domingo, 27 de abril de 2014
Las Partes Herméticas.
Transcribo parte de un artículo interesante sobre las Partes Herméticas, que he encontrado en la red......desconozco el autor.
LAS PARTES HERMÉTICAS
Uno de los elementos más originales de la Astrología Helenística es lo que nosotros paradójicamente conocemos como “partes arábigas”, de origen netamente helenístico. Reitero, son egipcias, de la época helenística. Constituyen una de las herramientas más antiguas de hacer astrología en occidente, sólo hallada en la astrología védica, con el expreso reconocimiento de su proveniencia persa. Sin embargo, fueron los astrólogos helenísticos quienes inventaron el concepto, y las partes son tan antiguas como los aspectos, casas--aunque no tanto como los signos y los decanatos. De alguna manera, son una integración de casas y aspectos. Constituyen una de las técnicas más arcaicas de la Astrología del Medio Oriente y Occidente.
Hasta hace poco se pensaba que sólo unas pocas de ellas habían sido usadas por los griegos. Sin embargo, una investigación en Olympiodorus me ha llevado a concluir que los escritos helenísticos han multiplicado su número hasta extremos inesperados. En su comentario sobre la Apotelesmatica de Paulus, Olympiodorus1 enumera más de 140 partes. Esta tendencia se ve reflejada en Al-Biruni, astrólogo medieval del s. XI, quien hacía su curiosa y humorística afirmación de que
“es imposible enumerar las partes que han sido inventadas para la solución de preguntas horarias, o para respuestas relacionadas con el fin exitoso o auspicioso de una acción; su número se incrementa día a día”
(“El Libro de Instrucción en los elementos del Arte de la Astrología”, Al-Biruni, año 1029, parágrafo 476).
La palabra griega que las define es kleros. Su significado más común es “la porción de tierra o territorio asignado a alguien”. Esto se debe quizás a que para la mente griega, la idea de “hado” o destino, conllevaba una noción muy precisa, como el artículo “The Facets of Fate”, de Robert Schmidt, demuestra sin lugar a duda. La palabra latina es “pars”, de donde deriva nuestra palabra “parte”, y también alude a “grado”. “Pars Fortunae” significa el grado específico “atribuido” a Fortuna, o “la porción de fortuna asignada al individuo por el destino”. La palabra española “parte”, al no conservar su significado original, parece ser, en la opinión
1 Este trabajo fue hasta hace unos años atribuido a Heliodorus.
del que escribe, una traducción no muy afortunada, al menos no tan acertada como “porción”. La palabra inglesa “Lot” hace una referencia más directa a su significado original. “Lote”, en español, sería también una buena opción. Por razones de familiaridad, en el presente trabajo continuaré usando indistintamente las palabras “parte” y “kleros”.
Otro factor a tener en cuenta es que a pesar de que el kleros se situaba en un grado definido hay mucha evidencia de que para la Astrología Helenística todo el signo asumía tal carácter. Esto se relaciona con el uso de casas de signo completo, en las cuales todo lo comprendido en un signo estaba “co-presente”. Esto fue muy diferente en la Astrología Árabe, la que insistió en el “lote” de un grado específico.
Es interesante notar que Paulus, en su Apotelesmatica, introduce su tema de las partes haciendo referencia directa al “Panaretus” de Hermes Trismegisto, aunque no brinda demasiadas explicaciones al respecto, como si diera por sentado que tales escritos eran conocidos por todos. De acuerdo al Panaretus, hay siete “partes herméticas”, cada una asignada a uno de los siete planetas. Como el título “panaretus” significa “todo virtuoso” (“pan-areté”), tales partes podrían muy bien hacer referencia a las virtudes de los planetas, así como a sus vicios, dependiendo de su emplazamiento. Entonces, así como la parte de la Fortuna estaba asignada a la Luna, y la del Espíritu al Sol, la parte de la Necesidad lo estaba a Hermes (Mercurio), la parte del Coraje a Ares (Marte), la parte de la Victoria a Zeus (Júpiter), y la parte de Némesis (destino) a Kronos (Saturno), completando así las llamadas “7 partes herméticas”.
