de contenido científico, fueron
pronto traducidas al latín
y al francés como ocurrió con el Resit
hokmá. obra
astrológica que fue vertida del hebreo al
Francés en 1273 por el judío Hagin,
en Malinas, de cuya versión se hizo luego
la latina.
En
cuanto a
sus
obras científicas, filosóficas y exegéticas
en hebreo hay que decir que Ben
Ezra,
fuera de España,
tenía ante si comunidades judías que ignoraban por
un lado al árabe en que iba vertida la gran ciencia y pensamiento hispánicos
del momento. Por otro, empezaban a
desconocer el propio hebreo en favor de las lenguas
propias de los países en que estaban inscritas las
comunidades. Ben
Ezra,
ante tal situación, mantuvo. por
un lado, su ideal de transmisión de la cultura árabe española
(como hacía con los cristianos) y, por otro, su esfuerzo
por renovar lo más propio del judaísmo: su lengua
hebrea. En este sentido, bar Hiyya, ha-Levi y Ben
Ezra,
comparten también idénticos ideales.
En
cuanto a su pensamiento filosófico, Abraham
ben Ezra
no tiene un tratado específicamente dedicado a él. Hay
que entresacarlo del conjunto de su producción exegética,
gramatical y cientfica. Por otra parte, en su obra
aparecen no pocos inconvenientes para poder
estractar
su sistema de pensamiento. Por un lado, si bien sigue
un estricto método gramatical y filológico en sus cormentarios a la Biblia,
sin embargo, como buen hijo de su
tiempo, se pierde también en las interpretaciones alegóricas
y simbólicas. Cualquier acontecimiento de la Sagrada Escritura tiene
para Ben
Ezra
un sentido oculto, secreto, simbólico, que
oscurece la línea de su pensamiento.
En este sentido, siguiendo las huellas de Filón de Alejandría,
del Sefer
Yesira, de la Enciclopedia
de los Hermanos
de la Pureza
y del
neopitagorismo,
atribuye significados y fuerzas ocultas a
los números y letras que son como
las claves de la creación. Por otra parte, el estilo
mismo de Abraham
ben Ezra
es muchas veces críptico,
oscuro y ello de una manera deliberada. Tal vez se
debiese a que no quería adoptar una posición claramente
exotérica ante las comunidades europeas a que se
dirigía, en atención a la incultura, muchas veces profunda,
que reinaba en ellas, prefería expresarse de modo solo
sugerente y para minorias a fin de no exponerse a malos
entendidos por parte del público general.
Aparte
de los influjos que se acaban de citar, Abraham
ben Ezra
acusa una clara impronta de Ibn Gabirol. No cita
concretamente la Fuente
de
la
vida,
pero,
sin embargo,
alude muy frecuentemente a su autor, aparte de
notarse su clara influencia. Por ejemplo, sigue al pie de
la letra el principio gabiroliano de la composción hilemórfica
universal, en su doble vertiente gnoseológica y
ontológica: todo, excepto Dios, está compuesto de materia
y de forma, o lo que es lo mismo, de sujeto y predicados. Esta es la
clave
de la distinción entre los dos niveles de
la realidad: la mundana y la divina.
En
efecto, Dios es absolutamente uno y simple. No tiene
composición alguna de substanca y accidentes, o de
sujeto y predicados. Es la absoluta unidad que, por una
parte, está fuera de toda numeración, a la vez que contiene a todo número.
Está fuera de todo número porque
la unidad de Dios no se extrae de una multiplicidad (no
hay más que un sólo Dios) y porque al ser la unidad radical,
funda y comienza cualquier tipo de numeración. Pero
a la vez, es todo número porque la unidad primaria contiene
en si cualquier numeración y numerabilidad que
se funde en ella y que de ella proceda. Sin la unidad no
habría número posible. Por todo ello, el símbolo más adecuado
de Dios es la unidad.
Son
los mismos argumentos empleados por Ibn Paquda. |
http://www.kolisraelorg.net/historia_sefarad/filosofia/sobre_abraham_ben_ezra.htm
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