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El fantasma de Giordano Bruno lleva años cerniéndose sobre
mí. Bruno es una de esas figuras históricas que han ido apareciéndoseme
una y otra vez, al estilo de un Zelig cualquiera, en io que,
al menos a primera vista, eran las historias de otras personas.
Nuestro primer encuentro tuvo lugar mientras escribía la biografía
Isaac Newton. Se me apareció, como escritor y místico, uno de
los integrantes de ese reducido círculo de individuos que habían
contribuido a popularizar la tradición hermética, la sabiduría de
lo oculto. Newton siempre se sintió fascinado por aquel conocimienro
secreto, y leyó la obra de Bruno antes de embarcarse en
sus propios estudios arcanos y experimentos alquímicos.
https://archive.org/details/giordano-bruno-el-hereje-impenitente-michael-white
Para las personas del siglo XVI la religión constituía un instrumento esencial en su forma de aprehender la realidad. La interpretación del mundo y de la propia existencia estaba marcada por un cristianismo que daba una configuración sim bólica trascendente a los momentos importantes en la vida de todo ser humano. Desde el bautismo hasta la extremaunción, las celebraciones eclesiales dotaban de sentido a los acontecimientos y configuraban el discurrir de la existencia de los fieles. Además, la religión cristiana se había convertido, de la mano de monarcas como los Reyes Cató licos, Carlos V y, muy especialmente, Felipe II, en el principal elemento de integración social del reino. Impuesta la uniformidad de creencias con la expulsión de judíos y moriscos, defendida la pureza de la fe a través del tribunal inquisitorial y estructurada la Iglesia española como una Iglesia nacional dependiente tanto o más del rey que del papado, nadie puede dudar de hasta qué punto la sociedad española caminaba al ritmo que marcaban los ritos cristianos.
Aquella mañana de mayo de 1527, Clemente VII salió a dar su lánguida bendición a los fieles que llevaban horas esperando en la plaza de San Pedro. Apiñados como ganado, chorreando sudores por la humedad del Tiber, las gentes crédulas cantaban y clamaban al paso del Papa, hasta que uno de los consejeros, Francesco, le detuvo en seco. -Su santidad, algo grave sucede porque llegan rumores de agitación. Dicen que se oyen alaridos, juramentos, improperios y la guardia suiza se vuelve corriendo. Vuélvase enseguida a palacio y desde allí podremos ver mejor lo que pasa. El papa sospechó enseguida lo que sobrevenía, pero no esperaba que los soldados se atreviesen a llegar hasta la plaza de san Pedro y menos aún a su residencia. Quedó más tranquilo al escuchar de nuevo a su almidonado consejero que acababa de recibir las últimas noticias. -El que está anunciando estas cosas y aparece colgado de la estatua de San Pablo es Bartolomeo Brandano. -¿Quiénes son los sus seguidores? -preguntó preocupado el Papa-. Los que le aplauden son dos frailes españoles y una beata muy conocida en España, Francisca Hernández, que proclaman la llegada del fin del papado. Brandano se tiene por profeta notorio. Es un ermitaño de Siena que anuncia a toda voz la inminente caída de Roma. Es un visionario de tantos, por lo que parece no hemos de preocuparnos, -determinó el consejero suspirando de alivio-. El ermitaño ciertamente tenía un aspecto sobrecogedor colgado de aquella estatua, desnudo, flaco y con una larga cabellera roja cubriéndole los ojos y parte de la cara. El ruido de multitudes despavoridas indicaba, sin embargo, que el tedio atroz de los ejércitos del emperador español Carlos V ahora despertaba y venían Roma 1527 27 a saciar su hambruna en las abundantes despensas vaticanas. Poco importaban los presagios y vaticinios de fray Santander, Francisca o Brandano, porque la tormenta de sangre que se estaba desatando en Roma nadie sabía ni podría explicar las consecuencias del pandemonio horrible de sus truenos sinaíticos. El consejero papal farfulló entrecortado, a media voz y mirando al cielo, mientras veía a las multitudes entrar en la plaza con la amenaza de la muerte. -El horror es tan absurdo como el amor. ¡Pobre de quien intente comprenderlos! ¡Pobre Roma y abandonado Vaticano que nunca más serán lo mismo después de esta pesadilla! El Papa preguntó enseguida a Francesco qué pretendía decir. -¿Qué está pasando Francesco? -Nos han informado que los mercenarios españoles, efectivamente, han entrado en Roma en dirección al Vaticano. Los Tiempo de beatas y alumbrados 28 padres han comenzado a degollar a sus mujeres y sus hijas para salvarlas del deshonor. Nuestras prostitutas no han podido saciar la pasión soldadesca ni su sed de venganza y vienen a reclamar su paga con el botín del Vaticano. -Pero eso es horrible, es una doble masacre indigna de Carlos V, -gritó rabioso el Papa-. -Eso no es lo peor. Anuncian que van convertir la basílica de San Pedro en establo para los caballos del emperador. Los gritos, acabaron siendo un solo grito descarnado y ensordecedor cuando los Tercios españoles y alemanes entraron en la plaza vaticana. Decían que habían sido los Lansquenetes luteranos los que habían abierto las tumbas de la cripta, los que durante días por las calles del Trastevere dieron patadas a las calaveras que decían ser de San Pedro y San Pablo. En las mentes de estos soldados el Papa no era más que el Anticristo, un sistema de poder.
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