Estas partes, en su mayoría, e incluyendo a Fortuna y Espíritu, eran diurnas o nocturnas. Para comprender esta diferenciación, necesitamos acercarnos al concepto de “secta planetaria”, común a la práctica helenística.
Secta Planetaria
Una de las nociones fundamentales de la astrología antigua, utilizada también en el Medioevo, es la de “Secta”. Para el astrólogo helenístico, una carta diurna (es decir, cuando el sol se halla sobre el horizonte) no era interpretada de la misma manera que una nocturna (sol debajo del horizonte). La palabra “secta” es una traducción latina de la palabra griega “háiresis”, que significa partido, escuela, secta. En el sistema helenístico, un grupo de planetas se afilia a lo diurno, tanto por propia naturaleza como por compensación de sus cualidades extremas2, y otro
2 Posiblemente se designó diurno a Saturno para compensar su cualidad de “frío”, ya que el calor del día moderaría su temperatura. Lo contrario con Marte, designado nocturno también como compensación de su calor y ardor. Siendo maléficos, y propendiendo así a los extremos de sequedad y calor, y de frío y humedad, anulando así la natural moderación que la vida necesita para brotar, necesitarían la influencia moderadora, uno del día y el otro de la noche, para aplacar sus cualidades extremas. Por eso mismo,
grupo guarda más afinidad con lo nocturno. El Sol, Jupiter y Saturno pertenecen a la secta diurna; Luna, Venus, Marte a secta nocturna. Mercurio pertenece a una u otra según se eleve antes o después del sol, es decir que la asociación de Mercurio con lo diurno o lo nocturno depende exclusivamente de su fase heliacal.
Lo diurno parece haberse asociado a la noción de “actividad consciente y deliberada”, y lo nocturno con la idea de “devenir o transcurrir”. La lectura de los autores helenísticos sugiere que la secta era una consideración primaria. En efecto, este factor condiciona la elección de la luminaria principal de la carta, lo cual constituye el punto de partida de la delineación general de la natividad. Además, en un tema diurno, los planetas diurnos “se regocijan” y expresan su naturaleza más espontánea y completamente. Lo mismo en una carta nocturna con los planetas nocturnos. Como consecuencia, en una carta diurna, Júpiter, que también es diurno, resulta especialmente benéfico, y Marte (de la secta nocturna) especialmente maléfico. De la misma forma Venus especialmente benéfico durante la noche, y Saturno especialmente maléfico.
Los términos “maléfico” y “benéfico” (kakopoiós y agathopoiós), que provocan desconfianza en el astrólogo moderno, no ofrecían mayor conflicto a la mentalidad antigua. Los astrólogos helenísticos no se veían inclinados a “relativizar” lo bueno y lo malo, al menos no de la manera en que lo hacen los astrólogos modernos, ya que la existencia innegable de los opuestos, y la consciente aceptación de esta pugna entre polaridades, formaba parte de su filosofía innata. De hecho, no se consideraba que Saturno y Marte siempre actuaban como maléficos, y aquellos astrólogos contaban con reglas muy precisas para saber cuándo exactamente actuaban como “hacedores del mal” (kako-poiós), y cuándo no. Por otra parte, el significado de “kakós” en griego tiene una gama muy amplia; de hecho la palabra podría simplemente significar “inclinado a lo nocivo, o a lo erróneo”. La insistencia sobre el “libre albedrío” ha llevado al astrólogo moderno a relativizar la influencias “maléficas” y “benéficas”, impulsado por la idea de que, bajo una perspectiva especialmente psicológica, nada es absolutamente “bueno” o “malo” en sí mismo. Con toda la carga de veracidad que ello contenga, es también cierto que tal tendencia ha llevado a muchos astrólogos a una relativización excesiva, diluyendo lo que anteriormente resultaba una explicación clara y precisa de las influencias astrológicas.
En su nota-clave de “unir lo que está separado”, el antiguo astrólogo encontraba que Venus, en una carta nocturna, encuentra una expresión más acorde a su naturaleza: la noche borra los contornos, siendo la
Saturno es especialmente maléfico durante la noche, y Marte durante el día. Aunque quizás sea justamente la inclinación “naturalista” de Ptolomeo lo que llevó a tales afirmaciones.
frescura y la humedad los elementos en donde Venus se expresa con más facilidad. Los amantes prefieren la oscuridad y el silencio de la noche para fundirse uno con el otro. El Venus diurno, en donde la luz del sol hace notar diferencias y perfiles, da más condicionamientos a la expresión: es como si un Venus nocturno dice “amo y me relaciono con plenitud”, y el diurno, “amo y me relaciono siempre y cuando se cumplan ciertas condiciones”. Un razonamiento similar era aplicado a los demás planetas.
Estos dos grupos—diurno y nocturno--resumen sus significaciones en los “jefes” de secta: el sol y la luna. La luna se relaciona con todo lo que lleve al individuo a asimilarse y unirse, mezclarse con lo colectivo, la polis, el estado. El Sol representa al individuo en cuanto éste es diferenciado, segregado, escogido, o seleccionado, dentro de la ciudad. La Luna alude a lo masivo o popular, mientras que el Sol afirma la naturaleza personal e individual.
La desaparición de este concepto de secta llevó naturalmente a que las partes llamadas arábigas, se desasociaran del mismo, y se calcularan igual tanto para los temas diurnos como nocturnos. De hecho, una indagación me ha mostrado que la parte de fortuna y la parte del Espíritu no se encuentran en el nivel más alto de prioridad en el repertorio de los astrólogos modernos. En su origen, tanto Fortuna como Espíritu se calculaban distintamente para el día y la noche. En efecto, ambos puntos eran considerados a un mismo nivel de importancia que el Ascendente y las luminarias por los astrólogos helenísticos.
La Parte de la Fortuna y la Parte del Espíritu.
Leemos en el tercer capítulo del segundo libro de la Antología de Valens:
“Para aquél que desee dilucidar más exactamente la cuestión de la felicidad, retornaré al kleros de Fortuna, que es el lugar más necesario y soberano, como el Rey (Nechepso) explicó en sus arcanos al comienzo del decimotercer libro, diciendo: ‘para quienes nacen durante el día, será necesario contar claramente desde el Sol hacia la Luna, y esa cantidad desde el Horóskopos, prescribiendo así una igualdad. En el lugar resultante, observar qué astro se encuentra en relación con éste—por presencia, cuadrado o triángulo......’”
Como vemos, la fórmula para Fortuna, en el día, consiste en medir el arco desde el Sol a la Luna, desde lo diurno hacia lo nocturno. “En orden de secta”, por así decirlo. De noche, de la Luna al Sol, siempre agregando dicho arco al Ascendente. Durante mucho tiempo, muchos astrólogos usaron la fórmula diurna para inclusive los horóscopos nocturnos, resultando en realidad en una parte del Espíritu, lo que
significa algo muy diferente. Cuando Valens habla de “prescribir una igualdad”, claramente hace referencia a que el arco resultante entre el Ascendente y Fortuna será igual al arco comprendido entre el Sol y la Luna, lo cual constituía nuestro método de comprobación antes del auge de las computadoras.
Recordemos que Valens, al hablar de “lugar” (topos), hace referencia a la totalidad del signo-casa en que se encuentra Fortuna, tal como hemos dicho anteriormente. Estamos empleando las casas de signo completo.
Parte de Fortuna = Asc + Luna – Sol (Diurna)
= Asc + Sol – Luna (Nocturna)
La Parte del Espíritu, a diferencia de Fortuna, es una parte “en orden contrario a la secta”. Se representa por una letra “phi” griega, y consiste en la siguiente fórmula:
Pe= Asc. + Sol – Luna (Diurna)
= Asc. + Luna – Sol (Nocturna)
La claridad en el uso de las partes puede, en mi opinión, apreciarse mucho mejor en los antiguos autores helenísticos, especialmente Vettius Valens y Firmicus Maternus, que en la literatura astrológica medieval, a pesar de que hayamos conocido este tema, hasta hace poco, gracias a la práctica y traducciones de fuentes árabes.
Al comparar las fórmulas, inmediatamente nos daremos cuenta de que la parte de la fortuna diurna es la parte del espíritu nocturna, y viceversa. Son, por lo tanto, complementarias, y simétricas con respecto al Ascendente y Descendente.
Por significado, y a diferencia de la opinión de muchos autores modernos como Schulman, la parte de la fortuna estaba desprovista de toda implicación espiritual o interna. Es un punto crucial en la carta, conectado con la prosperidad física, y con las emociones y apetitos individuales, y no resulta extraño que se le haya llamado pars lunae, o “la parte lunar”. Resulta interesante notar que el Regente de Espíritu sobre Fortuna, o en el “décimo zoidion” desde Fortuna (es decir, en el Mediocielo del tema formado con Fortuna como Ascendente) era marca indiscutible de eminencia y elevación. Más adelante me detendré sobre este punto.
Más allá de que a algunos nos sorprenda esta relación de Fortuna con el cuerpo físico, no olvidemos que ésta es “el cuerpo físico en el mundo”, es decir, todo lo que tenga que ver con nuestro vehículo físico y el curso de nuestra vida, así como nuestras posesiones, y aún reputación y
privilegio. Por su parte, el Ascendente es el cuerpo en cuanto entidad biológica que “marca la hora—‘Horoskopos’—pasando de la invisibilidad a la luz” Tal es el significado específico del pivote ascendente, kentron en Griego, de donde deriva nuestro término “centro”. Los ángulos son verdaderos centros o pivotes en donde confluyen los movimientos de “lo uno y de lo otro”, citando al Timeo de Platón, ya que allí se produce el encuentro entre el movimiento de un planeta a través del zodíaco, por un lado; y el movimiento de rotación diurna, que lo “mueve en sentido contrario”, por el otro.
El carácter analógico o metafórico de este kleros se descubre cuando notamos que la palabra para buena fortuna, en Griego, es eutuchia, o bienestar material que sobreviene como resultado de una bendición de una deidad. Como dice Robert Schmidt, “como significador universal de la vida como un todo, Fortuna contempla la vida como si fuera un corpus, un todo orgánico, continuamente siendo moldeado y modelado por algún artífice impersonal: siendo el Señor del signo en que se encuentra, tal artesano”. Dependiendo de su condición y emplazamiento, el kleros de fortuna tiene afirmaciones específicas que hacer acerca del límite hasta el cual el nativo adquiere las condiciones materiales de felicidad, dinero, hijos, y otras bendiciones. Como uno de los planetas que sustenta la natividad como un todo, también nos dice si el nativo alcanza prominencia por estos medios. En la explicación de Valens:
“... si (Fortuna) marcara la hora (es decir, se encontrara en el Ascendente), o estuviera en otros signos (casas-signos) favorables, harán al nativo brillante, notable y afortunado.” (Cap. 18, libro II)
Esto, recordemos, no tanto debido a su propio esfuerzo, como a su buen “hado”, o “bendiciones de los dioses”. La parte de Fortuna muestra, por consiguiente, nuestras interrelaciones en el plano físico y emocional. Es más el equipaje que ya cargamos al entrar en este mundo, que lo que podemos conseguir. Está más orientada al pasado y al presente que al futuro. Uno parte “desde” Fortuna. La otra expresión “Rueda de la Fortuna”, con clara relación con uno de los arcanos mayores del Tarot, también concuerda con estas atribuciones.
Dejemos ahora que el mismo Paulus Alexandrinus nos indique la diferencia entre Fortuna y Espíritu, traducción que efectué de la edición crítica de Boer, Teubner, de la Apotelesmatica de Paulus:
“Ambas, la parte de la fortuna y la del Espíritu tendrán mucha influencia sobre la realización o frustración de las acciones, ya que una indica las cosas concernientes al cuerpo, habilidades manuales y creatividad física, mientras que Espíritu rige las cosas concernientes al alma e intelecto”
Quisiera resaltar la dificultad de la traducción del Griego al Español. Una lengua tan cargada de significado hizo afirmar, al editor de la edición Loeb del texto de Manilius, que la traducción de los antiguos, tal como se leía, “puede ser clara sólo en proporción al grado en que es errónea”.
La parte del Espíritu, como vemos, significa el alma, temperamento, juicio, atención, el poder como carisma, y ayuda en lo que uno hace. Su carácter analógico resulta evidente en otro término Griego para “felicidad”: eudaimonia, que significa que las acciones del nativo son recompensadas como si hubiera sido bendecido por un espíritu benéfico.
Y si a Fortuna la hemos relacionado con la “causa material”—en sentido aristotélico—de nuestra entidad biológica, en consecuencia con el pasado, a la Parte del Espíritu la hemos de relacionar con aquella causa “formal y final” por la que “habremos de convertirnos en lo que esencialmente ya somos”, y de allí con un significado futuro. Muchas veces me pregunto si el así llamado “Sendero Espiritual” es sólo un símbolo para un proceso de continuos reconocimientos internos, que en realidad nos llevan a tomar conciencia de lo que ya reside en el interior de cada uno. Es, en realidad, un camino desde la oscuridad hacia la luz, desde lo “nocturno” hacia lo “diurno”, con todas las posibilidades internas que tal promesa “futura” de realización conlleva. Cuando es orden en sentido de secta, es el pasado, cuando el orden es contrario a la secta, el significado es futuro. Y ya no nos sorprenderá que en latín, Espíritu tenía el nombre de “la parte de las cosas por venir” (“Praeventio”).
En Griego, Espíritu es daimon, un vocablo que carga sobre sus hombros una interpretación cristiana de larga data: es la palabra que en la Biblia se tradujo como “demonio”—resulta curioso imaginar si la parte del Espíritu hubiese sido traducida como “parte del Demonio”. Sin embargo, “daimon” originalmente significó simplemente “espíritu”, cualquier clase de entidad.
El Orden de Secta en otros kleroi
Ya hemos dicho que esta cualidad de lo innato y pasado, por un lado; y lo intencional y futuro, por otro, están relacionados con el “orden de secta”. Y sin duda que Fortuna y Espíritu no son las únicas partes que responden a ello.
Si tomamos:
1- Asc + Saturno – Júpiter (día), ó:
Asc + Júpiter – Saturno (noche), notaremos que Saturno-Júpiter establecen un camino desde lo más diurno (Júpiter) a lo menos diurno (Saturno), por lo tanto relacionándose con una cualidad de la vida temprana, o aún previa al nacimiento; mientras que:
2- Asc + Saturno – Júpiter (día), ó:
Asc + Júpiter – Saturno (noche), yendo en la dirección opuesta al orden lógico de secta, aluden a cualidades futuras más “intencionales”.
Pues bien (1) es la parte de los hermanos (lo que ya viene con nosotros) y (2) la de los hijos (lo que creamos intencionalmente).
Los aspectos de la mente del Kosmos
No podemos adentrarnos en un análisis de los kleroi sin antes formular ciertas aclaraciones acerca de cómo aquellos astrólogos concebían los aspectos, tema ineludible en todo análisis astrológico.
En el sistema helenístico, tal como surge de la lectura de sus textos, los aspectos son concebidos por signo, no por grado. Por ejemplo, Júpiter en cualquier grado de Géminis, está en cuadratura con Venus en cualquier grado de Virgo. Todo parece indicar que si además coinciden en el grado, el aspecto se manifiesta en un hecho externo, y no permanece sólo en la subjetividad o en la potencialidad. La delineación de los aspectos estaba íntimamente ligada al sistema de casas empleado por los astrólogos helenísticos, el que se discutirá más adelante.
Resulta de especial interés notar que sólo los aspectos derivados de los lados de polígonos regulares tienen lugar dentro de este sistema. De hecho, la palabra para “sextil”, por ejemplo, es “el lado del hexágono” (hexagoniké pleurá). No es extraño, considerando la Escuela Pitagórica y Platónica, con sus sólidos regulares y geometría sagrada y hermética. Lo que la moderna astrología llama Inconjunto o quincuncio es, en el sistema helenístico, justamente una no-relación, o “aversión”. Esta “ausencia de relación” forma parte de la interpretación misma de la carta: si en cualquier tema natal el regente de una casa (“topos”) se encuentra en “aversión” con la casa en cuestión, será más difícil concretar resultados en ese ámbito de la vida. De hecho, las significaciones de las casas 6, 8 y 12, también tienen que ver con esa “desconexión” del ascendente, el yo. Por ejemplo, el octavo signo desde el Ascendente (y también el octavo desde la Parte de la Fortuna) es el que contribuye a la aniquilación, y el sector en el cual la inmersión definitiva en el Descendente (el acto mismo de morir) se convierte en una solución cada vez más fácil e inevitable.
Aspecto deriva de aspectum, del verbo ad-spicio, ver, observar. El Griego utilizó la palabra martyreo, “atestiguar”. Dos planetas en aspecto, “se ven”; dos en signos que se encuentran a distancia de 30 o 150 grados “no se ven”, se encuentran “en aversión”, es decir, “se ignoran”. De esto se deduce que la conjunción (synodos) no es un aspecto. Es
simplemente lo que su nombre indica, una unión o conjunción, que si se da no sólo por grado zodiacal, sino también en declinación con respecto a la eclíptica, da lugar a una verdadera “amalgama de influencias”. Es interesante notar que “coniunctio” era el término también aplicado a la unión sexual. De hecho, existen alegorías astronómicas hasta en la Ilíada, con respecto a la unión sexual de, por ejemplo, Ares y Afrodita (Marte y Venus) que hasta los académicos interpretan hoy como una conjunción de planetas. En la leyenda, Helios, el Sol, los delata a Hefesto (Vulcano), esposo legítimo de Afrodita. O sea, cuando el sol desciende por el oeste, ambas estrellas vespertinas conjuntas quedan a la vista de todos, magnificadas por su posición en el horizonte. La tendencia hoy es a interpretar los textos de los antiguos mediante alegorías, tal como afirma David Konstan3, y no como producto de mentes ingenuas o primitivas. La posición lineal de que mientras más retrocedamos en el tiempo, menos desarrollado es el pensamiento, ya no es sostenible.
El aspecto, sin embargo, no constituye la única relación posible entre dos o más cuerpos celestes. Entre el Sol y los planetas existe una intrínseca relación de “fase heliacal”, que transforma a los planetas en “estrellas matutinas” y “estrellas vespertinas”, modificando sus significados de acuerdo a si ascienden heliacalmente por el oriente (saliendo antes que el sol); por el occidente (en cuyo caso se los verá brillar sobre el horizonte inmediatamente después de la puesta de sol); o se encuentran “bajo los rayos del sol”. Éste es quizás uno de los puntos más interesantes de la Astrología Helenística, ya que la fase heliacal otorga un matiz especial a la significación e influencia del planeta, inclinándola a ser más “diurna y masculina” cuando el planeta se eleva heliacalmente por el este, y más “nocturna y femenina” cuando el planeta es occidental con respecto al sol. Si bien el tema es notablemente más complejo, en general podemos afirmar que los planetas masculinos verían menguado su carácter de tales siendo estrellas de la tarde, y los femeninos ascendiendo antes que el sol al alba. De hecho, esto no fue privativo de la práctica helenística, ya que existen registros de otras culturas, como los mayas, quienes se lanzaban a la conquista con Venus matutino, al que atribuían características extremadamente belicosas.
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